viernes, 13 de junio de 2008

El canon de Cavallo


Ascanio Cavallo es un crítico de cine, periodista y analista político chileno de larga trayectoria. Fue miembro del jurado del Festival de Cine de Lima hace un par de años y visita esta ciudad con cierta frecuencia, pero no con propósitos cinéfilos -aunque siempre esté dispuesto a conversar de cine- sino en su calidad de asesor empresarial en temas de comunicación.

Hace unos años, Cavallo escribió una serie artículos que reivindican sobre la importancia de un canon y de las jerarquías estéticas en el cine. Cavallo dice: " (...) la necesidad de la jerarquía estética se impone por sí sola. No da lo mismo cualquier película. El cine no es un páramo donde todo equivalga a todo".

También dice cosas discutibles y provocadoras, como estas:

"El lenguaje del cine ha sufrido una extensa metamorfosis. La retórica de las cult movies, de la cultura camp, del cine Z o del cine X, domina la literatura especializada y se ha infiltrado con fuerza en la enseñanza académica del cine. Junto a los ciegos méritos histriónicos de John Agar, se “redescubre” a Edward Wood Jr. y se exaltan las virtudes mercantiles de Jesús Franco o Darío Argento. Las parodias sobre tomates asesinos, marcianos al ataque y mujeres de 50 pies se han convertido en una especie de medida del ingenio creativo y, lo que es peor, de la inteligencia informada. Se trata, por supuesto, de aficiones livianas, casi deportivas, que satisfacen necesidades maniáticas que nos son comunes a todos, casi del mismo modo en que los hacen los vagabundeos erráticos por Internet o los ensamblajes del Tetris (...)

Debemos a los próceres del aburrimiento el esfuerzo sistemático de destrucción de la estética que se extiende ya por 30 años. En la literatura, Harold Bloom los ha denominado apropiadamente como la Escuela del Resentimiento. No es un esfuerzo nuevo. El pensamiento occidental nunca se las ha arreglado bien con el goce estético (...)

Y no es extraño: después de todo, el arte no sirve para nada de lo que tantas buenas personas habrían querido. No sirve para la ideología, ni para la moral, ni para la religión, ni siquiera para el “crecimiento personal”, tal como éste es entendido por la legión de chamanes que inunda nuestros ambientes profesionales. Cuando más, nos ayuda a oírnos a nosotros mismos, nos interna en el yo profundo del que solemos ausentarnos o huir, por conveniencia o por tranquilidad. Lo que nos conmueve del arte, y de las películas muy en especial, no es algo que pueda ser explicado a partir de las condiciones sociales objetivas o de la escuela sicológica de moda, porque se relaciona con el hallazgo perpetuo de nuestras honduras más remotas (...)

Se puede lograr sobremesas sumamente entretenidas especulando acerca de la movilización social del Renacimiento británico para releer a Shakespeare. Y en el cine, ¿qué tal del John Ford que va del New Deal a la guerra de Corea? Godzilla se arropa si se lo confronta con el pavor atómico post-Nagasaki. ¿Y Godard entre la V República y la caída de De Gaulle? Fascinante. Pero nada de eso explica por qué Shakespeare, Ford y, más eventualmente, Godard, siguen teniendo una esencial primacía sobre nuestros sentimientos y formas de conocimiento. Nada de eso alcanza, como no alcanzan el sicoanálisis, ni Heidegger, ni Freud, ni los cardenales ni los imanes (...)

Cuando uno ve las películas como películas, y no como toscas intermediarias de mensajes que no cambiarán a nadie, la superioridad y la inferioridad dejan de ser 'fascismo' o 'instituciones burguesas' para convertirse en la medida que siempre han sido en el arte: la diferencia entre aquello que está ganando la lucha contra la muerte -el desgarro esencial de toda obra artística- y aquello que la está perdiendo. Aquí se derrumba la mistificación y comienza la verdad (no la sinceridad): Wim Wenders no es Nicholas Ray, John Woo es un piriguín al lado de Sam Fuller, Peter Greenaway parece un remedo de Luis Buñuel, y a Mary Lambert se le nota que, como decía Johnny Ramone a propósito de su muy cult Cementerio maldito (donde aparecen Los Ramones), “no sólo no tiene la menor idea sobre cine de terror, sino que no sabe absolutamente nada de ningún tipo de cine”. Ramone agregaba una sabia sentencia: “Realmente no sé cómo es que alguien puede filmar si no ve películas”.

