sábado, 5 de abril de 2008

El orfanato


La ópera prima de Juan Antonio Bayona es el reverso de los filmes de terror a los que se le ha asociado. Es el acercamiento a las fauces de la locura de una madre que no encuentra a su hijo pequeño, y en este limbo están permitidos los ruidos a mitad de la noche, los relatos de fantasmas, los objetos que aparecen y desaparecen. El terror se trastoca en drama. Y en este sentido está lejos de Los Otros o de Sexto sentido, como reza la promoción, aunque compartan códigos similares.

Esta crónica sobre la desesperación y la culpa escapa con ingenio a los argumentos con elementos sobrenaturales de diversos filmes del género, pero toma de ellos las mejores fórmulas de estilo para narrar no con poca destreza los hechos ocurridos dentro de lo que fue un orfanato y de los personajes que lo habitan. La madre, Laura, encarnada por Belén Rueda, vive los mismos tormentos que la Miss Giddens que dio vida Deborah Kerr en Los inocentes, el inquietante filme de Jack Clayton, donde aparece tan desolada como la española en una mansión de aspecto victoriano. La diferencia es que Laura está dispuesta a abrir una residencia para niños con discapacidad en el lugar donde fue el orfelinato donde la criaron, una casona en una zona alejada, si saber que este deseo removerá historias olvidadas. Averiguar de dónde surge el mal, el miedo, la respuesta a la pérdida es el quid que mueve la puesta en escena que propone Bayona, donde el fantasma del orfanato equivale a expedientes reveladores, a ex empleados con oscuras intenciones o a hijos adoptivos que salvar.

Este filme producido por el mexicano Guillermo del Toro y con guión de Sergio Sánchez recrea imaginarios conocidos de los orfelinatos malditos como en el caso de El espinazo del diablo, del mismo Del Toro, o de alguna otra película de Jaume Balagueró, para mencionar el caso español; pero sobre todo vuelve a lugares comunes universales como el de la casa embrujada, de las médium (es inevitable pensar en Poltergeist) o de las puertas que se abren al más allá.

El juego infantil del ¡Uno…Dos…Tres…Toca la pared!, con el cual se da inicio al filme a modo de preámbulo, sintetiza el tipo de reglas que va a respetar Bayona: fantasías de niños, amigos imaginarios, juego de escondites, búsquedas del tesoro o el simulacro de identidades. Es dentro de estos motivos que el director inserta la figura del orfanato, que se convierte en una entidad física casi ausente, en la medida que lo ubicamos sólo como espacio del pasado o como lugar futuro imposible.

Bayona comienza con buen pie su carrera con los largometrajes, y se nota algo del espaldarazo de Del Toro, marcando distancia con la película de Aménabar, que a su manera era fiel al espíritu de la película de Clayton. Ha sido un éxito de taquilla porque ha sabido explotar los motivos clásicos del cine de terror, pero "su vuelta de tuerca" consiste en el enfoque que se le da al personaje de Belén Rueda, optando por difuminar un laberinto psicológico del dolor en una historia de crímenes y freaks, y por hacer del personaje del niño Simón una "nueva semilla del mal".

El orfanato nos hubiera gustado más con un final menos complaciente, menos a la manera de N. Shyamalan, con el personaje del marido menos convencional, con el faro malogrado para siempre; pero Bayona ha sabido construir un relato con dos lecturas posibles: la del drama interior de una mujer y la de unos pequeños fantasmas que quieren que los ayuden a descansar en paz.

Mónica Delgado

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo maternal es muy eficaz componente del cine de miedo, como en El exorcista y hasta en Alien, que parece una fantasìa viscosa del deseo insatisfecho de maternidad de Ripley.

Anónimo dijo...

Es muy subjetiva mi opinion, pero todas las peliculas que comenta Monica Delgada nunca le gusta el fina, siempre busca un pero,....

Anónimo dijo...

El final es malaso y jode la pela.