viernes, 24 de agosto de 2007

La crítica y el debate sobre el cine peruano: el "cine de productor" y el "síndrome de Rótterdam"

Aunque estoy de acuerdo, en líneas generales, con lo expuesto por Isaac León Frías (http://paginasdeldiariodesatan.blogspot.com/2007/08/la-influencia-de-los-crticos.html), me gustaría añadir algunas consideraciones en forma de respuesta a los cuestionamientos de Eduardo Maldonado y algún otro lector anónimo acerca de la decisión de algunos críticos de comentar las películas peruanas durante su estreno comercial, y no antes.

Esa es también mi posición y, por eso, no comentaré hasta su estreno las películas peruanas. Lo hago por la misma razón que diferí hasta el inicio del Festival el comentario de las películas latinoamericanas exhibidas allí. De las buenas y de las malas películas latinoamericanas del Festival se habló en el blog en coincidencia con su exhibición pública.

Con las películas peruanas pasa algo semejante y a la vez diferente: se pasaron en el festival pero con fechas tentativas de estreno más o menos próximas. Las películas latinoamericanas, en cambio, se exhibieron sin fecha de estreno fijo. Es posible que no volvamos a ver Luz silenciosa, y muchas otras cintas más, en una pantalla cinematográfica del Perú. Había, pues, que comentarlas en ese momento, luego de su primera función pública o el mismo día de su exhibición, y llamar la atención sobre ellas, aun si el volumen del público potencial –dado el número de funciones programadas y la escasa capacidad de las salas- fuese muy reducido.

El público de las películas peruanas, el que las aprueba o desaprueba, el que puede debatir sobre ellas, no es el espectador de un festival de cine: es el que las verá en las salas. Y la opinión del crítico debe darse entonces, en esa oportunidad, para contribuir a formar una opinión sobre ellas o para estimular una polémica si es que se produce, como ocurrió en el caso de Madeinusa.

Una opinión crítica con fundamentos y argumentos, además, y no a escrita a vuelapluma, como ocurre con las opiniones formuladas luego de la única visión de una cinta a ritmo de festival.

En lo que me toca, debo decir que tampoco “arrugo” ni me tiembla la mano al escribir sobre una película peruana. Es más, he escrito sobre todas y cada una de las cintas peruanas estrenadas en Lima en forma comercial desde que el cine existe en el Perú. Por supuesto que no soy tan viejo, y que sobre la mayoría sólo ofrecí datos e informaciones que fueron resultados de una investigación, pero sí comenté, critiqué y di mi punto de vista sobre las que logré ver, desde Amauta Films hasta Josué Méndez, desde Robles Godoy hasta Lombardi, desde Durant hasta García, desde Nora de Izcue hasta Flaviano Quispe. Más información en mi libro Un cine reencontrado. Diccionario Ilustrado de las películas peruanas, y en las críticas que publiqué en revistas o diarios luego del estreno de cada una de ellas.

Es cierto que hay que debatir sobre el estado del cine en el Perú, como propone Maldonado, pero también sobre las condiciones en que se realiza.

Debatir por ejemplo sobre una película como La gran sangre y las posibilidades reales de hacer en el Perú una película seria, coherente, auténtica, personal, respetuosa del público, si no se cuentan con apoyos del Estado o fondos internacionales, dadas las condiciones del mercado, pequeño y absolutamente colonizado y dominado por la hegemonía de las distribuidoras norteamericanas.

La gran sangre, financiada por una empresa privada, retrotrae el cine peruano a cuarenta años atrás, a los días en que el cine peruano era una vitrina para exhibir a doncellas y galanes de telenovelas, modelos, presentadores y otros personajes de la televisión floreciente y aún joven de los años sesenta.
Los ídolos de la tele en aventuras para la pantalla grande: era lo que el público “quería” ver por entonces. Las únicas cintas hechas en el Perú que podían aspirar a un estreno decente, en salas capaces de garantizar la recuperación de lo invertido, eran esos vehiculos para el lucimiento del personal televisivo.

