En mi texto En defensa del "cine de Festival" me referí básicamente a la argumentación de Michel Ciment que ha dado lugar al debate en curso y que - lo digo después de más de 40 años de amistad y aprecio - reducida a sus líneas básicas (el cuestionamiento de opciones estéticas, la defensa a ultranza de un cine de gran público) podrían hacer pensar en un Carlos Boyero cualquiera que, por cierto, Ciment no es en absoluto.
Oscar Contreras ha recogido a su manera algunas de los argumentos de Ciment, pero creo que no ha calibrado bien el alcance de lo que enuncia porque lo del cine ansiolítico e inductor del sueño se podría aplicar, a partir de la caracterización que establece, mucho más que a ese cine latinoamericano que es materia del debate, a las películas del español Albert Serra, del tailandés Weerasethakul o, en mayor grado, al Abbas Kiarostami de Five o Shirin, más radicales y extremos en su propuesta expresiva. Estamos aún lejos de llegar en América Latina a esos niveles de duración del encuadre o inmovilidad de la acción a los que ha llegado Kiarostami.
Es evidente que el riesgo del desgaste de los procedimientos expresivos siempre está presente, pero no creo que se pueda afirmar que eso esté ocurriendo en América Latina, pese a que hay evidentes desniveles de un año a otro (y eso ocurre también en otras cinematografías) como tampoco creo que los ejemplos que ofrece Oscar para apoyar su argumentación de un cine "formulario" que se nutre de los estilos minimalistas sean correctos, al menos no en el caso de los films que conozco. No se puede decir que El custodio lo sea, ni La león, ni tampoco El otro. Una cosa es que la propuesta por algún motivo no funcione (que no pienso sea el caso de El custodio, una buena película) y otra muy distinta que una película sea "formularia". Más aún, se trata de proyectos tan personales como el de Alonso y con la misma (o muy parecida) cuota de riesgo estético. Puede que los cineastas no se estén jugando la vida en términos económicos, pero sí están internándose en un terreno azaroso, difícil y muy "vigilado" por la crítica y los especialistas.
Porque este cine "de festival", y sobre todo en sus versiones, digamos, más claramente minoritarias, depende del escrutinio de los especialistas y aquí está, y no en la recepción del público, su certificado de validación. Entonces, lo supuestamente "formulario" no garantiza nada en este terreno porque ni abre necesariamente las puertas de un festival ni tiene por qué acogerse a la opinión favorable de los críticos.
Si Oscar relee lo que escribe caerá en la cuenta de que su argumentación descarta prácticamente todo lo que se hace en América Latina a partir de la economía expresiva y la distensión narrativa y rítmica. Los cargos de que se hace un cine para el público europeo y para los festivales a partir de apoyos y subsidios se podría aplicar por igual a Lisandro Alonso que a Santiago Othegui, a Amat Escalante que a Sergio Maza, a Paz Encina que a Francis Estrada, a Lucrecia Martel que a Santiago Herrera. Las propuestas son más o menos similares y apuntan al mismo segmento de público. La caracterización que establece Oscar invalida, en realidad, toda esa franja de cine hecha sobre las mismas bases (o muy parecidas) porque la distancia entre lo "hipnótico" y lo "ansiolítico", que definiría la diferencia entre un film valioso y otro que no lo es, es de tal grado de subjetividad que no se sostiene. ¿Cómo determinar que La león es ansiolítica y Hamaca paraguaya, hipnótica? Y de hacerse esa separación, cambia en algo al destinatario de esas cintas ciertamente herméticas y marginales? ¿Hace eso más accesible a una cinta como Hamaca Paraguaya?
Me gustaría que Oscar explicara mejor cuándo y por qué una película de tomas de 25 minutos es ansiolítica y cuándo no lo es. La "excesiva" duración de los encuadres, el "estancamiento" de la historia, la "lentitud" del ritmo son más bien reproches que respaldan una visión excluyente del cine, para la cual el factor del "interés" del relato se consagra casi como un requisito sine qua non, lo que entre otras cosas nos retratrae 50 años en el tiempo, cuando similares cuestionamientos se hacían a las películas de Antonioni y Resnais.
