jueves, 29 de noviembre de 2007

Para siempre


Martín Castañeda nos envía este ensayo sobre El número 23, la película de Joel Schumacher. El texto tuvo un reconocimiento en un reciente concurso de ensayos convocado por la Universidad de Lima.

El verano pasado se estrenó un intento de thriller psicológico: El número 23, dirigida por Joel Schumacher. En general la crítica estuvo de acuerdo con que esta fue una película débil, llena de recursos que se agotaban rápidamente. Sea una buena película o no, mi intención es develar un punto que queda sin anudar al final del film: Antes del último fade-out vemos como Walter, el personaje principal, no ha escapado del significante 23 que lo persiguió durante todo el film. Este ensayo es un intento de llenar ese vacío con un mito que podría darle otro sentido, o uno más coherente.

La película nos muestra a Walter, un hombre de familia común y corriente que por lo que él llama “destino”, llega a sus manos un libro. Éste al leer el libro encuentra muchas similitudes entre su vida y la vida de Fingerling, el personaje central de este libro, un investigador obsesionado con el numero 23. Frente a estas similitudes Walter emprende una investigación y, tal como Fingerling, se obsesiona con el 23 lo cual desencadena en una historia trágica tanto para uno como para el otro. Walter descubre que es su propia historia la que tiene en sus manos, la cual él escribió hace mucho tiempo para luego olvidar este mismo acto.


Nuestro sujeto (Walter) muestra lo que podríamos definir salvajemente como una obsesión por el saber, hallar la verdad es su objetivo durante todo el film. Al final, parece que lo alcanza, pero de alguna manera lo que podríamos llamar su inconsciente lo traiciona, el significante 23 lo vuelve a tomar. Propongo entonces que la verdad pertenece a lo no dicho en la película, un misterio posible de desentrañar si se siguen ciertas pistas que están ahí, frente a nosotros en la pantalla. La primera y obvia sería pues, el significante recurrente: 23. (La repetición, aquello que no deja de escribirse).

· 23

Siguiendo un tiempo cronológico (de la vida de Walter, no del film) procedo a analizar el capítulo 23 del libro: La historia olvidada de Walter, olvidada en dos sentidos. Primero porque en el libro no hay un capítulo 23 y además porque Walter, sea por causa del golpe recibido o el trauma implícito anterior al acto (fallido) de suicidarse, olvida este capítulo de su vida.

Este capítulo se puede desmenuzar en dos momentos: En un primer momento tenemos el hecho que su padre se suicida por no poder soportar la muerte de la madre. El residuo del acto del padre es un número: 23. En un segundo momento tenemos la relación de Laura y Walter. Walter sabe del engaño de Laura. Ella lo deja por otro. En este momento el número 23 reaparece y habla: “mátala”. Walter va donde Laura, señalando el peligro en el que esta se encuentra. Laura le dice que nunca lo amó, que nadie lo amará y que es igual de patético que su padre. Walter en ese momento la mata y huye.

El crimen cometido desencadena en dos situaciones. Por un lado, la nueva pareja de Laura va a la cárcel, es decir, un otro (inocente) paga por el crimen que nuestro sujeto cometió. Por otro lado, un suicidio del mismo, que aunque fallido, nos ubica nuevamente en el primer momento: el suicidio del padre por la mujer.

Walter ingresa a un hospital psiquiátrico, donde se le diagnostica amnesia severa debido a las lesiones y luego de un tiempo sale. Ese mismo día, a sus 32 años conoce a Agatha la mujer con la que se casa y tienen un hijo.

Tenemos ahora una segunda pista numérica, llamemos a éste, entonces, el capítulo 32.

· 32

Tenemos a Walter, que tras verse reflejado en el libro, inicia una investigación en la cual las pistas lo señalan a él, lo que engancha a Walter es un número. Asimismo, tenemos a Walter que sospecha un engaño de parte de Agatha con Isaac. Se produce una pesadilla en la que Walter mata a Agatha. Siguiendo las pistas del 23 Walter visita la cárcel para encontrarse con un inocente pagando por un crimen que no cometió. Mientras tanto tenemos a Agatha que sigue la pista del doctor (suicida) que la lleva al hospital psiquiátrico. Walter y Agatha se encuentran luego y se produce la revelación: Walter es el que escribió el libro. Lo olvidado, de esta manera retorna.

Esta revelación desencadena la repetición del encuentro Walter-Laura antes del asesinato. Walter trata de alejarla del peligro que es él, Agatha lo insta a que Walter la mate, pero ella dice “te amo”. El crimen no se comete, el inocente sale en libertad y Walter como el culpable cumple su condena. Tenemos así el final justo, correcto.

“¿o no?”

El último encuadre nos presenta el reloj y este marca 23 (ó 32). Podría ser éste un último recurso para dejar en suspenso al espectador sobre el misterio del número, pero también nos señala que hay algo que retornó luego de ese “final correcto y justo” y que quedó en el aire, algo de lo que no se dijo.

William Shakespeare es uno de los iniciadores del “meta-teatro”, es decir “el teatro dentro del teatro”. Estos momentos especulares, de representación dentro de la representación, nos llevan a contemplar la vida misma como ficción, como sueño. Cuando él utiliza este recurso es para que el espectador, tanto dentro de la obra como fuera de ésta, reconozca algo de lo suyo, de lo que le concierne dentro de él. En esta película no hay teatro dentro del teatro, ni película dentro de la película, pero si hay una historia (el libro) dentro de una historia (la película). El relato del libro es una especie de eslabón perdido que está ahí cubriendo una brecha, un vacío que contiene una doble verdad. Una cómo no-ficción, la historia que sabemos fue escrita por el mismo Walter. Y otra, propongo yo, cómo “célula mítica” que da cuenta de lo que le ocurre a Walter, solo posible de verse entre líneas. Procedamos entonces con el libro, un punto de no-unión, mezcla del 23 con el 32, tal vez un 23 invertido que a través de un espejo nos muestra un 32.