Me refiero al cine peruano previo al golpe militar del general Juan Velasco, y a las coproducciones con México, que traían a Isela Vega, a Maura Monti o a Mauricio Garcés, para ponerlos al lado de Regina Alcóver, Luis Ángel Pinasco o Augusto Ferrando, en operaciones binacionales destinadas a aprovechar la exención de impuestos a las películas nacionales inventada por el gobierno de Manuel Prado (ventaja que hoy no existe) y a la necesidad de recuperar para la industria mexicana unos mercados latinoamericanos que ya había perdido para siempre.

En La gran sangre, el gesticulante mexicano José Alonso, villano de opereta, se enfrenta a tres “héroes” de la tele nacional que basan su relación en diálogos como los que le espeta Miyashiro a Sibille, del tipo “me tiro a tu hermana” o “si tienes hambre, cómete éste pues”, mientras practican algo que parece Vale Todo, visitan a un guía de espiritualismo oriental en versión subdesarrollada de Kill Hill, o recitan un rollo sobre la diversidad cultural peruana y el carácter nacional de los asháninkas con tono de lección de manual Bruño.

Que se hable de posmodernidad y de fusiones genéricas para referirse a un producto televisivo y apresurado como este, grabado a la allá va, resulta entre patético y cómico, y de una complacencia infinita. La gran sangre es un estropicio que se disfuerza en guiños de modernidad digital (moderneces) como transiciones vistosas y el lucimiento de elípticos encadenados formateados en algún programa de edición electrónica.

Con su nulidad a cuestas –y tal vez por eso mismo- La gran sangre es una película sintomática. Es decir, encarna una tendencia del cine peruano que irá creciendo. Es la “película de productor”, que no apela al Estado ni a los fondos internacionales para apostar al supuesto gusto masivo del público y adivinar sus expectativas: “as seen on TV”, como dicen los infomerciales.

Ejercicio de la comercialidad más flagrante, aunque no siempre la más eficaz ni la más certera. Es la película que llega al mercado mimetizada en el blockbuster que nunca podrá ser, por razones genéticas, pero que usa sus afeites y maquillajes. Sólo así encontrará un lugar en las multisalas, siempre que no apueste al estreno en Fiestas Patrias, sino una semana después, y sin descuidar los modos de lanzamiento al uso para una mercancía fungible, lista para su consumo veloz al ritmo de la publicidad lanzada por el canal de televisión que aloja la serie o el programa que le da origen, y dispuesta para ser consumida en dos (a lo más en tres) semanas antes de pasar al olvido eterno.

Con mayor o menor presupuesto, y con mejores o peores ambiciones, este tipo de películas marcará el rumbo del cine producido en el país de mantenerse las condiciones actuales de producción y el mismo sistema de exhibición.

¿Pero cuánta mediatización hay también en las películas peruanas de la otra tendencia: las más ambiciosas, más personales, las que cuentan con algún disminuido premio de Conacine o con el apoyo de Ibermedia? ¿Cuánto “riesgo” o “audacia” cabe esperar de realizadores que levantan una producción de a pocos, que demoran años en culminar sus proyectos, y que tienen la legítima aspiración de ver sus películas proyectadas en salas públicas, evitando el rechazo de las cadenas de multicines que nunca tienen espacio para otra cosa que no sean los estrenos de siempre?

Por eso, decir que Paraguay da la lección de originalidad con una cinta como Hamaca Paraguaya, o que Argentina, con algunos filmes personales y minimalistas, experimenta con posibilidades que nadie por aquí se atreve a afrontar, es errar el blanco y equivocar la discusión.

Sin duda, Hamaca paraguaya y muchas películas argentinas son más logradas que la mayoría de películas peruanas, pero a la hora de evaluar sus “riesgos y audacias” hay que tener en consideración modalidades de producción singulares que les permiten muchas posibilidades de experimentación.

