Aunque me arriesgue a recibir tomatazos y huevos podridos, debo decir que “Rabioso sol, rabioso cielo”, del mexicano Julián Hernández, me parece una de las mejores películas de una competencia de ficción más bien pareja en su medianía.
Por momentos es pretenciosa hasta el límite del ridículo y tiene unos 15 minutos iniciales poetizantes y casi insufribles, que mezclan el unanimismo celestial con voces entrecruzadas en off de “Las alas del deseo” con los guiños de escándalo del Carlos Reygadas más “posero” (el del inicio de “Batalla en el cielo” o el de algunos pasajes de “Japón”).
Por momentos es pretenciosa hasta el límite del ridículo y tiene unos 15 minutos iniciales poetizantes y casi insufribles, que mezclan el unanimismo celestial con voces entrecruzadas en off de “Las alas del deseo” con los guiños de escándalo del Carlos Reygadas más “posero” (el del inicio de “Batalla en el cielo” o el de algunos pasajes de “Japón”).
Pero eso no es todo. Este “Rabioso sol…” se presenta como la magna ópera del cine homosexual, con un metraje que aspira al de una superproducción hollywoodense, y la antología suprema de las citas culteranas y devotas a Jean Genet (la maravillosa “Un canto de amor”), Kenneth Anger, Pasolini (el de “Orgía”), Jacques Nolot (“La gata tiene dos cabezas” es una referencia siempre presente) y Fassbinder, todos aliados en una suerte de pastiche kitsch o “pompier” de gran solemnidad.
Dicho esto, es imposible negar la capacidad de Hernández para imaginar las mil coreografías del deseo, de sus miedos y satisfacciones clandestinas, y para filmarlas con una contundencia admirable. Encuadres densos, largos, tortuosos, con movimientos de cámara reptantes que recorren baños públicos y cines de barrio, espacios de encuentros silenciosos. Escenas que rozan la irrealidad pura pero que tienen, al mismo tiempo, la más neta y potente carnalidad.
Espacios tan desolados como los que vemos en las cintas de Tsai Ming-Liang (el cine de “Goodbye Dragon Inn”) se van poblando con personajes que no tienen identidad ni psicología, que no son diseños de un guión, sino presencias plásticas, cuerpos sudorosos, sombras, figuras expresionistas que van trazando ritos fantasmagóricos.
A pesar de su militancia, Julián Hernández no se dedica a idealizar el sexo homosexual ni telegrafía mensajes positivos. Filma la realización tortuosa del deseo y consigue un verdadero filme de horror en sus atmósferas sombrías y su clima húmedo y casi maloliente. Si fuera un filme "fantástico", que no lo es, “Rabioso sol, rabioso cielo” podría tenerse como la mejor película de zombis o, tal vez, de vampiros –esos seres ansiosos de carne, sangre, y acaso sexo- hecha por el cine mexicano en varias décadas.
Ricardo Bedoya
Dicho esto, es imposible negar la capacidad de Hernández para imaginar las mil coreografías del deseo, de sus miedos y satisfacciones clandestinas, y para filmarlas con una contundencia admirable. Encuadres densos, largos, tortuosos, con movimientos de cámara reptantes que recorren baños públicos y cines de barrio, espacios de encuentros silenciosos. Escenas que rozan la irrealidad pura pero que tienen, al mismo tiempo, la más neta y potente carnalidad.
Espacios tan desolados como los que vemos en las cintas de Tsai Ming-Liang (el cine de “Goodbye Dragon Inn”) se van poblando con personajes que no tienen identidad ni psicología, que no son diseños de un guión, sino presencias plásticas, cuerpos sudorosos, sombras, figuras expresionistas que van trazando ritos fantasmagóricos.
A pesar de su militancia, Julián Hernández no se dedica a idealizar el sexo homosexual ni telegrafía mensajes positivos. Filma la realización tortuosa del deseo y consigue un verdadero filme de horror en sus atmósferas sombrías y su clima húmedo y casi maloliente. Si fuera un filme "fantástico", que no lo es, “Rabioso sol, rabioso cielo” podría tenerse como la mejor película de zombis o, tal vez, de vampiros –esos seres ansiosos de carne, sangre, y acaso sexo- hecha por el cine mexicano en varias décadas.
Ricardo Bedoya
2 comentarios:
El amor como una epopeya ancestral, como una lucha mítica en la que la pérdida y la muerte no son sino fases inevitables del dulce dolor que ayuda a tocar la felicidad absoluta, es el motivo principal de RABIOSO SOL, RABIOSO CIELO. En esta historia Kieri y Ryo se aman sin estar ceñidos a ninguna circunstancia espacial o temporal, se aman en el presente continuo de una eternidad dictada por la esencia misma de su razón de ser.
Hola Ricardo:
Ante todo, debo reconocer y admirar tu cinefilia, debo decir también que te han faltado algunos a los que quizá no relaciones por su "no mIlitancia" entre los que yo citaría A Leonardo Favio, a Jean Vigo, a Sergei Paradjanov, a Emilio Fernández, a Leopoldo Torre Nilson y a otros tantos que podrías incluir en la lista. Quizá el que en lo personal no estoy de acuerdo y sólo porque se trata de una referencia que considero está invertida, es el caso de Reygadas. Para constatarlo tendrías que viajar 18 años atrás y constatarlo. En todo caso se trataría de CONTEMPORANEIDAD. En lo demás estoy absolutamente de acuerdo aunque también pienso que has visto solo la mitad de la película y que en esa medida también la evaluación de la misma es "la mitad".
En todo caso felicitaciones por la cinefília que adivino compartimos.
Julián
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