domingo, 31 de mayo de 2009

João Bénard da Costa


Por el excelente blog Anotações de um Cinéfilo, que edita Filipe Furtado (http://anotacoescinefilo.com/), me entero de la muerte de João Benard da Costa (1935-2009), gran cinéfilo y crítico portugués, ex-director de la Cinemateca Portuguesa. Durante su gestión de 18años, Benard da Costa hizo una labor ejemplar de programación fílmica en la Cinemateca.
En el blog Os Filmes Da Minha Vida (http://filmesvida.blogspot.com/) pueden encontrarse algunas de sus críticas. Apareció actuando en películas de dos grandes portugueses: Manoel de Oliveira y João Cesar Monteiro.
En el blog de Filipe Furtado, Miguel Marías escribe el siguiente comentario que resume lo que nos suscita la muerte de alguien tan apasionado por el cine:
"Yo creo que fue envidiado en todos los lugares donde tuvieron noticia de él y no tenían alguien como J.B. da C. Muchos nos acordaremos cuando veamos una película de las que podrían gustarle. Pero yo sostengo que los directores de cinematecas, cuando mueren, consiguen ver las películas perdidas, mutiladas o que no llegaron a hacerse. Estará viendo algunos Sternberg, unos cuantos Murnau, el primer montaje de los “Ambersons”…Miguel Marías".
Ojalá pudiera hacernos conocer su entusiasmo ante esos descubrimientos celestiales.
Ricardo Bedoya

viernes, 29 de mayo de 2009

A prueba de muerte


"A prueba de muerte" estuvo sólo una semana en cartelera. Y en esa semana se dio en poquísimas funciones, menos de las que anunciaban los diarios. Es decir, fue levantada para dar funciones adicionales de los blockbusters de turno. Es el destino de las cintas atractivas que osan estrenarse en tiempos de Wolverine, Terminator, Transformers y Tom Hanks trajinando el Vaticano.


“A prueba de muerte” está concebida como una película de relleno, como el complemento de una función doble, como el homenaje a esas polvorientas películas de costo ínfimo que aún se podían ver en los cines de barrio de los años 70. Durante la proyección se citan algunos títulos como “La fuga del loco y la sucia” o “Carrera contra el destino” (“Vanishing Point”), pero igual podrían nombrarse otras mucho más famélicas como “Macon County Line”, “Angels die Hard”, “Jackson County Line”, acaso “Caged on Heat”, y muchas más, como "White Line Fever" y hasta "Reto a muerte" ("Duel"), del debutante Spielberg. Entre nosotros, algunas de ellas se estrenaban en salas de estreno, como el Colmena o el Colón, pero la gracia era repescar algunos títulos de Richard Compton, Steve Carver, Gordon Hessler o Roger Corman y sus protegidos en cines como el Apolo, Azul, Rívoli, Ollanta, Palermo, Florida, Nacional, Gardel o Conde de Lemos.

¿Qué ofrecían esas películas? Fácil de responder: todo lo que las prestigiosas cintas que aspiran al Oscar no suelen dar. Es decir, entretenimiento sin pretensiones; estímulos primarios; colores chirriantes; mujeres de senos inmensos; psicópatas peligrosos; asesinos de carretera; música estridente; miedo súbito; persecuciones dignas del Correcaminos; sangre manando con la más ilusoria impunidad; aparición furtiva de actores formidables pero ya muy viejos y olvidados; villanos truculentos; pueblitos monstruosos; opulentas chicas bañándose desnudas en lagos, ríos y charcos; homéricas peleas femeninas, cuerpo a cuerpo, sobre el barro del camino. Ofrecían, tal vez, poca cosa, pero muy jugosa y agradecible. El cine, no hay que olvidarlo, es un espectáculo popular, que empezó como truco de feria y entretenimiento de bajísimo costo, siendo bocado preferido para golosos visuales de todo pelaje.

Quentin Tarantino es uno de esos golosos mirones. Como nació en 1963, se puede presumir que vio la mayoría de esas cintas mugrosas y gloriosas de los años 70 en cines de reestreno o en cintas de vídeo regrabadas y desgastadas. Por eso, “A prueba de muerte” es la película más fetichista que se pueda imaginar. Y no sólo porque Tarantino devora con la cámara los pies, las piernas, los traseros y las minifaldas de sus actrices, sino porque encuentra placer en la contemplación del deterioro de las texturas de ese venerado objeto material y perecible llamado película de cine.

Cortes, saltos de proyección, emulsión rayada, celuloide forzado, cambios bruscos de iluminación, tonos azulados de la imagen, virajes del color, amarillos intrusos y grises inesperados. Tarantino firma la fotografía de “A prueba de muerte” para hacerse responsable de los “errores” que magnifican las “fallas” del soporte fotoquímico del cine. Ese es el tipo de imagen que no se verá más cuando se imponga la proyección digital, de uniforme brillantez y ajena a los desgastes del uso y del paso del tiempo. El celuloide rayado que celebra Tarantino es como el olor de la tinta y el papel de los libros. Olor que el Kindle -o cualquier soporte de lectura digital que se imponga- nunca podrá ofrecer a la devoción del fetichista.

“A prueba de muerte” es también un homenaje al oficio de hacer cine. Cine riesgoso, de peligro y, por eso, allí está Zoe Bell como una de las protagonistas. Todas las muchachas de la cinta son formidables, pero la presencia de la neozelandesa Zoe tiene un sentido especial. Ella es una “stunt”, es decir la profesional del golpe y el porrazo que pone el cuerpo en reemplazo de una estrella cuando deben filmarse escenas riesgosas. Fue doble de Uma Thurman en “Kill Bill” y aquí se asienta sobre un Dodge Challenger que va a toda velocidad. De eso trata esta película, de la velocidad coreografiada y de los peligros que se toman para lograrla. Tarantino admira al director Howard Hawks (“Sólo los ángeles tienen alas”, “Sargento York”, “Río Rojo”, “Río Bravo”, “Hatari”, “El Dorado”, “Río Lobo”) y aquí pone en práctica varias de las lecciones que aprendió de él: Zoe es la mujer hawksiana por excelencia, la que toma riesgos y disfruta con ellos, la que se trepa al peligro y se convierte en una presencia dinámica y efervescente. Pero no sólo eso. Forma parte de un grupo de mujeres que se organiza para enfrentar la amenaza. Cada una lo hace según sus habilidades. Se lanzan a luchar contra el asesino Kurt Russell (tan notable en su austera dureza como cuando hacía de Snake Plissken, el personaje de “Escape de Nueva York” y “Escape de Los Ángeles”, de John Carpenter, otro admirador de Hawks) sin mediar efectos digitales.

¿Qué más hay en “A prueba de muerte”? Diálogos extensos y absurdos en los que no importa lo que se dice, sino la entonación o la dicción singular de alguna actriz o el sentido de las réplicas cargadas de doble sentido o de juegos de palabras o de alusiones a los mil y un fetiches de la cultura pop. Pero también un accidente de auto, tan inesperado y violento que sacude. Marca de ese Tarantino cruel que alterna gran guiñol y juego, sangre y espectáculo con entusiasmo adolescente y pulso de gran cineasta.


¿Y qué no hay? Ni pizca de nostalgia. La película celebra un tipo de cine del pasado-y la forma de consumir de ese cine-, pero no apela a la retórica de la evocación o la remembranza. Tarantino juega en tiempo presente y a toda velocidad.


Ricardo Bedoya

jueves, 28 de mayo de 2009

Polémica entre Almodóvar y el diario El País


Carlos Boyero, crítico del diario español El País, estuvo en el reciente Festival de cannes y despreció de modo olímpico Los abrazos rotos, la película más reciente de Pedro Almodóvar.