· 23/32

La historia de Fingerling también se descompone en dos momentos:

Primero, su historia nos cuenta acerca de “la rubia suicida”, una mujer a la que conoce en el momento que ésta se va suicidar. Ella cuenta el porqué de su obsesión con el 23: su padre se suicidó por no soportar la muerte de la madre y lo único que este dejó atrás fue un número: 23. Cuando sale del edificio creyendo que ha hecho un buen trabajo la rubia cae del cielo, se suicida.


En un segundo momento, la relación de Fingerling y Fabrizzia. Fingerling ya está obsesionado con el 23 y tiene pesadillas en las que mata a Fabrizzia. Paso siguiente Fingerling se lo cuenta a su psiquiatra, Phoenix, el cual le dice que se tome unas vacaciones. Fingerling le hace caso y por hacerlo Fabrizzia lo rechaza, ella quiere al investigador. Fabrizzia lo engaña con Phoenix; el 23 lo toma, lo captura y acto siguiente la mata.


Este crimen también desencadena dos situaciones, por un lado Phoenix va a la cárcel, es un inocente que paga por un crimen que no cometió. Por otro lado, Fingerling se para en la ventana listo para suicidarse… pero la historia queda ahí.


· De lo cronológico a lo lógico.

En las tres historias tenemos a un inocente que paga por algo que no hizo. Tanto en el capítulo 23 como en el 23 invertido (al espejo) tenemos una infidelidad, un asesinato y un suicidio. Ahora bien, en el capítulo 32 tenemos una supuesta infidelidad pero que desencadena en una revelación (Walter como el asesino), se da una situación recurrente de asesinato pero el amor (Agatha lo ama y ¡se lo dice!) permite que este horroroso reconocimiento tome otro sentido y finalmente se llegue a lo correcto: se libera al inocente y el criminal va a la cárcel. Walter responde a la eterna pregunta filosófica que lo perseguía: suicidarse no es la respuesta correcta.


Volvamos a las pesadillas: Tanto Walter, en el capítulo 32, como Fingerling al saber del engaño sueñan que matan respectivamente a Agatha y Fabrizzia. En el primer caso, vemos como ante el engaño (supuesto) de Agatha, lo reprimido retorna. Hago un primer intento de elaborar una especie de ecuación que dé cuenta de lo que sucede: “Si la mujer me está engañando, la mato”.


Pero es el segundo caso el que muestra algo diferente, una clave para nosotros. A primera vista la ecuación: “Si la mujer me está engañando, la mato” se cumple en el caso Fingerling, tanto que llega a matar a Fabrizzia. Pero recordemos que este es un sueño de un personaje ficcional, una especie de sueño (llamémoslo (b)) dentro de un sueño (llamémoslo (B)). Es en (B) que tenemos un movimiento de desplazamiento y condensación. La rubia suicida es la misma historia de Walter por un lado y del futuro de Fingerling. Deja de ser un hecho casual el que Fingerling y Fabrizzia compartan la F en sus nombres, dando cuenta que en (b) él está matándose a sí mismo, a raíz de su propio engaño. El desenlace de (B) es pues, la puesta en acto de (b).


Sabemos por Walter que su madre murió a los 8 años y por esto su padre se suicida dejando como residuo que puede dar cuenta de este acto el número 23. Fingerling cuenta que a los 8 años tras romper la ley de su padre (no cruzar la cerca) descubre a la viuda muerta. Luego conoce una rubia suicida que cuenta que su padre tras la muerte de su madre se suicida dejando como única explicación el 23.


Entonces, para Walter hay una mujer (madre) muerta, un padre que se suicida y deja un 23. Lo que desencadena en un 23 que persigue a Walter. Conoce a una mujer por la que olvida el 23 y cuando llega la infidelidad el 23 retorna desencadenando el asesinato y el suicidio. Me atrevo a interpretar que frente a la muerte de la mujer, el hombre muere. El niño, frente a este horror inexplicable, toma un significante con el cual se obsesiona para poder seguir adelante: el 23. Llega otra mujer que calma esta obsesión (el 23 lo deja de perseguir), pero cuando ésta lo engaña, el sujeto representa el ritual: muere la mujer, muere el hombre.


En el caso de Fingerling cuando niño tenemos que: hay una viuda mujer muerta. Los doctores aseguran que fue un suicidio; Fingerling sabe que ha habido un asesinato (de parte de un ser monstruoso del cual ni sus seres queridos están a salvo). El sabe: alguien la mató. A través de la historia de la rubia suicida tenemos a una mujer muerta y un padre que se suicida dejando solo el 23 detrás, es decir la historia de Walter. Y este conocer a la rubia desencadena en una obsesión por el significante 23 que persigue a Fingerling. Llega la mujer y una infidelidad que desencadena nuevamente el ritual: muere la mujer, muere el hombre.


El ritual “muere la mujer, muere el hombre”, solo se inicia cuando se rompe la garantía del amor, es decir cuando se introduce el engaño, la infidelidad. Es por eso que cuando Walter inicia el ritual con Agatha, no lo llega a realizar ya que esta pone en palabra lo que en ningún otro caso sucede (lo opuesto en el caso de Laura): “te amo”. No hay necesidad de matar a la mujer, y mucho menos de seguirla en la muerte, donde tal vez el amor sea para siempre.


Walter-Fingerling nunca quiso ser como su padre, contador. El quería ser investigador, pero lo único que hace durante la historia, sea la que sea, es contar: todo lleva al 23. El resto del padre muerto (el significante 23) lo persigue sea en la historia que sea. Walter-Fingerling sabe que la muerta (viuda-mujer-madre) ha sido asesinada, no es cierto que se suicidó, el sabe que los doctores mienten y que la persona que debería pagar por el crimen no lo ha hecho de la manera correcta. La eterna pregunta existencial de Walter-Fingerling es: ¿Suicidarse o no?, como el padre, como el padre que habita en él, que lo persigue, a través del 23. Nos queda la infidelidad, elemento desencadenante del ritual que se repite en Walter-Fingerling; propongo yo: la neurosis que el pequeño Walter elabora para darle sentido a la muerte de sus padres, que siendo aún tan horrorosa, hace necesario un desplazamiento a un solo significante que permita olvidar lo anterior y tener otra cosa con que obsesionarse: 23.

