Empezamos el balance del año 2010 con esta serie de artículos de Mónica Delgado que también pueden leer en su blog Una crítica por día (http://www.criticapordia.com/)
1- Cine en el Perú
Este año ha habido de todo en el panorama del cine peruano. Si la vida se hubiera encargado de hacer una película con todo lo que ha sucedido en este año, fijo que se hubiera estrenado una comedia bizarra, grabada en cámara en mano, con actores no profesionales y con harto humor negro involuntario. No me refiero necesariamente a las buenas noticias de este 2010 que ya se va: una película nacional nominada por primera vez al Oscar, otra cinta premiada en Cannes (Octubre) y la aparición de un filme recio y diferente como Paraíso de Héctor Gálvez, que enciende un poco mi optimismo en torno a la apuesta creativa y comprometida acorde con los tiempos de cambio en los modos de hacer cine en un país como el nuestro (y a la cual, paradójicamente, debo un comentario en esta página)
Tampoco me refiero en este resumen "emocional" a las noticias regulares, como lo fue el estreno de Contracorriente, una película de temática discretamente conservadora y con la cual discrepo (no me da escrúpulos ponerla por su nivel estético al lado de Máncora, la coproducción española de Ricardo de Montreuil ), y a la que le fue mejor en taquilla, quizás por contar en su reparto con el colombiano Manolo Cardona, actor de telenovelas. O al regreso de dos directores ya veteranos con dos películas encima del promedio de su filmografía, Lombardi con Ella y Tamayo con La vigilia. No. Me refiero a lo que hay detrás de las películas que no existen, a la industria que no tenemos, y a los debates alturados sobre cine peruano que no encuentro. Es irónica la ficción "amateur" que hemos creado en torno al cine peruano, en torno al fracasado tema de las industrias culturales basada en teoría o literatura que aquí no funciona, o alrededor de la construcción de un cine nacional en un marco tan heterogéneo, planeado desde Lima aunque se diga lo contrario.
Se estrenaron siete películas peruanas en la cartelera comercial: Paraíso, Rehenes, Illary, Contracorriente, Ella, Octubre y La vigilia, de las cuales dos son de lo mejor que se ha hecho, lo que significa en todo caso, un buen augurio pese que para cumplirlo es necesario el amparo de los fondos internacionales (y aquí me refiero a los segundos trabajos que espero de Héctor Gálvez y los hermanos Vega). Paraiso pasó casi desapercibida pese a sus logros, que son bastantes, y Octubre aún sigue en cartelera de modo sorprendente pero en salas de multicines de Chiclayo y Piura.También se han estrenado en circuitos más cerrados largos de Lima estrenados fuera de la cartelera comercial y largos producidos en regiones tal y como lo mencionan los blogs Cinencuentro y Retablo ayacuchano, filmes que suman más de veinte, situación que evidencia el apartheid entre la capital y sus regiones, sin cines, y circuitos alternativos de distribución.
Es llamativo cómo se trata de visibilizar el cine que se hace en regiones de modo per se, es decir, juntar en un mismo saco todo un proceso de cine "nacional", de homologar oportunidades y presencias, cuando en realidad lo que vemos son experiencias de diverso calibre, de tono amateur incluso y que sí revela un espíritu por hacer un cine basado en intenciones más locales, más allá de esa tendencia al cine de horror y al melodrama.
Las películas peruanas se estrenaron en contextos terribles de casi indiferencia del público si tenemos en cuenta los taquillazos del año como Toy Story 3. Paraíso no alcanzó ni cinco mil espectadores, igual que Ella de Lombardi (pese a que tuvo más ventajas en difusión). Illary de Nilo Pereira apenas sobrepasó los cuatro mil (bueno, de esto no puedo culpar al público)Contracorriente hizo cincuenta mil espectadores, nada deleznable además era de esperarse ante un filme de temática gay y actores guapos, mientras Octubre hizo casi diez mil en días de procesión.