Almodóvar protestó en su blog. Lean su post: http://www.pedroalmodovar.es/PAB_ES_11_T.asp


El Comité de Redacción del diario salió en defensa de sus periodistas:



Almodóvar responde y vuelve a la carga:



En todas partes se cuecen habas.

De críticas y libertad de expresión

Para un director de cine debe ser sumamente penoso recibir comentarios adversos a la obra que con tanto esfuerzo ha realizado. Es comprensible. Sin embargo, hacer una obra y exponerla al juicio del público y de la crítica conlleva, obviamente, un riesgo, y ese riesgo –del cual es muy consciente el director- es el de no satisfacer sus gustos, sus exigencias. Cada quien tiene su opinión y esa diversidad, con todos sus matices y todas sus contradicciones es, a no dudarlo, muy provechosa para todos, incluidos aquí cineastas y espectadores.

Que los comentarios o críticas sean apasionados tiene su atractivo y es una manera de afrontar la afición o la profesión. La pasión con que se elabora una crítica o un comentario, es lo que le da color y atractivo a un texto. Esta pasión en en el ejercicio de la crítica no es de ahora. La practicaron los jóvenes críticos de Cahiers du Cinéma allá por los cincuenta. La siguen practicando aquí, allá y en muchísimos lugares aquellos que hacen de la decodificación de las imágenes la razón de ser de sus vidas. En el Perú los críticos de Hablemos de Cine también se enfrentaron en el pasado - y con gran desborde de pasiones, como si la vida se le fuera en esa aventura- contra lo que ellos consideraron un cine mediocre, nacional o foráneo. Partiendo de la crítica a la obra realizada, en algunos casos, se llegó inevitablemente al ataque personal. Sólo el tiempo se encargó de apaciguar los ánimos llegando incluso –muchos años después- a producirse giros o cambios importantes en las opiniones inicialmente adversas.

Todo debate acerca de un film es bueno. Es más, el estreno de cada película peruana debería posibilitar que los lectores y espectadores hagan un ejercicio de reflexión crítica que los lleve a tomar posición respecto no sólo a la película misma sino también respecto al cine peruano en general. Creo que lo mejor que puede pasarle a un estreno nacional es que suscite controversia, promueva la discusión y estimule la visión crítica por parte del espectador. Lamentable sería el caso de una película que pasara inadvertida o, como escribió el inolvidable Juan Bullitta, que se tuviera en pantalla un producto inodoro, incoloro e insípido.

He podido leer las críticas al film El Premio realizadas por Ricardo Bedoya, Federico de Cárdenas y Juan José Beteta. Con tales notas –aún con las observaciones mesuradas señaladas por Bedoya y De Cárdenas- y especialmente con la de Beteta, Alberto Durant –pienso- debería sentirse si no satisfecho, al menos, tranquilo. Los dos primeros, críticos de fuste, junto con Chacho León, provienen de las combativas canteras de Hablemos de Cine y su prestigio –más allá o más acá de la controversia que sus nombres generan entre los jóvenes críticos- está fuera de duda.

Será quizás por el hecho de que la película de Alberto Durant no me ha gustado –la veo tan ingenua, con personajes poco consistentes, situaciones tan débiles y con una narración completamente plana- que las notas críticas de Bedoya y de Cárdenas a El Premio me causan una cierta insatisfacción. Percibo como que giran en torno al film hablando de sus aciertos sin mucho convencimiento y luego de sus fallas….pero también sin mucho convencimiento. No comparto en absoluto el comentario entusiasta de Juan José Beteta, sin embargo, considero que su crítica, detallista y extensa, es atendible. Me puedo romper la cabeza preguntándome cómo es posible que le haya gustado tanto la película pero, quizás, nunca encuentre una respuesta que me satisfaga.

Pues bien, así de imprevisible, diversa, controversial –y quizás caprichosa- puede ser la crítica de cine. Como la de música, pintura o arte en general. Cada quien tiene sus opiniones, sus referencias, su cultura y su conciencia. Y sus textos, unos mejor elaborados que otros, son una consecuencia directa e todo ello. Sea como fuere, repito, a Alberto Durant -si acaso valora la voz de los críticos- estas opiniones seguramente no las encontrará desdeñables. Es más, creo que el texto de Beteta, bien podría formar parte de la publicidad de su película, teniendo en cuenta la minuciosidad con la que este crítico ha interpretado algunos segmentos del film.

La crítica de Alonso Izaguirre es diametralmente opuesta a la de Beteta. Publicada originalmente en Peru21, con su tono duro y afilado, ha dado lugar al último zafarrancho de combate en el caldeado mundillo del cine peruano. Si bien no comparto la frase: “En pocas palabras, y esto no es broma, El premio parece una cinta deudora de Betito Aguilar, el creador de Al fondo hay sitio y otros menjunjes televisivos”, y no la comparto porque creo que en El Premio no se llega al nivel infame y chapucero al que arriban los bodrios fílmicos que la caja boba nos suele endilgar, sin embargo, sí comparto la contundencia de la frase siguiente del texto de Izaguirre “ahogándose por elección propia en un entramado insulso de episodios-sketch con personajes estereotipo –el profe rural bueno, la madre joven abnegada con esposo malo y pegalón, el chico rebelde que no quiere estudiar, la bodeguera arrecha, el conocido que se quiere comer a la hija cantora del profe rural bueno, la jefa de la chamba desconfiada de su trabajadora— y una musicalización de resonancias muy cercanas a las producciones de Michelle Alexander”.

Crítica aplastante, qué duda cabe. Y me imagino muy dolorosa para un cineasta que tal vez con mucho esfuerzo y sacrificio ha podido concluir su película. Ya lo dice la nota de De Cárdenas: seis películas en treinta años de carrera. Hacer cine en el Perú, pues no es nada fácil. Y encima, una crítica demoledora. Sin embargo, como he señalado líneas arriba, hay opiniones muy matizadas. Y, una vez más, que el lector o el espectador encuentre esta diversidad de ideas, criterios y opiniones no sólo es bueno, es muy saludable.

Concluyo de leer la nota de Alonso Izaguirre y no percibo ataque personal alguno a Durant como sostienen algunos cineastas. Salvo, claro está, que al demoler su obra, lo que tanto le ha costado realizar, está tocando una fibra muy sensible del cineasta. Pero, entendamos también que para los cinéfilos, críticos y aficionados que amamos al cine, una cinta fallida es toda una frustración. Que sea cine peruano lo es más, probablemente porque, como muchos, quisiéramos que nuestro cine tuviera un reconocimiento tal que generara una mayor presencia en la cartelera. Quisiéramos que el medio fuera propicio para una producción cada vez más continua, que abriera las puertas a la gente con talento, que motivara la inversión y generara puestos de trabajo. Cada fracaso, cada film fallido lo sentimos como un obstáculo más en el desarrollo del cine peruano. Es posible que el crítico de Perú 21 haya sentido esa frustración.

De cualquier forma, siempre será muy difícil por no decir imposible, que haya una opinión uniforme, salvo que haya un estado totalitario que homogenice la expresión en los medios de comunicación. Dios nos libre de ello. En todo caso, lo entendible (aunque no existe obligación de hacerlo, si no lo desea o si estima que es innecesario o inútil) es que Alberto Durant respondiera o responda la nota de Izaguirre, defendiendo su película, rebatiendo con sus argumentos - que seguramente los tiene- los del crítico discrepante. Repito, tal situación, sería completamente entendible e interesante. Un debate acalorado, vehemente, apasionado. Bien por ello. Un debate en el que no se llegue a los golpes bajos o a los insultos, exabruptos que a veces suelen darse y que a lo único que contribuyen es a echar más leña al fuego de los odios gratuitos que el género humano en todas las esferas –incluyendo las del arte- a veces suele manifestar. Miserias humanas de las que a veces es difícil desprenderse. Pero, bueno, si el debate no descendiera a una escala primitiva, tendríamos un escenario muy animado y, reiteramos el término, saludable.

