lunes, 24 de agosto de 2009

En defensa del "cine de festival"



Michel Ciment no se refirió a un cine "formulario", dependiente de los estilos minimalistas que han dado buena parte de lo mejor del cine latinoamericano de la última década (y un poco más). Se refirió expresamente a las películas de Lisandro Alonso y a Hamaca paraguaya. Nada indica que su posición apuntara a esas películas supuestamente tributarias del estilo de Alonso (¿cuáles?, ¿dónde están?). No, el cuestionamiento que hace Ciment se dirige a ese cine de pocos personajes, de ritmo dilatado, de suspensión dramática, en nombre de otros modelos, los que hace más de 40 años parecían lo más avanzado del cine de la región (Dios y el diablo en la tierra del sol, Vidas secas, Los fusiles...), como hoy nos parecen las películas de Alonso, de Lucrecia Martel, de Carlos Reygadas.

Por cierto, esas películas del cinema novo tampoco tenían nada que ver con un cine popular en el sentido que se desprende de las opiniones de Ciment. Eran películas para un público restringido y de élite. Afirmar que el cinema novo llegó a los grandes públicos brasileños es un error. Pero que esas propuestas pudieran defenderse como valiosas y alternativas era plenamente legítimo, como lo es ahora defender Los muertos o Hamaca paraguaya.

Entonces, puede ser interesante y provocador lo que dice Ciment, pero no creo que sea avanzado o visionario con relación al cine que se hace en América y que, como señala Ricardo, resulta contradictorio con lo que defiende en el panorama del cine europeo y asiático.

Más aún, y sin necesidad de consagrar la estética "minimalista" como la única opción creativa, que no lo es, me parece claro que en estos tiempos no hay condiciones ni en México, ni en Brasil ni en Argentina ni en los demás países de la región para la creación y menos el reflotamiento, si pensamos en lo que se hizo en la llamada "época de oro", de un cine masivo de arraigo popular. Puede haber en el mejor de los casos éxitos aislados, pero ni las estructuras industriales, donde las hay, ni un mercado hegemonizado por la distribución norteamericana, dejan entrever la menor posibilidad de que se pueda volver o replantear de otro modo ese cine de géneros en el que estuvo la base económica y comunicativa del cine en México y Argentina desde la década del 30 a la del 50.

Con la llegada y el encumbramiento de la televisión las cosas son distintas, y sin negar ni mucho menos, la validez de los intentos de hacer un cine más comunicativo (lo intentó, y bien, Fabián Bielinski en Nueve reinas, pero no lo siguió intentando de la misma manera en El aura), no se ve razonablemente sino a ese cine, digamos, alternativo e incluso de Festival, como la mejor posibilidad para que los creadores del continente arriben a resultados sugerentes o estimables, sino sorprendentes, como en el caso de Luz silenciosa y otros. Porque si el cine de México y de Argentina fue en el pasado un cine de gran (en mayor o medida) consumo, el de ahora no lo es y, por lo que se vislumbra, no lo será en un plazo cercano.

En cambio, ese cine de Festival (Días de Santiago, Madeinusa, Dioses, La teta asustada, lo son) emerge como un cine de resistencia, en el sentido menos demagógico de la palabra. Bueno, malo o regular es el único que, hoy por hoy, puede dar que hablar, aunque el gran público le sea esquivo. El único que es expresión de una necesidad creativa, ya que no hay canales que permitan otras vías.

Es tarea de la crítica, claro, señalar por qué ciertas películas no funcionan, por más que puedan estar investidas de supuestos "valores festivaleros". No se trata de levantar los méritos de todas las películas festivaleras (hay de todo ahí), pero sí de discriminar y eso es lo que han venido haciendo los críticos más lúcidos, y no sólo los de América Latina, también Jonathan Rosenbaum, Adrian Martin, Kent Jones y varios otros de los países "centrales". Eso es lo que parece no entender y apreciar Michel Ciment y es lamentable porque en otras aproximaciones, por más que no se esté de acuerdo con él, sus juicios son atendibles. No lo son en el caso del mejor cine que se está haciendo en América Latina.

Isaac León Frías

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Felízmente vivo en Lima, Perú. Si voy al cine a pagar mínimo 10 lucas, escojo algo de lo cual al menos piense no voy a arrepentirme (veo actores, directores, calatas, culos etc..) Si quiero morirme de sueño, me voy a Polvoz, 4 x 10 lucas (incluso las pleis de "autor" las consigues a hora a ese precio, al por mayor) y ya veré si pongo pausa para mear o nó, o ambio para ver ver al imbécil de ortiz y ala aburrida de rosa María o ver al chato H. Estoy en mi casa pues.

Anónimo dijo...

Una vez más Contreras queda muy mal.