Así se abran más circuitos, más multicines, o se cree una cinemateca, es notorio que al público peruano le gusta menos su cine. No tiene que ver con representividad o afrenta estética, sino que el cine peruano es lo opuesto al gusto que le ha formado el estilo de Hollywood, y esto ni La gran sangre lo pudo captar.El panorama de exhibición de películas nacionales no ha sido diferente al de años anteriores, tampoco el interés del público, más si se han sentido los logros a nivel expresivo con Octubre y Paraíso como ya lo mencioné. Que tengamos un par de buenas películas y que muy poca gente las vea, corrobora esa vieja letanía de que son hechas "para festivales".
Ley ProcineLo peor del año ha sido la ley Procine, la calamidad que significaría la aplicación de esa norma para el cine peruano, y para el cine de la región, sobre todo al marcar un penoso antecendente para los países andinos que buscan desarrollar sus cinematografías para hacerle frente a esta crisis en igual o peores condiciones que la nuestra. En este tema he sido escéptica e insisto que hubiera sido mejor que no se presente ningún proyecto de ley y dejar todo como está (hacer cumplir la ley que ya existe me parece más sensato). Sólo de imaginar que las majors tengan la potestad de hacer que las personas vean más películas peruanas a costa de Mañana te cuento 4, Django 3 o El regreso de la Gran sangre, me da escalofríos. No quiero detenerme en los errores de la ley, porque ya Emilio Bustamante y Ricardo Bedoya han sido claros para dar aportes con respecto a la privatización de los fondos destinados al cine y al favorecimiento de las majors. Me interesa adivinar qué va a pasar con el cine "independiente", con las ganas de Gálvez y los hermanos Vega, y de cineastas como ellos, sobre todo jóvenes que ni llegan a los treinta años, de hacer cine.
Es increíble como el marco de esta ley Procine, en estos días tormentosos de dimes y diretes entre los bandos de la Asociación de Productores Cinematográficos del Perú (APCP) y la Unión de Cineastas Peruanos (UCP), sobre quién hace o no cine en el Perú, sobre quién va a tener más ventaja con la ley majors, o sobre si debe renunciar la gente del Conacine, permite develar el "estado" de la gente que hace cine en este país. No me imagino a Lisandro Alonso, Lucrecia Martell, Eduardo Coutinho, Carlos Raygadas o Sebastian Cordero haciendo las pases con las distribuidoras transnacionales ni mucho menos armando un debate de medio pelo con un léxico de sindicato de la General Electric de los años cincuenta. No me agrada para nada constatar esta crisis a través de comentarios e insultos que no hace más que ratificar mi pesimismo ante el sistema de gremios actual que representa al quehacer cinematográfico y ante el Conacine que tenemos.
También, el tema Procine ha puesto en evidencia a críticos de cine de blogs que no sólo están preocupados en la dación de leyes por la mejora del cine peruano, sino en buscar la excusa perfecta para defenestrar a aquellos cineastas que ellos creen siempre favorecidos por el Conacine. La ley Procine como chivo expiatorio también para armar más guetos que nunca, de los dos bandos, sino, por ejemplo, qué hacía el presidente de la APRECI liderando la campaña del proyecto de Ley Cabrera como parte de la UCP. Pregunto y no tengo respuesta, porque se trata también de un plano ético. Porque luego de este surgimiento de buenos y malos qué se puede esperar del nivel de la apreciación crítica de las futuras películas peruanas que surjan. Urge también un debate sobre el papel de la crítica en situaciones de crisis como ésta. La palabra cine en Perú me sigue deprimiendo.
2-
Cortometrajes peruanos
Señalo algunos puntos o categorías para comentar el estado de los cortometrajes peruanos que he visto a lo largo de este año 2010, que me ha parecido un año optimista en cuanto a número de trabajos y temáticas, aunque me faltó ver más trabajos de regiones. Es curioso que se haya apostado, en su mayoría, por realizar cortos de ficción, orientados a la comedia algo cínica, al fantástico o al thriler, y lamentablemente, dejado de lado el documental.
