Tal vez el arco narrativo sea un tanto previsible y hasta mecánico en la descripción de los sentimientos que se anudan entre los personajes del camionero y sus dos pasajeras, una mujer y su niña pequeña, pero lo que importa en verdad en “Las acacias”, primera película del argentino Pablo Giorgelli, son momentos sueltos, pasajes indicados, fragmentos, hechos mínimos. Todos ellos modulados a partir de gestos, miradas, matices de la luz –como ese atardecer de un pesado día de viaje- y de los acentos del tiempo que fluye pero que, a la vez, parece estancado en el interior de la cabina del camión, espacio principal de la acción.
Como buena parte del mejor cine argentino de los últimos años, “Las acacias” es una película minimalista, pero nunca seca ni distante. El minimalismo de “Las acacias” está sustentado en afectos expresados con contención pero con toda nitidez. Giorgelli no llega a la austeridad formal por las vías de la modernidad o por la autopista Antonioni. Lo hace desde una tradición distinta, la del despojamiento del gesto clásico.
El mejor pasaje se halla hacia la mitad de la película cuando el tema de la paternidad se esboza y los roles familiares encuentran una expresión simbólica, callada pero neta, en la secuencia con el perro. El espíritu de “Paris Texas” se asoma por ahí.
Ricardo Bedoya
1 comentario:
Efectivamente, no es seca ni distante, por el contrario, es cariñosa con sus personajes.
Notable.
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