viernes, 30 de marzo de 2012

El espía que sabía demasiado

Lo más atractivo de “El espía que sabía demasiado” es su filiación a esa vertiente del thriller influido por el estilo de Antonioni que se puso de moda en los años setenta, en la línea de “Klute”, “The Parallax View” o “La conversación”. Impone una mirada opaca, la de Smiley, y sobre ella funda una sucesión de relaciones flotantes e inestables con los personajes y los objetos filmados. Por más vueltas que dé la historia y se acumulen los flashbacks y la memoria informe que el Circo tuvo alguna vez un pasado familiar y apacible, lo que predomina en el relato es una reptante sensación de encierro. Una ansiosa claustrofobia. La impresión de que la existencia de esos espías se desarrolla en un sofocante, mediocre, sórdido, opaco y, a pesar de eso, riesgoso presente.


El ojo de Smiley, cansado, busca resolver un enigma sin alterar su impasibilidad, su rostro petrificado. Mira de lejos, entrevé a la distancia, reconoce a los personajes por la espalda, los identifica por su asociación con una escenografía, los escucha mientras mira hacia otro lado. Las focales largas aplanan las imágenes y acentúan la impresión de constreñido laberinto en el que transcurren las acciones. Más que por la oscuridad de la trama, los espectadores están atrapados por la impresión de agorafobia causada por los encuadres encajonados, por la paleta de grises y de verdes oscuros que enfrían la textura visual de la película, y por la cerebral puesta en escena de Tomas Alfredson.

Sin duda, la secuencia final es tristísima y formidable, aunque rompa con el punto de vista dominante en la película.

Un devoto de la más desaforada y odiosa sobreactuación como Gary Oldman se pone a las órdenes de un director exigente -lo que no ocurría desde el "Drácula" de Coppola- para convertirse en una disciplinada pieza más de este congelado juego de ajedrez.

Ricardo Bedoya

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Ricardo, sabes si en alguna otra parte se ha promocionado la película con el afiche que se pone en Lima, es decir, con la figura gigantesca y única de Colin Firth? Uno no entiende (más allá del evidente interés comercial) por qué un personaje secundario tiene el protagonismo de la publicidad (en lugar de Oldman) y hasta se podría decir que es un spoiler...

Gustavo dijo...

Esa escena final me hizo acordar primero a la historia de amistad y traición de "Erase una vez en América" de Sergio Leone y luego me hizo comprender que todos los vericuetos recorridos por Oldman/Smiley es una transición que lleva a un perdedor a tomar su revancha.Me gustó mucho la película.

Carlos dijo...

"Un devoto de la más desaforada y odiosa sobreactuación como Gary Oldman se pone a las órdenes de un director exigente -lo que no ocurría desde el "Drácula" de Coppola..."

¿Y Christopher Nolan qué es? Se podrá decir que es un pretencioso de primera; pero que tiene las cosas claras como director y que es MUY exigente con su trabajo nadie lo puede poner en duda. No hay que lanzar afirmaciones tan a la ligera....

Ricardo Bedoya dijo...

Respuesta a Carlos

Escribí teniendo a la vista la filmografía de Oldman y pensando, claro, en Nolan. Pero con Nolan, Oldman hace también la "performance" que todos esperan de él. Repite el número.

Se dirá que en "Drácula de Bram Stoker" también. Sí, claro. Pero ahí la sobreactuación es parte del estilo mismo del filme, de su abundancia y de sus efectos múltiples.

Carlos dijo...

Claro Ricardo, pero entonces lo que escribes no refleja lo que quieres decir pues textualmente señalas: "Un devoto de la más desaforada y odiosa sobreactuación como Gary Oldman se pone a las órdenes de un director exigente -lo que no ocurría desde el "Drácula" de Coppola-..."; con lo que das a entender que Oldman no actuaba para un director realmente retador desde Coppola; aunque no sea el caso por su trabajo con Nolan. Si bien la actuación de Oldman en las películas de la saga de Batman constituye también una pieza más del ajedrez en el enjambre de corrupción y decadencia moral de Ciudad Gótica; condsidero que tú haces hincapié en el hecho de que Oldman ha vuelto a una actuación más concentrada, casi anodina (aunque sea todo lo contrario); pero no debido a que el director sea más exigente que Nolan; sino que el personaje y las claves de la historia le exigen a Alfredson un tono a contracorriente de los personajes en que ya nos hemos acostumbrado a ver al actor.

Saludos cordiales.