Lo que no comprendemos en absoluto –y con ello deseamos terminar esta apurada nota- es que un grupo de cineastas se haya reunido en torno a un texto condenatorio a la opinión de un crítico y lo hayan dirigido al director de un medio de expresión para pedirle la revisión de la crítica de la película. Absurdo, pero cierto. O sea, estamos ante una censura. O sea, piden eliminar la posibilidad de expresar libremente una idea. La inquisición. La intolerancia. En el pequeño universo del cine peruano, donde hay mucho por hacer, donde se requiere –a pesar de las discrepancias- trabajar duro y en unidad para fortalecer un gremio que aún puede considerarse marginal, se intenta apelar a recursos propios de estados totalitarios. Y más sorprendido estamos porque entre los firmantes leemos algunos nombres de personas que en el pasado han brillado por el ejercicio notable de una crítica cinematográfica que jamás fue complaciente con las películas peruanas o las extranjeras, y que, además, en los tiempos oscuros de nuestro país nunca cejaron en su lucha por la libre expresión de las ideas. Reiteramos nuestra sorpresa, y seguimos sin comprender tal actitud que, dicho sea de paso, esperamos no sea un mal augurio de lo que podría ser en otros predios y a escala mayor en la sociedad peruana de los años por venir.
Rogelio Llanos Q.
Lima, 26 de mayo de 2009

martes, 26 de mayo de 2009

Debatiendo sobre La teta asustada




En medio de este debate lleno de insultos y amenazas, nos va a hacer bien a todos discutir como se debe una película. Es decir, analizando, debatiendo, dando razones.
Este jueves 28, a las 7.30, en el auditorio del Británico de Miraflores, se conversará sobre La teta asustada. En la mesa estarán la artista plástica Susana Torres, Ladislao Landa, doctor en antropología y catedrático de la Universidad de San Marcos, y el crítico de cine y profesor universitario Emilio Bustamante. Modera Ricardo Bedoya.
Esta mesa forma parte del ciclo En primera fila que organizan los blogs Cinencuentro y Páginas del diario de Satán y el Británico de Miraflores.
La entrada es libre.

lunes, 25 de mayo de 2009

Sin agravios, pues

A raíz de la polémica sobre la crítica de Izaguirre a El premio y la carta de los cineastas, están llegando algunos comentarios agraviantes contra diferentes personas y comentaristas del blog. No los voy a publicar.
Llegan también unas extrañas y casi esotéricas cartas dirigidas a un "Pepe", o "Estimado Pepe". Como estas son las Páginas del diario de Satán y no las Páginas del diario de Pepe, tampoco las publicaré. Ignoro quién es el tal Pepe.
Una vez más, les solicito cuestionar, polemizar, discrepar, discutir, pero no agraviar.
Ricardo Bedoya

sábado, 23 de mayo de 2009

Muertos jóvenes


La última edición de la revista neoyorquina Film Comment publica, como trivia, una selección de los 40 mejores directores que murieron jóvenes. Gana Murnau (en la foto), por supuesto.


La lista indica la edad de la muerte:


1. F.W. Murnau (42)

2. Jean Vigo (29)

3. Sergei Eisenstein (50)

4. R.W. Fassbinder (36)

5. Maya Deren (44)

6. Jean Eustache (42)

7. Ritwik Ghatak (50)

8. Humphrey Jennings (43)

9. Glauber Rocha (42)

10. Hollis Frampton (48)

11. Barbara Loden (48)

12. Larisa Sheptiko (41)

13. Andrzej Munk (40)

14. Paul Sharits (50)

15. Thomas H. Ince (42)

16. Yilmaz Güney (47)

17. Seth Holt (48)

18. Fabián Bielinsky (47)

19. Ron Rice (29)

20. Michael Reeves (26)

21. Marlon Riggs (37)

22. Theo van Gogh (47)

23. Shuji Teryama (47)

24. Warren Sonbert (47)

25. Cristian Nemescu (27)

26. Barbara Rubin (35)

27. Cyril Collard (36)

28. Forough Farrokhzad (32)

29. Fei Mu (45)

30. Marjorie Keller (43)

31. Juan Pablo Rebella (32)

32. Vasili Shukshin (45)

33. Kent MacKenzie (50)

34. James Blue (49)

35. Antonio Pietrangeli (49)

36. Werner Hochbaum (47)

37. Artie Mitchell (45)

38. D’Urville Martin (45)

39. Michel Bena (41)

40. Kenneth Hawks (31)


Nueva revista de cine: Ventana indiscreta


Este miércoles 27, a las 7 de noche, se presentará el primer número de Ventana indiscreta, revista de cine publicada por la Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima.
Esta primera edición de Ventana indiscreta está dedicada a revisar lo ocurrido en el cine durante la primera década del siglo en los campos del documental y la ficción, la tecnología digital, el cine de autor, las películas, actores y directores más notorios, entre otros. Se publican también algunas críticas del desaparecido Constantino Carvallo. Escriben en esta edición Natalia Ames, Ricardo Bedoya, Emilio Bustamante, José Carlos Cabrejo, John Campos Gómez, Luis Antonio Casuso, Oscar Contreras, Elder Cuevas, Mónica Delgado, Jorge García, Alex Guerrero, Isaac León Frías, Antolín Prieto, Javier Protzel, Gabriel Quispe, Miguel Rivero y Eduardo A. Russo.

De vocación monográfica, cada número de esta revista semestral estará dedicado a tratar un tema específico desde diferentes perspectivas. Se anuncian ya números especiales sobre el cine latinoamericano y el cine peruano durante esta década.
La presentación será en la sala Ventana indiscreta, en el campus de la Universidad de Lima. Se proyectará 12:08, al este de Bucarest de Corneliu Porumboiu.

La revista se encuentra a la venta en las principales librerías a S/.12 y en la librería Libún de la Universidad de Lima (Pabellón V) a S/. 9. Con este precio estará a la venta en la entrada de la sala, el día de la presentación.
La entrada es libre.

El editor es José Carlos Cabrejo (e-mail: jcabrejo@ulima.edu.pe)

viernes, 22 de mayo de 2009

Una aclaración indispensable

La Asociación de productores cinematográficos del Perú nos ha enviado unos documentos que contienen el texto original de la crítica a El premio hecha por Alonso Izaguirre en el diario Perú 21.
Nos hacen notar que en su publicación original se lee el párrafo siguiente. "Los que patearon sin misericordia a Daniel Ró por su mal debut en el cine de ficción con El acuarelista, que se manifiesten ahora, y que sean igual de inmisericordes con un cineasta como Durant (...)"
Sin embargo, en la versión publicada luego en otro blog (La cinefilia no es patriota) y más tarde en otros más, como Páginas del diario de Satán, se lee lo siguiente: "Los que patearon sin misericordia a Daniel Ró por su mal debut en el largometraje de ficción con El acuarelista, que se manifiesten ahora, y que sean igual de exigentes con un cineasta como Durant (...)"
Dejamos constancia de esa modificación en el texto.
Sobre eso, hay que decir dos cosas:
1- El cambio no modifica la opinión sostenida antes: En ninguna de las dos versiones de la crítica de Izaguirre encontamos expresión de un agravio personal contra el cineasta.
2- Es reprobable la modificación hecha en la publicación posterior del texto. Las reproducciones y citas de la crítica de Izaguirre debieron haber respetado cada una de las palabras usadas en el original. Ignoramos quién o por qué lo haya hecho, pero se trata de una manipulación inaceptable desde cualquier punto de vista.
Lamentamos, por eso, haber citado en este blog esa versión adulterada de la crítica.

jueves, 21 de mayo de 2009

Cine español: sin salas ni público pero con ayudas


Un interesante artículo sobre el estado del cine español aparece en el diario El País, firmado por Javier Martín:


"¿Recuerda Cinmart? Sí, hombre, esa película española a la que acudieron 19 personas. ¿Fue tal vez una de las 17 que vio Estrella P? Premio para la película, porque al Feliz monicaco no fue nadie. Éstas son algunas de las 100 películas españolas que no se han estrenado o que cosecharon menos de 100 espectadores en los últimos años.

