Isaac León Frías vuelve a la polémica con un artículo que nos envía:
Hace diez años apareció la revista de cine Godard! con un tono polémico apoyado no en el conocimiento y el análisis, sino en el desconocimiento y en las descalificaciones en bloque. Así, se descalificaba al cine peruano por aberrante, al latinoamericano por malo, al africano por ser peor y se presentaba al iraní como un modelo para el cine peruano, bajo el supuesto de que no era una industria, cuando sí lo era y muy sólida.
En realidad, los codirectores de esa publicación muy pronto dejaron el tono polémico para convertirse abiertamente en publicistas y divulgadores del cine de la cartelera, agregando reseñas de autores consagrados y de algunos cineastas independientes extranjeros. Las condiciones de la distribución y la exhibición en el Perú, los problemas del cine peruano en Lima y en el resto del país, estuvieron siempre ausentes de esas páginas. Salvo alguna nota, no precisamente escrita por los co-directores, la producción independiente y regional no fue tratada, ni considerada en las reseñas de evaluación. Ahora uno de ellos aparece nada menos que como vocero de la Asociación de Cineastas Regionales e Independientes del Perú!!!
Nunca se perfiló en esa revista una posición propia, una metodología de análisis distinta o alternativa, no hubo el menor "descubrimiento" o reivindicación de realizadores, a no ser los consagrados, que no necesitaban reivindicación, y en el caso del Perú, hubo un reconocimiento tardío, por parte de uno de los co-directores, de "La muralla verde", de Robles Godoy, una película que había obtenido premios en su momento y que había sido objeto de una crítica local mayoritariamente favorable. Encima, ese co-director, que antes había ninguneado a Robles, se jactó en una ocasión de que su revista había sido la primera en organizar un homenaje a Robles, cosa que no era cierta, porque ya lo habían hecho al menos la Universidad de San Marcos, La Municipalidad de Miraflores y el Festival de Lima. Además, hasta donde yo sé, ninguna revista de cine en el mundo ha auspiciado homenajes a directores. Pueden hacer números especiales, pero no es función de una revista de cine homenajear en público a nadie.
Una entrevista en la revista Caretas pone una vez más en evidencia que, después de 10 años, siguen hablando y escribiendo a partir del desconocimiento y que hacen el autoelogio sin medir lo que están diciendo, es decir, no investigan, no indagan, no confrontan fuentes. Así, se atribuyen haber sido los primeros en decir: "... que el problema del cine peruano radicaba en su falta de ideas y no se necesitaba una industria para hacer mejores películas". Como no leen lo que se ha escrito a través del tiempo, ni por lo visto les interesa estar informados, no se han enterado de que ese es un debate que circula desde los años 30 en el Perú, donde hubo una intensa discusión sobre la conveniencia o no de una industria, incluso antes de que apareciera Amauta Films y por cierto durante los años de existencia de esa empresa. El problema, por otra parte, no ha estado ni está en la falta de ideas, porque las ideas sobran y las "mejores" ideas no garantizan nada; no es falta, suficiencia ni abundancia de ideas lo que hace que una película sea buena, regular o mala.
En este mismo blog se publicó un amplio debate de los años 50 entre Augusto Elmore y Mario Castro Arenas acerca de ese tema. En realidad, el mayor defensor de la necesidad de una industria de cine en el país fue Armando Robles Godoy, gestor, además, de la única ley pro-industrial que hemos tenido que fue la 19327, y defensor muy consecuente de esa posición a través del tiempo. En diversas ocasiones discrepé oralmente y por escrito con su posición y eso se puede leer en editoriales y artículos de la revista "Hablemos de Cine" en los años 70.
Sólo a fines de los años 30 y luego a finales de los 70 en que varias películas peruanas se acercaron al millón de espectadores se pudo especular con la posibilidad de una industria.
En los años 30 se vivió la experiencia del despegue industrial en México y Argentina y otros países como Chile y Cuba intentaron hacer lo mismo sin lograrlo. En nuestro país hubo también un intento finalmente frustrado, el que movilizó la Amauta Films.
En los años 70, y bajo el gobierno militar de Velasco Alvarado, se asumió el fomento de la industria local y la sustitución de importaciones como una política de Estado y, dentro de ella, y a través de la ley de cine, se intentó crear las bases para un despegue que no logró concretarse, por las insuficiencias de la ley y por las mismas razones que aquí y en otras partes la industria no pudo levantarse: la estrechez del mercado y el dominio de las distribuidoras extranjeras.
Pero fuera de esos breves periodos, e incluso en ellos, no era realista, como no lo es ahora en que la política liberal de Estado apunta a la libre competencia, pensar en la posibilidad de una industria para hacer mejores películas, como sostenía Robles Godoy, para quien sólo con una producción de 50 o 60 films se podía esperar un puñado de cintas de buena calidad. Y no era realista hacerlo, porque aun en esas coyunturas favorables, el mercado local era insuficiente y ese es el factor decisivo. En un mercado tan escaso y precario (en estos tiempos más precario que antes) como el peruano es absolutamente iluso proponer o defender esa opción.
Dicen, asimismo: "nos ha distinguido nuestra demitificación de algunos fenómenos de éxito del cine latinoamericano contemporáneo, como el de González Iñárritu y el del último Ripstein en su momento, por no hablar de los últimos films de Lombardi, Tamayo y Durant".