El 23 es lo que menos importa en tal sentido, pudo haber sido cualquier otro significante que cumpla la misma función. Un crimen pasional que queda inconcluso ya que el culpable no lo pagó (según los criterios morales del mismo sujeto). De esta manera el mito que explica a Walter (el mito desde Walter en todo caso) se establece: Walter sabía que su padre asesinó a su madre porque ésta le era infiel y luego se suicida. Frente a la preguntas fundamentales del obsesivo: ¿Estoy vivo o muerto? y ¿Qué es un padre?, propuestas por Jaques Lacan sobre la neurosis obsesiva, Walter responde ambas al realizar el ritual con la fórmula final: Si la mujer no me ama (me es infiel), entonces será en la muerte (muere la mujer, muere el hombre) que podremos amarnos para siempre.

Martín Castañeda

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Sobre la revista Tren de sombras. Una mirada sana

El crítico argentino Rodrigo Martín Seijas nos envía esta nota sobre Tren de sombras.
La revista Tren de sombras constituye una representación bastante fiel de la búsqueda que está encarando la crítica cinematográfica peruana, no sólo dentro del campo del cine peruano, sino también dentro de Latinoamérica.

Las críticas de los estrenos se caracterizan por ser textos cortos, de no más de media página, que jamás se van se van por las ramas, y donde las premisas o los argumentos de los filmes sólo sirven como plataforma de despegue de los aspectos o elementos que los críticos quieren señalar. De ahí que sea lógico que sólo se reseñen los filmes más interesantes del momento según la perspectiva de los integrantes de la revista, en vez de tratar de brindar un panorama más abarcativo, aunque agotador, de la cartelera como sucede en muchas publicaciones de cine. Los que sí tienen una cobertura inusualmente amplia son los estrenos nacionales, con lo que Tren de sombras se transforma en una saludable ventana informativa, en especial para el lector de otras latitudes que raramente tiene posibilidades de conocer lo que acontece en la cultura cinematográfica del país que mira al Pacífico.
Es digno de resaltar que los contenidos de la revista no pretenden encerrarse dentro de lo estrictamente referido al dispositivo cinematográfico. También indaga en las conexiones con otras artes, como la literatura, o con otros medios de comunicación, como la televisión, mediante ensayos y dossiers, con un fuerte hincapié en el contexto social y cultural, y una gran amplitud de criterios.
Las notas y contenidos de Tren de sombras oscilan entre el buen uso de los conceptos y las teorías más académicas y un diseño de impresión colorido (alejado de lo visto en otras ediciones universitarias), la objetividad y la subjetividad, la disposición para informar a un lector ávido de conocimiento y la vocación por dejar asentado un punto de vista propio y reconocible. A esta revista se la percibe explorando, buscando el camino adecuado, el punto de equilibrio justo, algo particularmente difícil de conseguir. Pero mientras tanto, puede afirmarse sin dudar que se distingue por un apasionamiento mucho más centrado, sin entrar en la agresión, lo cual promueve un debate urgente y sincero, junto a una integración mayor entre los críticos latinoamericanos representada, por ejemplo, en la reseña de libros de escritores argentinos.

Rodrigo Martín Seijas (28 de octubre de 2007)

Rodrigo Martín Seijas vive en Buenos Aires. Es crítico de los sitios argentinos Cineramaplus, Cineismo y FanCinema. Ha colaborado con diversas publicaciones uruguayas y peruanas y es co- autor del libro Pina Pellicer, Luz de tristeza, editado en México.

Del abuso de una distribuidora al abuso de una librería: El caso de Crisol

Hemos recibido el siguiente artículo de José Carlos Cabrejo. Cuenta los hechos ocurridos luego de la compra de un libro y expresa su malestar.
“No es política de la librería devolver el dinero por la compra de un libro con fallas de impresión o edición, incluso en el caso de que ya no haya ejemplares disponibles de éste”

José Arturo Saavedra Campos
Representante de la librería Crisol (Óvalo Gutiérrez)
El sábado 11 de noviembre, aproximadamente a las diez de la noche, después de ir a una de las funciones del Festival de Cine Europeo en el CCPUCP, me acerqué a la librería Crisol ubicada en el Óvalo Gutiérrez (Miraflores) y adquirí una edición de Edicomunicación S.A. del libro “Ulises” de James Joyce.

Horas después, ya en mi casa, quité la bolsa protectora del libro y descubrí que varias de las páginas del libro estaban en blanco. Por ello, al día siguiente, entre las 4 y las 5 de la tarde, me dirigí nuevamente a la librería para que me cambiaran el libro por otro en buen estado o, de lo contrario, me devolvieran el dinero respectivo a la compra.

Un tal José Arturo Saavedra Campos, al parecer el administrador del local, me atendió. Revisó el ejemplar, y al constatar los errores ya mencionados, me ofreció el cambio por otro ejemplar (el único que quedaba) con las páginas completas, aunque con varias manchas de tacto en los extremos de las hojas. ¿Una librería que se considera seria te puede ofrecer el cambio de un ejemplar fallado por otro en estado de suciedad?

Sorprendido, le dije que no podía aceptar un ejemplar en ese estado, y que si no disponían de otro en óptimas condiciones prefería la devolución del dinero. Ante ello, señaló que no era política de la librería devolver el monto de un libro fallado. Me dijo literalmente: “así dice en la boleta”. Si uno revisa las boletas de Crisol, en efecto, puede encontrar una frase que dice “No se aceptan devoluciones”. No pensé que una librería como ella se pudiera ceñir de esa manera a una frase así de simple y descontextualizada.

