Empezamos a dar cuenta del Festival de Cine de Lima que comienza este viernes con una nota sobre la película uruguaya "La vida útil" que será, sin duda, uno de los puntos fuertes de la sección competitiva de ficción.
“La vida útil”, de Federico Veiroj, comienza como una película de fantasmas y acaba como un musical. En el trayecto vemos como un personaje espectral contempla el derrumbe de su mundo y, a raíz de ello, decide intentar ser Gene Kelly y convertir la “vida útil”, o tal vez inútil, de la cinefilia en la vida real que existe después del cine.
Jorge (el crítico de cine uruguayo Jorge Jellinek) es un empleado de la Cinemateca Uruguaya, ese lugar sacrosanto y envidiado por los cinéfilos de toda América Latina, conducido con mano férrea por Manuel Martínez Carril, que hace aquí el papel de Martínez. Ambos enfrentan la administración cotidiana del lugar, sus problemas de mantenimiento, la crisis de la asistencia, la fuga de sus soportes financieros, el envejecimiento de esas instalaciones cuyos objetos más modernos son colecciones de VHS. La Cinemateca debe cerrar. Y eso significa el fin de la vida útil y de la inútil vida de Jorge.
Significa también otras cosas: el fin de la presencia del “cine de calidad y de autor” en Montevideo; la despedida de las proyecciones en soporte fílmico; las cintas con rayaduras en la imagen y exhibidas en copias usadas; el correrse las cortinas del ecrán mientras se apagan las luces de la sala; el respeto absoluto a los formatos de proyección, como el de la anacrónica ratio de proyección con la pantalla tradicional y cuadrada que muestra la película de Veiroj. Asistimos a la despedida de todos los rituales que hacen (o que hicieron) del cine lo que es (o fue)
“La vida útil” es una ceremonia del adiós a un cierto tipo de exhibición fílmica y a la cinefilia consiguiente, pero no de una manera fúnebre, terminal, desencantada, masoquista, tristísima. “La vida útil” no sigue las pautas de “Goodbye, Dragon Inn”, de Tsai Ming-Liang, ni de “El padre de mis hijos”, de Mia Hansen-Love, responsos por un cine que no será igual. El personaje de Jorge condensa una moral: no se resigna a ser “El último de los hombres”, de Murnau, y se recicla (rebobina, sería mejor decir) en algún musical de Minnelli o de Donen, sin euforia, pero con confianza, como releído desde la modernidad, en un efecto de encantamiento de lo ordinario.
Luego de servir a los otros (a la cinemateca, al público, a los cineastas jóvenes uruguayos) en su vida útil, Jorge decide “performar” aquello que ha incubado en el imaginario de su vida inútil como cinéfilo: hace un formidable elogio de la mentira, en homenaje a Mark Twain y a todo el cine del mundo -que es pura ilusión- y le da el toque mágico de la coreografía a los adustos escenarios de la arquitectura montevideana –esa ciudad en blanco y negro-, esbozando unos torpes y desaliñados pasos de baile que lucen gloriosos en ese contexto. Jorge, en ese momento, podría ser el cuarto miembro de la mítica y desmañada “banda aparte” de baile, junto con Karina, Brasseur y Frey. Y luego invita al cine a la mujer que le gusta en una escena filmada en planos-contraplanos tan clásicos que evocan el final de “Luces de la ciudad”. Nunca antes el “conocimiento inútil” de la cinefilia acumulada fue tan útil para cimentar una segunda oportunidad en la vida.
Fragmentos musicales tomados de viejas películas de Hollywood aparecen por aquí y por allá en el curso de la acción, aportando una textura sonora extraña, que evoca el melodrama, el western, el suspense, el propio musical (OJO: ver comentarios al respecto. Salvo la música de "La diligencia", los otros pasajes son de un compositor uruguayo de los años 20) Es la tradición del cine de emociones y espectáculo sobreimpresa a las austeras y monocromáticas imágenes de la película. Presencia fantasmal del pasado en una película de modernidad radical que rinde homenaje a Manoel de Oliveira, un director que combina también la “infancia del cine” con su era “post”, jugando –como Veiroj- al anacronismo y a la diferencia.
Ricardo Bedoya
5 comentarios:
La película es muy buena y el comentario también. Te saludo desde Montevideo.
Muy bueno el comentario, Bedoya.
Un saludo desde Buenos Aires.
Hola, vi la película en Argentina durante el Bafici y hace una semana otra vez en la Sala Lugones. La música fue compuesta en los 20's por el uruguayo Eduardo Fabini. O sea que no está tomada de viejas películas de Hollywood por más que así parezca.
Vayan a verla!
Asi es, esto fue lo que me contó el director, durante el Bafici:
http://www.cinencuentro.com/2011/05/24/entrevista-federico-veiroj-director-la-vida-util/
-Sobre el resto de la música de la película, entiendo que es obra de un compositor de música clásica uruguaya.
-Salvo unos sonidos de trompetas, que son de “La diligencia” de John Ford, todo el resto de música es del compositor uruguayo Eduardo Fabini. Las composiciones son de los años 20, pero las grabaciones que usamos son de los años 50, ejecutada por la Orquesta del Sodre. Yo llegué a Fabini por un disco que salió en los 90, “Las 5 grandes obras sinfónicas”, que me había maravillado en su momento, y lo tenía ahí. En el montaje de la película, sabía que iba a necesitar música incidental, entonces me puse a probar con Fabini y fui descubriendo que funcionaban muy bien con las imágenes. Todo esto lo trabajé junto con Daniel Yafalián, un sonidista fantástico, que había trabajado en la edición de aquel disco.
Lo que me inspiró para utilizar esas composiciones fue la sensación de escuchar esa música, que me llevaba a un mundo que podía tener relación con la película, música que parece provenir de películas mudas, de Murnau, o de westerns, pero que en realidad fueron creadas incluso antes del cine sonoro.
Esto establece un diálogo con el espectador que me parece interesante, no se trata solo de querer identificar qué película o qué música es, no se trata de hacer un “homenaje”, sino de presentar una idea más general del cine, utilizando todas las herramientas que se usan desde siempre, quizá usándolas algo más exageradas para hacer más creíble la historia de este personaje.
A Laslo Rojas y al anónimo del 4 de agosto: muchas gracias por las precisiones.
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