La necesidad de la truculencia. Es como si de pronto desarrollar un tema escabroso o disfuncional fuera sinónimo de captar la total atención del espectador y, por ende, contar una historia de tensión asegurada. Hijos que matan a sus madres, bebés mutantes, tipos desahuciados, padres cafichos, madres prostitutas y maltratadas o, simplemente, personajes anodinos, tontos, exagerados. No me refiero a la libertad creativa, es decir, se puede hacer cine del hecho más anecdótico, se pueden hacer películas del personaje más inútil que pueda existir, no cuestiono el tema, el discurso, sino cómo que es una generación cree que esa es la fórmula asegurada de la narración “lograda” en menos de veinte minutos.
Ese es el caso de Jáuregui de Víctor Manuel Checa, sobre la relación semi incestuosa entre madre e hijo en un ambiente medio sórdido, rodado en el sur de Lima. O el caso de Ezequiel de Aaron Rojas, sobre el delirio de una madre casi anciana frente a su hijo que sufre una claro retardo mental, ante el cual no sabe si ser víctima o verduga. Ambos son cortos que cuidan sus cualidades expresivas, su dirección de arte, la fotografía, pero los temas (mal tratados al final de cuentas) me arruinan todo eso.
¿Puedo generalizar este punto de valoración como extensivo a los demás cortos? No, pero sí me resulta a la larga un lugar común apelar a lo exacerbado y escabroso, a lo “diferente”, al margen de los resultados estéticos que puedan tener. Porque cortos como La región invisible, que se inscribe en el lado más oscuro de inconsciente, o como El tercero, se arriesgan con temas igual de inverosímiles, pero su tratamiento los hace creativos, fuera de lo común. En el polo opuesto está Miraflores no es Buenos Aires y Legado de los Cárpatos de Cristian Cancho, el mismo cineasta de La farándula, ambos cortos inscritos en una onda bizarra y de humor involuntario, más en una onda del fantástico, pero que al final de cuentas resultan ejercicios inocuos.
La cámara filma, pero no dice nada. La moda de los planos fijos y sus adeptos. Dejas que la cámara complete todos los significados, por el hecho de encenderla y dejar “que todo fluya” no es sinónimo de vivir y expresarse a través del cine. El más extremo ejemplo de este punto están en los cortos de Jonatan Relayze, Días van y Mirada Tusán, soluciones fáciles a la idea de contar algo en un solo plano (Mirada Túsan) o dar una explicación al curso el tiempo en Días van, en base a una serie acumulada de planos fijos sin mucho que mostrar. En otra variación de este punto está el corto La ruta de los aviones de Daniel Bustamante Philipps, donde vemos a Miguel Iza metido en una habitación en planos secos y decolorados. Ciudad manjar de Mauricio Godoy y Brennan Barboza se ve como un cúmulo de fotos bien hechas sobre Zaña, pero nada más. Construye poco acerca del lugar como si el plano fijo que recibe de vez en cuando a un burro a un grupo de personas caminando ya lo dijera todo. Un naturalismo snob.
Tolva de César Fe es un caso similar, que se salva por una secuencia de ruptura gracias a la aparición de una banda de jazz que evoca a la locura (es una de las escenas entre los cortos que más me ha gustado).
Cine de diálogos y situaciones. Rumeits y DO-MIN-GO de Gonzalo Ladines son dos apuestas interesantes donde la oralidad y los modismos adquieren preponderancia, sin descuidar la puesta en escena. Planos fijos que se sostienen en cómo los personajes hablan de sí mismos, en las maneras de los jóvenes de clases medias al resolver sus disyuntivas interpersonales. Hace tiempo que no disfrutaba de diálogos verosímiles y sentido del humor cínico e inteligente. Si bien en Rumeits se nota la verborragia y la frescura, en DO-MIN-GO se oscila entre la resaca y la incomodidad de los gestos. Ladines maneja bien ambos registros y eso ya es bastante.