Nueva entrega de Spain is different: cada año va menos gente al cine, pero se ruedan más títulos. La producción española no decae ni en tiempos de crisis, ajena al mercado y, sobre todo, a los gustos del público.

"Sí, rotundamente sí. Se han hecho demasiadas películas el pasado año y el anterior y se continúan haciendo en éste", reconoce Pedro Pérez, presidente de la Federación de Asociación de Productores Audiovisuales de España (FAPAE). "No caben 173 películas españolas en las salas".
Coincide con él Carles Josep Solsona. "Tanta película no tiene salida". Solsona es director general de la Asociación de Productores Independientes de Cataluña (APIC). "Y si tienen salida es en condiciones muy difíciles. Se estrena fatal, en malas fechas y pocas salas".

Quizá para explicar el fenómeno de tanta película española que no se proyecta o que atrae a menos de 100 personas hay que recordar el sistema de ayudas oficiales a la industria del cine. Ayuda del Gobierno central, ayuda de los Gobiernos autónomos, ayuda, por obligación legal, de la televisión pública estatal, de las autonómicas y de las privadas... Así hasta tener la sensación de que igual se hace cine como se cultivaba el lino, para recaudar subvenciones, aunque luego ni se recoja el lino ni se proyecten los filmes.

"Se hacen demasiadas películas, pero de ahí a que alguien plantee una película para recoger subvenciones...", dice Solsona. "Es un sector de artistas y cada cual quiere hacer su película. Es un sector minifundista, como en otros países, porque el artista se hace productor para sacar adelante su película, en la que confía ciegamente".

Lo ratifica Pedro Pérez: "No me he encontrado ni un solo director, ni un solo productor que piense que la suya no va a tener éxito. En una película trabaja mucha gente, pero no es una obra colectiva. Es una obra del director y como la pifie no hay quien levante el largometraje por muy buen guión que haya".

Cualquier rodaje en España, al margen de su calidad, tiene derecho a que la Administración central le dé (previa justificación) el 15% de la taquilla (con límite de un millón de euros) y el 33% de la inversión del productor, aparte ayudas autonómicas y de televisiones (203 millones en 2008). En total, el dinero oficial no puede sobrepasar el 50% del presupuesto de una película. El pasado año, el coste medio fue de 2,7 millones de euros y la subvención media de 780.000 (28,8%), según datos del Ministerio de Cultura.

Siempre ha habido ayudas al cine, pero las de las televisiones no se implantaron por ley hasta 1999. Pronto se vieron los frutos: de producir 65 títulos en 1998 a 106 en 2001. Pero el incremento de títulos no repercutió en el taquillaje. Hoy, pese al aumento de la población en cinco millones, hay cuatro millones menos de espectadores y 108 películas más, una sinrazón. Otra, Cataluña produjo el año pasado más filmes que el Reino Unido (77 contra 66), al margen de coproducciones.

Carnaval de Sodoma, Arañando las puertas de la noche, Desnudos, desnudos, Los guerreros del Apocalipsis... ni por el título cuelan. Ninguna de ellas, según datos oficiales, llegó a estrenarse. Tampoco Manolete, rodada en 2006 con Adrien Brody, Penélope Cruz, Santiago Segura, Juan Echanove, con problemas entre los técnicos y el productor. Año tras año, alrededor del 20% de la producción nacional no llega al cine o reúne a menos de 100 espectadores.

Tanto Pérez como Solsona creen que en otros países ocurre lo mismo respecto al rechazo del público. "La crítica cinematográfica más escueta que jamás he leído la publicó un periódico inglés", recuerda Solsona. "Decía simplemente: 'Hoy se estrena en Londres esta película. ¿Por qué?".

Pero un largometraje no es el lienzo de un pintor, cuesta muchos miles de euros. ¿Qué pasa con el fracaso económico? En teoría más de una productora debería quebrar cada año, pero no. "Tienen más de un producto y cubren gastos unos con otros", aclara el misterio el presidente de todos los productores. Pablo Llorca lo pone todo de su bolsillo, "con mi otro trabajo". Es director y productor de Uno de los dos no puede estar equivocado (273 espectadores). "Soy productor para dar cobertura legal a mis películas". Lleva seis y nunca ha solicitado una ayuda. "De cada título hago cinco copias, una de ellas para cineclubes; y voy bastante por festivales". Precisamente su debut, Jardines colgantes (1993), fue destacada por The New York Times.

El pasado año, según Cultura, se rodaron 173 largometrajes. De todos ellos, 24 tuvieron menos de 100 espectadores; otras 46 aún no se han estrenado, lo que, a mes de mayo, no presagia nada bueno. De las películas rodadas en 2007, 20 continúan sin estrenarse.


"A mí me importan los espectadores bien poco", dice Albert Serra, director de Honor de cavalleria y El cant dels ocells. "A mí me interesa la posteridad; que hoy vaya más o menos público al cine, o que haya crisis, como director me da igual. No voy a mover ni un ápice de mi criterio artístico en función del gusto del espectador".


Se rueda demasiado, según los productores; pero ése es sólo el segundo problema, el primero es que los españoles no van a ver películas españolas. La cuota de cine autóctono no encuentra parangón en el mundo.


Estados Unidos, la llamada meca del cine, con siete veces más de población que España produce, sin embargo, sólo el triple de películas (520 contra 173) pese a que tendría muchísimos más argumentos para aumentar la producción. Mientras en España el cine autóctono tiene un 13,3% de cuota de mercado, en Estados Unidos las locales se llevan el 91,5%. Y el norteamericano va al cine 10 veces más que el español (...)"


Sigue aquí:



Micropsia y Cannes

El blog Micropsia, del crítico argentino Diego Lerer, viene publicando un ranking valorativo de las películas que pasan por el Festival de Cannes, que ya está en sus últimos días. Califican críticos de diferentes países y los resultados se van actualizando varias veces al día. Está aquí: http://micropsia.blogspot.com/

miércoles, 20 de mayo de 2009

Un ambiente enrarecido

Aunque ya manifesté mi desacuerdo con el contenido de la carta de los cineastas en el blog La cinefilia no es patriota y coincido plenamente con los argumentos que esgrime Ricardo Bedoya, quiero hacer algunos comentarios frente a una situación que se puede hacer cada vez más erizada.
Desde hace algún tiempo se ha ido extendiendo entre algunos sectores de aficionados y periodistas una suerte de rechazo visceral al cine hecho en el Perú y en particular a las películas realizadas por Lombardi, Tamayo y Durant.

Algunos comentarios y referencias han incurrido en alusiones agraviantes, como otros han sido despectivos o desdeñosos.

Hay blogs que han puesto lo suyo en ese cargamontón y los anónimos no se ahorran calificativos. Hay, entonces, un cierto envenenamiento que se extiende en el espacio cinematográfico local y que ha provocado, por ejemplo, esta carta de un grupo de cineastas publicada en Perú 21 en la que hay una manifiesta sobrereacción a un comentario, muy discutible y muy poco sustentado, pero en el que no hay ningún agravio.

Naturalmente, todo el mundo está en su derecho de emitir opiniones, pero no me parece prudente, sino más bien contraproducente, que un grupo de realizadores descalifique con términos bastante más duros que los empleados por el cuestionado, lo que es ejercicio de la opinión personal, por más que no se esté de acuerdo con ella. Es asimismo un mal precedente que quienes tienen una nombre y una presencia significativa en el cine perueno acusen a un periodista de fomentar el desaliento o la desesperanza. El agravio o la ofensa son, ciertamente, inaceptables, pero las opiniones por desfavorables o despistadas que sean no pueden silenciarse. Para eso está el debate, y no los cargos más emocionales que razonados lanzados en una carta que lamentablemente contribuye a enrarecer aún más ese ámbito que cineastas, periodistas y aficionados comparten de una u otra manera.

