“Le Havre” es una película emocionante y lánguida a la vez. La dirige Aki Kaurismaki y se mueve con perfecta desenvoltura entre la comedia humanista, el melodrama y el filme social. Es la última fábula “marxista” y esperanzada sobre la solidaridad: una comunidad de trabajadores y gente pobre del puerto protege a un muchacho desvalido de origen africano y triunfa.
Filmada en el puerto de Le Havre, con actores y técnicos franceses, y dialogada en un francés que los actores pronuncian con una dicción muy particular, la película desde el inicio se pone a caballo entre el realismo y el puro artificio.
Por un lado, vemos el retrato de realidades duras en los ambientes deprimidos de un puerto pobre ubicado en un próspero país. El protagonista es un lustrabotas y su esposa padece de una grave enfermedad. Al puerto llega un cargamento que oculta inmigrantes ilegales africanos y la policía actúa con dureza contra los recién llegados. Sin duda, los principios de la igualdad y la fraternidad no son aplicados por las autoridades de la República Francesa contra esos “sin papeles”, a los que se debe expulsar.
Por otro lado, todo está filmado con ese aire irreal que marca el estilo de Kaurismaki. Los personajes parecen interpretar una pieza de paradójico estilo a la vez burlesco y triste. Los espacios, contemplados con una imperturbable frontalidad, lucen como arcaicos o muestran una pátina intemporal. Algunos diálogos se intercambian con las miradas de los interlocutores dirigidas hacia la cámara, en un estilo que evoca al cine clásico japonés. Los movimientos de los actores están como ralentizados, descompuestos, desacelerados. El estilo de iluminación de estudio proyecta colores azules y ocres en algunas zonas de las paredes del bar o de la casa de Marcel Marx (formidable André Wilms) que no solo estilizan las imágenes sino que aportan una curiosa sensación de calidez a lo que parece sumido en el deterioro y la decadencia. La escenografía y el mobiliario parecen de hace medio siglo, lo que aporta un aire de anacronismo al ambiente.
Pero en “Le Havre” se añade una singularidad. La película no solo cuenta la historia del vínculo de protección que establecen un hombre mayor y un niño. Es sobre todo un relato que evoca el clima del “realismo poético” del cine francés de los treinta, pero extirpándole su pesimismo. Le Havre de Kaurismaki es un “muelle soleado”, sin las brumas del cine de Marcel Carné. Y con un toque de gracia lunar y absurda, como la imagen del inspector Monet contemplando la piña recién comprada.
Al hacer su segunda película francesa (luego de “La vida de bohemia”), Kaurismaki la prodiga de referencias y alusiones a los clásicos de esa cinematografía. Así, encontramos al personaje de Kati Outinen llevando el nombre de Arletty, la gran estrella de los años treinta y cuarenta. Pero también vemos a Jean-Pierre Darroussin convertido en un inspector Monet de sobretodo, obsesivo perseguidor, como en la tradición del “polar”, pero revelando una naturaleza especial, al lado de los humillados y los ofendidos.
Y encontramos también a Pierre Etaix, verdadero clown melancólico (como tantos en la obra de Kaurismaki) encarnando a un médico, y a Jean-Pierre Léaud, el niño prófugo por excelencia, convertido en delator de otro niño prófugo.
Y al final, con la simplicidad de los maestros, Kaurismaki filma un final feliz y un milagro. O, mejor, obra varios milagros.
El primero, sintetizar la impavidez de Bresson con la generosidad de Renoir.
Otro, mostrar el florecimiento del cerezo con la serena contemplación de una imagen de Ozu.
Otro más. Lograr contagiarnos, aunque sea por unos momentos, su confianza en la solidaridad entre los “condenados de la tierra”.
Ricardo Bedoya
5 comentarios:
A mí me recordó a Ladrón de Bicicletas, pero sin tanto drama.
Genial película.
"Y al final, con la simplicidad de los maestros, Kaurismaki filma un final feliz y un milagro. O, mejor, obra varios milagros.
El primero, sintetizar la impavidez de Bresson con la generosidad de Renoir.
Otro, mostrar el florecimiento del cerezo con la serena contemplación de una imagen de Ozu."
Este fragmento me pareció genial. Buen artículo.
Señor Bedoya:
Creo que Ud. debe ver la pelicula otra vez porque el final no es feliz ya que la esposa del protagonista muere.
Estimado José: le recomiendo que la vuelva a ver usted. Se le ha pasado un dato muy importante.
Ricardo Bedoya
Kaurismaki es un director muy fácil de reconocer en pantalla hasta tal punto que solo basta ver un par de fotogramas para lograrlo. Y en el caso de "Le Havre" hay hasta una sobreimpresión cuando la panadera lleva en su auto a Marcel y su esposa, interpretada por la habitual actriz de las peli del director Kati Outinen, al hospital. Una pena que la cinta solo se pueda ver en una sola sala y encima en horarios fastidiosos lo que demuestra la miopía de los operadores locales.
Publicar un comentario