martes, 23 de septiembre de 2008

Dueños de la noche


Dueños de la noche es una de las mejores películas norteamericanas de los últimos tiempos. Su director, James Gray (Little Odessa, The Yards), apuesta al género policial y al relato clásico para dar cuenta del enfrentamiento de la policía neoyorquina de los años ochenta con las bandas de traficantes de drogas amparadas por la mafia rusa.

En el centro de la acción está la figura de un viejo policía y padre autoritario encarnado por el gran Robert Duvall, que busca combatir el desorden a toda costa. A su lado vemos al hijo afín y aliado, también policía (Mark Wahlberg). Frente a ellos está Bobby (Joaquin Phoenix), a la vez apegado a la familia y en conflicto con ella, administrador de un club nocturno de propietarios mafiosos. Dos familias coexisten y se oponen: la organizada por la filiación y la herencia, y la policial, que impone vínculos de lealtad que van más allá de las relaciones de sangre.

Las actitudes contrapuestas de los hermanos le dan sentido y resonancia a una trama urdida a partir de elementos tradicionales: conflictos familiares con acentos melodramáticos; infiltración peligrosa en una banda; suspenso armado a partir del riesgo corrido por el “topo”; persecución automovilística; purga de faltas y culpas y hasta redención final. La fórmula del thriller policial está siempre presente, pero Gray se las arregla para darle intensidad y clima.

La película está filmada en un permanente claroscuro, tonos bajos de acentos dorados u ocres que dan un aire de melancólica decadencia. Hasta la secuencia de mayor contundencia dramática, la persecución, está filmada en un escenario sin brillo y en un clima opaco, bajo una lluvia agregada de modo digital.

En este thriller no importa tanto la velocidad de las acciones como la atmósfera del fin de una época: la de un Nueva York asolada por bandas peligrosas; la de un sentido honorable de la función policial; la de los valores conservadores asociados a la familia.

Un aire cercano al western crepuscular recorre el metraje de Dueños de la noche. Después de la desaparición de una época de combate y violencia, los guerreros no miran el pasado con nostalgia, pero lamentan los tiempos de lucha de los clanes míticos, cuando los justos y los villanos usaban las mismas armas.

La visión de Gray tiene un costado conservador y pasatista expresado en ese componente elegíaco que evoca una ética que parece de otros tiempos y una visión del policial que remite a las películas de los años setenta, a esos thrillers realistas de acción incesante y conflictos morales que apasionaban a Lumet, Friedkin, Pakula.

Dos presencias dominan la película: la de Joaquin Phoenix, el crispado hermano malo, Caín o hijo pródigo, y la de Eva Mendes, por su sensualidad.
Ricardo Bedoya

3 comentarios:

Pepe Derteano dijo...

Lo felicito por su impecable crítica. Cordiales saludos.
PEPE DERTEANO

Anónimo dijo...

Discrepo abiertamente con el Señor Derteano. Es una crítica insulsa, poco explicativa y muy enredada. El Sr. Bedoya cree que criticar es un acto de narcisismo individual. Escriba para la gente Bedoya, no para demostrar que cree saber mucho.

Anónimo dijo...

¡A mí también me gustó bastante el filme!

¡Es una película muy linda!