Viendo las películas, la conclusión puede no ser inevitable, pero sí es irrebatible: el canon del cine existe. Lo centran John Ford, Howard Hawks, Orson Welles, Alfred Hitchcock, Roberto Rossellini y una escasa decena de nombres más."

El artículo completo, lo encuentran aquí: http://www.maza.cl/cine/canon/canon-imp.html

Además, Cavallo escribió textos sobre los autores que, para él, encarnan el canon en el cine universal. Algunos de estos artículo aparecieron en la revista La gran ilusión. Aquí van los enlaces para leer los artículos sobre:

Fellini y otros cineastas valorados, subvalorados, sobrevalorados, malditos y serios (http://www.maza.cl/cine/canon/malditos1.html)









3 comentarios:

Anónimo dijo...

Si es el canon occidental en el estilo de Harold Bloom, Kurosawa no debería estar allí aunque siempre se le haya considerado el más occidental de los japoneses.

Anónimo dijo...

cine y critica de extrema derecha

Anónimo dijo...

:-D

Habría que poseer una credulidad típicamente pequeñoburguesa para creer por un instante que "el canon de Cavallo" es un canon universal que se extiende más allá del entorno social en que se ha formado tan distinguido periodista.

Cito de "Hablemos De Cine" No 68, 1976, Año XII. El artículo está escrito por Desiderio Blanco:

"ESCENAS DE LA VIDA CONYUGAL: Estética e Ideología" (páginas 27-34).

En la página 32 escribe el renombrado erudito:

"8. ESCENAS DE LA VIDA CONYUGAL: el "efecto estético"

El "efecto estético" producido por una película depende del "reconocimiento" que consigamos en ella.

(...) [aquí, yo Jorge Villacorta, me salto hasta la página 33 del texto].

Ahora bien; si nos reconocemos en estos comportamientos y en la forma de observarlos es porque nuestra IDEOLOGÍA ESTÉTICA CINEMATOGRÁFICA (es decir, el sistema de reglas que nos permiten afirmar que un film es bello o feo, logrado o fallido) coincide con la ideología estética del film, tal como la hemos definido anteriormente (es decir, con su específica estructuración discursiva, de acuerdo con las "reglas" específicas de construcción de un film). Lo cual delata nuestros gustos burgueses o pequeño-burgueses y la posición ideológica que los sostiene. (No creemos que los ingenuos espectadores de la "cazuela", que acudieron a ver la película atraídos por el engañoso título del film, encontrasen la misma IDENTIFICACIÓN y el mismo RECONOCIMIENTO. Su IDEOLOGÍA ESTÉTICA tiene otras exigencias y espera otro tratamiento de los comportamientos matrimoniales. Su forma DE VER es muy diferencte a la nuestra y los silbidos que se escuchaban durante la proyección señalan estas diferencias)".

---FIN DE LA CITA-----

En el texto original parte del título está escrito con mayúsculas, pero el texto interno está con cursivas donde yo he usado mayúsculas.

Del texto se deduce que existen "cánones" en plural. Y los directores de cine que cita el sobresaliente periodista Cavallo, corresponden a los gustos de su entorno social.

En mi experiencia social, propongo que cada quien establezca su canon según sus gustos personales (o del medio social con el cual se identifique).

:-D

Supongo que estos dilemas de los cánones ya estaban resueltos cuando menos en 1976. Basta leer la lista de los renombrados colaboradores de "Hablemos De Cine" #68, para notar que todos los aspectos del tema del "canon" no guardan secretos para ellos y que difícilmente puede llevarles a polemizar sobre un asunto tan sencillo de comprender (hasta para mí).