El cine americano de finales de los años sesenta y comienzos del setenta fue el dominio productivo de cineastas jóvenes, influenciados por los “nuevos cines” surgidos en el mundo así como por las vanguardias audiovisuales. En Hollywood los medios de producción recayeron en manos de hombres y mujeres progresistas -de izquierdas mayoritariamente-, universitarios con una vasta cultura cinéfila y cierto gusto por el rock n´roll y las drogas. Por primera vez -desde Citizen Kane- la “gran fábrica de sueños” fue echada a andar por auténticos filmmakers. O sea, por geniecillos de la dirección que gestionaban sus proyectos con absoluta independencia. Hablamos de verdaderos propietarios de películas, que las escribían, las filmaban y las distribuían efectivamente. Hasta que la United Artists sacrificó a Michael Cimino y Heaven´s Gate en 1980, pero esa es otra historia empantanada. Volviendo a la primavera cinéfila del setenta, ocurrió en los Estados Unidos un importante recambio generacional: veteranos artesanos como Sam Peckinpah, Don Siegel y Stanley Kubrick se sintieron atraídos por los nuevos aires creativos que soplaban y terminaron por insertarse funcionalmente a las nuevas líneas de producción –por las que transitaban los Bogdanovich, los Rafelson y los Coppola- logrando excepcionales películas por cierto.
El caso de John Huston es importante. John Huston (1906-1987) fue ante todo un viejo gran narrador. Cineasta indómito y presto para la aventura, al que Andrés Caicedo calificara como interesante pero irregular, pintoresco y habilidoso, es recordado –cien años después de su nacimiento- por sus largos periodos de rodaje en locaciones naturales y por un carácter díscolo que lo enfrentaba al sistema, ya por una elección artística, ya por sus soberanas borracheras o sus caprichos aventureros. En cincuenta años Huston hizo un cinema de calidad –en la acepción menos pretenciosa-. Fue un estupendo adaptador literario, mejor director de actores, con un sentido de la acción como pocos (quizá Brooks o Manckiewickz se aproximen, aunque con particularidades distintas) y siempre renovando la expresividad del lenguaje cinematográfico. Al director de Los Muertos jamás se le extravió el espíritu british ni el sentido colonialista de sus padres –en los términos más amigables, si cabe el sentido- incorporando en cada una de sus películas las tradiciones y las formas; los estados de espíritu más exóticos y contrariados; correspondientes a antihéroes desvalidos e ingeniosos a los que miraba no sin cierta complicidad. Huston podía filmar en México, África, el Lejano Oeste o París y siempre conseguía películas de una insólita unidad estilística. Vistas integralmente, se cae en la cuenta que el director tuvo preocupaciones existenciales y cinematográficas (el maldito fracaso que perseguía a sus personajes, por ejemplo). Obsesiones más que un universo personal, justifican este análisis, centrado en un puñado de cintas excepcionales y poco estudiadas que el cineasta realizara entre 1970 y 1975.
Esta revisión excluye del conjunto una obra maldita y notable, Wise Blood (El Profeta del Diablo, 1979), que por cuestiones de memoria histórica e indisponibilidad de versiones VHS o DVD obligan al falaz y penoso soslayo, que no terminaré de lamentar.
