Ayer vi Return to the scene of the crime, uno de los filmes que conforman la retrospectiva de la obra del newyorkino Ken Jacobs, y me resultó una experiencia radical, donde poco faltó para que mis ojos estallaran.
Ken Jacobs, nacido en 1933, amigo y seguidor de Stan Brakhage y Hans Hofmann (fue alumno de este pintor alemán considerado el padre del expresionismo abstracto), es un cineasta a la caza de formas extremas, de experimentación ilimitada, con la única intensión de explorar, dentro del marco de las vanguardias, todas las posibilidades del cine, a partir de su cinética, de su primitivismo (cuando aborda el cine mudo, por ejemplo) o de las oportunidades que facilita lo tecnológico.
Return to the scene of the crime (2007-2008) tiene su origen en Tom, Tom, the Piper's son (1969), otra cinta experimental de Jacobs, donde propone miradas fragmentadas de un corto mudo sin autor conocido de 1909, hecho por la compañía Biograph, que el director restauró refotografiándolo, y que consta de una escena muy teatral en una feria circense, que no dura más de ocho minutos. Así, como su anterior trabajo, Return…se convierte nuevamente, pero dentro de otros códigos de representación, en un juego de deconstrucción del mismo corto, pero ya con nuevos aportes que propician las nuevas tecnologías.
En la hora y media de Return… vemos cómo Jacobs aborda desde diversas perspectivas que le puede dar el uso del color, la fragmentación, la metonimia dentro de un mismo plano, la anulación de las formas conocidas hasta abstraerlas teniendo como insumo sólo los pocos minutos que dura el cortometraje mudo. El movimiento es igual a una imagen detenida y repetida, a otras velocidades y ritmos, propiciado por el uso de enceguecedoras luces intermitentes, que como advierte el cineasta "no son aptas para personas epilépticas".
Este reciente trabajo de Jacobs me sabe a obra maestra, en la medida de su catarsis, de su absoluta búsqueda sensorial, de su inherente relación con la sala oscura del cine, con su luz intermitente pensada para ir más allá del plano que se presenta, de lo surreal y extraterreno que puede resultar hurgar en 18 cuadros por segundo.
Return…, como señala el catálogo del BAFICI, es presentada en calidad de premiere mundial y es una muestra de la vitalidad de este cineasta indispensable al abordar no sólo a los remanentes de las vanguardias en el nuevo siglo, sino cuando se quiere analizar algunos puntos sobre la naturaleza del cine y sus extremos.
Mónica Delgado
Ken Jacobs, nacido en 1933, amigo y seguidor de Stan Brakhage y Hans Hofmann (fue alumno de este pintor alemán considerado el padre del expresionismo abstracto), es un cineasta a la caza de formas extremas, de experimentación ilimitada, con la única intensión de explorar, dentro del marco de las vanguardias, todas las posibilidades del cine, a partir de su cinética, de su primitivismo (cuando aborda el cine mudo, por ejemplo) o de las oportunidades que facilita lo tecnológico.
Return to the scene of the crime (2007-2008) tiene su origen en Tom, Tom, the Piper's son (1969), otra cinta experimental de Jacobs, donde propone miradas fragmentadas de un corto mudo sin autor conocido de 1909, hecho por la compañía Biograph, que el director restauró refotografiándolo, y que consta de una escena muy teatral en una feria circense, que no dura más de ocho minutos. Así, como su anterior trabajo, Return…se convierte nuevamente, pero dentro de otros códigos de representación, en un juego de deconstrucción del mismo corto, pero ya con nuevos aportes que propician las nuevas tecnologías.
En la hora y media de Return… vemos cómo Jacobs aborda desde diversas perspectivas que le puede dar el uso del color, la fragmentación, la metonimia dentro de un mismo plano, la anulación de las formas conocidas hasta abstraerlas teniendo como insumo sólo los pocos minutos que dura el cortometraje mudo. El movimiento es igual a una imagen detenida y repetida, a otras velocidades y ritmos, propiciado por el uso de enceguecedoras luces intermitentes, que como advierte el cineasta "no son aptas para personas epilépticas".
Este reciente trabajo de Jacobs me sabe a obra maestra, en la medida de su catarsis, de su absoluta búsqueda sensorial, de su inherente relación con la sala oscura del cine, con su luz intermitente pensada para ir más allá del plano que se presenta, de lo surreal y extraterreno que puede resultar hurgar en 18 cuadros por segundo.
Return…, como señala el catálogo del BAFICI, es presentada en calidad de premiere mundial y es una muestra de la vitalidad de este cineasta indispensable al abordar no sólo a los remanentes de las vanguardias en el nuevo siglo, sino cuando se quiere analizar algunos puntos sobre la naturaleza del cine y sus extremos.
Mónica Delgado
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