lunes, 24 de agosto de 2009

El cine "ansiolítico": respuesta de Óscar Contreras


Dicen que un hombre es esclavo de lo que dice y dueño de lo que no dice.

Cuando acepté el pedido de Ricardo de postear en PAGINAS DEL DIARIO DE SATAN una reseña del Festival de Lima creí conveniente incluir un párrafo final -a la vista- que parafrasee y resuma algunas de las ideas expresadas por Michel Ciment durante su visita. Que en modo alguno son absolutamente mis ideas. Ni tampoco "mi camino de Damasco", ni las palabras de mi "gurú" ni el espaldarazo del "Padrino".

Son solo eso: ideas. Que reseñé en el post porque me parece de lo más significativo ocurrido durante el Festival. Y que Ricardo argumenta en contra porque además de emplear de vez en cuando su "carcaj lleno de flechas" -a pesar de Ciment- también lo amerita la bajísima producción cinematográfica mundial de este año.

Bedoya señala que él no esperaba "palabras gratificantes, de coincidencia y complacencia sobre el otro cine”. Honestamente, yo tampoco. Pero, pero, pero... Debemos reconocer que muchos cinéfilos presentes en la conferencia de Ciment -y enterada de a oídas con posterioridad- sí ha quedado desarmada y sorprendida, Ricardo. Y no porque lo dijera una persona como Ciment, a quien le atribuyes varias "guerras privadas" y un complejo de Adán" a toda prueba. En realidad no leo Positif desde 1981 como tú, pero si hubiéramos tenido que comenzar por ahí probablemente muchos ni siquiera tendríamos que haber estado presentes en el CCPUC. De cualquier forma Ricardo, debo indicar que sí leo regularmente los escritos de Adrian Martin, Jonathan Rosenbaum y Kent Jones y me parecen notables. Y sin embargo, a veces no concuerdo ni comparto sus gustos.

Como tampoco comparto tus omisiones a mi reseña sobre el Festival de Lima que insisto parafrasea algunas ideas de Michel Ciment con una vocación expositiva a los propósitos del blog, o sea abrir al diálogo sustentado, utilizando coloquialmente el “nos”. Que no me involucra.

Tal parece que mis adjetivos "cine ansiolítico e inductor del sueño" (lo reconozco son de mi cosecha) cumplieron su efecto inflamante. Lo "ansiolítico" (léase, destinado a disminuir o eliminar los síntomas de la ansiedad) y lo inductor del sueño (léase, procedimiento para combatir el insomnio) no tendrían porque alcanzar a Alonso (cuyo cine siempre en formato 35mm me parece de lo más notable urdido en esta parte del mundo) ni tampoco a Hamaca Paraguaya por la que voté en VENTANA INDISCRETA al igual que por Elephant, Lejano, Tres tiempos, Tropical Malady, Honor de caballería, Flandres y, la cumbre máxima, Goodbye Dragon Inn. Elecciones por las que me reafirmó. En realidad lo “ansiolítico” y "lo inductor del sueño" sería ese cine derivado de expresiones formularias, que trajinan y pillan el estilo, los procedimientos y la expresividad del cine de Alonso, Reygadas, Encinas, Hou Hsiao- Hsien, Dumont, Kiarostami, etc. Y que se reproduce geométricamente en el mundo.

Este aspecto -que particularmente debiera motivar la revisión de muchas cintas "que puedan aclarar las ideas, sin apelar necesariamente a la opinión de un crítico"- es lo que tu enjundioso artículo soslaya Ricardo. Y esa debiera ser la verdadera materia de reflexión, proceso o debate cinéfilo o ciudadano. Y no la inducción al sueño que provocan los gustos (inamovibles, dicho sea de paso) de Contreras ni la ansiedad que traslucen tus argumentos.

El juicio de Ciment sobre "la tendencia edípica de miles de directores en el mundo que buscan seguridad, querencias artísticas y económicas; en otras palabras la conformidad y las “fórmulas”... que el sistema de festivales independientes y cierta crítica fomentan..." debe ser de lo más sustantivo dentro de ese amasijo de imprecisiones y luces provocativas, enunciadas por el crítico francés, en donde se advertían por cierto las caracterizaciones a partir del error o el gusto "parisien" -pro barroquismo latinoamericano- que indicó no querer pontificar.

