Hace un rato encontré un blog peruano que no conocía. Se llama "Hablando de documental" y lo administra Mauricio Godoy, que hace documentales interesantes. Leí algunos posts que me parecieron informativos y algunos de ellos escritos con afanes académicos. Decidí ir en orden y empezar por el primer post y me encontré con uno fechado el 30 de junio de 2010 que lamenta la falta de memoria en el país en materia de cine documental. La nota se pregunta desde cuándo existe el documental en el Perú y cómo influenció al documental la Ley 19327, entre otras cosas.
Luego de las preguntas, empieza a encontrar a los culpables de la ausencia de la memoria peruana. Y escribe este párrafo que me concierne, y que cito, abreviando algunos algunas líneas: " El segundo elemento clave en esta falta de memoria viene de la mano de esta vieja escuela de critica limeña salida de "Hablemos de cine", allá por los sesentas y encabezada en la actualidad por Ricardo Bedoya. Este, con sus publicaciones, es el principal historiador del cine en Perú (...) Además ha publicado "100 años de cine en el Perú: una historia critica", "Un cine reencontrado: diccionario ilustrado de las peliculas peruanas", "El cine silente en el Perú", "El cine sonoro en el Perú", entre otros. Por consiguiente influyente opinión en todo lo que respecta la producción audiovisual en el Perú. Referente clave en toda investigación, disertación, o mención de todo el cine en el Perú.
El índice de un libro, una publicación, una tesis, de un texto en general sirve para orientar al lector y aclarar los puntos y temas a desarrollar. Si uno revisa el índice del libro de Bedoya, "100 Años de Cine en el Perú, notara que en ningún momento se menciona la palabra documental (...). Es recién a partir del 2009, con su libro "El cine silente en el Perú" y "El cine sonoro en el Perú", y viéndose claramente influenciado por el interés del critico Emilio Bustamante en el documental, es que Bedoya ha cambiado y ha comenzado a ver el documental con otros ojos. Hecho que me alegra sobremanera ya que los mejores productos audiovisuales realizados en los últimos años en el Perú vienen del documental."
Siempre consideré a Godoy una persona seria y acuciosa. Ya no. Ahora pienso que accede a los libros que cita solo por el índice. Y, al parecer, ni eso, porque buscar el término "documental" en el índice de un libro que solo tiene índice onomástico y de títulos de películas resulta desencaminado. Aunque cualquier lector avisado sabría encontrar los documentales por los nombres de sus autores o por los títulos de los filmes. Pero Godoy, pese a fungir de especialista en el tema, no parece haber tenido tan elemental idea.
Me pregunto cómo es posible que una persona que dice tener un interés académico sobre el documental en el Perú no se haya percatado que los libros que tuvo entre las manos hablan de lo siguiente:
-De las "vistas" documentales que se hicieron en este país desde fines del siglo XIX (páginas 29 y 30 del libro "100 años de cine...")
-De las "vistas del natural" peruanas en las primeras dos décadas del siglo XX (páginas 34-37)
-De los documentales celebratorios de la Patria Nueva (páginas 43-44)
-De las listas de títulos de películas documentales de la era silente - por cierto no exhaustivos- contenidos en las notas del capítulo 1
-Del trabajo de Antonio Wong Rengifo en el Iquitos de los años treinta (páginas 118-119)
-De los documentales filmados por extranjeros tan notables como Paul Fejos en el Perú (página 121)
-Del caso "Alerta en la frontera", largo documental prohibido por la censura militar en 1941 (páginas 125-126)
-De la historia del Noticiario Nacional y sus circunstancias políticas (páginas 131-133)
-De los documentales de Urteaga, Grass, Craveri, Dapello, Trullen, entre otros, en los años cincuenta (páginas 135-137)
-Del cine del Cusco o de la Escuela del Cusco y la obra de Manuel Chambi (páginas 143-153)
-De la ley 19327 y su influencia en cineastas que hicieron documentales como Lombardi, García Miranda, Volkert, Suárez, Liberación sin Rodeos, Vignati, Nora de Izcue, Figueroa, entre otros (páginas 187-203)
-De "Chiaraq'e, batalla ritual" y su prohición (página 203)
-De "Chabuca Granda...Confidencias" (página 204), entre otras menciones, referencias y datos a documentales peruanos. Todas las referencias a las páginas corresponden a la primera edición del libro "100 años de cine en el Perú. Una historia crítica".
Y en el libro "Un cine reencontrado: Diccionario ilustrado de las películas peruanas" están fichadas y reseñadas TODAS las películas documentales de largometraje exhibidas en salas comerciales en el Perú -y algunas inéditas, como "Chiaraq'e"- desde los días del cine silente hasta 1996.
Los dos libros se publicaron mucho antes del 2009, la fecha en que Godoy data mi descubrimiento del documental gracias al influjo de Emilio Bustamante.
En otras palabras, si Godoy no tiene memoria sobre el documental en el Perú es porque no quiere tenerla. Si Godoy no tiene conocimiento sobre un tema que dice interesarle, es porque solo mira los libros por el lomo o por el forro (ni siquiera por el índice, porque se hubiera dado cuenta que ahí figuran los nombres de Jorge Suárez, Manuel Chambi, Jorge Volkert, Jorge Vignati, entre otros tantos documentalistas peruanos, salvo que -como me temo- los ignore)
¿Cómo explicar el despiste de Godoy? No quiero atribuirlo a la mala fe. No creo que Godoy tenga razones para actuar así.