Ante ello, me dijo que podía limpiarlo. Dado mi apuro y mis ganas de no tener un “colerón” que malograra mi día, le dije que en fin, que lo limpiara, para ver cómo quedaba. Minutos después, me entregó el nuevo ejemplar limpio. Al retirarme del local, me di cuenta a los pocos instantes que la pasta del libro presentaba una rotura. Tuve que volver a ingresar y comunicarle el problema. El mencionado sujeto insistió en que Crisol no devuelve el dinero y que quedaban dos opciones: o cambiarme el ejemplar por uno que estuviera en otro local de Crisol, o utilizar ese monto de dinero para comprar otro libro de igual costo o mayor.

Imagínense el panorama. ¿Qué hubiera pasado si Crisol ya no contaba con ejemplares de esa edición? Me hubiera “obligado” a comprar otro libro que no estaba entre mis planes. Es como que uno compre una casa, que se ofrece con una serie de características, y que al habitarla descubre que no tiene todo lo prometido; ante lo cual, el vendedor diga: “no es mi política devolver el dinero, lo único que puedo hacer es ofrecerle otra casa que cueste igual o más, así esté en otro distrito o incluso sea totalmente distinta”.

La edición que compré era relativamente económica, pero… ¿qué hubiera pasado si de pronto un estudiante ahorraba dinero para comprar un libro de precio elevado pero que era de gran necesidad para su carrera, le dan un ejemplar fallado, va a reclamar y al no tener más ejemplares le dicen que tiene que adquirir cualquier otro libro no deseado a cambio? ¿qué hubiera pasado si un padre de familia le compra un libro de alta necesidad a su hijo, y si el ejemplar es único y fallado, le dicen que no le queda otra que adquirir otro libro, inclusive si no lo requiere, porque la boleta dice “No se aceptan devoluciones”? Así como la escasez de títulos de los cines promueve en parte la compra de DVDs ilegales, un servicio como el que ofrece Crisol sin lugar a dudas también estimula la adquisición de libros piratas o de reventa, a veces defectuosos pero económicos, y que ante un caso como el que presento implicaría un menor riesgo de pérdida de sumas mayores de dinero.

Pero ahí no queda todo. El tal Saavedra Campos se dispuso a llamar a los demás locales para confirmar si tenían otros ejemplares de la edición que compré. Casi todos locales señalaron que los ejemplares tenían los mismos problemas (páginas en blanco), y el único que tenía un ejemplar en buenas condiciones era el Crisol de San Miguel. Ante lo cual, me dijo que tenía que ir hasta allá para el cambio de ejemplar. Tengo la suerte de trabajar los martes cerca de ese local, ¿pero que hubiera pasado si yo no fuera una asiduo a ese distrito? Tendría que haberme dado el esfuerzo de ir hasta un local lejano de mi casa o de mis centros de trabajo, por culpa de un problema que no fue ocasionado por mi persona. ¿Lo correcto no hubiera sido que me ofrecieran el ejemplar en su propio local en cuestión de pocos días, y recién después preguntar si de pronto me era más cómodo ir hasta allá? No hay que ser experto en marketing de servicios para darse cuenta de los gruesos errores de atención que estaba ofreciendo Crisol.

Si bien se cambió el ejemplar fallado por uno en óptimas condiciones en el local de San Miguel, lugar en el que además sí fui muy bien atendido; eso no quita que la política de no devolver el dinero incluso en el caso de adquirir un ejemplar único y fallado sea intolerable. En esas condiciones, no recomiendo a nadie comprar libros en Crisol.

José Carlos Cabrejo

lunes, 26 de noviembre de 2007

Día del cine: hurgando en la pobreza


Desde el 2004 se lleva a cabo en Perú EL DÍA DEL CINE, cuyo atractivo se encuentra en que el valor de las entradas están disponibles -para cualquier película, cine y horario- a sólo S/ 3.50. En esta su cuarta edición se presentó un agregado, el cual consistió en que al adquirir un boleto para el día festivo te hacías acreedor de un cupón valedero para que la entrada del lunes siguiente sea también de S/3.50. Tal vez para el 2008 se agregue el "Combo canchero" o el clásico 3x2, o quién sabe qué más, hay infinidad de posibilidades entre las cuales está la más idónea y a la vez la más difícil de darse: mayor calidad de películas en exhibición, no contentarse con la cartelera eventual de la fecha, sino re-estrenar lo mejor dado durante el año. Si no se puede todo al menos algo, ¿no?... Es el día del cine. Día para celebrar, el problema es que no hay con qué.

No soy asiduo a los multicines por variedad de razones (tiempo, dinero, desgano, falta de oferta, etc.), pero sentí el deseo romántico de celebrar el tan anunciado día de repetición anual con el entusiasmo característico de un primerizo, no de reincidente como es mi caso, y pasar una jornada larga dentro de una sala frente al écran. La motivación fue interna distante a la (triste) realidad, la desilusión llegaría al revisar el listín y no encontrar algo verdaderamente atrayente digno del día anunciado. ¡Oye! es el DÍA DEL CINE, equivalente al "día del espectador", claro, así se anuncia y se cree, así lo queremos también. Pero, lo que en verdad vemos y sentimos sería el (único) "DÍA VICTORIOSO DE LA CRUZADA ANTIPIRATERÍA" de todo el año, entendido así por el dispendioso y efusivo despliegue publicitario contrastante con la oferta brindada en filmes. Lástima que el "DÍA DEL CINE", sea solamente el "día de la entrada barata". Por eso, dudo que el séptimo arte quiera soplar la velita un día en el cual se le hace demagogia descarada.

Bueno, mi ánimo ya estaba al tope, había olvidado que estoy en Lima, donde los críticos día tras día -con razón- refunfuñan de la cartelera (otros la aprueban, hay de todo). Olvidé que los gringos abarrotan las salas con su armamento blockbuster durante todo el año (gran detalle), y fui iluso al creer que para esta ocasión se haría una excepción, que como era de esperarse, para los ecuánimes, no se hizo.

