Mientras rigió el sistema promocional, los equipos técnicos sobrevivientes del auge de la producción de largometrajes de fines de los años treinta, se volcaron a la realización de los noticiarios. Entre 1944 y 1951, el personal de Amauta Films y de otras empresas, como Proppesa, se mantuvo ligado al cine gracias a ellos. Así, Sigifredo Salas, un chileno que dirigió varios de los largometrajes más exitosos del cine peruano de los años treinta, como Almas en derrota o Palomillas del Rímac, fungió de director de producción de Perú Sono Films, empresa de Enrique Bermúdez. Montajista de la sociedad fue Armando Guerrini, otro veterano de Amauta. Productora Huascarán contó con la colaboración del camarógrafo español Manuel Trullen y el sonidista Alfonso Rouillón, así como del editor Eduardo Tellería, luego responsable del Noticiario Perú, que se realizó hasta 1986.
Pero, poco a poco, el sistema fue debilitándose. Los fondos depositados en las cuentas del Ministerio de Gobierno, que administraba el sistema, fueron llegando con mucha dificultad y retraso donde sus destinatarios, los productores cinematográficos.
En 1949, el Estado se vio en la necesidad de suspender las cobranzas coactivas a las salas deudoras - que arriesgaban la liquidación o la quiebra - rebajando el monto de su acreencia en una tercera parte del total insoluto. Con esa decisión, el Estado se convirtió en productor, vía subsidios, de noticiarios y documentales.
La estrechez fiscal acabó de arruinarlo todo: el Estado se apropió de los recursos destinados al cine. En julio de 1954, la Dirección de Informaciones del Perú ordenó la paralización de la producción del Noticiario Nacional que, a esas alturas, era fuente de ingresos del Tesoro Público y de unas pequeñas empresas productoras, beneficiadas con prebendas estatales. Pese al colapso del sistema, el gravamen destinado a la promoción de las películas informativas se convirtió en un impuesto fijo sobre el precio de la entrada - conocido como el impuesto de los diez centavos – y se mantuvo hasta 1957, cuando ya no se producían los noticiarios. El Estado se benefició con esos ingresos.
Los documentales hechos en ese período son el testimonio fílmico de acontecimientos de la historia peruana, como el acceso al gobierno del Frente Democrático presidido por José Luis Bustamante y Rivero, su posterior crisis, el golpe de Estado y los años de la dictadura de Manuel A. Odría. A pesar de su interés testimonial intrínseco, las copias de esos noticiarios, en soporte de nitrato, se encuentran en el abandono, sufriendo la mella del tiempo.
Al derrumbarse el sistema de fomento a los noticiarios y documentales, los productores perjudicados se agruparon en la Asociación de Productores Cinematográficos del Perú. Reñidos con un sistema inoperante, olvidaron el subsidio estatal e invirtieron con riesgo, confiados en un mercado de exhibición creciente que exigía material documental de cortometraje complementario. De este modo, la empresa Artistas Cinematográficos, dirigida por Franklin Urteaga Cazorla, contrató al documentalista italiano Enrico Grass y al fotógrafo español José Fernández para rodar el documental Machu Picchu, que obtuvo luego apoyo oficial debido a sus "méritos turísticos y de difusión de la imagen del país", beneficiándose con una liberación tributaria en su exhibición. Urteaga produjo también Castilla, soldado de la ley, de Grass, proyectado en el Festival de Cannes de 1953. Al año siguiente, Grass dirigió El solitario de Sayán, corto biográfico sobre José Faustino Sánchez Carrión, producido por Urteaga.
Pero no sólo Urteaga insistió en la producción de documentales. Ernesto Zegarra, con foto de José Valdivieso, filmó El V Congreso Eucarístico Nacional de 1954; Movius Films, empresa del norteamericano Ed Movius, filmó La armada de guerra del Perú, Oreja, rabo y pata y Mar sangriento (sobre la caza de la ballena). El chileno Enrique Castro filmó Perú en marcha y Urteaga inició, en 1957, la producción de Sucesos peruanos, un noticiario filmado con desaliño y proclive a promover las obras públicas y los actos de sucesivos gobernantes de jure y de facto. Sucesos peruanos se editó, por más de veinte años, hasta fines de la década de los setenta. Manuel Trullen, formando parte de Productora Huascarán, fotografió diversos documentales, acompañado por Eduardo Tellería y Jorge Torrico, encargado del trabajo de laboratorio. Enrique Adolph se prodigó registrando hechos diversos o películas institucionales. Por su parte, José Dapello realizó el Noticiario Perú. En 1959, el corto Cordillera Blanca 6162, producido por Proa Films, y dirigido por Marzio Spirito Pacca, obtuvo una mención honrosa en el Festival de San Sebastián.