Es más simple que eso: es negligencia e irresponsabilidad.
La verdad es que no me siento cómodo escribiendo esto. Pero creo que es necesario. No se puede dejar pasar los dichos de cualquier irresponsable, por más que se vista con pinta de académico.
Una última cosa. Yo le tengo mucho aprecio y admiración al trabajo de Emilio Bustamante, pero mi interés por el documental no se lo debo a él. Estoy seguro, además, que Emilio debe estar tan divertido -y extrañado- como yo con las afirmaciones de Godoy.
Ricardo Bedoya
18 comentarios:
Pero no dice el señor Bedoya que ese post de Godoy está escrito desde el prejuicio y el desconocimiento. Culpa a la revista Hablemos de cine y ni siquiera la ha consultado porque en ella está respondido lo que busca. El señor Leon Frias no debe quedarse callado y debe recordar que su revista publico un diccionario de directores de cortos que eran documentales. Alli tiene la informacion que busca y está en dos numeros de esa revista. Hable Leon.
Estoy seguro de que no he tenido sobre Ricardo la influencia que Mauricio me atribuye.
Emilio Bustamante.
Bueno me consta que Bedoya le interesa el documental peruano, incluso ha llevado a su programa a unos chicos ignotos cuyos cortos personalmente no vería ni en Youtube, pero Bedoya pues sacaba sus cortos documentales y los apoyaba.
El objetivo de estas líneas es responderle a Ricardo Bedoya, quien me califica de irresponsable, negligente y que “me las doy de académico”, en su blog Páginas del Diario de Satán, porque en mi post del 30 de junio de 2010 dije que la falta de memoria documental en el Perú tiene dos causas: la falta de un archivo y el hecho de que la vieja crítica, cuya cabeza visible número uno es Ricardo Bedoya, no le prestó mayor atención sino hasta muy recientemente.
Como ya lo decía en el 2010, lo que me lleva a escribir este blog es precisamente la falta de espacio con que el documental cuenta, y lo poco valorado y mencionado que ha sido a lo largo de la historia del mismo. Yo en ningún momento digo que Bedoya no se refiera a las producciones documentales en sus libros, lo que digo es que al hacerlo menciona indistintamente filmes de diversos autores como Jorge Volkert o Augusto Tamayo sin indicar si son de ficción o documentales. Una información mínima que cualquier libro riguroso de historia debería referir. El índice de su libro Cien años de cine en el Perú también refleja la poca importancia que le da Bedoya al género, pues este no amerita ni siquiera un capítulo o un acápite dentro de un capítulo. Este ninguneo al documental, por lo demás, es característico de esos años (70`s, 80`s, 90`s) así que no me parece raro que Bedoya incurra en lo mismo. Antes existía el prejuicio de que la ficción era arte y el documental era solamente informativo, científico. Este era un prejuicio mundial, que en el Perú se acentuaba por el hecho de que en las muestras internacionales de cine que llegaban era poco común encontrarse con un documental, lo que incrementaba la sensación de poca importancia del género. Por supuesto mi intención no ha sido en ningún momento personalizar la acusación y achacarle a Bedoya todos los males de la vieja escuela de la crítica. Si lo he mencionado, como dije, es porque pertenece a esa generación y es el crítico más conocido e influyente en el medio local. Además, es el único que, por el momento, ha escrito libros de historia del cine nacional.
Lamentablemente ese menosprecio del pasado por el documental se manifiesta todavía en la actualidad, pese al consenso que existe sobre la importancia del boom del género documental. Si no, veamos: en los últimos doce años se han realizado más de 500 documentales peruanos (no hago distinción de duración) que han sido exhibidos en diversos espacios culturales en todo el país.
Dentro de esta producción podemos encontrar una gran y variada gama de estilos y propuestas -desde los clásicos documentales de denuncia social hasta producciones que rozan lo experimental- en las que la presencia del yo del realizador se manifiesta de muy diversas y creativas maneras. En algunas el uso del material de archivo pasa por la apropiación y manipulación del mismo. En otras se cuestiona la labor del documentalista y del propio género a través del falso documental o se critica la historia oficial impuesta por el estado en beneficio de la memoria familiar y la importancia de lo íntimo o se hace uso de la ironía y el sarcasmo para tocar ciertos temas que sin humor son muy difíciles de abordar.
CONTINUA
En Páginas del Diario de Satán se han comentado algunos documentales que compitieron en distintas ediciones del Festival de Lima, se ha reseñado algunos de los trabajos de Marianela Vega, Sofía Velásquez y Gabriela Yepes, y últimamente Bedoya ha escrito sobre Lima Bruja de Rafael Polar. Desde el 2007 hay alrededor de 50 notas dedicadas al documental. Pero dentro de un universo de 1317 notas, estas 50 representan menos del 5% de los artículos. Porcentaje que me parece insuficiente si se tiene en cuenta el importante aporte que el género documental está haciendo al cine peruano en los últimos años. Desde los trabajos de la prestigiosa documentalista Heddy Honigmann, en donde Metal y melancolía (1993) es una pieza imprescindible de ver, los ensayos de Juan Alejandro Ramírez y la hermética obra de Mary Jiménez (cabe resaltar que en estos años se han hecho retrospectivas de todos ellos) hasta los documentales de jóvenes realizadores con propuestas arriesgadas y experimentales, como Leonardo Sagástegui (Un día - 2002), Javier Becerra (Camino Barbarie - 2004), Alejandro Cárdenas (Alias Alejandro - 2005), Raúl del Busto y Cinthia Inamine (La espera de Ryowa - 2006), Malena Martínez (Felipe, vuelve – 2009), Fernando Gutiérrez (Un héroe inmortal – 2009), Juan Daniel Fernández (Reminiscencias - 2010), Fernando Vílchez (La calma – 2010), Vicente Cueto (Raccaya-Umasi – 2011), entre tantos otros. Ninguno de ellos ha merecido una crítica en el blog de Ricardo Bedoya.