Isaac León Frías

martes, 19 de mayo de 2009

Historias extraordinarias, mejor película latinoamericana del 2008


La Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica (FIPRESCI) ha designado a la argentina Historias extraordinarias, de Mariano Llinás, como la mejor película latinoamericana de 2008.


Ojalá que los organizadores del Festival de Cine de Lima le hagan caso a FIPRESCI y la traigan este año ya que el año pasado no llegó.

Sobre una crítica y una desafortunada carta

El 7 de mayo pasado, en el diario Perú 21, Alonso Izaguirre publicó la siguiente crítica de “El premio”:

“Habían escrito que El premio, la última película de Alberto Durant, era recomendable: personajes bien delineados y una historia donde nada sobraba ni faltaba, y una buena utilización de Polvos Azules como aporte al concepto general de la historia.Entonces tenía que verla, porque aún estoy esperanzado en que Durant pueda volver a ilusionarme un poco con ese cine que le es cruelmente esquivo desde Alias La Gringa, su mejor trabajo estrenado en el lejano y crítico 1991.Lamentablemente, El premio es una extensión de ese ofensivo simplismo –argumental y de puesta en escena— que Doble juego, su anterior filme, ya había mostrado.Pese a que la historia presenta esa dicotomía pueblo/ciudad tan complicada y atractiva a la vez –matizada por los problemas que surgen por ganar una lotería—, apenas la profundiza.

En pocas palabras, y esto no es broma, El premio parece una cinta deudora de Betito Aguilar, el creador de Al fondo hay sitio y otros menjunjes televisivos. La puesta en escena del filme de Durant se asemeja a la inmediatez y funcionalidad de esos programas, ahogándose por elección propia en un entramado insulso de episodios-sketch con personajes estereotipo –el profe rural bueno, la madre joven abnegada con esposo malo y pegalón, el chico rebelde que no quiere estudiar, la bodeguera arrecha, el conocido que se quiere comer a la hija cantora del profe rural bueno, la jefa de la chamba desconfiada de su trabajadora— y una musicalización de resonancias muy cercanas a las producciones de Michelle Alexander.
Lo que se ha visto en miniseries, comedias y novelas de la Tv es perfectamente identificable en El premio, cuyo trabajo con la propuesta cinematográfica es tan nulo como esa escena erótica en la bodega del poblado, secuencia involuntariamente kitsch, pero contundente al dejar en claro el despropósito del argumento. ¿A eso le llaman una historia bien estructurada?

¿Acaso hay una exploración de la marginalidad dentro de ese submundo que es Polvos Azules, como se hizo con la prisión en Alias la Gringa? Al contrario. El emporio de lo pirata y contrabandeado es usado como un elemento decorativo más: no pasaba nada si se echaba mano de Polvos Rosados o Las Malvinas, o cualquier baza de barrio, habría sido la misma vaina. Curioso si se tiene en cuenta que el chico Álex decide no estudiar para sumergirse en ese microuniverso y optar por sobrevivir. ¿Es muy “interesante” cinematográficamente mostrar Polvos Azules con solo unos cuantos travellings de seguimiento por sus pasadizos, y estacionarse en un puesto de películas porno?

Los que patearon sin misericordia a Daniel Ró por su mal debut en el largometraje de ficción con El acuarelista, que se manifiesten ahora, y que sean igual de exigentes con un cineasta como Durant. Porque resulta que el señor lleva dirigiendo películas desde 1982 y, pese a su veteranía, cada nuevo título que ofrece es peor que el anterior. Con películas como El premio, cuyo final abrupto y torpe indicaría una segunda parte próximamente, no se trata de apoyar al cine peruano porque sí.”
El 16 de mayo, también en el diario Perú 21, los cineastas Augusto Tamayo, Francisco Lombardi, Aldo Salvini, Frank Pérez Garland y Gustavo Sánchez, entre otros cuyas firmas no se consignan (siguen firmas, dice el diario), publicaron la siguiente expresión de agravios:

“Expresamos nuestra consternación por la crítica cinematográfica publicada en Perú.21 el 7 de mayo sobre la película El premio, del director Alberto Durant. Es inaceptable utilizar la crítica como un mecanismo de agresión y agravio a la persona y de exposición de una postura visceral y arbitraria contra el cine peruano, tal como lo hace reiteradamente el crítico Alonso Izaguirre. Él vuelve a practicar la adjetivación ofensiva contra la persona como forma de comentario cinematográfico. Resulta deplorable que se conciba la crítica como algo que endilga patadas y que estas deben repartirse a diestra y siniestra, cual matones de esquina, contra personas cuyo único delito es haberse esforzado por hacer una película peruana. Esta incitación linda con la cacería de brujas por el mero hecho de hacer una película que no es el agrado del crítico de turno. Como prueba de la gratuita animadversión contra el cine peruano, transcribimos la siguiente cita publicada el 28/11/08: “…el cine local, cuyo panorama deprimente no tiene visos de esperanza”, escrita tres meses después de que la película peruana Dioses ganara el Festival de cine de Biarritz y dos meses antes de que la película peruana La teta asustada ganara el más importante premio del cine mundial, el Oso de Oro de Berlín. Es sintomático que la opinión desesperanzada y desesperanzadora se equivoque tanto y tan seguido con respecto al cine peruano.”

No estoy de acuerdo con la opinión de Izaguirre sobre El premio, pero estoy en franco desacuerdo con la carta de los cineastas, que tienen todo el derecho de decir lo suyo pero que aquí se equivocan de plano y cometen los yerros que le atribuyen a Izaguirre.

En primer lugar porque no hay en el comentario de Izaguirre ni agresión ni agravio a la persona del director. Está hablando de una película y juzgando la obra de un realizador y se limita a ello. Las menciones al nombre del director se hacen en relación con las películas que hizo y nunca van más allá. No encuentro ni una sola línea de adjetivación ofensiva contra la persona. Tal vez me equivoque y en ese caso me gustaría que alguien señale el adjetivo o la frase incorrecta.

Estoy de acuerdo en que la crítica no debe ensañarse con las películas peruanas sólo por serlo. Pero si algún periodista mantiene una opinión visceral sobre el tema y tiene la posibilidad de expresarla, está en su derecho de hacerlo. Que se le critique, que se discuta su opinión, que se contradigan sus argumentos. Pero que no se le atribuya una actitud inexistente ni se le endilguen adjetivos que no dijo.

En la carta de los cineastas se acusa a Izaguirre de intolerante (se habla de cacería de brujas contra los cineastas), de matón de esquina (la alusión a los que “patearon” a Daniel Ró y deben ser exigentes con Durant es figurada, por supuesto, y eso queda bien claro en el texto que los cineastas leen de un modo curiosamente literal), de incitador a la violencia y otras lindezas. Esos sí son agravios personales.