The Kremlin Letter (La carta del Kremlin, 1970) es una película de espionaje internacional de indistinguible costura norteamericana, rescatada del olvido hace unos cuantos años por críticos como Jonathan Rosenbaum o Kent Jones. Una red de experimentados espías de Occidente recluta a un joven oficial de la inteligencia naval americana (Patrick O´Neal) por sus habilidades y por su memoria fotográfica para que haga las veces de bitácora durante una incursión en la Unión Soviética, concretamente durante las operaciones en el Moscú más bizarro jamás imaginado, con el objeto de recuperar una carta redactada por la CIA que ofrecía colaboración a los rusos si China conseguía la fórmula para construir la bomba atómica. La historia está contada a un ritmo trepidante y divertido y propone no la visión desencantada de las relaciones políticas, de espionaje y contraespionaje aplicadas –por ejemplo- en Topaz de Alfred Hitchcock sino que subvierte un subgénero históricamente viril, presentando a los espías como tipos que están de regreso de todo (Richard Boone, Nigel Green, Micheál MacLiammóir, Dean Jagger, George Sanders, Raf Vallone) mostrándolos en sus estados viscosos, sexualmente desatados y bifrontes: John Huston se divirtió muchísimo con la creación –en la Copenhague de entonces- de un universo moscovita lleno de homosexuales, dragqueens, heroinómanos y prostitutas. Los personajes rusos que encarnan Bibi Andersson, Max Von Sydow y Orson Welles son de antología y el reflejo oscuro, clandestino, de un anti “swinging London”, que potencian una trama llena de giros argumentales, a partir de un montaje nervioso y una fotografía azulina. Al final Patrick O´ Neal pierde a sus amigos –y sobre todo a la bella Barbara Parkins- es burlado en su misión por el líder del equipo al que llama Tío (Richard Boone, con el cabello rubio) y tarde o temprano volverá a Moscú porque no quiere seguir fracasando.
Tras una colaboración no acreditada para The last run (Fuga sin fin, 1971) dirigida finalmente por Richard Fleischer, John Huston filma en 1972 dos películas excepcionales y absolutamente distintas: Fat City y The Life and Times of Judge Roy Bean (El juez del patíbulo). Fat City es un cuento sobre la América profunda y sobre sus hombres errantes que se emplean como boxeadores para paliar sus miserias. Fat City es un clásico sobre el mundo del boxeo como lo fueron en su momento Gentleman Jim (1941) y Body and Soul (1947). Pero además propone una visión social muy comprometida con el dolor del pueblo norteamericano post Vietnam, específicamente sobre la clase trabajadora que alivia sus dolores físicos y espirituales en el box, el alcohol y se somete a una rutina laboral asfixiante. Huston captura estupendamente la idiosincrasia del norteamericano medio: un ciudadano sin mayor horizonte que el completar su ciclo laboral –léase boxístico-, relacionarse sexualmente con muchas dificultades para después buscar nuevamente ser aporreado -concretamente en el ring- aguardar una “segunda pelea” que nunca llega o tener una “esquina” competente; negociar un “buen contrato” con el manager y retirarse con dignidad. Deportivismo y justicia nunca estuvieron más disociados y mejor representados por dos actores en la plenitud de sus condiciones; nos referimos a Stacey Keach y a Jeff Bridges. Fat City representó un cambio de registro y la sintonía con cierto timing cinematográfico, expresado en filmes notables como Los nuevos Centuriones, Esta vida es mi vida o Espantapájaros. El juez del patíbulo –de otro lado- es quizá la experiencia más exitosa a partir del realismo mágico urdida en Hollywood. Y solo Huston pudo lograrlo. La película es una gran representación en clave de comedia sobre el mito del lejano oeste, sobre la ley del más fuerte –en este caso del más ingenioso y del más noble- encarnado por el Juez Roy Bean: personaje mitológico que habitó al oeste del río Pecos hacia 1875 y fundó una ciudad (Vinegaroon), una organización social y una justicia rigurosa aplicada a los bandoleros, villanos y leguleyos que pululaban en aquel dominio; malvados a los que el Juez condujo a la horca impiadosa con mucho orgullo. Paul Newman está extraordinario en el papel principal, totalmente anárquico y febril; admirador de la actriz de teatro Lily Langtry (Ava Gardner); pistolero eximio que tiene por concubina a una indígena mexicana y por mascota a un oso. Este western mágico y realista, ideado por el escritor John Millius, está estructurado episódicamente y simboliza la gran aventura colonialista en los Estados Unidos. Que Huston la quiso heroica y salvaje hacia el final, pero no al estilo “Peckinpah”, sino celebratoria y constante como probablemente la visualiza un sector de la sociedad norteamericana. Como se puede colegir, estamos frente a la contracara de Fat City.
