“Proyecto X” luce como un falso documental aunque pertenece, en rigor, a la vertiente del “metraje encontrado”, que migra a la comedia juvenil luego de fortalecerse en el terror desde “El proyecto de la bruja de Blair” hasta la serie “Actividad paranormal”, entre otras.
“Proyecto X” empieza con un cartel de disculpas de los productores a la policía, los bomberos y los vecinos de Pasadena por los destrozos causados en la juerga que se va a mostrar. Desde el saque, los espectadores estamos notificados de la “autenticidad” del suceso. En la hora y media que resta seremos testigos de la magnitud de la catástrofe y, para ello, la empresa productora pone ante nuestros ojos la grabación hecha por los responsables del histórico desaguisado.
¿Quiénes son ellos? Tres nerds (en realidad cuatro, pero uno está detrás de la cámara) que buscan su revancha, su noche gloriosa. Pero son nerds en el tiempo presente de la exposición, en el curso de la grabación, pero no al iniciarse la película, cuando aparece el cartel que solicita comprensión y establece la posición del enunciador. En ese momento, esos muchachos son los sobrevivientes de una juerga y los personajes memorables de una gesta épica. Tan memorables que hasta una película llamada “Proyecto X” recuerda su aventura.
La prueba fehaciente de la epopeya etílica es la grabación que vemos, es decir, el “metraje encontrado”, testimonio de una parranda masiva. En otros casos, un metraje equivalente pudo dar fe de la irrupción de un fantasma, del demonio, de un extraterrestre, de una bruja, de los poderes especiales adquiridos al contacto con un objeto venido de otros mundos, o de lo que fuere.
La condición esencial para que el dispositivo del “metraje encontrado” funcione es que los espectadores desde el inicio seamos interpelados desde un conocimiento particular: las imágenes darán cuenta de un episodio digno de memoria, que marcó a alguien, dejó uno o varios supervivientes o acaso a ninguno, pero fueron halladas y puestas en conocimiento público. Asistiremos a una travesía de horror o de euforia con la conciencia plena de su ocurrencia pasada, a diferencia del “falso documental”, en el que muchas veces se finge la impresión de lo simultáneo y lo directo o se evoca el pasado desde la posición de autoridad y conocimiento de un narrador (como ocurre con los recuentos de las vidas de Charles Foster Kane y Zelig)
El contrato que suscribimos con ellas nos coloca en un tiempo posterior al de la ocurrencia de los hechos. Somos como los usuarios de un registro notarial de hechos delirantes.
Y esa la paradoja que está en el centro de muchas películas de metraje encontrado: se ofrecen como objetos que son producto de un registro directo y neto, con la imagen como marca o huella impresa en el soporte, en tiempos en que toda imagen no es más que un simulacro.
“Proyecto X” hipertrofia la fantasía narcisista que recorre Facebook. Los triunfantes nerds no pueden etiquetar las fotos de todos los asistentes a la gran fiesta de cumpleaños. Son más de 1,500, según calcula el protagonista. ¿Qué hacen entonces? Se la entregan a Warner para que la cuelgue en miles y miles de pantallas de todo el mundo.
Ricardo Bedoya
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