jueves, 20 de septiembre de 2012

Toda una vida

“Toda una vida”, de Mike Leigh, es un retrato de grupo que mezcla el humor, la melancolía, la observación social, la congoja por el paso del tiempo y el inevitable envejecer, la aflicción por los afectos que no se llegan a consolidar, entre otros sentimientos que se apuntan y se desvanecen en el año cubierto por el arco narrativo del filme.

La puesta en escena de Leigh está al servicio de sus actores. Ellos encarnan las expectativas y las decepciones que movilizan la acción. Aunque decir acción es, tal vez, usar un vocablo equívoco. La fluencia dramática de “Toda una vida” no está determinada por giros ni sucesos extraordinarios. El episodio más “intenso” que ocurre es la muerte de un personaje al que nunca conocimos. Asistimos, más bien, a escenas de la vida familiar de Tom y Gerri, a episodios cotidianos, a retratos de interiores, a una suma de encuentros domésticos, cenas, conversaciones, cuidados del jardín, juegos, que se suceden al ritmo de las estaciones del año. Y con cada estación llegan nuevos personajes. Y con cada personaje, aparecen nuevos talantes y asuntos de conversación.

Y se van trazando curiosas simetrías y oposiciones, todas teniendo como eje a Mary (la formidable Lesley Manville), el personaje omnipresente: ella habla de más, mientras el invernal Ronnie, hermano de Tom, casi no habla; Mary desea a Joe, el hijo de la pareja, mientras que Katie, posee a Joe; Mary siente que ha dilapidado su vida; Ken, el amigo alcohólico de Tom, que desea –sin ser correspondido- a Mary, siente lo mismo de su propia vida.

Otra simetría, la de la desesperanza. La película se abre y se cierra con un gesto de escepticismo frente a la posibilidad de ser felices. El personaje de Imelda Staunton, al que no volvemos a ver, es el equivalente perfecto de la Mary desolada del plano final.

Tal vez “Toda una vida” resulte demasiado “escrita”, casi ejemplar en su perfecta división en “actos” y en su didáctica presentación de la idealizada tolerancia de Tom y Gerri, siempre dispuestos a la comprensión de todos y de todo, pero no cabe duda que Leigh es un maestro creando personajes, momentos, tensiones, atmósferas. En una palabra, situaciones a las que asistimos para escuchar las confidencias de Mary mientras la acompañamos con un vino en la mano.

Ricardo Bedoya

1 comentario:

Gustavo H. dijo...

Lo mejor de Mike Leigh, magnífica puesta en escena y actuaciones de primera clase. Una oda a la narración lineal con diálogos que sustituyen, cuando es necesario, los flash backs del pasado. Si bien es un colectivo actoral el que triunfa, la pareja de Tom y Gerry es portavoz del director y su hijo y su novia, son los suplentes.Leigh los utiliza para transmitir una mirada compasiva hacia los devalidos morales y como tal,Lesley Manville,asume el papel objetivo de la cinta. Habría que decir mucho más de esta película, lástima que solo haya durado una semana en cartelera. Creo que queda solo una función en el Alcázar.