Claro que los tiempos que vivimos no son los mismos que los de Mizoguchi, Ford, Lang, Murnau y Kubrick. El negocio cinematográfico cambió. No existen más los productores arriesgados, con olfato, con gran imaginación y pasión. Abundan más bien los contadores, los abogados y los ejecutivos corporativos. El "otro cine" como quise llamarle -en realidad no interesa el nombre- es fruto de un gran proceso de transformación de las mentalidades, condicionado entre otros factores por el ajuste estructural de las economías nacionales; por el efecto de la mundialización; por la actitud contestataria de los directores de cine, mayoritariamente jóvenes; y, fundamentalmente, por la influencia de la mentalidad neoliberal, mercantilista, sobre quienes gobernaban (y gobiernan) el negocio de las películas.

Emilio Bustamante, en un interesante texto sobre la realidad del cine en los países de la Comunidad Andina, se refiere al cine populista y al efecto perverso de bajar los costos y elaborar filmes con elementos “populares” o genéricos que logren capturar fácilmente a un público masivo, cada vez más educado en fórmulas hollywoodenses. Esto ha supuesto –de acuerdo con Bustamante– en muchos casos bajar la calidad del producto sin que ello garantice la recuperación de la inversión y, contrariamente a lo esperado, trayendo consigo un rechazo de ciertos sectores hacia el cine nacional, y hasta la pérdida del apoyo estatal, que suele justificarse por razones educativas y culturales.

Con lo cual “las películas de auditorios pequeños, que crean sus propios sistemas de producción y consumo, sus microsistemas de existencia”, como indica Bedoya, siempre estarán ahí. Jonathan Rosenbaum señala en su libro LAS GUERRAS DEL CINE un argumento que me parece pertinente citar: “La teoría de los ejecutivos mercantilistas del negocio del cine, presupuso subestimar al público como una multitud superficial, perezosa e inmodificable, condenada para siempre a la frustración y por tanto dependiente del deseo de cumplir ciertas necesidades mínimas (sexo, glamour, aventura, salud, poder y otras). Todo el espectro de sutilezas que constituyen las pautas del comportamiento civilizado no solo fue rechazado por estar más allá del entendimiento del público, también fue descartado por irrelevante con respecto a sus deseos reales”.

A propósito de estas citas (contenidas en mis textos de la revista VENTANA INDISCRETA 1 y 2, dicho sea de paso) me parece justo efectuar algunos descargos contra una imputación injusta de Bedoya. Jamás he aspirado a que el cine se mida con el rasero equívoco, absurdo e inexistente de un “cine popular”. Ricardo no se equivoca al juzgar el carácter demagógico y desinformado o, acaso, populista de tales intereses velados, si existieran. Pero, a contravía, podíamos utilizar el mismo argumento sentencioso para quienes entienden que el “otro cine”, alias “el cine ansiolítico e inductor del sueño”, es el único cine en el mundo, o el cine hegemónico o el de mayor valor.

En un mundo económicamente en crisis. Con una sensible retracción de público y con imposibilidad de retorno de la inversión. Con un cine latinoamericano que no presenta novedades felices en 2009; que no ganó nada relevante después de Berlín; ausente en las premiaciones de Cannes y Locarno; con sus grandes nombres (Alonso, Reygadas, Martel, Trapero, Escalante, Caetano) urdiendo nuevos proyectos y despuntándose cada vez más en su individualidad y en sus riesgos artísticos y económicos, no puede decirse que el “otro cine” experimenta un pico o una progresión, sino más bien una crisis (un tránsito a un mejor estado) acaso una entropía.

No tengo respuestas al por qué viene ocurriendo todo esto; pero los balances del Festival de Lima (léase los de León Frías, Silva, Campos Gómez, Rodrigo Bedoya) son más o menos coincidentes.