Recalco mi ánimo, nuevamente, para justificar la adquisición de tres entradas, tres películas que vi en horario sucesivos con pequeños break de interludio, durante toda la tarde y gran parte de la noche. ¿Valía la pena tanta atención? No lo sé. Sólo que en este último tiempo me dedico voluntariamente a labores de prensa, y este es un día que había que cubrir, así sea hurgando entre lo 'no mucho' de lo ofrecido en nuestro medio. Comportamiento digno de un cinerasta consumado, asimismo de un mártir sin crédito. La última hora (The 11th Hour), de Nadia y Leila Conners a las 15:35; y Muero por Muriel, de Augusto Cabada, a las 17:20; fueron mi menú cinéfilo para ese día. La elección fue más que sencilla, simplemente se hizo por descarte, pues no había nada más interesante por ver, siendo las elegidas dignas de una medida atención, sea por chauvinismo, culturalismo, provocación, o lo que les venga en mente.

Cojeando, por motivos de poco interés, llego al recinto 5 minutos antes de la primera función. Las colas extensísimas en la boletería ratificaban lo que había previsto, el peruano promedio esperador de último momento estaba presente en esa cola multiplicado por cientos más, de distintas razas y géneros, elementos que conformaban la fila de espera para la adquisición de un ya codiciado boleto para ese entonces. Felizmente, para mí, pude ingresar directamente a la sala, y saltear la molestia de la cola, ¿por qué?: aproveché la opción de la pre-venta la víspera de la función -otro acierto de la edición de este año- aunque al ver lo abarrotado de las boleterías parece que no fue bien anunciada ni aprovechada. Con eso quedo demostrado, a primera vista, que el DÍA DEL CINE fue un éxito en taquilla. Regresando al asunto, pude ubicarme cómodamente para intentar asimilar los mensajes de La última hora. A los 3 minutos de empezado el film, una jovencita emite un "NOOOO" desilusionado al enterarse recién que Leonardo DiCaprio, en esta ocasión, no haría su piruetas galantes frente a cámaras, pues aquí funge de narrador del documental pro-ambientalismo. Ella, sólo atinó a levantarse del asiento y salir de la sala enojada creyéndose engañada. Durante 90min. y tras escuchar diversos testimonios de (supongo, renombrados) ecologistas de todo el mundo, concluí en que la película tenía mucho qué decir, pero poco qué proponer. En los créditos finales mientras sonaba Politik, de Coldplay, decía internamente para entenderme mejor que todo La última hora es un alegato contra el consumismo más que un discurso a la salvación del medio ambiente, denuncia las petroleras, y la utilización de los objetos tecnológicos consecuentes de la devastación, entre otras causas. Quedé con las medidas ansias de conocer alguna solución verdaderamente útil al alcance de la plebe para proteger nuestro planeta. Las estadísticas y palabreos fueron los protagonistas de este documental ambiental (¿?). Primera (y ojalá, última) insatisfacción.

Tocaba el turno a la última película nacional estrenada en las últimas semanas, la accidentada Muero por Muriel, del reconocido guionista y director debutante Augusto Cabada. El sello Iguana se hace presente con el lenguaje televisivo utilizado en gran parte de la película, el vídeo digital transferido a 35mm ofrece pésima calidad de imagen: pixeleo y decoloración. El sonido es inconstante en planos auditivos, sube y baja sin aviso ni justificación, asimismo se distorsiona y aclara súbitamente; cacofonías impresentables y vergonzosas para un trabajo de nivel profesional como el que se pretende. Muy aparte de eso, esta producción nacional es acertada en el devenir dramático, frenesís pasionales captadores de atención. Todo gira en torno al personaje de la sensual Andrea Montenegro, Muriel, quien vive un romance con el amigo de adolescencia del marido que detesta por el maltrato que este le dirige. Muriel fuerza su viudez al asesinar a Bernie, su esposo, y vivir sin tapujos sus amoríos libres. El personaje del debutante Ricky Tosso, sería el único testigo tanto de la infidelidad como del homicidio, por lo cual chantajea a la mujer para que cumpla sus placeres sexuales. Ella, en una jugada calculada, desinhibida y abyecta, logra deshacerse de los conocedores de su crimen para así quedar impune de sus delitos.

Excluyendo el juicio técnico de esta entrega, la cual sólo demuestra desidia para con la misma, Muero por Muriel es una película enfocada en las posibilidades expresivas de los personajes, lo que hace aún más encomiable la labor del primerizo Cabada, quien consigue un testimonio correcto y atinado de las expresiones actorales de su elenco. Es bien conocida la labor de Augusto en los cortos de Salvini o algunos de los largos de Lombardi, como La boca del lobo o Bajo la piel, en su faceta de guionista; pero, el buen trabajo realizado en la dirección de esta producción desdeñada de Iguana, lo pone en la mira de los realizadores prometedores. Las conversaciones están contextualizadas o filmadas con un estilo clásico, asimismo con un desenlace de film noir que enmarca a la propuesta como clasicista en esencia. Drama pasional, que finaliza con sangre y muerte, giro no sorprendente pero casi enternecedor con una Muriel perdedora, rendida y obligada frente a un 'Oso' afligido, resignado y manipulado. Escena final que linda peligrosamente con la melifluidad, aunque solamente amaga llegar a ser así. Ricky Tosso sorprende fuera del set de TV, prejuzgué desacertadamente al señor, quien labora bien en el filme.

Salgo de mi segunda función y las calles siguen muy transitadas cerca de las boleterías, da para un rato más este día de remate. La sala 4, donde vi la producción peruana estuvo llena hasta más de su límite, incluyendo tarados tragadores de cancha que vociferaban estupideces cada vez que el pezón de la Montenegro aparecía en el écran o si alguna grosería se parlamentaba en las acciones. Es bueno aprender a convivir con todo... Esa segunda (y última) función del DÍA DEL CINE fue satisfactoria, muy superior a mis expectativas.

