Las mejores y más intensas películas, en ficción y documental, llegaron al final del Festival y fuera de las competencias: “La guerra está declarada”, de Valérie Donzelli, y “La historia en la mirada”, de José Ramón Mikelajáuregui.
“La guerra está declarada” cuenta la intensa historia de una joven pareja que enfrenta la enfermedad y el delicado tratamiento médico de su hijo. El asunto es tópico pero Donzelli inventa, durante más de hora y media, los microsistemas narrativos que le permiten pasar de la comedia romántica al diario íntimo; del melodrama familiar al testimonio; del esbozo cómico –siempre en medio de lo más grave y hasta patético- a la estilización de un musical de acentos melancólicos; del drama de observación y descripción de costumbres –la presentación de las familias y sus contradicciones es notable- al retrato clínico del desarrollo de un mal, de su diagnóstico y de las condiciones de la salud pública en Francia.
Cada uno de esos pasajes corresponde al tránsito de los sentimientos que recorren la película, que van de la euforia a la desesperanza más profunda para luego tentar alguna forma de equilibrio emocional. Por momentos, diversos narradores impulsan la acción y recapitulan los hechos; en otros momentos, la acción parece desembarazarse de cualquier pauta narrativa y alzar vuelo trascendiendo el realismo de las situaciones. Entonces, los personajes pueden dialogar cantando o expresar su dolor mediante coreografías histerizantes, como la de la madre corriendo por los pasillos del hospital o la del padre subiendo y bajando las escaleras de la ciudad o descargando su furia y su impotencia en la calle y a gritos.
Esta película que empieza con la gentileza de un Truffaut (evocado en el estilo de los comentarios del narrador y en el ritmo y pertinencia de cada una de las entradas de la voz incorpórea) y prosigue con la acezante intensidad, lirismo y capacidad introspectiva del Cyril Collard de “Las noches salvajes”, descubre a una directora y ha sido, de lejos, la mejor cinta de la muestra traída desde “La semana de la crítica” del Festival de Cannes.
“La historia en la mirada”, una producción de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) presentada en el Festival por la Filmoteca de la PUCP, recopila imágenes restauradas por la Filmoteca de la UNAM de vistas de actualidades filmadas por los hermanos Alva, camarógrafos en los tiempos de la Revolución Mexicana.
Pero lo interesante de esta película no está en la ilustración visual de episodios centrales de la vida mexicana entre 1910 y 1917, sino en la decisión del realizador José Ramón Mikelajáuregui de “intervenir” en las imágenes restauradas, aplicando de modo temperado, sin alejarse jamás de la propuesta informativa del proyecto, los usos del “found footage”. Los hermanos Alva eran cronistas fílmicos, periodistas cinematográficos, y las imágenes que legaron conforman un riquísimo patrimonio documental. Mikelajáuregui halla ese metraje, los restaura de modo impecable, se apodera de él, decide mostrarlo con indicación de su sentido y marcando la cronología histórica, pero a la vez posa sobre él una “segunda” mirada. La mirada que marca “ese” gesto, “ese” detalle, “ese personaje”, “esa” acción marginal y secundaria pero contenida al interior del encuadre original de cada una de las “vistas del natural” registradas por los Alva.
La intervención en las viejas imágenes supone reencuadrar una porción del espacio visual, cambiar su formato original, añadir un paneo inexistente en el origen, descomponer el movimiento o la cadencia de la proyección, hacer patente la textura áspera de la emulsión fílmica, enfrentarnos a la materialidad del soporte fotoquímico. ¡Qué interesante e ilustrativo resulta ver este testimonio de la “imperfección” y el carácter perecedero de la imagen fílmica al día siguiente de asistir a la proyección digital (DCP) de “La guerra está declarada”, luminosa y sin una rayadura ni marca de cambio de rollo!
¿Pero qué justifica esa intervención en las imágenes que a algunos les podría resultar un sacrilegio?
El marcar un punto de vista. Esa mirada sobre las vistas de los hermanos Alva es una de las tantas que pueden formularse a partir de hoy, con las películas ya restauradas. Después de todo, la historia es una construcción sustentada en muchas miradas y ella se va redefiniendo con el paso del tiempo y de los puntos de vista.
El punto de vista intervencionista de Mikelajáuregui descubre el “backstage”, el fondo del escenario oficial. Reencuadra y amplia una parcela de la imagen para mostrar al vendedor de periódicos que escucha, desde los márgenes, el discurso político sin darse cuenta tal vez que él es el protagonista de la historia; o para sorprender a una mujer que mira, curiosa o interesada, a Emiliano Zapata; o a los líderes revolucionarios que hacen a un lado a sus seguidores para posar ante la cámara intuyendo el poder y las delicias de lo mediático. El trasfondo cotidiano de la historia es descubierta por las dos miradas fílmicas, la de los hermanos Alva y la de Mikelajaúregui.
Ricardo Bedoya
2 comentarios:
Hola, Ricardo
La película se llama "La historia en la mirada"; no "La mirada en la historia" como se equivocaron en el Festival. Creo que el nombre original refuerza lo que has planteado en tu texto. Gracias.
Víctor
Gracias, Víctor. Está corregido.
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