Desde los días del cine mudo, en los que la labor fílmica estuvo centrada en la confección de documentales de corta duración, nunca se habían realizado este tipo de cintas con tanta regularidad. Se buscó aprovechar la infraestructura de equipos ligeros acopiada durante la vigencia del régimen del Noticiario Nacional y se optó por la astucia turística, bien acogida y remunerada en los mercados de Europa. Si la influencia de Eisenstein, y su estética de magueyes y perfiles pétreos recortados sobre el horizonte, marcó a toda una generación de cineastas mexicanos, transformando el modo de ver su propio país, el síndrome colorido, cercano a la tarjeta postal, de las cintas de Enrico Grass, director del celebrado largometraje documental El imperio del sol, despertó en el medio cinematográfico peruano de mediados de los cincuenta la avidez por mostrar algo de exotismo del país del oro a públicos de todo el mundo. Para ello, el cine documental de cortometraje sobre motivos nacionales se diversificó en subgéneros, como el de "huacos" y artesanía, el de ruinas o el de fiestas nativas, etc. Todos encontraron un denominador común: la exaltación del país ubérrimo en matices y colores, culturas y objetos de arte, vestigios del pasado y grandeza histórica. Expusieron una visión exaltada y encomiástica del país, que se prolongó en la producción documental posterior, como en la serie Tempus, el Perú de ayer y de hoy, conjunto de películas de difusión turística hechas en los años sesenta por el norteamericano Ed Movius, con financiación de la empresa International Petroleum Company, explotadora de hidrocarburos en el norte del país. Una visión que también se expuso en los cortos realizados por Cooperación Popular durante el primer gobierno de Fernando Belaunde Terry (1963-1968) y en buena parte de los cortos hechos a partir de los años setenta para su inclusión en el régimen de la exhibición obligatoria.
Pero, poco a poco, el sistema fue debilitándose. Los fondos depositados en las cuentas del Ministerio de Gobierno, que administraba el sistema, fueron llegando con mucha dificultad y retraso donde sus destinatarios, los productores cinematográficos.
En 1949, el Estado se vio en la necesidad de suspender las cobranzas coactivas a las salas deudoras - que arriesgaban la liquidación o la quiebra - rebajando el monto de su acreencia en una tercera parte del total insoluto. Con esa decisión, el Estado se convirtió en productor, vía subsidios, de noticiarios y documentales.
La estrechez fiscal acabó de arruinarlo todo: el Estado se apropió de los recursos destinados al cine. En julio de 1954, la Dirección de Informaciones del Perú ordenó la paralización de la producción del Noticiario Nacional que, a esas alturas, era fuente de ingresos del Tesoro Público y de unas pequeñas empresas productoras, beneficiadas con prebendas estatales. Pese al colapso del sistema, el gravamen destinado a la promoción de las películas informativas se convirtió en un impuesto fijo sobre el precio de la entrada - conocido como el impuesto de los diez centavos – y se mantuvo hasta 1957, cuando ya no se producían los noticiarios. El Estado se benefició con esos ingresos.
Los documentales hechos en ese período son el testimonio fílmico de acontecimientos de la historia peruana, como el acceso al gobierno del Frente Democrático presidido por José Luis Bustamante y Rivero, su posterior crisis, el golpe de Estado y los años de la dictadura de Manuel A. Odría. A pesar de su interés testimonial intrínseco, las copias de esos noticiarios, en soporte de nitrato, se encuentran en el abandono, sufriendo la mella del tiempo.
