Ricardo Bada nos envía desde Alemania otro artículo. Esta vez sobre las frases citables del cine
Encuentro en una revista holandesa un artículo que se titula Lo que Bogart no dijo, dedicado a frases de películas de Hollywood que se han hecho famosas y hasta proverbiales. La razón del título es bien clara, poniendo los puntos sobre las íes acerca de que Humphrey Bogart jamás dijo en Casablanca aquello de “Play it again, Sam!” que tan recalcitrantemente se le suele atribuir. Y que es tan inventado como la ambigua seudocita de Don Quijote, “Con la iglesia hemos topado, amigo Sancho”, una frase que Cervantes no escribió jamás. Tampoco Bogey dijo lo de “Play it again, Sam”, y si prestan atención a la escena en que Rick se dirige a Dooley Wilson, el pianista, para pedirle que toque de nuevo As time goes by, sus palabras textuales son las siguientes: “Play it!” a las cuales agrega: “La tocaste para ella, puedes tocarla para mí”.
En la misma Casablanca, por cierto, hay otra frase de Bogey (“Here’s looking at you kid”) que se ha vuelto locución habitual en Alemania, pero en la versión del doblaje, que traducida al castellano viene a significar algo así como “Mírame a los ojos, pequeña”.
Quiso la casualidad que el mismo día que leía ese artículo pasaran por la tele Forrest Gump, donde Tom Hanks epitomiza su filosofía de la vida diciendo: “La vida es como una caja de bombones. Al escoger uno no sabes de qué estará relleno”, frase una palabra más larga –en el original y en la traducción– que la emblemática de Marlene Dietrich, “Necesité más de un hombre para cambiar mi nombre por el de La Lirio de Shanghai”, que a su vez es más larga que la de Clark Gable/Rhet Butler al despedirse de Vivian Leigh/Scarlett O’Hara en Lo que el viento se llevó (“Francamente, querida, me importa un bledo”), y esta a su vez más larga que la de Greta Garbo, su patético “Quiero estar sola”, que sólo cede el primer puesto en precisión y laconismo a la epifanía con que culmina Some Like it Hot: “Nobody is perfect!”.
Se nos aparecen como muy lejanos, casi prehistóricos, aquellos tiempos en que Gary Cooper le hacía la competencia a Séneca y La Rochefoucauld al final de El jardín del Diablo: “Si este planeta fuese de oro, los hombres se matarían por un pedazo de tierra”. No menos lejanos resultan los de otra frase de Casablanca, en el primer THE END protagonizado por dos varones: “Me parece que este puede ser el principio de una buena amistad”. El progreso se condensa en las escuetas dos palabras que cierran Toro salvaje: “Yo no”. Con alguna que otra variante posterior, más digna del poliéster que del bronce, por ejemplo la de Arnold Schwarzenegger en Terminator: “¡Volveré! ¡Hasta la vista, baby!”. Y una más que le debemos a Clint Eastwood en su cuarta aparición como Dirty Harry (Sudden impact), al decirle al gángster que va a echar mano a su revólver: “Adelante. Justifica mi jornada”, nueva demostración del epigrama de Oscar Wilde según el cual la Naturaleza imita al Arte; recuerden que esa frase de Dirty Harry fue usada como argumento retórico por Ronald Reagan cuando se enfrentaba con sus enemigos políticos. Salvando las distancias, es como si el verdugo que lo iba a decapitar le hubiese dicho a Carlos Estuardo: “To be or not to be”.
Debo reconocer que en punto a frases cinematográficas recordables, este repertorio de clásicos siempre sirve para iniciar y/o animar alguna conversación. Pero si me preguntasen cuáles son las mías preferidas, tendría que responder que ninguna de ellas con excepción de “¡Nadie es perfecto!”, que en su género sí es perfecta, ¡oh manes de Osgood Fielding III!
No, yo prefiero generalmente otro tipo de frases, como por ejemplo la del amigo de Cary Grant en Houseboat cuando Grant observa cómo se queda mirando a Sophia Loren, y le advierte: “Es tan sólo la niñera de mis hijos”, y el amigo le implora: “¡Adóptame!” O en Ninotchka, cuando Greta Garbo le muestra a Melvyn Douglas la cicatriz en la nuca que le dejó una herida inferida a las puertas de Varsovia por un lancero polaco: “¡Pobre, pobre Ninotchka!” exclama el buen Douglas, pero Garbo le replica: “No me compadezca. Compadezca al lancero polaco. Lo maté después”. Y pues no hay dos sin tres, recordemos de Harry y Sally aquella escena justamente célebre del orgasmo simulado por Meg Ryan en el restaurante judío Katz’s Deli de Manhattan, escena que -dicho sea de paso- fue grabada por un microfonista español de lujo, y cómo, cuando Meg termina, la cámara enfoca a una señora madura que le dice al camarero que está a su lado: “Quiero exactamente lo mismo que ella”. Por cierto que esa comparsa es la madre del director de la película, Rob Reiner, y ningún malpensado debe malpensar oblicuamente en el complejo de Edipo: la escena no figura en el guión original de Nora Ephron (propuesto para el Oscar de aquel año), se le ocurrió a la propia Meg Ryan.
