jueves, 18 de agosto de 2011

La noche del demonio




Las referencias a “Actividad paranormal” y “Poltergeist” se hallan en el centro de “La noche del demonio” ("Insidious"), de James Wan. El hogar asediado por presencias inquietantes es el meollo de la acción. La espera tensa de las ocurrencias articula el relato. Pero la diferencia es que aquí la estética del gran guiñol se impone y domina. Wan no siente pudor, moderación ni deseo de templanza ante las posibilidades de mostrar el mal en flashes sorpresivos. Para él, el terror es un asunto de atmósferas construidas de a pocos, pero también de impresiones súbitas, de luces fosforescentes, de estallidos y de fuegos fatuos.

Como en tantas notables películas de terror, en “La noche del demonio” el origen del miedo se halla en una disfunción familiar. En una herencia insidiosa que se debe reparar. La transmisión de un poder paranormal crea responsabilidad y culpa paternal que se purga con el descenso al averno. Por eso, los espacios del hogar, fuente de toda normalidad y protección, son los que se trastornan aquí. En una perturbadora secuencia, entre la pesadilla y el viaje sicodélico, el protagonista hace un viaje dantesco por su propia casa transformada en infierno. Es un momento de expresión de lo puramente siniestro: lo ordinario, cotidiano, reconocible, doméstico y familiar adquiere la apariencia de un lugar inhabitable, concentrado de males y lugar de torturas. El “otro” espacio, ahora espectral, que es, sin embargo, el espacio mismo, el de todos los días. Sólo por ese momento “La noche del demonio” es ya uno de los hitos del cine de terror de los últimos años.

Ricardo Bedoya

2 comentarios:

Anónimo dijo...

De acuerdo. La propia casa como centro del mal genera o despierta los miedos meas profundos (si está bien tratado, claro).
Pocas películas logran usar tanta parafernalia sin que desentone y caiga en lo chirriante.
Muy buena.

Pique

Anónimo dijo...

casi me hago del susto