El poco interés por el documental que muestra Bedoya en Páginas del Diario de Satán refuerza mi percepción de que todavía hay mucho desconocimiento y falta de difusión del documental. Creo que es importante que se comience a hablar mucho más sobre dicho género. Como muchos teóricos internacionales sostienen, la ficción hace años que dejó el espacio protagónico y se considera al documental el género más vivo de todos. Pienso que decir y compartir estas ideas permitirá que más espectadores consuman documental y se rompan los viejos prejuicios que hay alrededor de este. Creo que cuantos más blogs, artículos, revistas y producciones haya será mucho mejor para nuestro país, en donde se seguirá produciendo más del nuevo cine y en donde el documental tiene una gran importancia.
Mauricio Godoy
Pd. En relación a la influencia de Emilio Bustamante en el interés de Ricardo Bedoya por el documental, debo decir que es una apreciación personal basada en los artículos que Emilio escribió desde 1995 en los números 5 y 6 de La gran ilusión, donde reivindicaba la producción en video (dentro la cual estaba incluida prácticamente toda la producción documental del momento) cuando Bedoya y otros críticos la desdeñaba por no considerarla cine (para ellos el cine solo era el que se hacía en película de 35 o 16 mm.). Emilio se mantuvo en su posición defendiendo casi en solitario el video hasta su artículo sobre TQ 1992 en el número 13 de La gran ilusión del año 2003 (el último de esa desaparecida revista), donde dice que el cine peruano más interesante no es el que se produce en soporte fílmico sino en video. Recién después de este artículo Bedoya cambia su actitud respecto a la producción en video, dentro de la cual, como repito, estaban incluidos todos los documentales peruanos que, casi en su totalidad, siguen siendo realizados en soporte electromagnético hasta hoy.
Respuesta a Mauricio Godoy 1
Como Mauricio Godoy ha respondido al post que publiqué y en esa respuesta cambia totalmente su argumentación, me siento obligado a escribir estas líneas.
1- Después de haber demostrado consignando las páginas (y no todas) que en el libro “100 años de cine en el Perú. Una historia crítica” se trata del documental a la largo de toda su historia en el Perú, Godoy sigue insistiendo que no encuentra el término en el índice. Bueno, esa insistencia es preocupante. Como dije antes, en ese libro solo hay índices onomástico y de títulos. ¿Dónde va a encontrar, pues, el término documental?
2- Creo que una virtud de cualquier documentalista debe ser tener un mínimo respeto por la realidad y eso supone investigar, documentarse y no hablar desde el prejuicio. Lo que dice Mauricio Godoy sobre el ninguneo al documental en los años setenta y ochenta es una pura y simple barbaridad. ¿De qué está hablando? No le haría mal revisar la colección de “Hablemos de cine” si quiere enterarse de todo lo que se dijo habló y discutió sobre el documental en los años setenta y ochenta en el Perú y en América Latina (Ver el post de Isaac León) En esa revista va a encontrar entrevistas a Solanas y Getino, a Martha Rodríguez, a Carlos Álvarez, a Santiago Álvarez, entre otros cineastas latinoamericanos, pero también a cineastas peruanos. Y está, como recordaba un lector, en dos ediciones, el voluminoso diccionario de cortometrajistas peruanos, con filmografía de ellos y comentarios a sus cortos, la mayoría documentales.
Respuesta a Mauricio Godoy 2
3- Como Godoy se da cuenta que su argumentación es insostenible, ahora resulta que tampoco me interesa el documental de hoy porque no lo comento en este blog y cita títulos de películas que no han sido comentadas. Una vez más, el desconocimiento de Godoy es minucioso. En este blog no se comenta todo. Si no comentar un documental fuera prueba de ninguneo al documental, entonces el ninguneo a la ficción es mayor porque aquí no se comentan muchísimos cortos de ficción notables. Pero los ejemplos que pone Godoy son, otra vez, los errados. Tal vez no comenté “La espera de Ryowa” –aunque creo haberlo hecho para alguna revista- pero sí la elegí para ilustrar una charla dentro del ciclo llamado “El cine en la primera década del siglo: tendencias y mutaciones”, que se dictó el 28 de enero de 2010, en el auditorio de la Fundación Telefónica (la película se proyectó el 26 de enero). Aquí está el enlace: http://www.fundacion.telefonica.com/es/prensa/noticias/detalle/05_01_2010_per
No solo eso. “La espera de Ryowa” fue trasmitida en “El placer de los ojos” a pesar de tratarse de un mediometraje. Y lo hice porque creo que es una de las mejores películas hechas en el Perú.