Paul Newman volvió a trabajar con John Huston en 1973 en The MacKintosh Man (El emisario de MacKintosh) una película menor, de tránsito hacia lo que vendría después, aunque resuelta con gran oficio. Se trata de una intriga política y policial desarrollada en la Inglaterra de principios de los setenta, con “topos” infiltrados en el Parlamento Inglés (James Mason) que se mueven en las altas esferas políticas traficando secretos de Estado y evadiendo al servicio de inteligencia británico, encarnado por el buen MacKintosh (el actor Harry Andrews), su hija y agente secreto (la bella Dominique Sanda) y el héroe de la historia, Joseph Rearden (Newman) como el audaz espía al servicio de su Majestad, de trajinada y exitosa carrera por el mundo. Al extremo que ha ido perdiendo con los años el cockney, lo que le permite adoptar distintas nacionalidades. Un robo de diamantes, el escape de una cárcel de alta seguridad, la persecución a los corruptos hasta Andorra y un final en donde –nuevamente- todos pierden. O mejor dicho “el ganador se lleva todo” nos presentan a un John Huston artesano.
Finalmente, el director alcanzó una altísima cota narrativa, expresiva y plástica con The Man Who Would Be King (El hombre que sería rey, 1975). Se puede decir que el relato corto de Rudyard Kipling calza perfectamente con el estilo cinematográfico y la personalidad de John Huston. En perspectiva, el poder ilusorio de la historia no ha decaído en lo más mínimo. Por el contrario. La película sigue ganando en emoción y respeto, plano por plano; parlamento por parlamento. El hombre que sería rey junto a Tiburón y Los cazadores del arca perdida reabrirían los caminos hacia el cine de aventuras de reminiscencias clásicas (Howard Hawks y Raoul Walsh, verbigracia). Resulta muy fácil volver a imaginar a Danny Dravot y Peachy Carnahan (los insuperables Sean Connery y Michael Caine) como los soldados ingleses en la India, a los a que el país les va quedando pequeño. Porque la aventura hacia Kafiristán, con la certificación del periodista Kipling (el gran Christopher Plummer) sucedió realmente en los setenta, en Hollywood y con la dirección maestra de John Huston. El último hombre blanco –después de Alejandro Magno- capaz de emprender una cruzada de ese tipo y visualizar su reinado fue Huston.
El resto de su filmografía es más o menos conocida y no pretendo analizarla. Lo que he querido demostrar aquí es el gran poder de adaptación de un realizador norteamericano frente a las circunstancias que rodeaban determinados procesos de producción. Huston no era un arribista pero sí un diletante. Y como tal, con el tiempo de su lado, emprendía aventuras “transgenéricas”, resonantes, mejoradoras. Quizá no fue el paradigma del realizador americano a pesar de su esfuerzo y su obra. Lo importante es que John Huston le habló a distintas generaciones y se hizo entender.
Óscar Contreras
13 comentarios:
¿Sentido de la aventura en Mankiewicz?
"Sentido de la acción", señor anónimo. "Sentido de la acción". No sentido de la aventura. Lea bien. La acción es el efecto de la puesta en escena y de la puesta de cámara: en ambos casos el director tiene la potestad de efectuar un gran despliegue escénico y representativo (muchos actores, decorados recargados -reales o prefabricados-, gran movimiento de cámaras, uso de formatos panorámicos, etc); o bien puede optar por una opción minimalista, con escaso movimiento físico, espacios cerrados, montaje clásico y el uso contínuo de la palabra, que en el caso de las películas de Joseph L. Mankiewickz alcanzaba una expresividad muy aguda. Mankiewickz desarrolló una obra y un sentido de la acción personalísimos. Ocurrían muchas cosas en EL FANTASMA Y LA SEÑORA MUIR, CINCO DEDOS, LA CONDESA DESCALZA, DE REPENTE EN EL VERANO, UN JARRO DE MIEL, SLEUTH, etc..... Y quizá la acción (la diégesis) nada tenía que ver con la espectacularidad (o la aventura, como mal la entiende usted). En sus filmes había acción, pero acción mental, movimiento de ideas, diálogos bien largados y mejores dúplicas.
