Tropa de elite ha sido tachada de fascista, entre otros calificativos que reprueban su ideología.
El sambenito parece a primera vista algo ligero aunque la cinta, en efecto, provoca una reacción de incomodidad o rechazo que tiene que ver con su mirada, pero sobre todo con el tratamiento cinematográfico del asunto que trata.
Tropa de elite no es una película que ilustre una visión programática de la represión violenta ni una lección intensiva de preparación de escuadrones paramilitares, como se ha dicho.
Pero sí es un filme fascinado con las prácticas duras de las tropas policiales; con sus espectaculares intervenciones armadas; con la violencia ritualizada; con los episodios de torturas y ejecuciones de delincuentes exhibidos como escenas de impacto y efecto de choque; con el entrenamiento brutal de los aprendices mostrado como ejercicio de supervivencia y hasta afirmación de virilidad.
José Padilha, director del logrado documental Ómnibus 174, se deslumbra con las convenciones más dudosas y estridentes del género de “comandos represivos y escuadrones especiales”, por más culposo y justificatorio que luzca el discurso dicho por el oficial Nascimento; se deja arrastrar por la seca eficacia de la balacera aleve y la emboscada filmada como secuencia coreográfica.
Alguien dijo una vez que no existen las películas antibélicas porque basta con filmar una escena de batalla para crear la fascinación por las explosiones y el enfrentamiento espectacular. Por eso, en Los carabineros, Godard la emprendió contra la “fascinante ficción fílmica” de la guerra, desmontando los recursos de la ilusión, la verosimilitud y el realismo de la representación. Desarmó el género bélico con su mundo opaco y sus personajes que parecían sacados de una comedia absurda, mezcla de clowns del mudo y emisarios extraterrestres. Es decir, se distanció y nos distanció de las ideas recibidas y de los estímulos del filme de guerra y acción, espectaculares “per se” .
El problema de Tropa de elite no es el ser un filme de género (ni, mucho menos, el no seguir las pautas godardianas). Es su ceguera, o su frívola incomprensión de las determinaciones ideológicas que llevan consigo los estereotipos del cine de acción. Padilha construye su película desde el punto de vista testimonial de un personaje involucrado en la violencia y la matanza, pero nunca marca la salvaguarda personal, el acento crítico, el gesto distintivo, la mirada que precise una posición frente al espectáculo del exterminio eficaz.
Tampoco aclimata los clisés y las formulas; las transplanta sin más y las convierte en show pirotécnico. No se da cuenta que las convenciones fílmicas, sobre todo las usadas hasta el desgaste por el cine internacional, vienen con yapa, con una visión del mundo adherida, con una ideología que guiña el ojo a los afines y busca persuadir a los distraídos.
Cuando Chuck Norris extermina a cientos de guerreros de rasgos asiáticos, o Schwarzenegger lo hace con palestinos, nuestra percepción de la ideología manifiesta salta a la vista por su evidencia mientras busca escamotearse en la propuesta irrealista del héroe todopoderoso, capaz de destruir ejércitos con su mera habilidad. Pero cuando Padilha calca esas balaceras espectaculares, describe torturas o muestra entrenamientos que son celebraciones de la barbarie para alternarlas con episodios “realistas” de corrupción policial o las revisté con la apariencia de la crónica testimonial sobre las tensiones de los policías de elite que combaten la “dura realidad” de las favelas cariocas, el resultado es cuando menos dudoso.
Y más aún cuando antes de repartir tiros en la nuca apela a los recursos fílmicos más caracterizados por el cine de la “ilusión espectacular” para marcar el suspenso previo al acto supremo en el que intervienen los héroes de la ficción, sean Bourne o Jack Bauer. Desde la cámara en mano para hacer seguimientos nerviosos a los personajes hasta las estrategias de acecho y vigilancia para sorprender a los delincuentes en plena tarea nocturna y acribillarlos como muestra del “corazón” adquirido en las duras jornadas de aprendizaje y prácticas policiales.
Pero lo que resulta casi cómico en la película es la reducción del mundo entre seres útiles (policías), seres malos (traficantes) y seres tibios, apocados, “tontos útiles”, como los estudiantes universitarios, miembros de ONG y lectores de Michel Foucault.
El sambenito parece a primera vista algo ligero aunque la cinta, en efecto, provoca una reacción de incomodidad o rechazo que tiene que ver con su mirada, pero sobre todo con el tratamiento cinematográfico del asunto que trata.
Tropa de elite no es una película que ilustre una visión programática de la represión violenta ni una lección intensiva de preparación de escuadrones paramilitares, como se ha dicho.
Pero sí es un filme fascinado con las prácticas duras de las tropas policiales; con sus espectaculares intervenciones armadas; con la violencia ritualizada; con los episodios de torturas y ejecuciones de delincuentes exhibidos como escenas de impacto y efecto de choque; con el entrenamiento brutal de los aprendices mostrado como ejercicio de supervivencia y hasta afirmación de virilidad.
José Padilha, director del logrado documental Ómnibus 174, se deslumbra con las convenciones más dudosas y estridentes del género de “comandos represivos y escuadrones especiales”, por más culposo y justificatorio que luzca el discurso dicho por el oficial Nascimento; se deja arrastrar por la seca eficacia de la balacera aleve y la emboscada filmada como secuencia coreográfica.
