martes, 26 de febrero de 2008

FICCO 2008 II: La presencia francesa


Ingrid Bergman decía en Casablanca una de las frases míticas por excelencia de la historia del cine: "al final siempre nos queda Paris". Lo mismo puedo decir ahora... siempre nos queda el cine francés. Y su presencia en el FICCO en estos últimos días ha sido, como siempre, muy gratificante.


No me refiero a la retrospectiva Maurice Pialat de la que sólo he podido re-ver hasta hoy Bajo el sol de Satán, sino a diversas películas que están en las secciones Oficial, Galas y Tendencias.


La mejor de todas es, sin duda, Los amores de Astrea y Celadón (en la foto), del veterano y siempre joven Eric Rohmer, la adaptación de una novela filmada como un cuento medieval, de la manera más llana y sencilla que se pueda concebir, como quien estuviera haciendo su primera película sin la menor pretensión de nada y a contracorriente de todas las tendencias del cine actual.


Puerto de embarque, de Olivier Assayas, con una siempre perturbadora Asia Argento (casi tan demacrada como en las cintas de horror en que actúa dirigida por su celebrado padre), es una suerte de thriller cosmopolita, que pasa de París a Hong Kong, con una buena primera parte en la que Asia se coteja con el tarantiniano Michael Madsen y una segunda parte librada a las peripecias persecutorias, siempre con esa cámara en permanente movimiento que caracteriza al cine de Assayas.


Otra buena película francesa es Lady Chatterley, de Pascale Ferran, la mejor adaptación que recuerde de la célebre novela de D.H. Lawrence y una demostración de lo que puede ser una trasposición de un material literario al cine, sin afectaciones, sin esos agregados estetizantes que afectan, por ejemplo, a Expiación, deseo y pecado, y sin esa tónica académica que pesa sobre Al otro lado del mundo. En la película de Ferran el relato fluye como si se tratara de una historia actual, sin que eso menoscabe en absoluto el cuadro de una época en la que la pasión se impone sobre los condicionantes de una situación social y familiar opresiva.

Una coproducción franco-taiwanesa, El vuelo del globo rojo, de Hou Hsiao-Hsien merece estar en este rubro porque es una estupensa incursión del cineasta taiwanés en el Paris contemporáneo. Y es una mirada dsitinta, además, a la cotidianeidad de una ciudad contemplada en sus calles y techos y en esos magníficas escenas de interiores, al modo en que lo hace Hou Hsiao-Hsien. Le objetaría el homenaje explícito a Albert Lamorisse y su sobrevalorada El globo rojo y la inclusión de ese globo rojo en la parte inicial y en la final que no aportan mucho al film.


Dos operas primas francesas de interés: La France, de Serge Bozon, ambientada en el período de la Primera Guerra, seguimiento de una mujer que se integra a una tropa de soldados-músicos (o al revés) en busca del esposo que lucha en el frente. La otra es Mi nombre es Sabine, dirigida por la actriz Sandrine Bonnaire, un documental en torno a la hermana autista de Sandrine.

Finalmente, por el momento, Una mujer cortada en dos, de otro veterano de la nouvelle vague, Claude Chabrol, un relato de amor y crimen en la línea a la que nos tiene habituados el realizador, que no está en sus mejores tiempos, pero siempre hace películas muy bien armadas y actuadas y sabe crear un clima insidioso tras la apariencia de los buenos modales y del "aquí no pasa nada" de la provincia francesa.


Queda todavía el último Rivette y alguna otra película francesa por ver. Pero, claro, este no es un festival dedicado al cine francés y dejo para la siguiente entrega la breve reseña de otras películas ya vistas y de las que veré a continuación. De momento me espera En la ciudad de Silvia, del español José Luis Guerin, y corro a verla.

Isaac León Frías

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