“Coco Chanel & Igor” es una película de equilibrista. Jan Kounen hace malabares, piruetas y otras artes para encontrar el justo medio entre el folletín y el folletón. Es decir, entre el “melo” romántico y la ilustración biográfica convencional, con los personajes vestidos y maquillados para calzar con la “vera efigie” de la diseñadora y el músico genial. Por eso, nada aquí resulta ardiente, desafiante ni extremo. La pasión es tan fría como el cromatismo desaturado que prefería Coco. Hasta el escándalo que recibe el estreno de “La consagración de la primavera” aparece mitigado, ilustrativo, casi exhausto.
Jan Kounen fabrica, así, un artefacto que parece salido de la casa Chanel. El formato panorámico valoriza el trabajo de dirección artística, muy cuidado. Todo concuerda: mobiliario, paredes y vestidos conjugan la idea de hacer una película que luzca en blanco y negro aunque esté filmada en colores. El filme está cortado como un vestido a la medida. Con ese toque chic del “Cinéma de qualité” francés que lo convierte en un objeto decorativo del período del Art Déco al que evoca.
Los actores se limitan a estar ahí porque entienden cuál es su papel: pasearse delante de las escenografías Chanel o del museo Coco. Ser meras presencias. Anna Mouglalis hace de la impasible diseñadora en trance de encontrar el aroma de Chanel No. 5, y Mads Mikkelsen es un congelado Stravinsky que espera el reconocimiento universal.
Ricardo Bedoya
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