Ellas se benefician del “síndrome de Rótterdam”, o como quiera llamársele a un sistema de producción basado en la obtención de fondos especiales de instituciones europeas que minimizan el riesgo del estreno público de la película.

Es decir, son cintas que se hacen con subsidios y apoyos que amortiguan el posible fracaso en taquilla –o el rechazo de los exhibidores o su retiro prematuro de las salas, para dar paso a cualquier Harry Potter- porque llegan a los cines perfectamente financiadas e incluso dándose el lujo de no estrenar en su país de origen.

O, acaso, como ocurre en Argentina, donde las películas cuentan con modalidades de financiamiento que incluyen subvenciones, préstamos, premios y formas de asociación financiera, además de la ventaja técnica (de oficio, experiencia y preparación de sus miembros) de una industria en actividad permanente que existe, con altibajos, desde los días del cine mudo, y que produce setenta filmes por año.

Para no hablar de la reserva de pantalla, o cuota de exhibición obligatoria, establecida por normas legales de promoción que, mal que bien, con muchas imperfecciones, permite que las películas “difíciles” puedan llegar a las salas públicas.

No estoy diciendo que el resultado expresivo de una película dependa de sus condiciones de producción, pero sí que los riesgos que se toma un cineasta, su capacidad para afrontar territorios desconocidos o experimentales, o de proyectarse hacia campos inexplorados, depende muchas veces del terreno en el que se mueve, de la forma en que hace sus películas y de las posibilidades que tiene de mostrarlas a una audiencia.

¿Hay otros factores?

Por supuesto. Está el talento personal (fresco y considerable en el caso de Paz Encina), sin el cual de nada valen Rótterdam ni las cuotas de pantalla; o mejor dicho, sin el que no se puede aspirar a Rótterdam.

También está el factor tecnológico y su avance, que permitirá, tal vez muy pronto, la exhibición abierta y masiva –o acaso personalizada, a través de un monitor, la pantalla de una computadora o un teléfono celular- de cintas de producción pequeña, quizás mínima, y de gran exigencia expresiva.

Lo cierto es que, como pocas veces antes en la historia del cine latinoamericano, las fisonomías y ambiciones de las películas llevan inscritas las marcas de sus formas de producción. Para entenderlas y situarlas –no para valorarlas a la hora de la opinión crítica sobre los resultados expresivos- hay que tener en cuenta esos datos.
Volveremos sobre este asunto.

Para acabar, un mensaje a Maldonado: aquí están bienvenidos los "contreras" y no nos causan escozor las "guarradas". Sigue nomás, cuando quieras.
Ricardo Bedoya

20 comentarios:

John Campos-Gómez dijo...

Perfectamente de acuerdo con el penúltimo párrafo. Muchos defienden películas indefendibles incluyendo en su valoración crítica-expresiva la dificultad de realización del film. Eso no es crítica sino apapachamiento.

Anónimo dijo...

MIENTRAS Tanto en la revista godard no se andan con excusas ni aguas tibias y comentan las peliculas que vieron en el festival, peruanas o no. ahi estan los comentarios sobre las intragables y soporiferas una sombra al frente y condominio, ademas unas lineas favorables (!!!) para muero por muriel... y ya ven, nadie se murio, nadie se espanto. de seguro aqui, ud señor bedoya, leon y cia, leen esa revista y tambien los blogs, esos de los que tanto reniegan pero siempre visitan, y a los cuales por cierto nunca se refieren con nombre propio... por queee?
your turn!

Anónimo dijo...

Si eso es La Gran Sangre, que se espera de Una Sombra al frente...que es totalmente nula!!!, aunque sea la gran sangre te saca una sonrisa por su cachondeo...

Anónimo dijo...

suck my balls loser!

Anónimo dijo...

