Es ya habitual la escasa presencia del cine peruano en la programación del BAFICI. Aunque esa escasez abarca en general a la producción de América Latina. Este año Chile estuvo más representado, pero la participación de películas brasileñas y mexicanas casi no se hizo notar, a excepción de Las canciones, del brasileño Eduardo Coutinho.
Está bien privilegiar la producción local, pero el BAFICI podría ofrecer mayor espacio a lo que se viene haciendo, de manera creciente, en los diversos países. Hay una muestra competitiva argentina y se podría hacer otra de alcance latinoamericano, reduciendo el número de películas argentinas en la competencia internacional y, sin menoscabo de incluir también allí una o dos cintas argentinas, colocar otras en la competencia regional.
Este año la única película peruana que se vio en el BAFICI fue el documental de Delia Ackerman, Esas voces que curan, que estuvo también en en Festival de Lima del año pasado,codirigido con Heather Greer en la competencia documental.
En el BAFICI, el mediometraje de 45 minutos de Ackerman, que asistió al festival y presentó su documental se programó un lado de El informe Jarski, también un mediometraje, del francés Claude Lanzmann, el director de Shoah, uno de los testimonios más contundentes que el cine ha ofrecido sobre el genocidio de los judíos en la segunda guerra mundial.
Esas voces que curan es un film de vocación antropológica registrado en la comunidad shipibo-coniba de la amazonía peruana en el que el chamanismo se constituye en el objeto central de atención. Pero, a diferencia de otros documentales sobre el tema, éste no lo hace a través de las habituales figuras masculinas, que parecían marcar una tradición de origen casi exclusivamente patriarcal, sino de una mujer, Herlinda Agustín-Fernández, lo que marca un cambio en la percepción de un fenómeno muy arraigado en las comunidades selváticas y con una notoria influencia incluso en los espacios urbanos de la costa peruana.
Isaac León Frías
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