Sólo queda el retorno a casa, el día ha acabado con balance regular. Cada quién es libre de juzgar a su gusto la calidad de su experiencia en este día marketeadísimo. Yo, feliz por la evasión de las colas pero disconforme por la escasa variedad de oferta, pues me sobraba tiempo para una función más, pero ningún elemento fílmico me guiñaba el ojo con suficiente sensualidad como para hacer caso a sus insinuaciones. Sólo se servían menús light con comedias ligeras, bockbusters épicos o terrores de cuna. Yo preferí introducir esos S/3.50 sobrantes en el cerdito de porcelana para saciar cualquier otro antojo futuro... El cine cumplió con lo que pudo en esta ocasión, aunque aún tengo apetito.... Como salí, regreso; cojeando a casa...

John Campos Gómez

domingo, 25 de noviembre de 2007

Muero por Muriel


Lástima que Muero por Muriel haya tenido la accidentada producción y el desairado lanzamiento que describe Augusto Cabada en la carta dirigida al grupo Cinemaperú.

Lástima porque es, junto con Bala perdida, el mejor de los filmes de Iguana Producciones.

No es sorprendente lo que ha ocurrido. Por el contrario, es sintomático, y refleja el estado del cine peruano.

Al inicio, un cartel nos informa que la película recibió un premio en el proyecto de largometrajes convocado por CONACINE el año 2000. El que recién veamos la película dice todo acerca de las dilaciones en la producción, de la interminable postproducción, de los tires y aflojes para cumplir con el mandato de la ley de cine, que exige la entrega de una copia en 35 milímetros a las películas grabadas en digital. Pone en evidencia un sistema que no funciona.

El que haya sido “arrojada” a la cartelera por la empresa productora, como dice Cabada, da cuenta también de la negligencia y desinterés en el trato a una película de bajo perfil, pero de méritos evidentes, muy distinta a un bodrio como Baño de damas, que sí recibió de Iguana todos los honores en su estreno.

Lástima que Iguana prefiera asociar su imagen a ese impersonal y anónimo mamotreto peruano-venezolano, antes que a una cinta hecha por “gente de la casa”: lo han sido, o lo son aún, tanto el director Cabada, como Luis Barrios, autor del argumento, así como el responsable del diseño de sonido, Daniel Padilla, entre otros miembros del equipo, que incluye a la productora Margarita Morales Macedo.

Muero por Muriel no es una película lograda; por el contrario, tiene muchas debilidades y defectos. Pero posee una virtud: detrás de ella se nota a un realizador que tiene sentido del cine y que sabe lo que está haciendo.

No hay más que ver la primera secuencia para darse cuenta de ello: el encuentro del escritor Salvador del Solar con Muriel (Andrea Montenegro) en un bar. La escena transcurre en clave de comedia de personajes dispares, separados por la timidez y desconcierto de uno y la seguridad de la otra. El diálogo entre el escritor apocado de anteojos y la mujer seductora, de cuerpo contundente, es un guiño a las comedias de Howard Hawks. Luego del recitado del primer párrafo de la novela en ciernes se asoma el puro disparate y llega un gag de remate, rotundo y sorpresivo. Un porrazo que desmonta cualquier posibilidad romántica. La película gira entonces hacia una zona más pasional y, luego, más sórdida.

Muero por Muriel está armada a partir de situaciones reconocibles; de episodios que parecen haber sido vistos antes; de personajes que recogen los gestos, comportamientos y diálogos de una vieja tradición. Es como un juego de trivia fílmica con el saber acumulado en centenares de películas de la estirpe de Pacto de sangre, de Billy Wilder. Muriel es una mantis religiosa; los hombres que la rodean son fichas de su juego y en él todos terminan por confundirse, los de arriba y los de abajo, los poderosos y los fracasados; los guapos y los feos. Todos pierden.

Cabada sabe reciclar y aporta algunos giros atractivos. Muero por Muriel no es su mejor guión; carece del vuelo del de Bajo la piel. La cinta tiene la frescura del ejercicio narrativo, pero también las limitaciones impuestas por algunos personajes que resultan previsibles (los de Salvador del Solar y Diego Bertie), situaciones que aportan poco (la relación entre la pareja de guionistas), y una realización por momentos poco inspirada, de resoluciones televisivas, como ocurre en las escenas que transcurren en el departamento del escritor.


Pero los aciertos están en las libertades que se toma Cabada, pasando de la comedia al thriller y a la película negra, luego de un giro retrospectivo que replantea la narración, desplazando el punto de vista del relato y nuestra percepción de los hechos. Una movida a lo Pulp Fiction que relanza la película en un momento de estancamiento, poniendo en primer plano al personaje que encarna Ricky Tosso de modo impecable.

Sin duda, la película gana con la presencia de Tosso, con su triste expresión de condenado por pasión a Muriel, y con el ambiente que lo rodea, teniendo a la canción de Los pasteles verdes como leit motiv de su impotencia. El personaje del “ojo privado” que se enamora de la mujer que vigila -¿alusión al James Stewart de Vértigo?- y termina envuelto en una trama criminal, tiene consistencia gracias al aporte de Tosso, muy bien dirigido por Cabada.

Pero las películas existen a partir de las condiciones en que se proyectan y las vemos, y Muero por Muriel se proyecta en condiciones lamentables. La transferencia de la imagen digital a 35 milímetros es penosa. Dejo a los técnicos dilucidar si el problema es el tipo de cámara DV empleada, o lo que fuere. Lo cierto es que la imagen carece de definición, el equilibrio de los colores está arruinado y por momentos vemos imágenes saturadas en exceso. Lo más molesto: cada paneo horizontal tiembla como si padeciera de paludismo.

Hay películas hechas a partir de la imperfección de un sistema de registro audiovisual. Hay otras que usan las carencias como parte de su estética y su expresividad. Incluso algunas logran efectos expresionistas trabajando los problemas del color. Pero ninguno de ellos es el caso de Muero por Muriel, concebida de acuerdo a un modelo clásico y en referencia a películas que aprovecharon al máximo las posibilidades de la iluminación cinematográfica.