A “Reminiscencias” la elegí para ilustrar una tendencia del cine actual, junto con películas como “Las playas de Agnés”, “Tarnation” y “Amarcord” en un ciclo de charlas en el Museo de Arte de Lima, MALI, en febrero de 2011. Aquí la referencia: http://www.mali.pe/not_detalle.php?id=29
“La calma”, de Vílchez”, fue emitida en “El placer de los ojos”
Este blog es parte de mi actividad vinculada con la cultura cinematográfica. El que no escriba sobre una película no quiere decir que no me interese o que no la aprecie. O que ningunee el documental. Difundir un documental a través de los medios a los que puedo acceder es una forma de manifestar ese aprecio. Recuerdo que “Las tabas”, un documental, fue emitido en forma íntegra por El placer de los ojos, a pesar de bordear los 50 minutos de duración.
En fin, no sigo hablando de lo que hice o no hice. Le digo a Godoy que estoy trabajando una investigación sobre el cine en el Perú en los últimos veinte años. Tendrá un capítulo sobre el documental.
Una última cosa. Ya que ahora afirma que Emilio no me iluminó sobre el documental, sino sobre el vídeo que yo negaba hasta el año 2003 (raro, porque en un artículo publicado en El Dominical de El Comercio dije que” TQ 1992” me parecía la mejor película peruana del año), le pido a Godoy que me cite un texto firmado por mí que contenga una descalificación al vídeo como soporte.
Ricardo Bedoya
Realmente, Mauricio Godoy queda descalificado y se pone al nivel de esos blogs tendenciosos que dicen lo que dicen para incordiar, sin sostener con solidez sus cargos.
Parte 1
Respondo al post de Chacho León y al nuevo comentario que Ricardo Bedoya publica como coment en su blog Páginas del Diario de Satán. Dice Bedoya, en primer lugar, que es preocupante mi insistencia en buscar el término “documental” en el índice de su libro Cien años de cine en el Perú, ya que dicho texto carece de índice temático. Creo que el tema de discusión no es si el libro tiene o no tal o cual índice. Eso sería coger el rábano por las hojas. Lo importante es que al revisar los capítulos y acápites del libro se aprecia la poca atención que se le da al documental. Pero ya que Bedoya insinúa que yo padezco de una suerte de delirio ilusorio y como una imagen vale más que mil palabras, publico con este post el índice temático scaneado de las páginas 457, 458 y 459 de su libro.
http://documentalperuano.files.wordpress.com/2012/03/indice001.jpg
http://documentalperuano.files.wordpress.com/2012/03/indice002.jpg
En cuanto a mis afirmaciones sobre la poca importancia dada al documental en el pasado, Bedoya al igual que Chacho León remiten a las páginas de Hablemos de Cine para, supuestamente, demostrar que sí le prestaron atención y mucha. Pero la revisión de Hablemos... (1965-1984) y también de La gran ilusión (1993-2003) no hacen sino probar mis apreciaciones. Veamos:
Es cierto que en los años sesenta y hasta mediados de los setenta, se escribe mucho de documental, pero eso se debe a que, en esos años, en el Perú y en todo latinoamérica, los cineastas estaban dando sus primeros pasos en el cine y lo que hacían era documentales pues existía el prejuicio de que se aprendía haciendo documentales y luego, ya con cierto manejo del oficio, se pasaba a la ficción. Fue lo que hicieron Lombardi, Tamayo, Huayhuaca, Nelson García (todos redactores de Hablemos...), entre otros. Pero luego ese interés inicial se invierte y eso se ve en Hablemos... desde mediados de los setenta hasta el fin de la aparición de la revista. En ese período los cineastas “han madurado” y hacen ficción (en el Perú y otros países latinoamericanos). Se consideraba pues que el documental era una etapa superada y por lo tanto se pasa al género considerado superior: la ficción.
Y eso es lo que se refleja también en la revista La gran ilusión (que al género documental le dedica poquísima atención) y, finalmente, en el libro de Bedoya donde, con la perspectiva que le dan los años, pone al género documental “en su sitio” y le da a la ficción el mayor espacio y la mayor importancia.
Veamos algunos ejemplos: Bedoya menciona al realizador Arturo Sinclair (pag 192) y nos habla brevemente de su cortometraje “Eguren y Barranco”. Deducimos que es documental porque al hacer referencia a su segundo trabajo dice: “Agua salada (1974), uno de los primeros [cortos] de ficción hechos en el país (…)”, pero no porque indique de manera clara que es un documental. Lo más importante, sin embargo, viene luego, cuando menciona el resto de su producción y cito: “El Tul (1974), Sísifo (1974), Jay (1974), El guardíán de la puerta (1977), igualmente diferenciados en su estilo, no poseían sin embargo la limpieza y expresividad de sus anteriores trabajos. Se perdían en vericuetos de un esoterismo vagamanente orientalista, expuesto con cierta vistosa frivolidad e implecable acabado (…)”. Pregunto: ¿Estos cortos son de ficción o documentales? ¿Cómo puedo saberlo si no se me indica?