Bedoya, no tuviste piedad con "La gran sangre", pero creo que están pensando un una segunda parte de la saga.

Respecto a los documentales peruanos exhibidos en el encuentro de cine, puedes comentar al respecto, puesto que no serán exhibidos comercialemnte, salvo en algún pequeñísimo cineclub de un barrio bohemio (o alcohólico?) venido a menos de Lima, en alguna sala o en alguna sala universitaria??

Anónimo dijo...

Don Ricardo, despues de su comentario sobre la "Gran Sangre" donde la califica de película de productor porque la financia una empresa privada y no Ibermedia o Conacine, ¿que esperamos del cine peruano? NADA
Sobre todo viendo los cortos de sus alumnos de la Universidad de Lima(verdaderos bodrios)que los pasa en su programa. Muchos de ellos verdaderos esperpentos cinematográficos. Una pena.

Anónimo dijo...

sobre el que comenta sobre la revista godard, nadie se murió ni dijo nada sobre los comentarios de las pelas peruanas que hicieron porque simplementen no los leen, ademas sus criterios de crítica son dudosos...

Anónimo dijo...

Don Camilo

Los cortos que paso en mi programa no son de mis alumnos. En proporción, los de la Universidad de Lima son la minoría. Los cortos en el Perú los hacen personas muy diversas, con estudios o no, de aquí y de fuera. Y hay de todo, como en todas partes. Y en un programa como El placer de los ojos se exhiben los más posibles, siempre que tengan un mínimo nivel de coherencia expresiva, con independencia de mi gusto o preferencia. Pero no de mi responsabilidad. Los que pasan allí siempre son los que elegí: es mi responsabilidad.

Si le parecen bodrios los cortos de Yépez, Barthé, Mendoza, Vega, Suarez, Otero, Lama, Del Busto, entre otros, allá usted.

Decir que son "películas de productor" es una forma de definirlas. Me extraña que una persona tan crítica, exigente y atenta como usted tenga tal confusión conceptual. Ni Conacine ni Ibermedia producen nada. No son productores. Conacine entrega premios a proyectos, de acuerdo a la ley (cuando se cumple a medias), mientras que Ibermedia es un fondo de apoyos a diversas actividades vinculadas a la actividad audiovisual iberoamericana.

¿Qué se puede esperar del cine peruano? De todo y nada. Se puede esperar de los cineastas peruanos, como ocurre en todo lugar. No espero nada del cine norteamericano, pero espero de Burton, Jarmusch o Scorsese. No espero nada del cine francés, pero sí de Ferran, Beauvois y Dumont.

En el Perú, espero de Velarde, Méndez, Claudia Llosa, Salvini, Aguilar, Del Busto, Mendoza, Pérez Garland, Cabada, Vélez. Y de muchos cortometrajistas (de esos que hacen bodrios, según usted) que, ojalá, puedan pasar al largo. ¿De qué dependerá el interés de lo que hagan? De sus cualidades personales, claro, pero también de la libertad que tengan para hacer que sus condiciones de producción no jueguen contra ellos.

Anónimo dijo...

no espera nada de Ortega, Calero, los Vegas, Soriano,Quispe, LLadó, Carmona,Ventura, Miyashiro,... ??????????
es malo producir con dinero privado algo que tenga que redituar para seguir haciendo Cine?, es malo el OFICIO? es Mala la Inversion? es malo trabajar?
Los productores son Malos... es raro por que ninguno de los extranjeros es Independiente
o Burton si... tanto como Scorsese?
hay una galleta de mashca dificil de tragar

Anónimo dijo...

Esa costumbre muy peruana de querer descalificar argunmetos atacándolos desde sus faltas ortográficas o errores gramaticales, pues lo que camilo -creo- quiso decir es q no le gustan los cortos que pasan en "el placer de los ojos". Esa es su opinión con la que concuerdan muchos y discrepan muchos seguramente.
Particularmente espero mucho de Salvini o Méndez, pero no espero nada de Pérez Garland o Mendoza, salvo algún film basado en la gente bonita de Lima, y eso!.
Llosa..mmm Madeinusa..paso..Vélez..mmm..La prueba..paso.