Lo que me parece inaceptable en el razonamiento de los cineastas es la identificación de dos películas con el conjunto del “cine peruano”. Los premios de Biarritz, Berlín y los de cualquier otro festival los ganan películas concretas e individuales y no el cine de un país. Las recompensas las recibieron Méndez y Llosa y no un colectivo de títulos heterogéneos. Las posibilidades que trae un premio se abren a toda una actividad pero igual se pueden desvanecer rápidamente. Las “esperanzas” o "desesperanzas” son producto de juicios, exámenes o impresiones personales sobre el estado de las cosas que no suelen alterarse por hechos excepcionales como premios o recompensas. A estas alturas, y a la luz de cifras y resultados del cine peruano, es muy difícil mantener una actitud satisfecha como la que parecen proyectar los firmantes de esa desafortunada carta.
Ricardo Bedoya

jueves, 14 de mayo de 2009

El premio



“El premio” es el sexto largometraje de Alberto “Chicho” Durant, luego de “Ojos de perro” (1982); “Malabrigo” (1986); “Alias La Gringa” (1991); “Coraje” (1998) y “Doble juego” (2004). Sus dos primeras películas se orientaban hacia el retrato de épocas precisas: los inicios del siglo XX en una hacienda azucarera del norte peruano en “Ojos de perro”; el ominoso ambiente de violencia y desapariciones en un puerto norteño en “Malabrigo”. En ambos casos, el inicial planteo realista y testimonial cedía el paso a un tratamiento de marcada estilización (las escenas filmadas como “tableaux” y la larga secuencia alucinatoria de la masacre de trabajadores en la primera cinta; las elipsis y la incertidumbre narrativa en la segunda). Desde “Alias La Gringa”, las películas de Durant se han hecho más llanas, directas y lineales aun cuando procuren “decir” cosas vigentes sobre asuntos de hoy.

“El premio” retoma un asunto muy antiguo en el cine peruano, que se remonta hasta “Camino de la venganza” (1922), el primer largometraje filmado en el país: el poder disolvente de la ciudad, sobre todo de Lima. El personaje que sale de su entorno rural para cumplir una tarea o residir en la capital termina agredido, engañado, acosado, perseguido o defraudado. En una palabra: la pasa mal. Eso ocurría en “Camino de la venganza” pero también en “Ni con Dios ni con el diablo”, en “De nuevo a la vida”, en “Gregorio” y hasta en “Los amigos”, de Lombardi, entre otras. Cambian los registros, las claves genéricas y las épocas, pero el motivo esencial se mantiene.

Antonio (José Luis Ruiz), el personaje principal de “El premio”, gana un premio de la lotería. Para cobrarlo debe viajar desde el pueblo en el que vive, Pariamarca, Canta, hasta Lima. Al llegar a la ciudad ocurren hechos que van minando la confianza en la integridad de las personas que lo acogen, familiares cercanos. Antes de eso, se alternan secuencias que presentan a esos personajes secundarios envueltos en problemas laborales, familiares y económicos, sobre todo estos últimos.

Si en la época silente del cine peruano, en pleno dominio del melodrama de acentos moralistas, la Lima del Oncenio de Leguía era representada como un lugar de perdición, espacio de placeres y disolución que condenaba a la prostitución a una campesina seducida por algún malvado varón, ahora la ciudad recibe al paciente y generoso Antonio con las marcas y las taras de la informalidad y del “vale todo”. El protagonista de “El premio” se enfrenta a una Lima en la que las necesidades de sobrevivir hacen comprensibles algunos comportamientos que, en otras circunstancias, parecerían inaceptables.

La bonhomía de Antonio ni se altera con la sospecha de que los causantes de sus desventuras puedan ser sus seres más cercanos. Y aquí radica el acierto pero también la debilidad de la película.

La astucia del guión consiste en impulsar la conclusión de la cinta –en la línea argumental que se refiere al robo- a partir de una seguidilla de situaciones irresueltas o episodios que delinean acciones que quedan fuera del campo visual y no vemos representadas. Tanto el protagonista como nosotros, los espectadores, llegamos a creer que todos los personajes secundarios –o acaso todos los limeños- están dispuestos a hacer lo que sea para apoderarse de un dinero caído del cielo. Al dejar abiertas esas posibilidades, Durant apunta una mirada crítica, o al menos irónica, sobre la ronda de culpas asentada en esa relatividad moral que autoriza la urgencia de sobrevivir. “El premio” esboza la intención de trazar el “cuento moral” del buen perdedor al que, de pronto, le llega el único triunfo de su vida y lo celebra sin darse cuenta que la corrupción del medio lo echará a perder todo.

Pero esta “filosofía” no siempre encuentra un correlato en las imágenes, en la convicción del relato y en el desarrollo dramático de la acción.

No se trata por cierto de desvalorizar los coloridos ambientes y lugares mostrados en la película, ni la solvencia técnica de la fotografía, de impecable factura aunque siempre pareja y uniforme, más bien ajena a los contrastes que impone la acción misma; las debilidades están en otro lugar.

En el diseño del personaje de Antonio, por ejemplo, que resulta demasiado frágil, leve y hasta inconsistente para enfrentar el engranaje dramático con el que se topa. Su bonhomía limita con la pasividad, la ingenuidad o con alguna fijación pre-freudiana. Antonio carece de la contundencia y entidad capaz de contrapesar las maniobras de Freddy (Paul Ramírez) o el resentimiento de Álex (Emanuel Soriano). Es un personaje que pasa de costado por los sucesos del guión, que sale de los conflictos casi deslizándose, que no opone tensión ni resistencia a nada: ni a la decepción amorosa, ni al reproche filial, ni al desvalijamiento, ni al enfrentamiento comunal, que es un hilo del relato que luce suelto, inacabado, escapado de la madeja. Más que un protagonista de la acciones –aunque sea un protagonista pasivo- parece un testigo, un simple fedatario de las acciones.

“El premio” narra la historia de un destino contrariado que es producto de un mecanismo casi fatal, pero esa densidad de lo ineluctable no se llega a percibir en el desarrollo de la cinta.

Ricardo Bedoya

Trailer de Drag Me to Hell


Una atractivo trailer (el de la mosca) de Drag Me to Hell, de Sam Raimi, que se estrena en estos días en el Festival de Cannes, se puede ver aquí: http://movies.yahoo.com/summer-movies/drag-me-to-hell/1810029193/trailers/189/1654

martes, 12 de mayo de 2009

Nollywood versus Bollywood


Unesco acaba de publicar la siguiente información:

"La India sigue siendo el país del mundo que más películas produce, pero Nigeria está acortando la distancia que le separa de ella, después de haber arrebatado el segundo puesto a Estados Unidos, según una encuesta sobre el cine mundial realizada por el Instituto de Estadística de la UNESCO (IEU).

Según esa encuesta, el “Bollywood” indio produjo 1.091 largometrajes en 2006, mientras que la industria fílmica nigeriana, conocida como “Nollywood” realizó 872 películas en formato vídeo.

Por su parte, Estados Unidos produjo 485 largometrajes. Detrás de estos tres pesos pesados vienen ocho países productores de más 100 películas, en el siguiente orden: Japón (417), China (330), Francia (203), Alemania (174), España (150), Italia (116), la República de Corea (110) y el Reino Unido (104). Todos estos datos y otros más fueron acopiados en una encuesta internacional iniciada en 2007 por el IEU y realizada con una ayuda financiera del Gobierno de Quebec.

“La producción de cine y vídeo es un ejemplo destacado de cómo las industrias culturales –como vehículos de identidad, valores y significados– pueden abrir puertas para el diálogo y la comprensión entre los pueblos, pero también para el crecimiento económico y el desarrollo. Esta convicción es la que subyace en la Convención sobre la Diversidad Cultural de la UNESCO”, dijo Koichiro Matsuura, Director General de la UNESCO. “Y estos nuevos datos sobre producción de cine y vídeo son una prueba más de la necesidad de replantear el lugar de la cultura en la agenda política internacional”.

Los datos de la encuesta se recogieron en 99 países de los distintos continentes. Cabe señalar que los índices de respuesta fueron limitados, especialmente en lo que respecta a los países de África, un continente donde la carencia de datos estadísticos relativos a las cuestiones culturales es un fenómeno generalizado.

A pesar de su cobertura limitada, la encuesta ofrece un panorama, único en su género, sobre la manera en que los diferentes países y regiones del mundo están modificando sus planteamientos en el campo de la industria y las artes cinematográficas, sobre todo en lo referente a la realización de películas en formato vídeo y digital.