Parte 2
Otro ejemplo viene de la mano del Grupo Chaski, del que habla en las páginas 274 a 279 y en la 290. Este colectivo de realizadores produjo tanto documentales como ficciones. Sobre los dos largometrajes Gregorio (1984) y Juliana (1989), que hizo el grupo Chaski Bedoya se explaya en comentarios y análisis de la página 275 a la 279. Mientras en las dos páginas restantes menciona muy al paso “Miss Universo en el Perú” (1982) y algunos de sus cortos de la serie Retratos de Supervivencia, dejando además de lado otros mediometrajes documentales de dicho grupo. Acá se le está sumando otro prejuicio que es el de la prevalencia de los largos sobre los medios y los cortos, algo comparable a lo que sucede cuando se le brinda a la novela mucha mayor atención que al cuento y a la poesía. Eso explica por qué Bedoya le dedica un capitulo a Francisco Lombardi (pag 228 a 248, justificado seguramente), otro a Alberto Durant (266-270) e incluso uno a Luis Llosa (271-273). Mientras que documentalistas como Gianfranco Annichini y Jorge Suárez, solo se merecen dos medias páginas (280-281) y la mitad de una página (194), respectivamente.
Bedoya dice que un documentalista debe tener “respeto por la realidad” pero ¿a qué realidad se refiere? Hace ya muchos años que la objetividad y la búsqueda de la verdad fueron cuestionados por los mejores documentalistas. Por eso en el documental contemporáneo prima la subjetividad, la presencia del yo del realizador y, precisamente, el cuestionamiento de qué es la verdad y qué es la realidad. Véase sino Los rubios de la argentina Albertina Carri o Alias Alejandro del peruano alemán Alejandro Cárdenas, por citar dos documentales cercanos geográficamente a nosotros. Yo no parto del prejuicio sino de mi punto de vista que considero es lo que debe hacer todo documentalista al abordar un tema.
Reitero que no acuso a Bedoya (o a Chacho) de no interesarse por el documental. Lo que sostengo es que les interesa mucho menos que la ficción y creo que los posts publicados en Páginas del Diario de Satán dan fe de ello ya que en un blog uno escribe con libertad, sin restricciones de extensión del texto y tocando usualmente los temas que uno más disfruta. Si al documental solo se le dedica un 5% no es precisamente porque se le prefiera.
Como se ve, yo no he cambiado totalmente mi argumentación, como dice Bedoya, solo la he ampliado, a raíz de su primer post. Ahora me pide que cite un texto suyo en el que descalifique al video. Obviamente eso no es posible porque no lo ha escrito así como tampoco ha escrito algún artículo en el que diga que el documental es inferior a la ficción o que el largo es superior al medio o al cortometraje. Esas son conclusiones a la que llega un lector atento al analizar su libro, las revistas mencionadas y su blog. Nadie escribe sobre l o que no le interesa. Es algo parecido a lo que ocurre con el racismo en el Perú. A casi nadie se le puede demostrar con hechos concretos que es racista pero casi todos lo son tácitamente cuando ningunean o menosprecian a “los cholos”.
Por mi parte esto queda aquí. Ya he dicho lo que tenía que decir. Seguiré escribiendo desde este blog sobre el documental en general, y especialmente el peruano, buscando que cada vez sea más valorado y que poco a poco se le dedique más artículos en revistas y blogs y más capítulos en libros.
Yo también quiero cerrar la discusión con Mauricio Godoy. Pero no puedo dejar de decir lo siguiente:
Lo que aparece escaneado es el índice de los capitulillos en los que se divide el libro, pero no de las “etiquetas” temáticas o de los asuntos tratados en él. Pero aun así me parece increíble que Mauricio Godoy ignore que al tratar de “Las primeras imágenes del Perú”, o de “Las “vistas del natural” peruanas”, o de “Carnaval, carnaval”, o de “Víctor D. León”, o de “Trullen y Diumenjo”, o de “El noticiario nacional”, o de “El cine del Cusco”, o de “la obra de Manuel Chambi y el significado del cine del Cusco”, o de “La ley de cine: el big bang”, o de “Cortos: la primera promoción”, o de “El corto peruano: un cuello de botella”, o de “El llamado cine campesino”, o de El grupo Chaski”, o de la filmografía de los realizadores, la cronología del cine peruano y la introducción a la bibliografía, entre otros temas allí consignados, lo que está haciendo es tratar también del documental. Eso eran esas “vistas del natural”, eso eran la mayoría de las películas de Manuel Chambi; eso es lo que hizo Trullen durante buena parte de su vida como camarógrafo… El nominalismo de Godoy dictamina que si las cosas no se designan con el nombre con que él las conoce simplemente no existen. Pathé nunca hizo documentales porque les llamaba vistas. ¡Ah, ya!
Gracias, Godoy, por publicar el índice escaneado. Prueba la amplitud con que trata ese libro la historia del documental peruano desde fines del siglo XIX.
Lo de “Hablemos de cine”, no lo contestaré yo. Supongo que Isaac León lo hará.
Mauricio Godoy me pregunta a qué realidad me refiero cuando digo que el documentalista debe respetarla. La respuesta es simple y compleja a la vez: a la que construye en su película. Y no solo es la realidad tangible. También es la “subjetiva”. La de proviene de los puntos de vista confrontados, las opiniones, las fantasías, los sueños, las representaciones imaginarias. Son muchos niveles los que se confrontan y se entremezclan. Dije respeto a todo eso. Debí decir rigor.
Dice Godoy que en el documental contemporáneo prima la subjetividad. Tal vez. Pero es una tendencia. Un gran documentalista de hoy, Raymond Depardon, ha realizado obras maestras de congelada, “anónima”, y a la vez electrizante observación en comisarías y juzgados de instrucción, amortiguando esa primacía. Hace muy poco, en el Festival de Cine Digital, se vio una película argentina que se ubica en las antípodas de la “onda” del yo expuesto: “Centro”.