Anónimo dijo...

Respuesta a los dos últimos lectores anónimos.

No entiendo lo de los errores ortográficos; no sé a qué se refiere.

Lo que es una costumbre muy peruana -o tal vez universal- es el prejuicio. Eso de las películas sobre la gente bonita de Lima, por ejemplo.Dicho así es un puro prejuicio basado en la creencia de que hay temas o asuntos mejores o peores que otros y que la primera película de un director es la decisiva. Vea usted TQ 1992 y otros cortos de Mendoza para comprobar lo que se puede esperar de él.

Sobre los cortos que pasa el programa. Sí, pues, hay buenos y malos. Eso es indiscutible y es justamente la idea: mostrar el corto en toda su amplitud, sin que medie una opinión crítica exigente. El corto es un campo en el que se suelen ejercitar los más jóvenes. Y no todos tienen la suerte, posibilidad o genio de Orson Welles que a los 25 años hizo Citizen Kane. Allì estàn; esos son los cortos que se hacen en el Perú. Son tan variados y disparejos como los cortos que se hacen en cualquier parte del mundo, incluso en países que tienen industrias sólidas y consolidadas.

Al parecer hay lectores que no entienden lo que leen o que buscan la tergiversación a todo dar. ¿Que estoy contra la inversión, el trabajo y los productores privados? Para nada; al contrario.

Que se multipliquen, siempre que sepan respetar los fueros del cineasta y que no crean que los espectadores son una manga de débiles mentales que sólo pueden reìr con diálogos como los de Miyashiro/ Sibille. Y que sepan que el debut de un cineasta no es justificaciòn para hacerle filmar cualquier guión que vaya detrás de los gustos más primitivos de un público al que desprecian al creerlo complaciente e idiota.

Se puede esperar mucho de muchos directores, y cuando mencioné apellidos lo hice pensando en los realizadores que tienen un largo en su haber y han demostrado seriedad en su acercamiento al cine, a pesar de que sus películas puedan haber sido decepcionantes (es el caso de Eduardo Mendoza, de talento cierto, pero director de la fallida Mañana te cuento). Un opera prima puede decir mucho, o muy poco.

Anónimo dijo...

Cuando hablo de la costumbre de descalificar argumentos desde sus errores ortográficos (muy proponesos de cometerse por la rapidez de este sistema de internet) o errores gramaticales (argumentos no muy bien esgrimidos), hablo genéricamente..si se da cuenta siempre empezamos a contestar alguna crítica tratando de desmerecer lo que se dice de arranque! empezamos maliciosamente a burlarnos, desde esas formalidades (hablo genéricamente nuevamente)!..otro argumento simplista es "no entiendes lo que trato de explicar.." Creo que por más mal escrito que esté algo (casi) siempre se entiende lo que en el fondo se quiere decir, pero la piconería es parte de nuestra cultura pues!
TQ de Mendoza lo han pasado mil veces en el C.C España y sí me parece regular, hasta bueno. Dicho sea de paso, para MALOS los cortos que pasan allí!
"Mañana te cuento" es desastroza, de lo peor del cine nacional..va a la par con "duele amar" y muchas otras que sería ocioso citar..en eso estamos de acuerdo.
Para finalizar..muy bacán es post sobre esa experiencia de estudiar en Argentina..hace poco leí un par de líneas que películas tipo Garage olimpo, Crónica de una fuga, etre otras que hablan sobre la dictadura de Videla están siendo cuestionadas, como que hay toda una corriente de opinión -igual que acá- un poco harta de esos temas..sabe algo de ello? Acá solo hay una película al respecto: La boca del lobo (el resto prefiero hacer cuenta que no existen, por -según mi opinión- malas)

Anónimo dijo...