Y siempre recuerdo también una frase de Cantinflas que acompaña uno de sus poquísimos chistes visuales, y es en la película Gran Hotel, cuando llega allá como huésped y el botones lo conduce hasta su habitación, le abre la puerta y se queda esperando la propina. Cantinflas se echa mano al bolsillo y le dice: “Tenga, para el café”. Y le entrega una taza.
En la misma Casablanca, por cierto, hay otra frase de Bogey (“Here’s looking at you kid”) que se ha vuelto locución habitual en Alemania, pero en la versión del doblaje, que traducida al castellano viene a significar algo así como “Mírame a los ojos, pequeña”.
Quiso la casualidad que el mismo día que leía ese artículo pasaran por la tele Forrest Gump, donde Tom Hanks epitomiza su filosofía de la vida diciendo: “La vida es como una caja de bombones. Al escoger uno no sabes de qué estará relleno”, frase una palabra más larga –en el original y en la traducción– que la emblemática de Marlene Dietrich, “Necesité más de un hombre para cambiar mi nombre por el de La Lirio de Shanghai”, que a su vez es más larga que la de Clark Gable/Rhet Butler al despedirse de Vivian Leigh/Scarlett O’Hara en Lo que el viento se llevó (“Francamente, querida, me importa un bledo”), y esta a su vez más larga que la de Greta Garbo, su patético “Quiero estar sola”, que sólo cede el primer puesto en precisión y laconismo a la epifanía con que culmina Some Like it Hot: “Nobody is perfect!”.
Se nos aparecen como muy lejanos, casi prehistóricos, aquellos tiempos en que Gary Cooper le hacía la competencia a Séneca y La Rochefoucauld al final de El jardín del Diablo: “Si este planeta fuese de oro, los hombres se matarían por un pedazo de tierra”. No menos lejanos resultan los de otra frase de Casablanca, en el primer THE END protagonizado por dos varones: “Me parece que este puede ser el principio de una buena amistad”. El progreso se condensa en las escuetas dos palabras que cierran Toro salvaje: “Yo no”. Con alguna que otra variante posterior, más digna del poliéster que del bronce, por ejemplo la de Arnold Schwarzenegger en Terminator: “¡Volveré! ¡Hasta la vista, baby!”. Y una más que le debemos a Clint Eastwood en su cuarta aparición como Dirty Harry (Sudden impact), al decirle al gángster que va a echar mano a su revólver: “Adelante. Justifica mi jornada”, nueva demostración del epigrama de Oscar Wilde según el cual la Naturaleza imita al Arte; recuerden que esa frase de Dirty Harry fue usada como argumento retórico por Ronald Reagan cuando se enfrentaba con sus enemigos políticos. Salvando las distancias, es como si el verdugo que lo iba a decapitar le hubiese dicho a Carlos Estuardo: “To be or not to be”.
Debo reconocer que en punto a frases cinematográficas recordables, este repertorio de clásicos siempre sirve para iniciar y/o animar alguna conversación. Pero si me preguntasen cuáles son las mías preferidas, tendría que responder que ninguna de ellas con excepción de “¡Nadie es perfecto!”, que en su género sí es perfecta, ¡oh manes de Osgood Fielding III!
No, yo prefiero generalmente otro tipo de frases, como por ejemplo la del amigo de Cary Grant en Houseboat cuando Grant observa cómo se queda mirando a Sophia Loren, y le advierte: “Es tan sólo la niñera de mis hijos”, y el amigo le implora: “¡Adóptame!” O en Ninotchka, cuando Greta Garbo le muestra a Melvyn Douglas la cicatriz en la nuca que le dejó una herida inferida a las puertas de Varsovia por un lancero polaco: “¡Pobre, pobre Ninotchka!” exclama el buen Douglas, pero Garbo le replica: “No me compadezca. Compadezca al lancero polaco. Lo maté después”. Y pues no hay dos sin tres, recordemos de Harry y Sally aquella escena justamente célebre del orgasmo simulado por Meg Ryan en el restaurante judío Katz’s Deli de Manhattan, escena que -dicho sea de paso- fue grabada por un microfonista español de lujo, y cómo, cuando Meg termina, la cámara enfoca a una señora madura que le dice al camarero que está a su lado: “Quiero exactamente lo mismo que ella”. Por cierto que esa comparsa es la madre del director de la película, Rob Reiner, y ningún malpensado debe malpensar oblicuamente en el complejo de Edipo: la escena no figura en el guión original de Nora Ephron (propuesto para el Oscar de aquel año), se le ocurrió a la propia Meg Ryan.
Y siempre recuerdo también una frase de Cantinflas que acompaña uno de sus poquísimos chistes visuales, y es en la película Gran Hotel, cuando llega allá como huésped y el botones lo conduce hasta su habitación, le abre la puerta y se queda esperando la propina. Cantinflas se echa mano al bolsillo y le dice: “Tenga, para el café”. Y le entrega una taza.
Ricardo Bada
1 comentario:
Muy buen artículo. Qué grato encontrar este sitio, ojalá no desaparezca como tantos otros.
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