Que si mi libro consagra el prejuicio de preferir el largo al corto y la ficción al documental. Cada publicación elige su propio corpus y su propio criterio de pertinencia. Ese libro habla del largometraje porque me resultaba imposible abarcar el corto. Esa hubiera tenido que ser una investigación de equipo. Sin embargo, “Hablemos de cine” lo hizo y entregó un voluminoso diccionario de cortometrajistas peruanos (casi todos documentalistas), pero Mauricio Godoy ni se enteró. Mejor dicho acaba de enterarse, pero no quiere reconocerlo.
Yo le pedí a Godoy que me citara un artículo que probara mi supuesto desdén por el vídeo como soporte expresivo. Dice que obviamente no puede hacerlo porque no lo he escrito pero que él, como buen lector que es, puede darse cuenta por mis artículos que no me gusta el documental pero que no lo admito. Digamos que si ha leído los artículos de la misma manera en que leyó los índices, se entienden sus deducciones.
Ricardo Bedoya
Como dije en el post que escribí en el blog Páginas del diario de Satán, me parece muy meritorio que existe un blog dedicado al documental en el Perú. Lo que no me parece bien es que se haga una defensa “fundamentalista” del documental, como la que hace Mauricio.
Que es importante darle mayor visibilidad al documental, no tengo la menor duda. Eso yo lo aliento en todos los festivales latinoamericanos a los que tengo acceso y en las salas de programación alternativa. Pero no creo que eso deba significar convertir al documental en el centro único de atención, siendo comparativamente (al margen de que eso sea o no lo deseable) un
género (un hipergénero, en realidad) comparativamente mucho menos frecuentado que el hipérgénero de la ficción y con una presencia lamentablemente muy reducida en los espacios públicos. Lo mismo podría decir de una línea mucho menos significativa que la del documental: el cine experimental que algunos convierten en “el cine”.
Yo tengo un enorme interés y respeto por el documental (y trato de ver documentales lo más posible), pero si me preguntan por las 100 mejores películas de la historia del cine, son pocos los documentales que entrarían en el listado. Y no porque piense que una película de ficción es ontológicamente superior a un documental, sino porque creo que los logros estéticos en el terreno de la ficción superan ampliamente a los del documental (dicho así en grueso), al menos hasta hoy. No se qué sucederá más adelante. Como también si hacemos una comparación entre largos y cortos, es abismal la superioridad de los largos en términos de logros estéticos. Los cortos de Chaplin de la Essaney o de la First National son estupendos, pero son mejores El pibe, La quimera del oro, El circo o Luces de la ciudad. Eso no significa desvalorizar el corto en absoluto.
El hecho de que haya directores que utilicen el documental como una forma de acceder a la ficción, es su opción. En Hablemos de Cine se dio cuenta de ese hecho, pero no se avaló ese cambio como algo deseable, porque Hablemos de Cine no era propagandista de ningún género, como Mauricio lo es del documental. Nos interesaba todo el cine (cortos, medios y largos; ficción, ficción animada, documental, experimental), pero dábamos cuenta de lo que se hacía y lo que veía,
como también lo hicimos en las otras revistas y en los espacios con que contamos. Porque pensamos, más allá de diferencias de extensión y de género, que el cine ofrece una enorme amplitud y que, en principio, todo merece atención, más allá de las preferencias y los gustos.
Entonces, está bien que se rescate la importancia del documental, como lo hace en el Perú, entre otros, un profesional tan valioso como José Balado. Pero hacer del documental una suerte de bandera partidaria o de encarnación de una “misión superior del cine” me parece un exceso.
Creo q despues de leer con atencion toda esta guerra en torno al documental o la ficcion , al largo o al corto , o incluso a la novela o al cuento con diferentes argumentos , el sr Isaac Leon acaba de dar en el blanco en su ultima entrada , pues porque evidentemente todos los subgeneros son importantes pero no todos tienen los mismos logros esteticos, hablando objetivamente.
Y mas bien se incurre en prejuicio preferir , de modo subjetivo , el documental en decrimento de los demas .
El tema planteado es inagotable, pero quisiera agregar algunas reflexiones frente a lo que considero una posición fundamentalista de Mauricio Godoy. Sus argumentos me suenan un poco como los de algunas minorías sexuales que convierten su lucha reivindicacionista en “la lucha de la humanidad”. No digo que éstos no tengan sus razones absolutamente válidas, pero llevan sus posiciones a un extremo (explicable por la situación de exclusión en que han vivido), pero no justificable en términos de una suerte de “poder” al que a veces se aspira.
Mauricio Godoy le cuestiona a Bedoya (y a la tradición crítica de Hablemos de Cine) no ocuparse suficientemente del documental . Yo pregunto: salvo unas pocas publicaciones especializadas y algunos festivales también especializados, cuántas revistas de cine en el mundo le otorgan la preferencia al documental y cuántos de los principales festivales lo hacen? Eso significa discriminación, marginación o significa reconocimiento de una situación de hecho en la que la ficción riene para la institución cinematográfica en general, pero también para los fueros de la expresión personal un peso mucho más significativo.? Es decir, lo que en el fondo dice Mauricio de Bedoya y de mí (porque creo que se equivoca en muchas menciones o comentarios puntuales) lo podría decir de toda la historia de Cahiers du Cinema, de Positif, de Sight and Sound, de Screen, de Film Comment, de Cinema Nuovo, de El Amante y de casi todas las más importantes revistas que se han hecho en el mundo.. Y lo mismo de casi todos los críticos individuales, de casi todos los festivaleds y reseñas. ¡Es que casio todos viven en el error, en las tinieblas de esa ficción que obnubila’ No lo creo. Creo que es lo que corresponde a lo que, mal que bien, constituye el “estado de cosas” mayoritario y dominante, para bien y para mal.