Éxito relativo de público puede haber sido el de "Amores perros",un film que tuvo sí una enorme cobertura mediática, pero la crítica estuvo dividida en todas partes o, en todo caso, no todos adhirieron a la película en su totalidad. Los últimos Ripstein a los que se alude fueron un sonado fracaso de público en su país y fuera. Y en México, no sólo fracaso de público, sino de crítica, empezando por Jorge Ayala Blanco. En todas partes, por cierto, han sido películas muy minoritarias. Luego Ripstein ha hecho un magnífico documental, ajeno por completo al perfil estilístico de esos films de ficción a los que se alude, y que es "Los héroes y el tiempo", de recepción más minoritaria aún y que seguramente ni siquiera han visto.
¿Y qué tienen de exitosos los últimos films de Lombardi, Tamayo y Durant, cuando han sido en su mayor parte clamorosos reveses de público y la opinión crítica en su conjunto tampoco ha sido favorable? Con ese razonamiento generalista e inexacto se puede decir, claro, cualquier cosa, y atribuirse cualquier mérito. No hay, además, nada que hayan contrapuesto a esos "fenómenos de éxito", como para cotejar una escala afirmativa frente a esas negaciones, que no sean nombres de realizadores conocidos y consagrados. Es decir, lo que han hecho es simplemente ratificar casi todos los nombres de los cánones establecidos. ¿Qué película olvidada o qué realizadores desconocidos han sido descubiertos por ellos?
Otra afirmación infundada: "reivindicamos las posibilidades literarias y filosóficas de la crítica y la pluralidad de perspectivas, alejándonos del abordaje formalista y pretendidamente científico, inspirada por la lingüística y la semiótica (Metz es uno de sus representantes) de las viejas generaciones, sin perder la exigencia analítica o la atención a la especialidad fílmica".
Habría que preguntarles, y por supuesto no sabrán responder: ¿dónde está esa reivindicación? He leído todos los números de esa revista y no la he visto por ningún lado, más allá de algunas alusiones poco pertinente y nada referida a la especialidad fílmica hecha por uno de los codirectores.
Por otro lado, ¿a qué viejas generaciones se hace referencia? El único que en el Perú intentó en los años 70 aplicar métodos de aproximación estructuralista al análisis fílmico, sobre todo en la revista Oiga, fue Desiderio Blanco. Nadie más.
Nadie más defendió ningún abordaje pretendidamente científico. Christian Metz, a quien no deben haber leído ni por el forro, jamás formuló la menor metodología de análisis. Ni siquiera elaboró una propuesta de "lenguaje fílmico" propiamente dicho. Lo que hizo fue proponer una suerte de "prolegómenos" de una teoría del lenguaje cinematográfico y, más tarde, una reflexión sobre la pantalla fílmica y el inconsciente motivada por las tesis lacanianas.
La mayor parte de los trabajos de aplicación de la semiótica estructural al análisis del cine han sido laboriosos artículos en publicaciones universitarias y muy escasamente en revistas de cine. En los años 70, la revista francesa Cinétique y la británica Screen propusieron métodos estructuralistas de lectura ideológica de los films, poniendo en cuestión el sentido de la crítica de cine, tal como se había entendido siempre. También lo intentó parcialmente Cahiers du Cinéma y alguna otra, pero muy poco, pues muy pronto esas aplicaciones, elaboradas en una época de radicalización política, se fueron dejando y pronto se demostró que el análisis semiótico y la crítica eran campos completamente diferentes.
El abismal desconocimiento que, después de 10 años de la revista, siguen teniendo los codirectores salta a la vista, una vez más, en el hecho de que no han leído a María Wiesse de Sabogal, ni a Rodolfo Ledgard, ni a Emilio Herman, ni a Andrés Ruszkowski, ni a Alfonso Latorre, ni tampoco a Pablo Guevara, Ricardo Gonzáles Vigil, Constantino Carvallo o José Carlos Huayhuaca. De haberlos leído y entendido no podrían mencionar la supuesta reivindicación de las posibilidades literarias y filosóficas de la crítica que han hecho en su revista. Ahora mismo, José Carlos Cabrejo elabora algunos trabajos incorporando cotejos entre el cine y la literatura.
Eso de las "supuestas reivindicaciones de las posibilidades literarias y filosóficas de la crítica" formulado de esa manera es, además, gaseoso e impreciso, pues puede hacer referencia a cosas diversas: a la crítica como escritura literaria, a la interpretación o a la exégesis de acuerdo a referentes literarios o matrices filosóficas, entre otras, y eso no hace necesariamente mejor a la crítica y más bien puede hacerla peor. No es "la reivindicación" lo que vale, sino la capacidad y la agudeza del analista que es, precisamente, lo que tenían un Pablo Guevara o un Constantino Carvallo, que nunca se atribuyeron, por otra parte, ninguna "reivindicación" de nada, como hacen de manera tan frívola los codirectores de esa publicación.
Por último, el espacio de la crítica no es, propiamente, el campo de la interculturalidad en las aproximaciones al cine, pues eso corresponde a una ensayística más elaborada, que desborda los límites del análisis crítico. David Bordwell explica con claridad las diferencias y las tensiones entre lo que es el análisis académico y la crítica periodística, y la posible combinación de ambos, en un texto incluido hace poco en este blog y publicado originalmente en la revista Film Comment.
Isaac León Frías