A ver, o sea si el público se ríe de algo que a usted no le da la risa, entonces es "complaciente e idiota", si los diálogos de Miyashiro - Sibille le causan gracia al público y a usted no, entonces son "una manga de débiles mentales". Ese es el problema, el desprecio que tienen los críticos hacia el público. Acá es una cuestión de gustos. Usted tiene todo el derecho de ver las películas que quiera y no por eso debe creerse superior, insultando al público que sí gustó o simplemente río con La Gran Sangre o cualquier otra película. Si a usted no le agrado no quiere decir que los demás sean débiles mentales. Un poquito de respeto señor Bedoya, que se sienta un erudito y haya pasado parte de su vida estudiando o analizando cine, no le da derecho de insinuar insultos hacia el espectador. Ojalá que hayan más cineastas peruanos, que sigan y hagan películas buenas y si no, pues ojalá que aprendan y que mejoren cada vez más. Y si conectan con el público, pues bienvenidos. Usted lo dice no todos nacen con el genio de Orson Welles. ¿Entonces? ¿En qué quedamos? Y después no comprenden porque hay esa brecha entre público y la crítica.

Anónimo dijo...

Sería muy interesante que el lector que suscribe como "débil mental" nos envíe su exhaustiva encuesta sobre las carcajadas emitidas por el público en cada lìnea proferida por Miyashiro en la pelìcula. Sólo con algún estudio de ese tipo podría demostrar el entusiasmo masivo que parece describir.

Yo no recuerdo haber escuchado ninguna. Además, el éxito clamoroso y la complacencia pública con esa película parece existir sólo en su imaginación. Reviso la cartelera de esta semana y La gran sangre ya no aparece, apenas cuatro semanas después de su estreno y de una campaña de lanzamiento muy amplia. O el goce del público no fue tan amplio como para crear el efecto de recomendación boca a boca o fue desplazada por los distribuidores (aunque no haya blockbusters que hagan pensar eso)

Pero aun si el auditorio hubiese estallado en carcajadas, las réplicas no dejarían de ser lamentables, primarias y penosas. Y cuando me refiero a débiles mentales no aludo al público, esa cifra anónima que todos cortejan pero que nadie sabe como reacciona, sino a los que creen que el auditorio siempre es primario, estúpido y capaz de tragarse semejantes pachotadas sin el menor asomo de crítica. Es decir, a los que creen que todos somos débiles mentales como ellos.

Es muy curiosa la reacción de los que dicen hablar por el público. En primer lugar, se atribuyen un monopolio que nadie les ha dado. Yo también formo parte del público que paga su entrada y el lector "débil mental" no me representa ni recuerdo haberle dado poder para ello.

En segundo lugar demuestran un paternalismo insultante. El lector nunca reconoce que se rió con las réplicas. No. Le atribuye esa reacción al público, porque el público es capaz de reírse de eso, como de mucho más.

En tercer lugar, le atribuyen al público la predilección por lo peor. Cada vez que hay que salvar un estropicio, lo hacen apelando a las razones del público. Es decir, terminan corriendo detrás de los gustos del público y, como decía no sé quién, "de tanto correr por detás, terminan miránndole sólo el culo".

Por último me llama la atención que un lector como usted no termine de comprender la función de un crítico de cine, que es dar su opinión personal y no ser vocero, portaestandarte ni amplificador de los gustos del público ni los de nadie. Si quiere leer sólo lo que él cree que le gusta al público, no tiene que esforzarse mucho: la publicidad pagada (y de la otra también) abunda en los medios. Que no la busque en una opinión crítica: pierde el tiempo.

Anónimo dijo...