A mí me interesan, especialmente, las buenas películas, y esas buenas películas las encuentro sobre todo en el campo de la ficción. ¿No es eso lo que ocurre con la crítica o los festivales a nivel mundial? Eso no significa desdeñar para nada al documental, pero descalificar a quienes dan cuenta de un estado de cosas, reprochándoles poca dedicación porcentual al documental (y, por tanto, proponiendo implícitamente que se voltee la torta) me parece un despropósito, más allá de las buenas intenciones que animen a quienes como Mauricio están en una cruzada a favor el documental. En buena hora que lo estén, pero para ello hay que guardar las proporciones y no aventurerarse en la lucha contra los molinos de viento que es lo que parece hacer cuando hace cargos a ese supuesto e inexistente ninguneo del documental.
Isaac León Frías
He leído con alguna tardanza los últimos posts de Chacho León, y lamento discrepar con varios de sus contenidos.
Estoy de acuerdo con él en que no debe ser el documental el único centro de atención de la crítica, pero sí creo que merece más atención de la que se le ha dispensado hasta hoy.
La presencia del documental es reducida, es verdad, en el circuito comercial, y también en el de los festivales internacionales, como Chacho señala. ¿Pero cuál es la causa? ¿Se producen pocos documentales? ¿La mayoría son de escasa calidad? ¿O hay una institución cinematográfica (no solo comercial sino también crítica y académica) que lo han considerado a lo largo de la historia inferior a la ficción, orientando así el gusto y las preferencias del público? Si revisamos los dos compendios de historia del cine probablemente más leídos en castellano (los de Sadoul y Gubern) veremos que el espacio otorgado al documental es mínimo, y aún menor el dedicado al cortometraje y al cine experimental. Sin duda, durante las décadas que esos libros abarcan se produjeron muchos más documentales, películas experimentales y cortometrajes de calidad que los que consignan. Una revisión de El documental: historia y estilos de Erik Barnouw nos revelaría parte de lo que Sadoul y Gubern excluyen en sus libros. Esto es importante porque esos libros constituyen un canon, es decir, un corpus de lo valioso en la historia del cine y una guía de lo que se debe ver. Lo que queda fuera se asume prescindible o menor.
Dice Chacho en uno de sus posts: “Yo tengo un enorme interés y respeto por el documental (y trato de ver documentales lo más posible), pero si me preguntan por las 100 mejores películas de la historia del cine, son pocos los documentales que entrarían en el listado. Y no porque piense que una película de ficción es ontológicamente superior a un documental, sino porque creo que los logros estéticos en el terreno de la ficción superan ampliamente a los del documental (dicho así en grueso), al menos hasta hoy. No sé qué sucederá más adelante. Como también si hacemos una comparación entre largos y cortos, es abismal la superioridad de los largos en términos de logros estéticos. Los cortos de Chaplin de la Essaney o de la First National son estupendos, pero son mejores El pibe, La quimera del oro, El circo o Luces de la ciudad. Eso no significa desvalorizar el corto en absoluto”.
Temo que Chacho confunde sus preferencias con la realidad, que es más bien esquiva en este caso. Probablemente si le pidieran una lista de sus mejores películas a un crítico o realizador especializado en documental o en cine experimental, sus películas elegidas serían muy diferentes a las de Chacho. No por ello se le debería acusar a ese crítico o realizador de fundamentalista del documental o del cine experimental, como no se le puede acusar a Chacho de fundamentalista del cine de ficción. Se trata de gustos y preferencias. Chacho dice que le gustan las buenas películas, y que la mayoría las encuentra en el cine de ficción; es respetable, pero otro crítico podría encontrarlas en el documental o en el cine experimental.
Me parece arriesgado, sí, afirmar que los logros estéticos de la ficción superan a los del documental, o que los de los largos superan a los de los cortos. Un corto de Chaplin como Easy Street podría preferirse a El circo, y Un perro andaluz a El fantasma de la libertad. En el Perú, quizá las mejores películas que se han hecho son cortometrajes y documentales (los de Aldo Salvini y Gianfranco Annichini, por ejemplo). ¿Y si se hiciera una lista de las mejores películas peruanas, cuántos cortos y documentales incluiría?; ¿no serían acaso más que los largometrajes de ficción?
De otro lado, el conocimiento que tenemos sobre lo que se ha hecho y lo que se hace en documental en el mundo es, aún hoy, más limitado que el que tenemos respecto de la ficción. Limitación creada por la propia institución cinematográfica. Por ejemplo, durante años solo leíamos notas sobre los documentales de Emile de Antonio o Peter Watkins, pues verlos en Lima era casi imposible. Hoy, felizmente, eso está cambiando; pero no del todo. Personalmente, no me atrevería a emitir un juicio contundente sobre la superioridad estética de los logros de un hipergénero u otro, si es que no tuviera la seguridad de haber visto lo suficiente. Quizá este sea el caso de Chacho (quien ha visto mucho más que yo), pero aún así pienso que un juicio de ese tipo no podría ser absoluto; estaría sujeto a modificaciones, no solo por lo que traigan el documental y la ficción en el futuro, sino por lo que pueda descubrirse del pasado, ya sea apreciando por primera vez películas que ignorábamos o viendo de nuevo las ya conocidas, pero con otros ojos. No olvido la revaloración sincera que el mismo Chacho ha hecho en alguna ocasión de películas de Jonas Mekas o de los filmes soviéticos del deshielo.
