Con el título "La fuerte responsabilidad de los jurados", Alonso Alegría, jurado en el reciente concurso de proyectos de largometrajes convocado por CONACINE, publicó en el diario Perú 21 del 8 de junio de 2008, un artículo en el que decía lo siguiente:
"Me puse algo antipático con el sonsonete de la responsabilidad de los jurados. Cinco artistas nombrados por Conacine estábamos escogiendo a los ganadores de varios cientos de miles de soles del Tesoro Público. Con ese dinero habrían de hacerse cuatro películas peruanas.
Mi berretín era que esa plata debía gastarse en películas que no solamente fueran buenas sino que también pudieran ser exitosas. Si de ir creando una industria del cine se trata, hace falta que el público llene las salas, y eso no lo lograría ninguno de los aburridísimos y seudofilosóficos seudopoemas que teníamos entre manos.
Con demasiada frecuencia la fuerte responsabilidad de los jurados se pierde de vista y, por eso, quiero consignar quiénes somos los responsables de Conacine 2008.
Si las películas, como espero, resultan siendo estupendas y el público llena las salas, habremos triunfado. Si algún proyecto, ay, no llegara a realizarse nunca, seremos culpables de haber dilapidado dinero del Estado. Los sabios, o los irresponsables, seremos Alejandro Legaspi (presidente) con Rocío Silva Santisteban, Marisol Palacios, Fernando Vivas y quien esto escribe (…)
Grave es la responsabilidad de todos los jurados. Si alguna película premiada por Conacine no se realiza, o si la próxima pieza ganadora del concurso del Británico es otro fracaso artístico y de público, tanto el Estado como el Británico podrán legítimamente comenzar a pensar si acaso estos concursos valen la pena (...)"
El artículo de Alegría suscita muchas preguntas:
-Es encomiable que el jurado de un concurso de CONACINE piense que sus decisiones están ayudando a crear una "industria del cine" en el Perú, ¿pero acaso ese fomento industrial es el propósito de la ley?
-¿La ley de cine de 1994 no se basa acaso en un sistema de premios a la excelencia de un proyecto evitando la promoción industrial desde el Estado, repudiada por la ortodoxia liberal que diseñó la norma legal?
-¿Puede una ley que se cumple a cuentagotas -mejor dicho, que se incumple- crear una industria de películas exitosas en el Perú?
-Y si se cumpliera la ley, ¿podrían seis premios anuales a proyectos de largometrajes realizar el exitoso sueño industrial?
-Si una industria supone una actividad constante de empresas que se capitalizan e invierten en nuevas producciones, ¿acaso el régimen legal existente la propicia?
-¿Un sistema basado en concursos de proyectos y premios a la calidad -siempre un albur- es compatible con la lógica empresarial basada en la previsión de utilidades, riesgos y pérdidas?
-¿Un sistema basado en concursos de proyectos y premios a la calidad -siempre un albur- es compatible con la lógica empresarial basada en la previsión de utilidades, riesgos y pérdidas?
-¿No estará confundiendo Alegría su papel de jurado del concurso de CONACINE con el de funcionario de un fondo de fomento a la cinematografía -inexistente en el Perú- que decide otorgar el crédito pensando en la deseable rentabilidad de retorno que fortalecerá el fondo financiero, beneficiando a todos?
- Al no existir en el Perú el régimen de la "cuota de pantalla" con porcentajes de cumplimiento obligatorio -donde las películas de gran éxito jalan el estreno de las cintas más pequeñas y desprotegidas- ¿por qué interpretar el objetivo de la ley como un llamado al éxito taquillero rotundo y absoluto?
-¿Puede anticiparse el éxito comercial de una película de la lectura de un guión en el marco de un concurso de proyectos de largometrajes?
-¿Sabrá el miembro del jurado que los dos "éxitos seguros" sobre el papel, en el proyecto, del cine peruano de los últimos doce meses (La gran sangre; Mañana te cuento 2) fueron fracasos comerciales al llegar a las salas?
- ¿Cuál es el sentido de las "ayudas estatales" en los paises en que existen?
-¿Los premios estatales a la calidad de un proyecto no se orientan acaso a atender a los proyectos frágiles y las propuestas especiales que tienen menos posibilidades de acceder a fondos internacionales de coproducción de exigencias cada vez más pautadas?
- Por supuesto que sería extraordinario que el público llene las salas, pero ¿tiene un jurado la fórmula para lograrlo, imponiendo una normativa con sus decisiones?
- ¿A qué se parecerán los proyectos cinematográficos aburridísimos, seudofilosóficos y seudopoéticos para este distinguido hombre de teatro? ¿Se parecerán tal vez a los proyectos de Lisandro Alonso, o a los de Pablo Trapero, que no hacen ni medio y sólo consiguen llegar a convertirse en referencias de un nuevo cine? ¿O a los "intragables" proyectos de David Lynch, o a los de Víctor Erice, del que corren los productores, o a los del "fracasado" Steven Spielberg que desbarró en la taquilla con Munich -una de sus películas más queridas- acaso por ponerse a reflexionar sobre asuntos seudofilosóficos que no son de su incumbencia?
- ¿A qué se debe parecer el proyecto de una película peruana que llene salas si el único estándar de comparación que tenemos por aquí son los blockbusters que las repletan pero que no dejan que nadie más lo haga? (ver el post anterior)
-Y si se quiere un blockbuster, ¿alcanzará el premio de CONACINE?
- Alegría confunde en su artículo la alternativa central de su argumentación. No se trata de que las películas sean "estupendas y el público llene las salas" o que no se hagan nunca, dilapidando el dinero del Estado. Si no se hicieran, la ley establece la forma de actuar, recuperándose el dinero. Si las películas fuesen estupendas, el dinero estaría muy bien invertido, con independencia de cualquier otro factor.
Quiero dejar en claro que estas preguntas acerca de la posición personal de Alonso Alegría no suponen criticar la decisión final de los miembros del jurado del último concurso de proyectos de largometrajes de CONACINE.
Sólo cuestionan el "sonsonete" del éxito y el berretín de las salas llenas.
Ricardo Bedoya