sábado, 3 de noviembre de 2007

Festival de Cine Europeo: un reporte


Si dejamos fuera La carta y El valle Abraham, obras maestras de Manoel de Oliveira, que juega como nadie con el anacronismo y la modernidad radical o, mejor, que convierte en vanguardistas las convenciones del más rancio “cinéma de papa” a fuerza de desmontarlas y revertirlas, haciéndolas evidentes, lo mejor visto hasta ahora en el Festival es Hasta pronto (A tout de suite), de Benoit Jacquot.

En un blanco y negro que remite a la crónica urgente grabada en digital, Hasta pronto sigue la deriva sentimental y física de Isild Le Besco, formidable como la joven clasemediera fascinada por el peligro y el mal encarnados por su pareja, asaltante de un banco. Del retrato de la “noia” juvenil, amodorrada en la tranquilidad familiar, se pasa a una historia de “amantes malditos” perseguidos y en fuga hacia Grecia. Jacquot narra con sentido de la acción y el suspenso pero sin perder el objetivo: mostrar a su personaje central en un viaje de perdición, aprendizaje, búsqueda, destrucción y redención final.

La vida que sueño, del italiano Giuseppe Piccioni, es un reciclaje de La amante del teniente francés, con la realidad replicando la ficción o la ficción imitando la realidad. Es una película sólida hasta el academicismo, con gran empaque de producción y un guión de hierro que deja oír el paso de sus hojas en cada diálogo y cada giro hacia la “convención” del melodrama de época que es el espejo de la relación amorosa entre los dos actores. Los actores Luigi Lo Cascio y Sandra Ceccarelli son muy buenos y le dan convicción a este llevadero pero algo almidonado filme.

El viento que agita la cebada, de Ken Loach, es mejor en sus partes que en el todo. Las secuencias de enfrentamientos físicos entre los soldados de la corona inglesa y los irlandeses, filmadas con ese acento verista típico de Loach, son notables en su crescendo de tensión y en su capacidad para registrar los desmanes de una parte y la rabia impotente de la otra. La ejecución del traidor es otro momento antológico, casi tan bueno como lo mejor de Raining Stones y Tierra y libertad, las mejores cintas de Loach. Pero hacia el final triunfan el maniqueísmo, la ilustración de la tesis, la formulación del mensaje, la conclusión moral, el discurso sobre el problema; lo que Loach quería demostrar.

Iberia, de Carlos Saura, prueba que el director de La prima Angélica, Elisa, vida mía y Cría cuervos, pasa por una crisis deprimente. Sus películas de canto y danza se imitan a si mismas en su concepción, tratamiento, trabajo sobre el color, detalles de puesta en escena, intentos de construir efectos de “tape à l’oeil”, con paneles, cicloramas, reflejos, sombras y efectos especulares. Esfuerzos por aportar dinamismo y variedad a fragmentos musicales que languidecen en su repetición. No hay duda que en sus cintas aparecen notables artistas, pero su oficio parece sofocado por el cloroformo del museo Saura, paraíso de la taxidermia, donde se exhibe la danza de Iberia en estilos diversos de momificación.

Después de la medianoche, del italiano Davide Ferrario, es un homenaje a Buster Keaton y a Jules et Jim, teniendo como fondo el museo de cine de Turín. El fetichismo erótico del encargado del museo lo lleva a construir su propio filme, que es también su diario personal y cuaderno de apuntes amorosos, hecho en base a la memoria del cine y a la presencia de una muchacha que le fascina tanto como los viejos filmes mudos. Es un película cálida y afectuosa, pero nada más.

Una víbora en el puño, de Philippe de Broca, adapta una novela de Hervé Bazin sobre el amor y el odio a la madre, en un tono de fábula a ratos grotesca, a ratos burlesca, pero siempre amable, vistosa, acicalada, sin la fuerza ni la potencia que sugiere el rechazo a la monstruosidad de Catherine Frot.

Ricardo Bedoya

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Era obvio que el que escribe este blog -asi como sus paladines- iban a menospreciar a Ken Loach, como lo han hecho durante todos estos años - a diferencia del publico europeo. Me pregunto, no es mas - de lejos - maniqueista, moralista y anacronica "The Searchers" o "The Wild Bunch".

Anónimo dijo...

Ya quisieran muchos directores de hoy -y de siempre- diseñar personajes tan ricos, complejos y ambiguos como Ethan Edwards y Pike Bishop, de The Searchers y The Wild Bunch. Lo siento, señor admirador de Ken Loach (director de algunas notables películas como Poor Cow, Raining Stones o Tierra y Libertad), pero su comparación es muy desafortunada. Ni la mejor película del bueno, esforzado y concienzudo Ken Loach le llega a la cintura (iba a decir a los tobillos) a las películas de Ford y Peckinpah que menciona.

La admiración del público europeo ni intimida ni acompleja. Es un argumento de autoridad, y nada más. A The Searchers y The Wild Bunch la admiran en Europa, Asia y el resto del mundo.

Qué gracioso suena eso de los paladines.