Punto aparte. Me es imposible mencionar todos los cortos con detalles interesantes que he visto en este 2010, pero si quiero mencionar dos casos. El primer hallazgo de Julio Cesar Parra, narrado al mejor estilo de El proyecto de la Bruja de Blair, me parece una historia llena de prejuicios (la investigación sobre la muerte de una turista europea a manos de un campesino, quien es defendido por un pueblo iracundo que odia a los “gringos”), pero que en fondo es una delicia del humor involuntario y de dejadez visual. Un punto especial para Wambla light, corto inclasificable, pero ante todo, una experiencia inusual dentro del cine que se hace en regiones. Un inmenso trabajo de producción y postproducción que no se puede dejar de lado.Tengo la sensación que en este año le ha ido mejor en un plano estético a los cortometrajes en el cine peruano (desde el uso de cámaras digitales de última generación en Regreso de Alejandro Burmester hasta la textura de una lomo en San Felipe de Antolín Prieto), pero no encuentro aún al cortometraje que me conmueva. Sin embargo, tengo cinco favoritos en orden de apreciación:
Función macabra de Diego Vizcarra
La región invisible de Aldo Salvini
Rumeits de Gonzalo Ladines
El tercero de Iván D’Onadío
Regreso de Alejandro Burmester
3- Cartelera comercial
Este año me he llevado un fiasco con la cartelera comercial, hasta tal punto que me es imposible encontrar una lista de diez mejores buenas películas. No voy a bajar mi valla por completar esos diez y colocar a cintas regulares o menores, o que me gustaron y que tras una segunda visión me dejaron de convencer.
Este año fue malo para los cinéfilos, más aún si me pongo a revisar la cartelera de otros países de la región (Argentina, sobre todo). Lástima que la actual Filmoteca no llene esos espacios frente a la ausencia de una cartelera comercial mejor nutrida. No tengo nada en contra de Hollywood, incluso una de las mejores películas de este año 2010 es un taquillazo, un blockbuster. Ni modo. Es inevitable ver en nuestros cines todos los exitazos que EEUU propone, incluso de su cine independiente cada vez venido a menos, pero no estaría demás pensar un poco que el público espectador sí tiene el derecho de conocer otras cinematografías en pantalla grande.
Estoy harta de ir al cine y conformarme con lo que hay. Harta de ver con envidia cómo estrenan cintas de Marco Bellocchio, Nobuhiro Suwa, Corneliu Porumboiu o Bruno Dumont en otros países sudamericanos. No, aquí no hay nada de eso, porque lamentablemente las distribuidoras entienden al espectador como una persona vedada a este tipo de cine. Un desprecio total. Al público pongámosle más Harry Potter, más películas de acción con Denzel Washington, cintas de terror dobladas con un dejo español y cortadas porque igual no se darán cuenta.
Igual se va argüir que el espectador peruano es mediocre, que compra piratería y que ve todo lo que Hollywood le da, que no quiere ver películas peruanas y que se conforma con ver a comienzos del año algunas nominadas al Oscar. Espero sí, que el año 2011 sea mejor, que por lo menos exista una cartelera al final del año menos vergonzosa. Basta ya de una cartelera pobre e insensible frente a lo que pasa en el cine mundial. No digo que de pronto vaya a ver cine malayo, indoneso, turco o paraguayo en un Cineplanet, pero por lo menos lograr la consolidación de alguna distribuidora alternativa, como sucede en otros lados, donde viven tirios y troyanos.
Esta es mi lista del luto:
1. Toy Story 3 de Lee Unkrich
2. Enemigo interno de Werner Herzog
3. Déjame entrar de Tomas Alfredson
4. La isla siniestra de Martin Scorsese
No más.
Mónica Delgado