Al derrumbarse el sistema de fomento a los noticiarios y documentales, los productores perjudicados se agruparon en la Asociación de Productores Cinematográficos del Perú. Reñidos con un sistema inoperante, olvidaron el subsidio estatal e invirtieron con riesgo, confiados en un mercado de exhibición creciente que exigía material documental de cortometraje complementario. De este modo, la empresa Artistas Cinematográficos, dirigida por Franklin Urteaga Cazorla, contrató al documentalista italiano Enrico Grass y al fotógrafo español José Fernández para rodar el documental Machu Picchu, que obtuvo luego apoyo oficial debido a sus "méritos turísticos y de difusión de la imagen del país", beneficiándose con una liberación tributaria en su exhibición. Urteaga produjo también Castilla, soldado de la ley, de Grass, proyectado en el Festival de Cannes de 1953. Al año siguiente, Grass dirigió El solitario de Sayán, corto biográfico sobre José Faustino Sánchez Carrión, producido por Urteaga.
Pero no sólo Urteaga insistió en la producción de documentales. Ernesto Zegarra, con foto de José Valdivieso, filmó El V Congreso Eucarístico Nacional de 1954; Movius Films, empresa del norteamericano Ed Movius, filmó La armada de guerra del Perú, Oreja, rabo y pata y Mar sangriento (sobre la caza de la ballena). El chileno Enrique Castro filmó Perú en marcha y Urteaga inició, en 1957, la producción de Sucesos peruanos, un noticiario filmado con desaliño y proclive a promover las obras públicas y los actos de sucesivos gobernantes de jure y de facto. Sucesos peruanos se editó, por más de veinte años, hasta fines de la década de los setenta. Manuel Trullen, formando parte de Productora Huascarán, fotografió diversos documentales, acompañado por Eduardo Tellería y Jorge Torrico, encargado del trabajo de laboratorio. Enrique Adolph se prodigó registrando hechos diversos o películas institucionales. Por su parte, José Dapello realizó el Noticiario Perú. En 1959, el corto Cordillera Blanca 6162, producido por Proa Films, y dirigido por Marzio Spirito Pacca, obtuvo una mención honrosa en el Festival de San Sebastián.
Desde los días del cine mudo, en los que la labor fílmica estuvo centrada en la confección de documentales de corta duración, nunca se habían realizado este tipo de cintas con tanta regularidad. Se buscó aprovechar la infraestructura de equipos ligeros acopiada durante la vigencia del régimen del Noticiario Nacional y se optó por la astucia turística, bien acogida y remunerada en los mercados de Europa. Si la influencia de Eisenstein, y su estética de magueyes y perfiles pétreos recortados sobre el horizonte, marcó a toda una generación de cineastas mexicanos, transformando el modo de ver su propio país, el síndrome colorido, cercano a la tarjeta postal, de las cintas de Enrico Grass, director del celebrado largometraje documental El imperio del sol, despertó en el medio cinematográfico peruano de mediados de los cincuenta la avidez por mostrar algo de exotismo del país del oro a públicos de todo el mundo. Para ello, el cine documental de cortometraje sobre motivos nacionales se diversificó en subgéneros, como el de "huacos" y artesanía, el de ruinas o el de fiestas nativas, etc. Todos encontraron un denominador común: la exaltación del país ubérrimo en matices y colores, culturas y objetos de arte, vestigios del pasado y grandeza histórica. Expusieron una visión exaltada y encomiástica del país, que se prolongó en la producción documental posterior, como en la serie Tempus, el Perú de ayer y de hoy, conjunto de películas de difusión turística hechas en los años sesenta por el norteamericano Ed Movius, con financiación de la empresa International Petroleum Company, explotadora de hidrocarburos en el norte del país. Una visión que también se expuso en los cortos realizados por Cooperación Popular durante el primer gobierno de Fernando Belaunde Terry (1963-1968) y en buena parte de los cortos hechos a partir de los años setenta para su inclusión en el régimen de la exhibición obligatoria.
Ricardo Bedoya
2 comentarios:
Su articulo està muy bien pero parece que el inicio està incompleto. Comienza con una palabra partida: "quina" y luego sigue el texto. Es asi o estoy mal. cèsar pereyra.
Ya está corregido. Se filtró el "quina".
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