Por otra parte, las alusiones a los subsidios y apoyos, como generadores de un cine fácil y sin riesgos, pensado sólo en función de festivales o muestras, no hace sino avalar las posiciones económicas liberales y de defensa de un libre mercado sin restricción alguna. O hay apoyos o no los hay, pues aquí no caben las medias tintas, y sin esos apoyos la producción de películas en América Latina estaría seguramente al borde de la extinción, con lo cual prácticamente podríamos cancelar todo el debate.
Cuando mencioné al "cine de festival" no lo asocié en absoluto al "ansiolítico" que menciona Oscar, calificación que, además, no comparto. Al decir que era en estos tiempos la opción de resistencia en América Latina no me refería solamente al de bases minimalistas. Esa es una de las posibilidades, pero hay otras igualmente válidas que pueden venir incluso de la otra punta, de la estética barroca y recargada. Películas de festival son Amores perros, A la izquierda del padre, Whisky, Días de campo, El aura, Garaje Olimpo, El bonaerense...
Lo que no se vislumbra es una plataforma que haga posible mecanismos de comunicación que alcancen a audiencias más extendidas y me temo que el futuro de las pantallas digitales tampoco apunta en esa dirección. No será el estado de entropía lo que vendrá, pero sí probablemente una potencial mayor variedad en la oferta y una creciente segmentación de la demanda, al menos en la región, lo que claro fortalece a la gran industria hegemónica del cine (no sólo norteamericana) que seguirá cubriendo la cuota mayoritaria de cine para el gusto del gran público.
Isaac León Frías
Oscar Contreras ha recogido a su manera algunas de los argumentos de Ciment, pero creo que no ha calibrado bien el alcance de lo que enuncia porque lo del cine ansiolítico e inductor del sueño se podría aplicar, a partir de la caracterización que establece, mucho más que a ese cine latinoamericano que es materia del debate, a las películas del español Albert Serra, del tailandés Weerasethakul o, en mayor grado, al Abbas Kiarostami de Five o Shirin, más radicales y extremos en su propuesta expresiva. Estamos aún lejos de llegar en América Latina a esos niveles de duración del encuadre o inmovilidad de la acción a los que ha llegado Kiarostami.
Es evidente que el riesgo del desgaste de los procedimientos expresivos siempre está presente, pero no creo que se pueda afirmar que eso esté ocurriendo en América Latina, pese a que hay evidentes desniveles de un año a otro (y eso ocurre también en otras cinematografías) como tampoco creo que los ejemplos que ofrece Oscar para apoyar su argumentación de un cine "formulario" que se nutre de los estilos minimalistas sean correctos, al menos no en el caso de los films que conozco. No se puede decir que El custodio lo sea, ni La león, ni tampoco El otro. Una cosa es que la propuesta por algún motivo no funcione (que no pienso sea el caso de El custodio, una buena película) y otra muy distinta que una película sea "formularia". Más aún, se trata de proyectos tan personales como el de Alonso y con la misma (o muy parecida) cuota de riesgo estético. Puede que los cineastas no se estén jugando la vida en términos económicos, pero sí están internándose en un terreno azaroso, difícil y muy "vigilado" por la crítica y los especialistas.
Porque este cine "de festival", y sobre todo en sus versiones, digamos, más claramente minoritarias, depende del escrutinio de los especialistas y aquí está, y no en la recepción del público, su certificado de validación. Entonces, lo supuestamente "formulario" no garantiza nada en este terreno porque ni abre necesariamente las puertas de un festival ni tiene por qué acogerse a la opinión favorable de los críticos.