El boom de producción observado en Nollywood suscita un interés considerable, especialmente en los países en desarrollo que tratan de buscar sistemas de producción y distribución distintos del modelo estadounidense y el europeo, que requieren inversiones muy cuantiosas. En primer lugar, la encuesta indica que los productores cinematográficos nigerianos se dedican principalmente a producir vídeos, cuyo costo de producción es inferior al de las películas. En la encuesta se señala que en Nigeria no hay prácticamente salas de proyección clásicas. En efecto, el 99% de las películas se proyectan en lugares que no están previstos ex profeso para esa finalidad, por en cines instalados en domicilios de particulares.

Por último, la encuesta del IEU pone de manifiesto otro elemento clave del éxito de la producción fílmica nigeriana: el multilingüismo. Un 56% de las películas de “Nollywood” se realizan en tres idiomas locales nigerianos: el yoruba (31%), el hausa (24%) y el igbo (1%). El inglés sigue siendo un idioma de importancia considerable en la cinematografía de Nigeria (44% de las producciones) y quizás esto contribuye al éxito que está cosechando este país con la exportación de sus películas (...)"

Andersson y Roth


En el blog de El placer de los ojos se pueden ver entrevistas a Bibi Andersson, la actriz de Las fresas salvajes y Persona, de Ingmar Bergman, y a Cecilia Roth.


John Ford, John Ford y John Ford


Formidable edición de Undercurrent, minnelliano título de la revista virtual de Fipresci que se publica bajo la responsabilidad de Chris Fujiwara.

La edición está dedicada al gran John Ford y escriben verdaderos especialistas en su obra. Sin duda, la mejor literatura sobre cine se encuentra ahora en Internet.

Alguna vez, preguntado Orson Welles sobre el mejor cineasta del mundo, dijo: "John Ford, John Ford y John Ford". Orson tenía razón.

Aquí pueden leer la revista: http://www.fipresci.org/undercurrent/issue_0509/ford_intro.htm

miércoles, 6 de mayo de 2009

Visionarios. Una muestra de cine y vídeo experimental


Fundación Telefónica presenta una muestra que no debe perderse, Visionarios, Audiovisual en América Latina.



La información de prensa resume bien las características y propósitos de la muestra.



"Visionarios - Audiovisual en Latinoamérica presenta una selección de producción de cine y video experimental que abarca los países de América Central, además de México, Caribe, América Andina, Brasil y Cono Sur, en una recopilación de trabajos que destacan en el contexto artístico de los primeros años del siglo XXI y presenta una antología histórica de sus realizadores pioneros. Este proyecto, que reúne obras con propuestas estéticas diferentes, es el resultado del proceso de investigación y curaduría realizada por Arlindo Machado (antología histórica), Elías Levín (México, América Central y Caribe), Jorge La Ferla (Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay), Marta Vélez (Cuba, Ecuador, Bolivia, Colombia, Perú y Venezuela) y Roberto Moreira S. Cruz (Brasil). Contó con la colaboración de Adriana Barrios, María Belén Moncayo, Gloria María Arteaga, Mariela Cantú y Luisa María Marisy Martínez.


La cultura audiovisual de los pueblos que viven en América Latina es diversa y las fronteras se están extendiendo por diferencias históricas y geográficas. Ante estos desafíos, Visionarios - Audiovisual en Latinoamérica delineó principios conceptuales y estableció propuestas temáticas para la selección de las 73 obras que componen esta muestra, organizada en nueve programas. El público podrá ver un variado conjunto de producciones que tratan de temas sociopolíticos propios de muchos países latinos, así como otros que buscan la sensorialidad sonora y visual de la imagen y la experiencia estética con la imagen digital, además de trabajos cuyos temas de la contemporaneidad representan con distinción los aspectos culturales más intrínsecos de la latinidad.

Programación temática (en cada fecha se pasarán las cintas elegidas para representar la propuesta planteada por el curador):

Miércoles 6 de mayo de 12:00 p.m. a 9:00 p.m.
Paradigmas de lo experimental
Antología histórica de Arlindo Machado
Películas y videos con nuevas propuestas temáticas y de estilo que son, en general, realizados en anchuras y formatos no estandarizados. De esta forma, escapan a los estereotipos y reglas del mercado internacional de lo audiovisual.

Jueves 7 de mayo de 12:00 p.m. a 9:00 p.m.
Relatos en la frontera (Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay)
Curaduría: Jorge La Ferla
Esta selección nos presenta ocho miradas sobre las relaciones entre el video y los otros medios audiovisuales. Las historias mínimas de los protagonistas generan diversas lecturas de travesías por el pasado y un presente atemporal.

Viernes 8 de mayo de 12:00 p.m. a 9:00 p.m.
Estados alterados (Cuba, Ecuador, Bolivia, Perú, Colombia y Venezuela)
Marta Lucía Vélez
Pronunciamientos de carácter político, social o histórico que provienen de territorios y culturas disímiles -que van desde las cálidas comarcas caribeñas hasta los luminosos terruños del altiplano andino-. Son obras que potencian su valor por el lugar donde fueron concebidas.

Miércoles 13 de mayo de 12:00 p.m. a 9:00 p.m.
No Zapping (México, América Central y el Caribe)
Curaduría: Elías Levín
Obras que se distinguen por la lentitud, lo que exige del espectador una implicación activa. El proceso de visualización de las películas y los videos deja de ser un testimonio de cómo se suceden las imágenes unas a otras y se transforma en una invitación a sumergirse en la pantalla para extraer de ella relaciones desde su profundidad.

Jueves 14 de mayo de 12:00 p.m. a 9:00 p.m.
Trópicos audiovisuales
Roberto Moreira S. Cruz
Una selección heterogénea de la producción brasileña contemporánea de videoarte. No hay una tendencia predominante y las selecciones hechas no optaron por un conjunto uniforme de estilos. Prevalecen diferentes interpretaciones e identidades en términos estéticos y narrativos. Algunos aspectos claves orientan este conjunto: producción de los colectivos artísticos, performances escénicas, énfasis en la tecnología y en subjetividades poéticas.

Viernes 15 de mayo de 12:00 p.m. a 9:00 p.m.
Paradigmas de la latinidad
Antología histórica de Arlindo Machado
Obras que buscan repensar, fuera del ángulo colonialista del "exotismo", el enigma de América Latina: su historia manchada de barbarismos, su identidad mestiza, el hibridismo de su cultura, sus proyectos de futuro.


Miércoles 20 de mayo de 12:00 p.m. a 9:00 p.m.
Máquinas e imaginarios (Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay)
Curaduría: Jorge La Ferla
El programa plantea los juegos de la creación en propuestas radicales que nos remiten a una visión del mundo a través de temáticas políticas y diarios íntimos. Una trama de visiones en donde lo personal se asocia a diversas lecturas del entorno, externo e interno, como autorreferencia de los autores y de los medios tecnológicos audiovisuales que utilizan.

Jueves 21 de mayo de 12:00 p.m. a 9:00 p.m.
De dominio público
Curaduría: Marta Lucía Vélez
Obras que trascienden el discurso local. Escrituras inquietantes e interpretativas sobre temáticas densas y relevantes para la sociedad actual y trabajos de carácter más sociológico.

Viernes 22 de mayo de 12:00 p.m. a 9:00 p.m.
Otras convergencias (México, América Central y el Caribe)
Curaduría: Elías Levín
El programa explora la convergencia de distintas tecnologías y formas de discurso. Sin embargo, la convergencia más importante es la que tienen que tener los espectadores con el realizador, para poder compartir a la distancia, y de manera desacelerada, las experiencias comunes.

