Dicen que las “estrellas” de cine son siempre iguales a sí mismas. A diferencia de la condición de los actores versátiles y transformistas, los elegidos por el estrellato están condenados a llevar el aura de la imagen que se acuñó para ellos en una película, reproduciéndose, inalterable, en las siguientes. Cualquier modificación se sanciona con el abandono masivo de un público que sólo espera lo invariable.
Clint Eastwood es una “estrella” de cine, una de las más populares y rentables desde mediados de los años sesenta cuando fue el “hombre sin nombre” en los westerns del italiano Sergio Leone. Más tarde se recicló, en clave policial, urbana y con una Magnum 44 puesta en la cartuchera bajo el brazo, con la serie de películas de Harry Callahan, llamado “el sucio”. En paralelo, empezó a dirigir cintas clave para el cine norteamericano de las últimas décadas: “Bird”, “Honkytonk Man”, “Broncho Billy”, “Los imperdonables”, “Cazador Blanco, corazón negro”, “Un mundo perfecto”, “Los puentes de Madison”, “Medianoche en el jardín del bien y del mal”, “Jinetes del espacio”, “Río místico”, el díptico conformado por “La conquista del honor” y “Cartas desde Iwo Jima”, entre otras.
Como “estrella” de cine -es decir como presencia legendaria y configuración mitográfica en el imaginario del público cinéfilo-, Eastwood es duro, despiadado, un lacónico vaquero o policía que mata en nombre de la justicia pero sin dejar de ser por eso un asesino. Como actor, bien puede suscribir la declaración de Gary Cooper cuando le preguntaron sobre su estilo de actuación: “He escuchado a muchos debatir sobre el sentido de los personajes, y no lo entiendo. Yo siempre fui “Coop”. Habría que agregar que fue el gran “Coop”, así como hubo un gran “Bogie” y como Eastwood fue siempre “Clint”. En otras palabras, un actor de la estirpe de los clásicos del cine: presencias minerales con una aguda conciencia del poder de la cámara concebida como el principal ojo observante. Si alguien le reprochara a Eastwood por su indiferencia personal ante el método del “Actor’s Studio” recibiría como respuesta un gruñido semejante a los que profiere Kowalski, su personaje en “Gran Torino”.
Como hombre, Eastwood está a punto de cumplir 79 años y ha filmado, tal vez, su película testamentaria aunque no la final. “Gran Torino” tiene la serenidad, clasicismo, relajamiento, “buena onda”, sencillez narrativa, claridad expositiva, generosidad, humor, tolerancia, un toque de lánguida tristeza, económica racionalidad en el empleo de los recursos expresivos del cine y otras virtudes que se pueden esperar en la película de un gran director al final del camino. El viejo Clint se filma a sí mismo gruñendo, caminando con esa desaprensiva lentitud de siempre –antes era signo de su cálculo antes de disparar; ahora es un rasgo más de la vejez-, encorvado, lleno de arrugas. Su cuerpo ya no tiene que seducir a nadie, así como no tiene que poner a prueba su talento de cineasta con efectos estilísticos ni encuadres deslumbrantes. Ni siquiera con un “tema importante”. Lo mejor de la película son esos momentos relajados en la peluquería, donde los personajes intercambian insultos y complicidades masculinas, o esos otros que describen con humor el choque de costumbres y las diferencias culturales con las imágenes de los vecinos llevando presentes a su “defensor”. Ahí hay algo que recuerda al John Ford de “Aventurero del Pacífico”.
“Gran Torino” cuenta una historia primordial: un viejo mantiene con un muchacho asiático una relación de aprendizaje mutuo. Todo los separa, sobre todo la cultura, pero ellos encuentran un vínculo emocional y un interés común: proteger un auto Gran Torino de 1972, encarnación de alguna nobleza del pasado, único objeto preservado del paso del tiempo y signo de la posta que se transfiere, herencia frágil pero preciosa que entrega el viejo al joven, el “héroe” a su “enemigo”.
Porque ese es el asunto central de esta notable película: la vejez del hombre fuerte, la decadencia del héroe, como lo fueron en su momento filmes como “The Wings of Eagles”, de Ford; “El Dorado” o “Rio Lobo”, de Hawks; “El pistolero”, de Don Siegel. Más allá del humor de “Gran Torino”, hay algo doloroso en su desmontaje de la ufana masculinidad del polaco Kowalski, combatiente de Corea y descendiente de “extranjeros” que aprende a reconocer que los “chinos” tienen ahora un lugar en el mismo país que recibió a sus antepasados. La imagen de Clint parado frente a sus contendores, simulando una pistola con sus dedos, es como la sobreimpresión de todos sus papeles anteriores. Allí está Harry, allí el jinete pálido, el feroz asesino Munny de “Los imperdonables”, y el fugitivo Josey Wales y todos los demás. Sólo que los tiempos han cambiado y ese justiciero de ceño rígido y códigos estrictos ya no tiene lugar en un mundo de metralletas y pandillas de gatillos nerviosos. Kowalski es como un vaquero constatando que los caballos del viejo Oeste ya fueron reemplazados por autos. Sólo le queda entonces hacer el gesto inútil y fantasmal de la agresión: disparar una pistola imaginaria.
Tal vez la imagen de Kowalski en “Gran Torino” sea la que Clint Eastwood quiere legar. Lo recordaremos entonces como ese caballero intransigente del Oeste que el tiempo fue disolviendo, o como el duro policía que cambió la Magnum por el arma detonada con los sonidos de su boca.
Ricardo Bedoya
7 comentarios:
Clint Eastwood es un caso raro en el cine de hoy. Más allá de Gran Torino y sus últimos películas- una más buenas que otras- pero notables en su mayoría,
da la sensación que estamos frente a un director que a diferencia de sus coetáneos norteamericanos, es el único que ha ido de menos a más y no alrevés como la mayoría. No hace falta mirar muy lejos: Woody Allen y De Palma, son un claro ejemplo.
Cristobal.
Gran Torino me pareció mejor que El sustituto
cristobal, te doy toda la razón, clint va en sentio contrario que la mayoría de cienastas mericanos...te faltó Martin....
No te pases Anónimo (2 de Abril, 16:27), no metas en el mismo saco a Martin Scorsese, quien ha demostrado que se encuentra en buena forma ("El aviador", "Los infiltrados"). Más bien, quien faltó ser mencionado fue el excesivamente alabado Spielbeg quien va de mal en peor.
No te pases Anónimo (2 de Abril, 16:27), no metas en el mismo saco a Martin Scorsese, quien ha demostrado que se encuentra en buena forma ("El aviador", "Los infiltrados"). Más bien, quien faltó ser mencionado fue el excesivamente alabado Spielbeg quien va de mal en peor.
zz...discrep en lo de mas a menos: Spielberg fué de mas a pero, o Duel se puede comparar con....a ver...chesss. no me sale niuna mas. Scorsese va de menos ammas pero olo en producción (gracias Leo).
Pero volviendo al gran Clin, que alguien me diga si me equivoso: ¿me parece, o es la 1rea vez que los vemos llorar? Y al final, la cancion de los créditos, creo que es hasta su voz....cherto?
Chaludos
Asi es, es Clint el que canta al final.
Me gustó mucho la pelicula.
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