Espero haber respondido a su pregunta.
Oscar Contreras
Creo que ha querido sacar un conejo de la chistera y le ha salido un topo o algún roedor casero, Sr. Contreras. En el párrafo escribe previamente "presto para la aventura" y "caprichos aventureros", y cuando menciona "con un sentido de la acción como pocos (quizá Brooks y Mankiewicz se aproximen...)" lo hace como una prolongación de lo anterior. Si cometió una pifia, acéptela y sanseacabó, pero no venga con un discuro tan traído de los pelos; sí, claro, puede llamar "acción" a las tensiones internas de la puesta en escena, bla, bla, bla, pero si a eso se refiere, ¿por qué mencionar sólo como pares de Huston a Brooks y Manckiewicz, y no a las decenas de miles de directores que han filmado los millones de largos y cortometrajes existentes? En toda obra impresa en celuloide o video, hasta en la más pueril, hay el "sentido de la acción" que argumenta (y ya con viada, podríamos incluso hablar del intenso "sentido de la acción" de Empire, de Warhol); y también, si no se ha dado cuenta, en todas las peliculitas caseras de video o super 8 en las que cualquier padre amoroso graba o filma los conmovedores primeros pasos de su hijo, al que podemos llamar para la ocasión, digamos, Oscar. Cuánto más "sentido de la acción" entendida como "efecto de la puesta en escena y la puesta de la cámara" (en este caso, luminosamente lumiereana)encontrará en esos rudimentos cinematográficos que, si la cámara empleada contaba con micrófono, además pueden apasionarlo con tantos "diálogos bien largados y mejores dúplicas".
Pero sólo menciona a Huston, Brooks y Mankiewicz como ejemplos de lo que llama "sentido de la acción", que por lo visto es puesta en escena, puesta de la cámara, diégesis y un etc. bastante largo que puede resumirse como "creación cinematográfica". Infiero por tanto que ellos tres son, y por mucho, sus cineastas predilectos, los mejores. No hay otra posibilidad. Ellos deben sintetizar para Ud. lo que es el cine. Pero si no es así, quedará en claro que todo lo que sacó de la chistera es apenas un blablablá bastante fuera de lugar para tapar el sol con un dedo, remendar un pequeño error con una verborrea un tanto chistosa, otro tanto patética, que le quita bastante credibilidad como crítico. Cuánta "acción mental, movimiento de ideas", Sr. Contreras, para nada.
Por lo demás, de acuerdo en lo fundamental con su artículo: Huston durante casi 3 décadas no pasó de ser un director relativamente interesante, bastante sobrevalorado con base en el "sentido de la acción aventurera" (el pleonasmo es necesario con Ud.) no tanto en sus películas, sino sobre todo en su propia vida, y en su relación personal y laboral con Bogart. 28 años que dejaron sólo 2 o 3 obras conseguidas, varios falsos clásicos con Bogart que hoy se caen de viejos (salvo la notable, y atípica en su filmografía hasta Sinful Davey, Beat the Devil, y tal vez The Maltese Falcon) y otras películas a las que les van muy bien los adjetivos ensayados por Andrés Caicedo: irregulares, pintorescas y, al menos por momentos, habilidosas. Pero a partir del 69 (con la citada Sinful Davey y, en especial, A Walk with Love and Death), y a pesar de MacKintosh Man, Phobia, Victory y Annie, qué gran cineasta terminamos "descubriendo", cuántas obras maestras hemos podido disfrutar.
Debo decirle al anónimo que, a pesar de la disposición para el debate que ofrece este blog de cine, no pienso polemizar con él simplemente porque no hay nada que polemizar.
Dice que cometí una pifia, que debo aceptarla y sanseacabó. No pues. Si bien los críticos expresamos de manera constante una opinión subjetiva –que puede orientar o no el gusto del público- y que nos sometemos a los tomatazos, la cosa se complica cuando nos descalifican majaderamente personas que agitan la bandera de la “erudición” y personalizan sus críticas. Desde el anonimato.
El anónimo dice –a propósito de mi artículo- no pero sí. Sacaste un roedor casero de la chistera; hablas solo de Huston, Brooks o Mankiewickz y no de las decenas de miles de directores; que he querido “remendar un pequeño error” con una “verborrea un tanto chistosa, otro tanto patética”. Y que por lo demás, está de acuerdo con lo fundamental de mi artículo.
No te entiendo. No entiendo tu desgaste de tinta (o mejor dicho hemorragia) para llegar al mismo punto. Además no aportas nada al asunto central: las películas en los setenta de John Huston, que insisto me parecen muy estimables. Admitiría un apunte cinéfilo que me enmiende la plana, pero ¿Corresponde mi descalificación personal a partir del parafraseo antojadizo y de mala entraña de un lector que quiere superar al crítico? Además eres un mal lector. Imagínate si tuviera que citar a los grandes nombres de Hollywood solo para complacerte. No me alcanzaría el espacio que Ricardo generosamente pone a disposición de los articulistas. Cité a Mankiewickz y a Brooks sin ninguna preferencia especial. La idea era poner en el texto dos ejemplos paradigmáticos, opuestos y contemporáneos a Huston. Punto. Mi estado de ánimo esa mañana (o noche) influyeron en la elección. Encuentro en tu entrada una erudición y una ironía que quieres proclamar a gritos, y lo peor de todo a costa mía.
Pensar que todo comenzó con tu apostilla tan breve como tu nivel de comprensión de lectura: "¿Sentido de la aventura en Mankiewickz?" que no es tal y que los lectores inteligentes del PAGINAS DEL DIARIO DE SATAN saben. Lee mi artículo y sobre todo vuelve a leerte tu mismo. No por la obligación de comparar mi “blablablá” y tu ampulosidad, sino para cotejar esencias e intenciones. De repente caes en la cuenta de la diferencia entre acción y aventura.
Oscar Contreras
Hola recién leo su comentario Sr. Contreras y debo decirle que me ha gustado mucho.
A Huston le debo muchos gratos recuerdos de memorables películas que espiaba en mis primeros años de adolescente terminando aún mi niñez y mucha de ellas por la TV, opino que probablemente muchos actores mencionados no hubieran llegado a donde estan sin el peldaño que Huston les ofreció.
Creo que la pasión por el cine es buena, los comentarios son siempre enriquecedores en un blog, pero hay que recordar que la discrepancia con altura propicia un debate que enriquece el tema desarrollado ( por más simple que pudiera ser).Entiendo que Ricardo Bedoya propicia una polémica democrática en este espacio a partir de los artículos que él postea o de comentaristas invitados como ud. Sr.Contreras.
Si hay un blogista "anonimo" que discrepa de su punto de vista creo que el tono de su replica es desproporcionado e irrespetuoso. Ahora que lo leo hasta parece que le ha gustado mucho el artículo por el interes y calor que le pone, pero , vamos : ponganos su nombre para conocerlo señor!!
Un dato:he leído que el promedio de palabras usadas por los peruanos en el idioma castellano es el más bajo en la Sudamerica de habla hispana. En ese aspecto creo que debemos reconocer que hay un plus en el artículo señor " anonimo".
Felicitaciones y espero sus proximas colaboraciones con el blog Sr. Contreras
Excelente texto!!
Desde Madrid un abrazo recordado Oscar, estamos esperando volver para seguir con las veladas cinéfilas de Lima.
Ya leí tambien tu disertación en el congreso sobre Derecho Ambiental, bravo ...OREJA Y RABO.
Ladran!!!...sigue avanzando en tu hobbie del cine, total estamos en democracia...eso es no?.
Hola otra vez.
Cuando menciono el tono irrespetuoso y desproporcionado de la replica me refiero al blogista "anónimo" y no al Sr. Contreras autor de la nota.
No es afán de polemizar ni cortarla para el recreo Su artículo sobre el Huston de los 70 cumple su finalidad de información, pero su discurso de que "sentido de la acción" es "el efecto de la puesta en escena y la puesta de la cámara..." francamente es una obra maestra del humor involuntario, un atentado a la semántica y, para emplear sus propias palabras, una verdadera "majadería" que trata de dar gato por liebre a quienes lo leen.
Sublime por otra parte, su tácita confesión de la falta de rigor de sus juicios: cita a Mankiewicz y Brooks porque su "estado de ánimo esa mañana (o noche) influyeron en la elección". Esperemos que en alguna próxima "mañana (o noche)" su "estado de ánimo" lo haga entender que si quería hacer un simil entre miembros de la amplia generación estadounidense surgida entre 1941 (Huston) y el 50 (Brooks) y que llegaron en actividad a los años 70, más que a Mankiewicz (tan distinto en su concepción cinematográfica) o a Brooks (que, creativamente agotado, sólo hizo tres películas de relativo y/o discutible interés en ese período), debió convocar mejor como par de Huston al un poquito menos veterano -y mucho más próximo a aquél en el manejo genérico y el "sentido de la acción", en la acepción RESPONSABLE del concepto-, que empezó la década a tambor batiente, con 10 Rillington Place (prod. británica), The Last Run (que preparó Huston, sí) y The New Centurions, tres grandes películas que no palidecen ante Fat City o The Man Who Would Be King.
Y para terminar esto que no es una polémica, me resulta al menos curioso que cuando Ud. cita en cargamontón seis películas de Mankiewicz para apoyar su insostenible diserto sobre lo que es "el sentido de la acción" no considere que se pavonea dentro de los territorios de la "erudición", y que, por el contrario, cuando se topa con alguien que a la sazón ha tenido la oportunidad de ver todos los largos de Huston, Mankiewicz y Brooks y no tiene empacho en manifestarlo, invoque el término como si de un pecado capital se tratase.
Y gracias, Srta. Hernández, por lo de "irrespetuoso y desproporcionado", aunque considero que esos dos adjetivos le caen mejor a la explicación tan personal y semánticamente pueril del Sr. Contreras a lo que es "el sentido de la acción".
¿Alguien puede hablar de semántica cuando no sabe leer ni siquiera una oración simple y elemental?
El blogista que sigue siendo anonimo y que se recoge el guante de "irrespetuoso" que le pusieron debería ser menos acalorado. Vea señor , si es tan versado en un tema, se le agradecería un aporte, particularmente los que gustamos del cine nos sentimos gustosos de encontrar opiniones, por eso leo este blog del sr. Bedoya y sus invitados. Encuentro imparcialidad y no la mermelada que empalaga los comentarios de otros comentaristas de los "diarios" y revistas cuyos nombres son tomados de grandes del cine con una frescura digna de un plato de ostras.
No se puede ser más papista que el Papa...take it easy , aguita de manzanilla y tranquilo "anonimo".
Te felicito Oscar, me gusta tu redacción. Ojalá pueda seguir leyendote en este blog.
Gracias Ricardo Bedoya.
Hola otra vez.Sigue siendo irrespetuoso y desproporcionado y le explico por que: un blog es un cuaderno de opiniones, quien lo lee decide si desea comentar en la línea o refutando pero nunca he visto tanto desgaste para refregar un punto de vista contrario.
Como dice el sr.García : estamos en Democracia y la discrepancia se recibe pero sin ensañamiento.
No se ve bien doctor "anonimo".
Bye
...conejo,gato,liebre, topo, roedor...que veterinario se ha equivocado de blogg ah??
Sr. Contreras , he podiso ver la pelicula que menciona "El Profeta del diablo" , magnifica. La encontré de modo casual en un puesto de Polvos Azules( no suelo comprar piratería pero si no entran al circuito comercial ese es mi último recurso),lamentablemente ese vendedor ya no esta , tenía copias de filmes poco comerciales.
Felicitaciones a Ricardo y sus amigos.
Buen analisis de la filmografía de John Huston. Reciba mi aprecio. Gracias
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