domingo, 4 de marzo de 2012

La dama de hierro


Sin duda, Meryl Streep es una actriz superior. Y no porque tenga la capacidad de transformarse en cada papel que hace porque las propiedades del camaleón no son necesariamente las que identifican a un gran actor. Los mejores papeles de Meryl Streep son los que la muestran frágil, incierta, abrumada por las circunstancias, atribulada, enamorada. Es decir, las que la muestran inerme, y no las que han requerido de agregados, prótesis, maquillaje, narices falsas, dientes postizos. Ahí están sus personajes de "El francotirador", "Silkwood", "La amante del teniente francés", "Kramer versus Kramer", "La decisión de Sophie" o "Los puentes de Madison". En todas esas películas tuvo directores que la exigieron, que la integraron a su propio quehacer.

En "La dama de hierro" ella hace su exhibición de "gran dama de la pantalla" a lo Bette Davis. Se carga de afeites, arrugas, dientes, pelucas y quién sabe qué otras prótesis y con todo esos apoyos se lanza a componer el tipo, a pedir el primer plano, a solicitar la atención, a pasar la factura de su presencia, a imponerse, a instalarse como el agujero negro que absorbe todo lo que encuentra en torno de esta película plana hasta la inanidad, literal como un manual de instrucción, anónima hasta el punto de lo indistinguible, informativa como el resumen de un noticiero de las 10 de la noche.

Entérese usted en poco más de dos horas del destino providencial de Margaret Thatcher, la hija del bodeguero, que sobrevivió a los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, enfrentó el sexismo de la clase política británica, logró  el cargo de Primera Ministra, enfrentó a los sindicatos británicos, liberalizó la economía, se asoció con Ronald Reagan, rechazó la propuesta del presidente Belaunde para evitar la guerra de la Malvinas, entre otras muchas cosas que aprenderemos o iremos a recordar en el cine. Eso sí, Margaret logró todo sin sacarse jamás el collar de perlas, una prótesis  más sobre el pecho de Meryl.


Ricardo Bedoya







3 comentarios:

Carlos dijo...

Concuerdo en su mayoría con el comentario, pero destaco una escena notable: la de la última reunión del gabinete donde la Thatcher se desmorona frente a nuestros ojos. Meryl está inmensa en esa escena. Sobre todo cuando queda sola al final. Su mirada lo dice todo.

Queda pendiente el artículo prometido sobre las razones por las cuales le parece que El artista es inferior a Hugo, Moneyball, El árbol de la vida, y Los descendientes. Espero que se haya dado tiempo para leer y debatir mi opinión sobre el tema de Óscar.

Saludos cordiales.

Anónimo dijo...

Si, yo tambien estoy esperando la critica a El Artista.

Mario dijo...

Buenas tardes señor Bedoya,
en su crítica ha hecho una afirmación muy interesante que me gustaría aprovechar para pedir su opinión sobre el tema del actor de cine.Usted dice: "las propiedades del camaleón no son necesariamente las que identifican a un gran actor". Siempre he escuchado la discusión de que determina a un buen actor, algunos dicen que es mejor el que muda de piel como un camaleón, que cambia por completo, como Javier Bardem o Gary Oldman, otros dicen que no necesariamente, que más difícil que el acto de la transformación es el de mostrar un ser humano frágil, fallido, entero, algo así como Adrien Brody en su actuación de el Pianista o William Hurt, o tal vez James Stewart. Y no hay que dejar de tomar en cuenta a actores que son ambos tipos de actor, camaleones y humanos de carne y hueso, como Philip Seymour Hoffman o Daniel Day-Lewis, o Willem Dafoe. ¿Y que hay de los que parece siempre se interpretan a sí mismos? Me refiero a los actores del tipo de Jack Nicholson, o Gene Hackman o Christopher Walken ¿Que opina usted de ellos?
Me gustaría mucho saber su opinión señor Bedoya y leer sus razones también. Y tal vez decir cuales son sus actores más apreciados, y si usted considera que acá en Perú tenemos buenos actores de cine, y quiénes serían ellos.

Gracias de antemano