Unas vacaciones diferentes (In Bruges)


Las historias de perdedores suelen resultar atractivas en el cine. Tal vez porque movilizan sentimientos contradictorios pero irresistibles: admiración por los nobles pero inútiles esfuerzos desplegados por personajes que sabemos destinados a fracasar; sorpresa ante una sucesión ineluctable de contrastes y desgracias que los deja inermes; compasión ante destinos que pudieron ser distintos de no haber ocurrido lo inesperado. Los que hayan visto las grandes películas de perdedores, desde “El tesoro de la sierra madre” hasta “Fat City”, de Huston, pasando por “El audaz” de Rossen, “The Killing” de Kubrick, “Casablanca” de Curtiz, “Héroes olvidados” y “Alma negra” de Walsh, “Los desconocidos de siempre” de Monicelli, “No toquen a Grisbi” de Becker, “Sin aliento” y “Pierrot el loco” de Godard, “El último Hurra” de Ford, “La pandilla salvaje” y “Traigan la cabeza de Alfredo García” de Peckinpah, “The Nickel Ride” de Mulligan; “Amantes sanguinarios” de Kastle, entre otras, sabrán que en la derrota siempre hay un costado admirable, de pureza moral, resistencia, insumisión y gesto romántico. “Derrotados pero invictos”, dijo alguien y resumió bien el lado paradójico del caer sin mácula.

“Unas vacaciones diferentes” (los distribuidores no pudieron elegir peor ni más equívoco título para el original “In Bruges”), del irlandés Martin McDonagh sigue a dos perdedores natos. Son unos sicarios irlandeses que esperan la orden de su jefe para realizar algún trabajo sucio. Están en la ciudad de Brujas y no saben bien qué hacer con su tiempo libre, sus culpas del pasado, la conciencia que les pesa, la compañía del otro y hasta la belleza de la ciudad. Ken (Brendan Gleeson) y Ray (Colin Farrell) son los asesinos que esperan y siguen esperando: no son diestros, ni especialmente hábiles ni poseen demasiadas luces. Carecen de cualquier atractivo evidente, pero los tenemos siempre al frente. Tampoco son sicarios tecnificados ni asesinos a sueldo de Hollywood. Son apenas dos culposos católicos a los que todo separa. Uno es corpulento y tal vez brutal en sus métodos; el otro es nervioso y huidizo. Uno es reposado y atento a los estímulos de la ciudad; el otro vive ensimismado, se aburre y tiene fantasías suicidas porque no soporta el recuerdo de una faena laboral sangrienta. Pudieran ser vistos como “el gordo y el flaco” o como una pintoresca “pareja dispareja” si no fuera porque conocemos bien su trágico oficio.

De esos contrastes está hecha la película. El director McDonagh es dramaturgo, autor de “El hombre almohada” y “El teniente de Inishmore”, ambas representadas en Lima. En “Unas vacaciones diferentes” apuesta a la creación de una atmósfera densa y de acentos contradictorios que mezcla la trama criminal con un humor que siempre es paradójico: un criminal confiesa a un sacerdote su crimen antes de cometerlo siendo absuelto por ello mientras un inocente no alcanza a leer al cura su lista de pecados porque es atravesado por una bala que se adelanta al perdón. Brendan Gleeson, más allá de su apariencia amenazante, se convierte en guía e intérprete de los misterios de Brujas y es sensible a su fascinación mientras devora libros que lo ilustran sobre la “ciudad medieval mejor conservada de Europa”. A su turno, Jimmy, un actor enano que se dispone a aparecer en la secuencia onírica de un filme rodado en Brujas termina como protagonista de una grotesca escena que mezcla violencia y cocaína al estilo de algún pasaje de Tarantino.

Todo en esta película se desplaza entre lo que es probable desde el punto de vista dramático y lo que no lo es; juega con los cambios de tono abruptos; distancia la crueldad con el humor que aparece de pronto; se complace en convertir un diálogo banal en una complicada –y a veces alambicada- reflexión moral sobre la existencia, la culpa, la redención o el código de honor que practican incluso los asesinos.

Pero sobre todo manipula las expectativas del público que cree estar ante un thriller o una cinta de acción criminal: los momentos de acción se postergan; las secuencias “fuertes” y los “picos” de enfrentamiento quedan congelados; el suspenso se desmonta; los asesinos no apuestan a la acción física sino a un interminable discurrir por lugares y museos, involucrándose en tramas secundarias y mezclándose con sujetos extravagantes que aparecen y desaparecen sin que se afecte el conjunto. Se multiplican también las citas, los guiños cultos y las alusiones: desde la referencia a los extranjeros varados en un lugar tan extraño como la frontera de “Sombras del mal”, de Orson Welles (que se emite por televisión), hasta las pesadillas de Bosch que dan forma a las torturas morales de Ray, a su purgatorio, pasando por “Los asesinos”, de Hemingway.

Mientras tanto, el círculo de lo fatal se va cerrando y los perdedores, víctimas y verdugos, se juntan todos a la misma hora y en el mismo lugar para jugar una ronda grotesca y final en la que interviene Ralph Fiennes. “Unas vacaciones diferentes” es una película que descubre a Martin McDonagh, un director de cine ambicioso, personal, original, desequilibrado en varios momentos, afanoso por mostrar lo que sabe y ha visto en cine y de derrotar en su propio terreno al Tarantino de “Tiempos violentos” (“Pulp Fiction”). No lo logra, claro, pero hace un primer largometraje que promete.

Ricardo Bedoya

sábado, 2 de mayo de 2009

Roman Gubern: entrevista


En una entrevista publicada originalmente en "Ñ", suplemento del diario argentino Clarín, el semiólogo, ensayista e historiador del cine Román Gubern habla de las nuevas sociabilidades virtuales. Entre otras cosas dice lo siguiente:

"Tengo la teoría de que, en el campo de las llamadas nuevas tecnologías, estamos todavía en el paleolítico superior. Las computadoras cuánticas estarán aquí en treinta, cuarenta años. La diferencia, lo novedoso será que en la época de las computadoras cuánticas, dentro de cuarenta años, veremos la actualidad tal vez como vemos hoy los orígenes del teléfono. Primero es monodireccional y luego, se decide, se rompe este esquema y se pasa a ser bidireccional. El teléfono bidireccional provoca pánico en las familias burguesas: “¿Quién controla la voz de un jovenzuelo?, ¿quién sabe si es procaz?, ¿quién sabe qué le dice al oído a nuestra virginal hija…?” Esa era la lógica del teléfono en 1890. En esa sociedad predominaba la tendencia neofóbica, el miedo a lo nuevo. Hoy estamos en una cultura neofílica. Hay un síndrome que es la angustia del cambio tecnológico tan rápido. “¡Ha aparecido tal programa, coño, este programa no lo tengo, joder, tengo que ponerme al día!” Pero, en general, la sociedad moderna occidental desarrollada es neofílica. Ya no es neofóbica como hace cien años. Y por eso hemos entrado ya en el futuro; porque somos neofílicos. Con respecto a hace un siglo, cuando se inicia la revolución tecnológica, con la radio, el cine, el gramófono, el teléfono, etc., era en una sociedad aún neofóbica, que miraba con muchas sospechas lo nuevo. El cine estaba en la mirada de los moralistas. ¡Hombres y mujeres mezclados en una sala oscura! El papa Pío XII prohíbe a los curas ir a las salas de cine. Por eso digo que la diferencia es que la revolución tecnológica moderna en 1900, había una gran sospecha y desconfianza hacia lo nuevo. Hoy los niños son mucho más hábiles porque interiorizan el pensamiento hipertextual. Nosotros somos hijos del pensamiento lineal aristotélico; en cambio, los niños de hoy, de siete años ya han aprendido eso tan maravilloso y tan fundamental que es la estructura hipertextual: saber que un camino tiene muchas ramificaciones."


Queer Film: guía de artículos teóricos


En la página Film Studies for Free aparece una excelente guía webliográfica de textos vinculados con los asuntos teóricos del Queer Film. Se publica en homenaje a Eve Kofosky Sedgwick, nombre importante en los estudios culturales de género, muerta hace poco.

Pueden encontrar la guía aquí: