Como en otros festivales internacionales - es el caso de San Sebastián, Valladolid, el mismo BAFICI- el plato fuerte del FICCO suele estar en el panorama del cine contemporáneo que no entra en la competencia. Es decir, el espacio de las películas de directores reconocidos o de las que han ganado distinciones en festivales de prestigio. Eso ocurrió este año en el FICCO en la sección Galas. Una veintena de películas que incluía a la inflada Quisiera ser millonario y a El luchador (The Wrestler), de Darren Aronofsky, que aún no sabemos si se estrenará en Lima. Si Mickey Rourke hubiera obtenido el Oscar la posibilidad del estreno sería mayor, pero al no haberlo obtenido la situación es más que incierta. Bueno, El luchador, la historia del ocaso de un veterano profesional de la lucha libre, se sostiene en gran parte en la potente interpretación de Rourke y en una solvente puesta en escena de Aronofski.
Maradona por Kusturica es un documental que deja mucho que desear viniendo del realizador bosnio que tiene en su haber logros como Papá salió en viaje de negocios o Tiempo de gitanos. En cambio, Del tiempo y la ciudad, una muy personal incursión lírica en el pasado y el presente de la ciudad de Liverpool a cargo del británico Terence Davis, es un acierto indiscutible. Frente a la imagen mitificada de Maradona que exhibe el film de Kusturica, hay en Del tiempo y la ciudad una sentida mirada entre nostálgica y reflexiva por la ciudad, con uno de los contrapuntos musicales más logrados de los últimos tiempos, tan bueno como el de Voces distantes, aún vivas, el primer largometraje de Davis.
Ciudad 24 se suma a los dos documentales realizados antes por el mejor director chino de la actualidad, Jia Zhang-ke, pero no está entre sus mejores películas. Los profundos cambios que experimenta la China se muestran aquí a través del cierre y la demolición de una enorme fábrica representativa de la era del comunismo de estado. Por su parte, Chelsea en las rocas, del norteamericano Abel Ferrara, es un documental sobre el célebre hotel neoyorquino al que tantos escritores, artistas y músicos dieran fama. Sin embargo, la propuesta evocadora no es aquí del todo satisfactoria y una cierta dispersión afecta el conjunto.
Aquiles y la tortuga levanta la obra de un Takeshi Kitano bastante venido a menos en sus largos anteriores, Takeshi's y A la gloria del cineasta, ejercicios de autoparodia que revelaban una preocupante crisis creativa. Con Aquiles y la tortuga, Kitano se renueva en una muy curiosa historia de itinerario vital en la que se destila un humor negro detrás de la apariencia de una fábula y en la que la presencia de la pintura naif adquiere una importancia central. Caminando aún, del también japonés Hirokazu Kore-eda es un notable retrato de un encuentro familiar hecho a la manera del sensei Yasujiro Ozu. Una cinta de pequeños detalles, de gestos, conductas y diálogos sutilmente reveladores y con un gran sentido de la fluidez del tiempo.
Las playas de Agnes, de la francesa Agnes Varda (en la foto), es tal vez la primera autobiografía fílmica, por lo menos la primera en que un cineasta pasa revista a su vida y obra combinando de la manera en que lo hace Varda registros de imágenes de sus films con reconstrucciones hechas a la manera de instalaciones. La hora del verano, de Olivier Assayas, se sitúa en una residencia en las afueras de Paris y narra la despedida familiar, ante la cercanía de la muerte, de una anciana coleccionista de arte y las desavenencias familiares ante la conservación o no del patrimonio familiar luego de la muerte de la madre. Con una estupenda primera parte en el que el tono elegíaco modera el trasfondo luctuoso, la segunda, narrada con elegancia, no alcanza la fuerza expresiva de la primera.
Entre muros, que obtuvo el año pasado la Palma de Oro del Festival de Cannes, consagra a Laurent Cantet, conocido en Lima por Recursos humanos y El empleo del tiempo, como uno de los creadores más valiosos del cine francés actual. Centrada casi exclusivamente en la relación de un profesor y sus alumnos en el aula de una escuela pública de suburbio parisino y con una cámara en movimiento nunca perturbadora o distractiva, es una de las películas que mejor indaga en los difíciles vínculos generados por la enseñanza y que hubiera entusiasmado a Constantino Carvallo. Otra película francesa, Las fronteras del amanecer, de Philippe Garrel, incorpora un lado "fantasmal" sin afectar el registro implacablemente directo que caracteriza a quien es tal vez el cineasta que mejor sabe utilizar la expresividad del blanco y negro en el cine de hoy.
Noche y día, del coreano Hong Sang soo, filmada casi íntegramente en Paris, es un homenaje al mejor cine post-nueva ola (Garrel, uno de ellos), pero también la crónica de un encuentro amoroso muy medida y sensible de uno de los realizadores más destacados del pujante cine coreano. Genova, del británico Michael Winterbottom, es el relato del viaje a la ciudad italiana del título de un profesor inglés y sus dos hijas tras la muerte de la esposa en un accidente automovilístico. Correcta y con un muy discutible final.
Termino esta breve reseña del FICCO 2009 indicando que el premio del jurado en la competencia de ficción fue ganado conjuntamente por la película argentina Los paranoicos y la norteamericana Ballast.
Isaac León Frías
Maradona por Kusturica es un documental que deja mucho que desear viniendo del realizador bosnio que tiene en su haber logros como Papá salió en viaje de negocios o Tiempo de gitanos. En cambio, Del tiempo y la ciudad, una muy personal incursión lírica en el pasado y el presente de la ciudad de Liverpool a cargo del británico Terence Davis, es un acierto indiscutible. Frente a la imagen mitificada de Maradona que exhibe el film de Kusturica, hay en Del tiempo y la ciudad una sentida mirada entre nostálgica y reflexiva por la ciudad, con uno de los contrapuntos musicales más logrados de los últimos tiempos, tan bueno como el de Voces distantes, aún vivas, el primer largometraje de Davis.
Ciudad 24 se suma a los dos documentales realizados antes por el mejor director chino de la actualidad, Jia Zhang-ke, pero no está entre sus mejores películas. Los profundos cambios que experimenta la China se muestran aquí a través del cierre y la demolición de una enorme fábrica representativa de la era del comunismo de estado. Por su parte, Chelsea en las rocas, del norteamericano Abel Ferrara, es un documental sobre el célebre hotel neoyorquino al que tantos escritores, artistas y músicos dieran fama. Sin embargo, la propuesta evocadora no es aquí del todo satisfactoria y una cierta dispersión afecta el conjunto.
Aquiles y la tortuga levanta la obra de un Takeshi Kitano bastante venido a menos en sus largos anteriores, Takeshi's y A la gloria del cineasta, ejercicios de autoparodia que revelaban una preocupante crisis creativa. Con Aquiles y la tortuga, Kitano se renueva en una muy curiosa historia de itinerario vital en la que se destila un humor negro detrás de la apariencia de una fábula y en la que la presencia de la pintura naif adquiere una importancia central. Caminando aún, del también japonés Hirokazu Kore-eda es un notable retrato de un encuentro familiar hecho a la manera del sensei Yasujiro Ozu. Una cinta de pequeños detalles, de gestos, conductas y diálogos sutilmente reveladores y con un gran sentido de la fluidez del tiempo.
Las playas de Agnes, de la francesa Agnes Varda (en la foto), es tal vez la primera autobiografía fílmica, por lo menos la primera en que un cineasta pasa revista a su vida y obra combinando de la manera en que lo hace Varda registros de imágenes de sus films con reconstrucciones hechas a la manera de instalaciones. La hora del verano, de Olivier Assayas, se sitúa en una residencia en las afueras de Paris y narra la despedida familiar, ante la cercanía de la muerte, de una anciana coleccionista de arte y las desavenencias familiares ante la conservación o no del patrimonio familiar luego de la muerte de la madre. Con una estupenda primera parte en el que el tono elegíaco modera el trasfondo luctuoso, la segunda, narrada con elegancia, no alcanza la fuerza expresiva de la primera.
Entre muros, que obtuvo el año pasado la Palma de Oro del Festival de Cannes, consagra a Laurent Cantet, conocido en Lima por Recursos humanos y El empleo del tiempo, como uno de los creadores más valiosos del cine francés actual. Centrada casi exclusivamente en la relación de un profesor y sus alumnos en el aula de una escuela pública de suburbio parisino y con una cámara en movimiento nunca perturbadora o distractiva, es una de las películas que mejor indaga en los difíciles vínculos generados por la enseñanza y que hubiera entusiasmado a Constantino Carvallo. Otra película francesa, Las fronteras del amanecer, de Philippe Garrel, incorpora un lado "fantasmal" sin afectar el registro implacablemente directo que caracteriza a quien es tal vez el cineasta que mejor sabe utilizar la expresividad del blanco y negro en el cine de hoy.
Noche y día, del coreano Hong Sang soo, filmada casi íntegramente en Paris, es un homenaje al mejor cine post-nueva ola (Garrel, uno de ellos), pero también la crónica de un encuentro amoroso muy medida y sensible de uno de los realizadores más destacados del pujante cine coreano. Genova, del británico Michael Winterbottom, es el relato del viaje a la ciudad italiana del título de un profesor inglés y sus dos hijas tras la muerte de la esposa en un accidente automovilístico. Correcta y con un muy discutible final.
Termino esta breve reseña del FICCO 2009 indicando que el premio del jurado en la competencia de ficción fue ganado conjuntamente por la película argentina Los paranoicos y la norteamericana Ballast.
Isaac León Frías
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