Breathless. Un hombre golpea a una mujer en una calle oscura, la cámara fija el momento de modo nervioso y en primeros planos. En segundos, otro hombre devuelve los golpes que la mujer desde el suelo no puede dar. Tipos dispuestos a todo y damiselas sin mucho que hacer ante las golpizas. Este prólogo define dos ingredientes primordiales en la propuesta de Yank-Ik June: sacadas de mugre y víctimas sin defensa. Así comienza esta ópera prima coreana que hasta el momento me resulta una de las imprescindibles del festival. Yank-Ik June, quien actúa, hace el guión y dirige este filme sobre un matón que hace pagar a morosos a puño y patada limpia, me recuerda a un polifacético Kim Ki Duk (o también al protagonista de Bad guy), en el modo de protagonizar y hacer sus cintas, aunque el entorno que Ik June plasma en su filme sea diferente, pero no opuesto.
La película pesa sobre el personaje principal, un gangster de la peor laya en alguna parte de Seúl, un cobrador de procedimientos violentos de carácter también irascible, tosco y sin pizca de delicadeza. Es, como se dice, una bestia completa, que no estima a nadie, sin embargo es apreciado por una hermana, un sobrino de seis años y una escolar adolescente que conoce en circunstancias memorables. El acercamiento de estos dos personajes, el matón y la colegiala, es sui generis y se ve condimentada por las relaciones sociales de ambos universos familiares, también violentos y difciles, aunque estos espacios nunca lleguen a cruzarse. Para darnos una idea, el tipo no es León (Jean Reno) y la chiquilla no es Matilda (Natalie Portman)
Ik June parece hacer énfasis en los excesos de la violencia familiar, sobre todo de los padres hacia las madres, que inclusive terminan en crímenes, pero lo que podría ser un motivo facilista o con moralina, termina siendo uno de las respuestas argumentales del comportamiento del protagonista. Breathless es un retrato personal sobre una mquina de ataque, una cinta intensa, que hace invita a esperar con ansias sus siguientes trabajos.Es una película exhibida dentro de la selección de la competencia internacional.
Chocolate (en la foto). Una delicia del tailandés Prachya Pinkaew, quien deja de dirigir a Tony Jaa, uno de sus actores dilectos, para poner al frente de una campañía familiar a una chiquilla con la fuerza de mil hombres. Pinkaew, el director de las taquilleras Ong-Bak y Thai Dragon, que se hallan en Lima por doquier en DVD, se regodea nuevamente en lo que sabe, el arte del Muay thai, un estilo de pelea que su protagonista demuestra saber en grandes secuencias de peleas coreográficas. Nicharee Jeeja Vismistananda encarna a una chica autista que aprende las tácticas en la tele desde niña y las aplica en los clientes morosos de la empresa de su madre, quien pasa problemas económicos debido a un cáncer.
Chocolate, titulada así por el gusto de la protagonista de comerlos, comienza como si fuera un melodrama kitsch: una pareja (él, yacuza, y ella, disidente de la mafia tailandesa) es impedida de vivir su amor por una banda de gángsteres travestis. Tienen una hija y el padre es obligado a regresar a Japón para evitar líos con la mafia. Este prólogo se da entre varios flashbacks, juramentos de amor y liquidaciones prácticas. Luego viene lo mejor del filme: el entrenamiento de la pequeña y su enfrentamiento con cada uno de los empresarios que adeudan a su madre en escenarios que se prestan para el cuerpo a cuerpo: una fábrica de hielo, un almacén, un mercado de carnes y un viejo hotel situado en un barrio colmado de luces de neón. Coreografías perfectas y sentido del humor absurdo.
Manila in the fangs of darkness. Los filipinos están en otra. Ya ha pasado en otras ediciones del BAFICI con Raya Martin o Brillante Mendoza, pero el caso de Khvan de la Cruz es que quizás tenga una parafernalia personal al definir lo que hace como films sin films o filmes que no son de Khvan. Este es su quinto trabajo, y algunas de sus cintas pueden durar hasta más de cuatro horas, sumándose a la intencionalidad de hacer una obra mastodóntica, como las que realiza otro filipino como Lav Díaz, por ejemplo.
Manila es un ejercicio casi extravagante, una suerte de homenaje al director filipino Lino Brocka, muerto en un accidente automovilístico en 1991 y uno de los cineastas más importantes de ese país, pero a través de un actor, quien ya haba encarnado varios personajes de las películas de Brocka durante los 60 y 70: Bembol Roco. Vemos primero a un personaje de ficción recorrer las calles de Manila, llamado Julio Madiaga (Roco), en busca de una mujer que es casi una entelequia, Ligaya. Los diversos papeles que hizo Roco para las películas de Brocka se convierten en flashback de su historia personal como Madiaga. Así sabemos que fue ladrón, asesino, militar y revolucionario. La riqueza de este filme radica no sólo en su afán exhumador de una Manila que ya no existe a través de este personaje, sino de engranar con este material fragmentos que componen un nuevo escenario y sentido, imgenes que aparecen sin sonido original, pero a cambio oímos música y canciones de diversa índole, o simplemente ruidos de tecleos de computadora, en algunos casos. Khvan reconstruye, recrea, parafrasea y lo hace explotando los recursos del video digital, en su rugosidad, en su tosquedad, que reflejan las asperezas de su protagonista pero también la textura de una ciudad que mantiene su caos y su ritmo como antaño. Una de las propuestas más arriesgadas del festival.
The day after. Se trata de la ópera prima de Lee Suk-Gyung, que resulta por momentos la Antonioni de las asiáticas. Una mujer recién divorciada, cuarenta años, escritora y conferencista, que vive con su hija de doce años, se ve afectada al enterarse que su ex marido se va a casar. Esta cinta coreana se desvive en tratar de que la protagonista se dé cuenta que el luto ya pasó y que es hora de rehacer su vida, al margen de las decisiones de su ex pareja. El clímax es una conversa con una desconocida con la que comparte el dormitorio. Por ahí algún diálogo interesante, pero nada más.
Sell out. Vimos esta cinta malaya que recoge el estilo de insertar el musical a lo Tsai Ming-liang, pero que tiene un sentido del humor absurdo y caricaturesco que llega a cansar. Sell out, dirigida y escrita por el debutante Yeo Joon Han, es una comedia musical ambientada en Kuala Lumpur, y satiriza el mundo de las multinacionales del espectáculo y la tecnología. Rafflesia Pong es una entrevistadora multifacética (puede hacer un programa sobre cine como un reality sobre los últimos momentos con vida de alguna persona) conoce sin mayor interés a Eric Tan, un joven ingeniero que es despedido de la misma empresa por ser original y creativo. Tiene escenas que parodian a los directores de cine independiente que es delirante. Vale la pena.
Mónica Delgado