Señor Bedoya, dije claramente: "Usted tiene todo el derecho de ver las películas que quiera...". No hay monopolio de gustos. Al contrario, yo abogo por la diversidad. No cambie las cosas. En el cine donde yo vi La Gran Sangre la gente sí se río. A mi hermano le entretuvo la película, mi compañero de trabajo repetía desde hace mucho la broma: "tienes hambre, entonces comete este" y ahora que la vió en pantalla grande, hasta ahora suelta una enorme risotada. A mi tampoco me pareció la gran cosa esta película. En mi opinión tiene muchas deficiencias, pero es mi opinión y eso no me da derecho a decirle idiotas o débiles mentales a quienes sí la disfrutaron. Repito, usted tiene derecho a escoger y a disfrutar del cine, la música, la televisión, los chistes y las bromas que a usted se le antoje. Pero la diversidad es algo maravilloso. No me atribuyo ningún monopolio, al contrario soy consciente de la diversidad de gustos. No todos pensamos igual y no a todos nos gusta el caviar. Mi crítica va hacia el insulto o desprecio frente a quienes ven y hacen cine. La dictadura o monopolio del cine parece estar del otro lado, Sr. Bedoya. Y usted parece no percatarse de ello. Claro, el crítico debe criticar y seguramente decidir que es bueno y que es malo. Por más absurdo que me parezca, eso puede ser aceptable. Eso sí, enmarcado dentro de cierto respeto, que el crítico exige, pero que una persona que no lo es, no. Tampoco es ser paternalista, no desvíe tema. El insulto asolpado en cualquiera de sus formas me parece mal. No se trata de defender al cine peruano por defenderlo. Ni tampoco al espectador, que son lo bastante inteligentes para escoger lo que les provoque. Yo también, como usted, soy parte de ellos y claro que hay películas que me gustan y otras que no. Usted como crítico tiene todo el derecho de criticar. Pero pedirle cierta propiedad no es mucho pedir ¿o sí? Quizás estas líneas no sirvan de nada. Por lo que veo nunca se equivocan y al final voltean la torta a su favor. Su respuesta anterior lo demuestra. Mi punto no es el cine peruano, si no el desprecio y el insulto (sí pues, me molesta) de su artículo. Y eso de hacer una encuesta a ver quien se río. Por favor, bajo ese precepto lo mismo le diría a usted, antes de decir que nadie lo hizo. Si va a poner reglas (que no tiene ninguna autoridad para hacerlo a no ser que se sienta dictador) que sea para los dos lados. Y por último si alguien ríe o no, es algo personal, eso no lo convierte en idiota. Le repito, en la función de La Gran Sangre a la que asistí, sí hubieron muchas risas. Y yo también me reí en muchas ocasiones. ¿Eso me convierte en idiota? Según usted, sí.

Anónimo dijo...

Bueno creo que si bien los "chistes" en La grn Sangre no pueden ser evaluadas como masivo. Tambien es verdad que dan mucha gracia. Yo creo que el problema está en la historia misma porque si hubiera sido una cinta mas completa (un final desastroso), esos "chistes" hubieran sido pasados por alto. Ojo, yo también escuche risas por doquier, pero no por ello me puedo aventurar en decir que el grueso de publico lo festejo..Eso si, el film ha reabierto un genero poco explorado por el cine peruano, mas allá si el producto fue bueno, malo o mediocre. Lei el comentario de Bedoya y concuerdo que parece haber retrocedido a epocas en que se unian a los actores mexicanos y peruanos en films irregulares. Pero, este film de la gran sangre, si bien a mi me parecio regular, no por ello puedo pasar por alto que resulta entretenido más no aburrido para el publico masivo. Toda vez que los films de este tipo siquiera con balas y patadas no hacen pasar un tarde entretenida para el grueso de publico que no comparte la opinion del señor Bedoya.

Yo quisiera saber, y a ver si Bedoya nos ilustra al respecto, cuantos films de este genero se han producido en el Perú y si tuvieron exito o no, pues seria interesante darnos cuenta que los films de acción de este tipo, si es rentable en un mercado donde es imposible que existan una continuidad de peliculas peruanas, por mas que Bedoyya diga que con "la gran sangre el cine peruano ha retrocedido".