Los que hayan visto los cortometrajes de Augusto Cabada, sobre todo El final, habrán notado la atención puesta en ellos al logro de ambientes, atmósferas y tratamientos expresivos del color. En El final, veíamos a una pareja de guionistas entrampados en la escritura del final de una telenovela que se representaba al ritmo de la lectura de algunas escenas. El paso de un nivel a otro, de la “realidad” a la “ficción” de la telenovela, estaba marcado por cambios de iluminación, de la ubicación de las fuentes luminosas, de la clave fotográfica, del color del vestuario, entre otros elementos de esta naturaleza. A Cabada no sólo le preocupa la escritura; tiene un sentido cierto de la composición visual (en Muero por Muriel es interesante el modo en que encuadra las máscaras que adornan el departamento y la resolución que encuentra a ese motivo visual) y del clima que envuelve a una acción.

La imagen desvaída, aguada, desteñida, temblorosa, de fotocopia, de Muero por Muriel, no permite apreciar la capacidad de Cabada para desarrollar una ficción con las cualidades atmosféricas que requiere. Sin ellas, las historias en el cine no son más que anécdotas más o menos bien contadas.

Ricardo Bedoya

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Fernando Fernán Gómez: la muerte de un grande del cine español


Hoy murió Fernando Fernán Gòmez, tal vez el actor más notable y representativo del cine español. Nació en Lima, en 1921, cuando su madre, actriz en gira, representaba una obra entre nosotros. Era un viejo anarquista, malhumorado -durante una visita a Lima, vi en directo uno de sus ataques de furia contra un periodista que llegó tarde a una entrevista pactada con él-, lúcido al describir su oficio y recordar su carrera, y actor notable en cintas como Esa pareja feliz, El espíritu de la colmena, El abuelo, entre tantas otras. También fue un director importante, de cintas como El mundo sigue, El extraño viaje, El viaje a ninguna parte.


Aquí reproducimos una cronología de lo esecial de la trayectoria artística de Fernando Fernán Gómez publicada en El correo digital (http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/20071121/mas-actualidad/cultura/trayectoria-artistica-fernando-fernan-200711211930.html)

Ricardo Bedoya

28.08.1921/Nace circunstancialmente en Lima (Perú), durante una gira teatral de su madre, la actriz Carola Fernández Gómez, pero es inscrito en el registro de Buenos Aires (Argentina).
- 1921/Su abuela materna lo trae a España con sólo unos meses de vida.
- 1940/Hace un pequeño papel en la obra de Jardiel Poncela (su descubridor) "Los ladrones somos gente honrada" (Teatro La Comedia de Madrid).
-1943/Es contratado por la productora cinematográfica CIFESA para "Cristina Guzmán" (Gonzalo Delgrás). Empieza a trabajar en radio y doblaje de películas.
- 1945/Película "Domingo de carnaval" (Edgar Neville). Se casa con la cantante María Dolores Pradera, con la que tiene dos hijos y de quien acaba divorciándose. Su siguiente pareja es la actriz Emma Cohen, con quien se casa por lo civil en 2000.
- 1951/Película "Esa pareja feliz" (Luis García Berlanga).
- 1952/Dirige su primer largometraje, "Manicomio".
- 1955/Dirige la película "El malvado Caravel".
- 1960/Dirige la película "Sólo para hombres". Crea su compañía teatral y dirige y/o actúa con ella.
- 1961/Dirige la película "La venganza de Don Mendo". Publica su primera novela, "El vendedor de naranjas". Premio Nacional de Interpretación Dramática ("Mi querido embustero").
- 1962/Premio Nacional de Interpretación Dramática (también con "Mi querido embustero").
- 1963/Dirige la película "El mundo sigue".
- 1964/Dirige la película "El extraño viaje".
- 1972/Película "Ana y los lobos" (Carlos Saura).
- 1973/Película "El espíritu de la colmena" (Víctor Erice).
- 1974/Película "El amor del capitán Brando" (Jaime de Armiñán).
- 1976/Por la película "El anacoreta" (Juan Estelrich) gana el Oso de Plata al mejor actor en la Berlinale.
- 1978/Premio Lope de Vega de Teatro por "Las bicicletas son para el verano".
- 1979/Película "Mamá cumple cien años" (C. Saura).
- 1980/Premio Mayte de Teatro por "El alcalde de Zalamea".
- 1981/Medalla de Oro de Bellas Artes.
- 1982/Premio del Espectador y la Crítica por "Las bicicletas...".
- 1983/Premio Mayte de Teatro por "Las bicicletas...". Película "La colmena" (Mario Camus).
- 1984/Por la película "Stico" (J. De Armiñán) gana su segundo Oso de Plata al mejor actor en Berlín. Película "Epílogo" (Gonzalo Suárez). Adquiere la nacionalidad española.
- 1985/Premio Nacional de Teatro. Publica como novela "El viaje a ninguna parte".
- 1987/Cuatro Premios Goya: tres por "El viaje a ninguna parte" (película, guión y dirección) -también premiada por los Directores y Realizadores Cinematográficos de España (ADYRCE) en las categorías de director y actor- y el cuarto Goya (mejor actor) por su "Mambrú se fue a la guerra".
- 1989/Premio Nacional de Cinematografía.
- 1990/Publica sus dos volúmenes autobiográficos, "El tiempo amarillo".
- 1992/Por la película "Belle Epoque" (Fernando Trueba) gana el Goya al mejor actor.
- 1993/Premios José María Rodero de la Unión de Actores a toda una vida y Espasa Calpe por su novela "El ascensor de los borrachos".
- 1994/Medallas de Oro de la Comunidad de Madrid y la Universidad Complutense.
- 1995/Premios Príncipe de Asturias de las Artes y Fastenrath por su novela histórica "La Puerta del Sol".
- 1996/Medalla de Oro de la Universidad Carlos III de Madrid. Película "Tranvía a La Malvarrosa" (José Luis García Sánchez).
- 1997/Publica "Stop, una novela de amor".
- 1998/Por la película "El abuelo" (José Luis Garci) gana el Goya al mejor actor. Premio Max de Artes Escénicas por la adaptación de "El Lazarillo de Tormes". Elegido miembro de la Real Academia Española de la Lengua (RAE).
- 1999/Premios Donostia a su carrera y Mariano de Cavia (artículo en "ABC" titulado "El saloncillo de mis tiempos"). Película "La lengua de las mariposas" (José Luis Cuerda). Publica la novela "La cruz y el lirio dorado".
- 2000/Ingresa en la RAE. Estrena en Bilbao su comedia "Los invasores del palacio" y protagoniza el monólogo fílmico de "Voz" (Javier Aguirre), basado en un texto de Samuel Beckett.
- 2001/Por su película "Lázaro de Tormes" gana el Goya al mejor guión adaptado de la Academia Española de Cine, que también le otorga su Medalla de Oro. Premio al mejor actor de la Academia de Artes y Ciencias de la TV. Publica la novela "Capa y espada".
- 2003/Por "En defensa de Sancho" (2002) gana el Premio Max de Artes Escénicas al mejor autor teatral en castellano.
- 2004/Por "Las bicicletas son para el verano" (2003) gana el Premio Max de Artes Escénicas al mejor autor teatral en castellano. Publica la novela "El tiempo de los trenes".
- 2005/Por "Morir cuerdo y vivir loco" (2004) gana el Premio Max de Artes Escénicas al mejor autor teatral en castellano. Película "Para que no me olvides" (Patricia Ferreira). Oso Honorífico en Berlín.
- 2006/Premio Julián Besteiro de Artes y Letras del sindicato UGT. Película dedicada a Fernán Gómez tras una conversación filmada en su casa "La silla de Fernando" (David Trueba y Luis Alegre).
-21.11. 2007/Fallece a los 86 años en el hospital madrileño de La Paz

