domingo, 16 de mayo de 2010

De vanguardias, industria y audiencias

Las posiciones independientes o marginales suscitan, sin duda, simpatías, más aún cuando se desmarcan de esos conglomerados financieros poderosos o antes de las casas productoras tradicionales.

Las vanguardias o los creadores que han tenido mayor autonomía, o que se han enfrentado a los dueños del negocio, han aportado sin duda a la evolución del lenguaje cinematográfico, a una mayor apertura temática, a la incorporación de nuevas miradas y, por último, al acervo estético del cine. No todo, por supuesto, merece el mismo grado de reconocimiento en términos artísticos. Un film no es necesariamente más artístico por el simple hecho de presentarse como una "película artística". Hay mucho ripio entre las obras de vanguardia o experimentales o en el vasto y heterogéneo campo del llamado (no siempre con la suficiente claridad) cine independiente.

La experiencia histórica ha demostrado que, con muy pocas excepciones, las películas de las vanguardias han tenido espacios de audiencia muy limitados. Claude Autant-Lara y otros cineastas franceses acusaron a Truffaut y a los realizadores de la "nueva ola" de haber destruido la industria francesa. No fue destrucción, pero en efecto a comienzos de los 60 disminuyó notoriamente la asistencia a las películas francesas y fue la conversión de Jean-Paul Belmondo, Alain Delon en grandes estrellas, junto al afianzamiento de géneros populares como la comedia (las de Louis de Funes, en primer lugar) las que levantan la industria. Por cierto, y con el correr de los años las películas de Truffaut y Chabrol pasan a tener un peso significativo al interior de la industria y en la distribución internacional del cine francés.

El caso del cinema novo es similar. Las películas de Glauber Rocha no tuvieron éxito de público en su país, ni tampoco las de sus colegas y alcanzaron una rala distribución extranjera. Sí más tarde Carlos Diegues con algunos títulos, como antes algunas figuras tangenciales del cinema novo. Pero son éxitos aislados que, por sí solos, no hacen crecer una industria. No hay movimiento cinematográfico alternativo que haya sobrevivido, ni fuera del paraguas industrial ni al interior de la industria, y si ha existido a lo largo del tiempo un cine de autor es porque ha encontrado su espacio dentro de las grandes empresas o en la periferia, pero casi siempre dentro de los marcos industriales. Las pequeñas empresas con sus nichos de mercado al estilo de Les film du Losange de Eric Rohmer demuestran las posibilidades y el funcionamiento de un cine de bajo presupuesto, expresión muy personal y audiencias reducidas. Las películas de Woody Allen, de presupuesto ciertamente superior a las de Rohmer, constituyen otro ejemplo de sobrevivencia saludable, sin el sometimiento a los imperativos comerciales de la grandes corporaciones. La experiencia de Miramax es también interesante porque una ofrece una perspectiva de lo que se puede hacer dentro de la industria norteamericana, pero contando con mayores márgenes de autonomía.

En realidad, y contra lo que con frecuencia se cree, diversas alternativas se gestaron al interior de cinematografías constituídas o de un modo u otro se valieron de los insumos y recursos de esas cinematografías. Las tendencias del "nuevo cine alemán" de los años 20 (expresionista, kamerspiele, "nueva objetividad") se desplegaron dentro de la UFA. Parte de la vanguardia francesa de los años 20 lo hizo al interior de las productoras establecidas, como las películas de Jean Epstein, Marcel L'Herbier o Abel Gance. Es cierto que hasta los años 20 las empresas productoras ofrecieron un márgen de "experimentación" en Europa, pero también en Estados Unidos que disminuye notoriamente a partir de la incorporación del sonido.

El neorrealismo no se desgajó de la industria italiana y Cinecittá fue el escenario de varias películas de Vittorio de Sica, entre otros. Los nuevos cines europeos de fines de los 50 e inicios de los 60 tampoco fueron ajenos a las industrias. Ni el free cinema británico ni los nuevos cineastas italianos (Pasolini, Bertolucci, Bellocchio, etc.) Tampoco la nouvelle vague francesa o el cinema novo brasilero. El llamado nuevo cine norteamericano de los 60, tanto en su línea underground (Warhol, Mekas, Shirley Clarke...) como en la del "cine directo" (los Maysles, Drew, Leacock, Pennebaker...) sí marcaron una clara distancia de Hollywood, como otros que tuvieron en New York su espacio central.

Por eso hay que ser muy cauto cuando se habla de un cine independiente o marginal y no usar estos términos como caballitos de batalla, menos aún en un país sin industria como el nuestro donde, en definitiva, todos los que hacen cine lo hacen de manera independiente. No es lo mismo ser un independiente en el Perú que serlo en los Estados Unidos. De lo que se trata entre nosotros es de ampliar la producción y, por lo visto, eso se está logrando (este año el Festival de Lima abriría una sección competitiva sólo para largometrajes peruanos), incorporando lo más posible a los cineastas de todo el país. El video de alta definición emerge como una opción en alza, aún cuando todavía son escasas las salas con proyección digital o en su mayoría están destinadas a las películas en 3D. Pero, sn duda, el horizonte tecnológico se inclina, en principio, a favorecer mayores espacios de pantalla grande para la producción local, siempre con los riesgos de que los grandes oligopolios se ciernan también sobre las salas con la nueva tecnología que, como he dicho, ya están implementando.

Isaac León Frías






2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola. Me gustaría que puntualices ciertas cuestiones que se quedaron en el aire, son las siguientes:
recalcas que en nuestro país todos hacen cine independiente, ya que no contamos con una industria cinematográfica, entonces volvemos a cansina pregunta ¿independiente de qué?

Isaac León Frías dijo...

Sí, la independencia en la creación
cinematográfica se ha definido siempre con relación
a la gran industria (de producción
y distribución) o a alguna
forma de poder central hegemónico.
Pero en el Perú no hay industria ni
hay poder central hegemónico, como lo hubo en la URSS y lo hay en Cuba, y prácticamente todas las películas se hacen con un presupuesto mínimo
conseguido sumando de aquí y de allá. Esas son condiciones de producción propias del cine independiente.Y el lanzamiento y la
distribución, igual. Que exista un organismo como el CONACINE, convertido casi es un monstruo por
algunos despistados cuando en realidad es una entidad casi menesterosa, no lo convierte en
una institución que reste un ápice
de la independencia de los que hacen cine. Ni condiciona los
guiones, ni sostiene el íntegro
de las producciones premiadas ni
interviene en ninguna decisión
propia del director o la empresa productora. A priori ninguna
película peruana está favorecida,
como si lo están en términos de
producción o distribución los
productos realizados al interior
de las industrias constituídas.
Más aún, buena parte del cine latinoamericano de hoy es independiente, pero el IMCINE
mexicano o el INCAA argentino son
enormemente más solventes e influyentes que el débil CONACINE
local. Aún así, tampoco hay que
atribuirle necesariamente a ellos
lo que algunos le atribuyen al
CONACINE en términos de privilegios para unos y cortapisas para otros.Claro, en México y
Argentina hay muchísimo más dinero
del que hay aquí, aunque no dudo
que si los proyectos premiados en
Lima fueran 20 o 30 igual se multiplicarían las quejas.