Si Oscar relee lo que escribe caerá en la cuenta de que su argumentación descarta prácticamente todo lo que se hace en América Latina a partir de la economía expresiva y la distensión narrativa y rítmica. Los cargos de que se hace un cine para el público europeo y para los festivales a partir de apoyos y subsidios se podría aplicar por igual a Lisandro Alonso que a Santiago Othegui, a Amat Escalante que a Sergio Maza, a Paz Encina que a Francis Estrada, a Lucrecia Martel que a Santiago Herrera. Las propuestas son más o menos similares y apuntan al mismo segmento de público. La caracterización que establece Oscar invalida, en realidad, toda esa franja de cine hecha sobre las mismas bases (o muy parecidas) porque la distancia entre lo "hipnótico" y lo "ansiolítico", que definiría la diferencia entre un film valioso y otro que no lo es, es de tal grado de subjetividad que no se sostiene. ¿Cómo determinar que La león es ansiolítica y Hamaca paraguaya, hipnótica? Y de hacerse esa separación, cambia en algo al destinatario de esas cintas ciertamente herméticas y marginales? ¿Hace eso más accesible a una cinta como Hamaca Paraguaya?
Me gustaría que Oscar explicara mejor cuándo y por qué una película de tomas de 25 minutos es ansiolítica y cuándo no lo es. La "excesiva" duración de los encuadres, el "estancamiento" de la historia, la "lentitud" del ritmo son más bien reproches que respaldan una visión excluyente del cine, para la cual el factor del "interés" del relato se consagra casi como un requisito sine qua non, lo que entre otras cosas nos retratrae 50 años en el tiempo, cuando similares cuestionamientos se hacían a las películas de Antonioni y Resnais.
Por otra parte, las alusiones a los subsidios y apoyos, como generadores de un cine fácil y sin riesgos, pensado sólo en función de festivales o muestras, no hace sino avalar las posiciones económicas liberales y de defensa de un libre mercado sin restricción alguna. O hay apoyos o no los hay, pues aquí no caben las medias tintas, y sin esos apoyos la producción de películas en América Latina estaría seguramente al borde de la extinción, con lo cual prácticamente podríamos cancelar todo el debate.
Cuando mencioné al "cine de festival" no lo asocié en absoluto al "ansiolítico" que menciona Oscar, calificación que, además, no comparto. Al decir que era en estos tiempos la opción de resistencia en América Latina no me refería solamente al de bases minimalistas. Esa es una de las posibilidades, pero hay otras igualmente válidas que pueden venir incluso de la otra punta, de la estética barroca y recargada. Películas de festival son Amores perros, A la izquierda del padre, Whisky, Días de campo, El aura, Garaje Olimpo, El bonaerense...
Lo que no se vislumbra es una plataforma que haga posible mecanismos de comunicación que alcancen a audiencias más extendidas y me temo que el futuro de las pantallas digitales tampoco apunta en esa dirección. No será el estado de entropía lo que vendrá, pero sí probablemente una potencial mayor variedad en la oferta y una creciente segmentación de la demanda, al menos en la región, lo que claro fortalece a la gran industria hegemónica del cine (no sólo norteamericana) que seguirá cubriendo la cuota mayoritaria de cine para el gusto del gran público.
Isaac León Frías
8 comentarios:
Tratando de ser lo más respetuoso posible, qué pajeros son muchachos. Hace 25 años Aki Kariostami realizó, sin hacer ninguna innovación, algunas películas interesantes que correspondían a una naturaleza regional (¿alguien no finlandés ha pasado más de una semana en Finlandia?). Listillos como Alonso o Reygadas han apelado a esa experiencia sin referencia con sus respectivos países (los rubiecitos anfibios fotografiados con regocijo pedófilo o el sur extremo y gélido argentino, ¿son finlandeses?). Sigan, adalides de la crítica autóctona, justificando sus viajes al extranjero y sus cátedras nacionales sobre la base de validar las superficialidades que filman los grandes "genios" latinoamericanos de hoy, sean argentinos, mexicanos o hasta paraguayos y peruanos.
Chacho, una pregunta, no es la película Shirin la que originó el escándalo de Carlos Boyero en el Festival de Venecia, saliéndose en medio de la función. Como definirías ese tipo de cine. Un abrazo.