Dice también Chacho: “Mauricio Godoy le cuestiona a Bedoya (y a la tradición crítica de Hablemos de Cine) no ocuparse suficientemente del documental. Yo pregunto: salvo unas pocas publicaciones especializadas y algunos festivales también especializados, ¿cuántas revistas de cine en el mundo le otorgan la preferencia al documental y cuántos de los principales festivales lo hacen? ¿Eso significa discriminación, marginación o significa reconocimiento de una situación de hecho en la que la ficción tiene para la institución cinematográfica en general, pero también para los fueros de la expresión personal un peso mucho más significativo? Es decir, lo que en el fondo dice Mauricio de Bedoya y de mí (porque creo que se equivoca en muchas menciones o comentarios puntuales) lo podría decir de toda la historia de Cahiers du Cinema, de Positif, de Sight and Sound, de Screen, de Film Comment, de Cinema Nuovo, de El Amante y de casi todas las más importantes revistas que se han hecho en el mundo. Y lo mismo de casi todos los críticos individuales, de casi todos los festivales y reseñas. ¿Es que casi todos viven en el error, en las tinieblas de esa ficción que obnubila? No lo creo. Creo que es lo que corresponde a lo que, mal que bien, constituye el ‘estado de cosas’ mayoritario y dominante, para bien y para mal”.
Chacho considera que no se debe descalificar a quien solo da cuenta de un estado de cosas, y estoy de acuerdo con él; pero creo que la crítica no debería limitarse a dar cuenta de un estado de cosas, sino también cuestionarlo. Y cuestionar, ¿por qué no?, a la institución cinematográfica y su canon, pues la hegemonía de la ficción en el cine no es un estado de cosas natural sino un fenómeno históricamente motivado. La ficción cinematográfica tenía detrás una larga tradición narrativa, un público acostumbrado a los códigos del entretenimiento de masas (a través de la novela popular y el folletín), y fue tomada por una industria que lucraba con ella, que le otorgaba canales de distribución y exhibición, y espacios privilegiados en otros medios de comunicación de masas (como la prensa, vinculada a la crítica valorativa). Los canales de exhibición y crítica del documental fueron más restringidos. Que se crea que el documental tiene menos logros que la ficción es también producto de su poca difusión, crítica y valoración, de su casi desaparición de los textos más populares y canónicos de la historia “oficial” del cine por décadas.
En cuanto a los fueros de la expresión individual, tampoco creo que estos sean necesariamente mayores en la ficción. No se hallan fácilmente, por ejemplo, en los largometrajes de ficción de la gran industria norteamericana; y algunos directores que alternan las realizaciones de ficción con documentales han encontrado a menudo un mayor espacio de libertad expresiva en estos últimos (Barbet Schroeder, por ejemplo). De otro lado, cada vez apreciamos más “documentales de autor”, especialmente entre los jóvenes. Aquí en el Perú hay varios ejemplos (Mary Jiménez, Juan Alejandro Ramírez, Marianela Vega, Malena Martínez, Leonardo Sagástegui, Sofía Velázquez, Gaby Yepes, Omar Quezada, etc.). Habría quizá que examinar cuan reciente es este fenómeno, pues, en realidad, el llamado documental de autor no es tan nuevo; inclusive algunas películas de los años veinte del siglo pasado consideradas por años “experimentales” son ahora catalogados como documentales de modalidad poética por Bill Nichols.
Creo, por último, que el post del blog de Mauricio que motivó este debate no era afortunado. El autor “culpaba” a Hablemos de Cine y especialmente a Ricardo Bedoya de la poca importancia otorgada al documental en el Perú. En todo caso la responsable sería toda la institución cinematográfica internacional (a la que Chacho alude citando revistas y festivales). Es anacrónico exigirle a Hablemos que rompiera tan drásticamente con la institución dándole al documental un estatus semejante al de la ficción. No podía hacerlo; no existían entonces los canales y las fuentes de conocimiento que hay ahora, y, aunque innovadores en no pocos aspectos, los redactores de Hablemos no estaban en condiciones de apartarse tan radicalmente de la tradición. En cuanto a la responsabilidad de Bedoya, creo que, precisamente, de los críticos salidos de Hablemos quien más se ha aventurado en valorar las expresiones alternativas al cine de ficción hegemónico ha sido Bedoya, de modo que la mención de Mauricio no era justa. Esos errores, por cierto, no convierten a Mauricio en un irresponsable ni lo invalidan para la academia. Al contrario, creo que la gran mayoría de los posts en el blog de Mauricio son sumamente apreciables y orientadores, y que su dedicación al documental es importante en nuestro medio.
En lo que respecta a las menciones que hace Mauricio de mí, sí me extrañan pero no me divierten. Insisto, no creo haber sido el primero en nada ni tener influencia alguna en Bedoya.
Emilio Bustamante.
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