La entrada al museo del cine que fundó Langlois está presidida no sólo por las máquinas que crearon los engranajes de la ilusión sino por dos de los autómatas generados por el cine: la robot María de "Metrópolis" y el de "Hugo Cabret", esa fantasía en la que Scorsese construye una ciudad virtual, un tiempo mental y un mundo basado en los mecanismos de la relojería y los artilugios de los juguetes ópticos del cine primitivo, el de Méliès (presente en la cartelera gracias a la reedición digital del "Viaje a la luna")
La exposición de la Cinemateca Francesa que celebra "Metrópolis" y sus grandes y visionarios escenarios, su simbolismo arquitectónico, la consistencia de su visión, el empeño maniático de Fritz Lang (se ha editado un libro magnífico de Bernard Eisenschitz: "Fritz Lang au travail") por construir un mundo verosímil a partir de la naturaleza persuasiva de sus herramientas y recursos técnicos, encuentra un correlato casi natural en varias de las preocupaciones del cine de hoy, marcado por la pregunta por la naturaleza de la imagen y del aparato que la registra.
Que es la preocupación que sustenta a "Este no es un filme", de Jafar Panahi, que muestra al cineasta iraní, detenido en su departamento e impedido de hacer cine por veinte años, pero confiado en el poder de la imagen de una cámara digital que le permite "performar" una libertad que el poder le niega. En las antípodas de Méliès, Lang y Scorsese, Panahi no puede construir la ilusión de la representación fílmica y decide explicarla, anotarla, actuarla ahí mismo, demarcando el terreno, sobre la sala de su casa. Hace la puesta en escena comentada de un guión, hasta que se harta y esta película que, como el cuadro de Magritte, no es una película, tiene un cierre insólito que conmueve e indigna: Panahi está preso. El cineasta que lo filma, Mojtaba Mirtahmasb, también.
Ricardo Bedoya