León dice: "Estamos aún lejos de llegar en América Latina a esos niveles de duración del encuadre o inmovilidad de la acción a los que ha llegado Kiarostami."
Ojalá nunca lleguemos a ese nivel.
El cine es el arte de las imágenes en movimiento, tiene que ser dinámico por naturaleza. Si quisiera ver imágenes estáticas, mejor me voy a un museo.
A ver, listillo primer anónimo, pajerito incorregible: no es Aki Kiarostami, es Aki Kaurismaki (Finlandia) y Abbas Kiarostami (Irán).
Más allá de esto, puedes explicar qué significa "naturaleza regional" o "experiencia sin referencia con sus respectivos países (los rubiecitos anfibios fotografiados con regocijo pedófilo o el sur extremo y gélido argentino, ¿son finlandeses?)", porque, la verdad, estoy seguro que ni tu mano derecha entiende lo que has querido decir...
Respuesta al anónimo del 25 de agosto a las 22:23
- Alonso y Reygadas no hacen nada
parecido al estilo de Aki Kaurismaki y, además, ellos mismos
hacen un cine notoriamente diferenciado uno del otro. En todo caso hay una impronta kaurismakiana observable
en 25 watts y, sobre todo,en Whisky,aunque asumida de forma muy personal. La geografía de Liverpool
puede tener algunas similitudes con
la geografía de Ariel, pero el tratamiento expresivo es muy diferente.
- Yo no justifico ningún viaje o
cátedra sobre la base de validar
nada. Me pago la mayor parte de mis viajes a festivales, a diferencia de lo que ocurre en casi todas partes donde los medios
cubren los gastos de sus corresponsales. Y en mis cátedras
no "valido genialidades", lo que
hago es ofrecer datos, explicaciones, análisis e interpretaciones y más que del cine de ahora, del cine de todos los tiempos.
Respuesta a Matías:
Shirin es una aguda mirada a la
situación de la mujer en la sociedad iraní a través de un procedimiento expresivo muy audaz:
registrar las expresiones de un
grupo de mujeres ante un espectáculo teatral, manteniendo el
contraplano (el escenario) fuera del campo visual. La película va
alternando los rostros y con ellos
vamos escuchando fragmentos de la
representación (voces, música y
ruidos).
Respuesta a Gustavo.
- Sí, el cine es el arte de las
imágenes en movimiento, pero eso significa, en primer lugar, el movimiento de la proyección que hace que las imágenes fijas se
animen. A partir de eso se
abre un campo enorme de posibilidades que no muchos exploran, entre las cuales está el
de las imágenes que dan cuenta de
la duración y no del movimiento. Las exploraron, entre otros, Andy
Warhol y Stan Brakhage, como ahora
lo hacen James Benning o Abbas
Kiarostami. ¿Por qué cerrar posibilidades? El que quiere verlas, que las vea.
He seguido con atención el debate que han entablado en este blog y la verdad es que he encontrado de mucho interés muchas de las ideas expuestas. Sin embargo, debo admitir que hay una interrogante que me ha alcanzado desde el principio: ¿Las declaraciones de Ciment de las que ha brotado este debate, no son acaso nociones personales de lo que debería ser el cine, de como debería ser pensando? Y ante esto ¿No es insuficiente entablar un debate acerca de temas que son que son evidentemente subjetivos? Pero repito aún así el intercambio de ideas me ha parecido especialmente interesante, solo que pienso que lo que manifestó Ciment en nuestro país fueron ideas, que aunke las haya querido transmitir con objetividad, no dejan de ser subjetivas, opiniones pues. Gracias y un abrazo.
¿Que responde Contreras?
Respuesta a Italo Corvetto,
Sí, son opiniones, pero trasmiten una visión del cine que se viene
haciendo en América Latina y
descartan una de sus opciones más
significativas en los últimos
tiempos. Eso es lo que ha dado
lugar al debate. Esa visión es
compartida por otros que piensan
que no se puede(o no se debería)
hacer películas que no piensen en
un público amplio. Lo contradictorio es que Ciment no
aplica esa misma opinión al cine
europeo o asiático.
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