Creo que el ideal mercantilista “ser jefe de mí mismo” no tiene demasiado sentido en el cine. Por su misma naturaleza gregaria, el arte y la artesanía de las películas se miden por el valor colectivo de quienes las for­jan. Siempre que el programa gerencial, la política productiva y la fórmula distintiva que organiza el trabajo al interior de la factoría cinematográfica, sean generadas por un artista o un maestro artesano muy influyente. Las respuestas no van por la independencia ni por el corporativismo. Pues todos los sistemas en sí mis­mos son inestables por su propia imperfección, como señalaba Aristóteles. Este es un asunto de sostenibilidad y de procesos.

Creo que en ese tránsito, la presencia del Estado será más importante todavía. La creación de un sistema coherente de apoyos, subsidios, créditos y demás me­didas deberá alternarse con pactos mundiales de comercio cultural más justos, seguros y equitativos. Será preciso, en los años subsiguientes, inocular grandes dosis de cinefilia en los inversionistas, en los directores y en los espectadores del mundo. Divulgando valores empresariales, artísticos, planificadores y de gobernabilidad.

La premisa de un público estable con necesidades razonablemente permanentes y objetivamente fiables (a la luz de los testeos y estrategias de marketing) no se sostiene en el campo cultural. El resultado Ricardo, es el cine que vemos en la cartelera comercial todos los fines de semana. Parafraseando a Rosenbaum, decir que los hombres siempre necesitarían ropa abrigadora en un clima frío es una afirmación verdadera; decir que los espectadores del mundo siempre necesitaríamos de Michael Bay o de Baz Lurhman un insulto. Y decir que el cine Latinoamericano se sustenta únicamente, sin oposición de la crítica, en aquellos directores “formularios” del cine de Lisandro Alonso y otros, eso, verdaderamente, es una invitación para buscar e ingerir un ansiolítico

“Si hay algo que un crítico de cine tiene claro (porque está en la base de su trabajo), es que cada película tiene su público. Que cada película modela a su público. Que cada película forma a su público. Y el crítico de cine se dirige a esos públicos distintos”. Después de leer tu artículo, Ricardo, no me cabe duda que eso es así. Mas aún, considerando tus preferencias dentro del cine latinoamericano, reseñadas en la revista VENTANA INDISCRETA donde también escribo. Tu preferencia –entre otras- va por Y tu mamá también y por Amores Perros, dos películas que le gustan mucho a Michel Ciment -a mi también, si eso importa- y a muchos críticos del mundo. No sé si esto genere incomodidades, desazón y desarme a los cinéfilos que se declaran incondicionales del “otro cine”. Pero la capacidad contradictoria y provocadora nunca debe desaparecer en este oficio.

Saludos cordiales

Oscar Contreras

5 comentarios:

El "Negro" Galván dijo...

"En realidad lo “ansiolítico” y "lo inductor del sueño" sería ese cine derivado de expresiones formularias, que trajinan y pillan el estilo, los procedimientos y la expresividad del cine de Alonso, Reygadas, Encinas, Hou Hsiao- Hsien, Dumont, Kiarostami, etc. Y que se reproduce geométricamente en el mundo."

¿Que pelíulas son esas? ¿Cuales son los directores que copian a Reygadas, Alonso y Hou Hsiao Hsien?

ricardo bedoya dijo...

Una acaración para Óscar:

No digo que Ciment padezca de complejo de Adán. Al contrario. Digo que él se lo atribuye a Cahiers du cinéma.

Anónimo dijo...

Contreras: Para que hayas considerado a 'Good Bye, Dragon Inn' de Tsai Ming-Liang o 'Tropical Malady' de Apichatpong Weerasethakul, como obra cumbres (obviamente de un cine de minorías acomplejadas por su inexistente sabiduría) debes haberte metido un cóctel de Lexotan con Ribotril. Debes estar plácidamente meciéndote en la hamaca (no paraguaya) sino la del pasaje 18 en polvos. Me haces recordar a los vendedores de aire en botella.

Anónimo dijo...

Quién copia a Alonso, Contreras?

Anónimo dijo...

Pues obviamente el mismo Alonso, para empezar, e intuyo que el 80 por ciento de películas subvencionadas en Argentina y que gracias a quién sabe qué no vemos en Lima. Claro que quizas haya un 20 por ciento que sería bueno ver. Los matices de la vida.