Alguien dijo una vez que no existen las películas antibélicas porque basta con filmar una escena de batalla para crear la fascinación por las explosiones y el enfrentamiento espectacular. Por eso, en Los carabineros, Godard la emprendió contra la “fascinante ficción fílmica” de la guerra, desmontando los recursos de la ilusión, la verosimilitud y el realismo de la representación. Desarmó el género bélico con su mundo opaco y sus personajes que parecían sacados de una comedia absurda, mezcla de clowns del mudo y emisarios extraterrestres. Es decir, se distanció y nos distanció de las ideas recibidas y de los estímulos del filme de guerra y acción, espectaculares “per se” .
El problema de Tropa de elite no es el ser un filme de género (ni, mucho menos, el no seguir las pautas godardianas). Es su ceguera, o su frívola incomprensión de las determinaciones ideológicas que llevan consigo los estereotipos del cine de acción. Padilha construye su película desde el punto de vista testimonial de un personaje involucrado en la violencia y la matanza, pero nunca marca la salvaguarda personal, el acento crítico, el gesto distintivo, la mirada que precise una posición frente al espectáculo del exterminio eficaz.
Tampoco aclimata los clisés y las formulas; las transplanta sin más y las convierte en show pirotécnico. No se da cuenta que las convenciones fílmicas, sobre todo las usadas hasta el desgaste por el cine internacional, vienen con yapa, con una visión del mundo adherida, con una ideología que guiña el ojo a los afines y busca persuadir a los distraídos.
Cuando Chuck Norris extermina a cientos de guerreros de rasgos asiáticos, o Schwarzenegger lo hace con palestinos, nuestra percepción de la ideología manifiesta salta a la vista por su evidencia mientras busca escamotearse en la propuesta irrealista del héroe todopoderoso, capaz de destruir ejércitos con su mera habilidad. Pero cuando Padilha calca esas balaceras espectaculares, describe torturas o muestra entrenamientos que son celebraciones de la barbarie para alternarlas con episodios “realistas” de corrupción policial o las revisté con la apariencia de la crónica testimonial sobre las tensiones de los policías de elite que combaten la “dura realidad” de las favelas cariocas, el resultado es cuando menos dudoso.
Y más aún cuando antes de repartir tiros en la nuca apela a los recursos fílmicos más caracterizados por el cine de la “ilusión espectacular” para marcar el suspenso previo al acto supremo en el que intervienen los héroes de la ficción, sean Bourne o Jack Bauer. Desde la cámara en mano para hacer seguimientos nerviosos a los personajes hasta las estrategias de acecho y vigilancia para sorprender a los delincuentes en plena tarea nocturna y acribillarlos como muestra del “corazón” adquirido en las duras jornadas de aprendizaje y prácticas policiales.
Pero lo que resulta casi cómico en la película es la reducción del mundo entre seres útiles (policías), seres malos (traficantes) y seres tibios, apocados, “tontos útiles”, como los estudiantes universitarios, miembros de ONG y lectores de Michel Foucault.
Ricardo Bedoya
2 comentarios:
Hola a todos los componentes y colaboradores de “Paginas del diario de Satan”, este no es comentario, sino un mensaje dirigido a su editor Ricardo Bedoya; para expresarle mi agradecimiento más sincero por su colaboración y buena disposición al solicitarle la autorización para publicar la entrevista a MVL en mipresenciaculturalenlaweb.blogspot.com, reiterarle mi gratitud y respeto. Atentamente Emanuel Ramos (conversamos ayer en Cineplanet San Miguel luego de la función de “La sangre brota”)
Con mucho respeto a su opinion señor Ricardo Bedoya, tanto en el diario el comercio como en este blog con respecto al filme, debería indagar un poco mas, el filme documental "onibus 147" del director Padilha, representa, todo un concepto crítico conciente tratando de mostrar que existe otro mundo muy aparte de los departamentos, universidades, trabajos, discotecas y autos propios, un mundo que el personaje principal conoce muy bien, y que lastimosamente la sociedad en su mayoria no es capaz, ni quiere, ni conocerla, ni convivir con ella. AL ser un documental trata (desde el inicio de la pelicula) dar relatos de las personas que viven desde pequeños en las calles, y va desglosando el porque de lo ocurrido.
En cuanto a la pelicula "Tropa de Elite", es cierto que se ve bien comercial, sin embargo es un filme basado en un libro de un ex-capitan del BOPE en la ciudad de Rio de janeiro (por lógica tratara de relatar la historia guiada desde el punto de vista del ex-capitan,... pero ante todo se sabe que es una pelicula, como lo fue "el padrino" o "caracortada"... no creo que los directores de estas peliculas traten de persuadir a la gente a aceptar a los "gangsters" o que el público deseè ser uno,... en "Tropa de Elite", muesta la tropa de choque el Bope, el cual usa la extorsion como arma, los universitarios de clase media, a media alta, que son consumidores de estupefacientes y que sin embargo tratan de ayudar segun ellos a la sociedad, y los narcos que viven en las zonas mas populosas y peligrosas de la ciudad,... es eso,... y con un matiz cinematográfico... creo que pocas veces se ha visto una pelicula asi, particularmente pienso que es una muy buena pelicula junto con otra que vi llamada "Fatricide"... saludos
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