Anónimo dijo...

Respuesta al lector anónimo. Dice que usted aboga por la diversidad. Me parece muy bien; yo también. Por la diversidad de películas y de opiniones. Y por la diversidad que supone pensar que esa película en particular es mala y no sólo eso, sino también estúpida, así no se coincida con la mayoría.

Lo siento; es mi opinión. Soy diverso, pues. Así como también soy parte del público. Que su hermano y su compañero de trabajo se rían me parece admirable (iba a decir envidiable, pero no, no los envidio), pero eso no cambia mi opinión un ápice. Así como no cambia mi opinión de una película el que la hayan visto diez millones de espectadores que no coinciden conmigo.

Comprenda usted que la crítica no supone imponer reglas ni establecer preceptivas. El crítico da una opinión personal, libre y subjetiva. Y dice las cosas que le parecen. Si usted no está de acuerdo, bien. Si lo está, también muy bien.

Jamás he pretendido persuadir a nadie con mi opinión. No soy publicista y no me afana coincidir con el público, con el realizador, con los productores ni con nadie. La crítica no sirve para llenar salas pero tampoco para vaciarlas. El discurso crítico es argumentativo y no persuasivo.

Si una réplica como "si tienes hambre cómete esta" le produce gracia a alguien, es su problema y su preferencia personal. A mi me suena a un chiste bobo de colegial, escuchado hace mil años en algún recreo de primaria. Me parece un chiste primario e idiota. Sí, idiota. Y eso no es hablar con falta de propiedad. Es calificar la línea de un diálogo de la forma en que la percibo. Y no es la única línea de diálogo que merece ese calificativo. Hay otras que podrían ser calificadas con términos más altisonantes y diversos. Viva la diversidad.

Anónimo dijo...

Donde se puede ver el ültimo cortometraje de Mendoza?

Anónimo dijo...

"Comprenda usted que la crítica no supone imponer reglas ni establecer preceptivas". Recuerdo que Bedoya entrevistaba hace unos años atrás en su programa a un tal Fortunic (ese que hizo el mamarracho de "un marciano llamado deseo", creo), quien analizaba una serie de films aplicando fórmulas, por cierto que Bedoya parecía muy complacido al respecto (y antes que lo diga señor bedoya, también recuerdo que usted fue muy crítico con la plaícula en cuestión). Estos críticos!! siempre creyendo ser superiores que el resto!! Pero lo más triste es que de verdad lo creen!!

Anónimo dijo...

Interesante asunto el que saca el lector anónimo. El de la relación entre la crítica y la película, y entre ella y el director. Sí, Fortunic hizo un interesante y minucioso análisis de una secuencia de El padrino, y dijo muchas otras cosas de interés. Lo que dijo allí me pareció muy acertado.

Luego hizo una película pésima. ¿Y en qué cambió eso la pertinencia de lo que dijo en el programa? En nada, pues.

¿Una mala película descalifica al realizador como analista, como opinante, como sujeto con criterio? Para nada. Sólo demuestra que es un mal cineasta, o que hizo una película mala, y punto.

Cuando el crítico habla de una película se refiere a sus resultados expresivos, y no a la personalidad, los atributos o las limitaciones personales del director en otros campos.

El problema de muchos lectores es que no aceptan que una opinión discrepe o no coincida con la suya. No entienden que el crítico opina y que esa opinión sólo le concierne a él y no pretende ser pontifical, absoluta y ni siquiera persuasiva. Sienten la opinión del crítico como un díctum inapelable. El crítico no se cree superior (habrá algunos que sí, no lo discuto); el problema es que algunos lectores le atribuyen una superioridad desde la sensación de cargar con el peso insoportable de la opinión del otro, lo que (dicho con todo respeto) es una forma de sentirse inferior.