martes, 20 de noviembre de 2007

Muero por Muriel: posición de Augusto Cabada


Augusto Cabada, director de Muero por Muriel, explica su posición frente al lanzamiento de la película y a todo el proceso de realización del proyecto en carta enviada al grupo Cinemaperú.

Pronto publicaremos un comentario a esta película.

"Había enviado un mensaje ayer, pero por alguna razón no llegó. A ver si tengo más suerte esta vez.

Antes que nada, agradezco a los que se han tomado la molestia de escribir algo sobre la película y su lanzamiento. Comentaba que tenía la impresión de que "Muriel", más que lanzada, había sido "arrojada" por su casa productora, con total desamor. Cada etapa en la realización de este proyecto ha sido así, una decepción; la exhibición no tenía por qué ser diferente.

Mucho me temo que la película pasará totalmente inadvertida por las salas, lo que me apena mucho, sobre todo por el enorme e impagable esfuerzo de muchos buenos profesionales que participaron en ella. Admitía también que, en parte, me sentía responsable de la falta de cobertura mediática, pues me había negado a participar en toda actividad de promoción convocada por la empresa productora, debido a profundas e irreversibles diferencias que mantengo con el productor de la película. Fue una decisión sustentada en razones principistas, así que tengo que acatarla, aún si resulta desfavorable para mi suerte y la del proyecto.

Agradezco a Álvaro por sus generosos -y creo que inmerecidos- elogios. Ojalá que algún día pueda dirigir otra película, para sacarme el clavo de éste. Así y todo, no quiero dejar de reconocer que haber podido dirigir y estrenar una película, en las condiciones que sea, no deja de ser un tremendo privilegio en un país como el Perú.

Saludos a todos,

Augusto."

viernes, 16 de noviembre de 2007

Josué Méndez y Rolex


Lean esta imperdible crónica de Quintín y Flavia de la Fuente publicada en el blog La lectora provisoria. Aquí el enlace: http://lalectoraprovisoria.wordpress.com/2007/11/14/postal-de-nueva-york-4/#more-2472


La partida de Sergio Salinas


La sorpresiva muerte de Sergio Salinas Roco priva a la cultura cinematográfica chilena (y de toda la región) de uno de sus representantes más lúcidos y dedicados a lo largo de casi 40 años y es otro golpe a esa generación cinéfila que en la década del 60 removió las aguas un poco estancadas de la crítica, el cineclubismo y la aproximación al cine en su conjunto. En lo personal, me unió a Sergio una amistad fraterna de varias décadas en las que compartimos, de manera indesmayable, similares convicciones y el mismo compromiso con el arte de las imágenes en movimiento. El entusiasmo común por las películas de Hitchcock y Ford nos acercó desde el comienzo, así como a otros jóvenes críticos chilenos y no sólo conmigo, sino con otros colegas limeños también jóvenes en ese entonces como Juan M. Bullitta, Federico de Cárdenas y Nelson García. La amistad de Sergio se extendió más adelante a otros peruanos a quienes apreciaba mucho, como Ricardo Bedoya , Augusto Tamayo y Norma Rivera.

Lo visité cada cierto tiempo en Santiago. Sergio fue uno de los amigos con los que viví en esos primeros días de setiembre de 1973 en Santiago la certeza de una situación insostenible que terminaría el día 11 con el cruento golpe de las Fuerzas Armadas chilenas, dos días después de mi regreso a Lima, como quien estuvo guiado por la providencia. Siempre las conversaciones con él (cigarrillo y café obligados en Sergio y con seguridad factores letales de su, en estos tiempos, prematura partida) fueron largas y enjundiosas.

Amante de la tertulia, era una conciencia crítica permanente de lo que ocurría en el cine chileno y en su país. Muy desencantado del proceso chileno de los últimos años y de lo que para él era una ilusoria imagen de prosperidad, Sergio no cejó sin embargo en su empeño de hacer cosas, de aportar a la cultura cinematográfica. Más allá de su inclinación a un cierto pesimismo, había un impulso constructor que lo mantuvo activo siempre y lo hizo retomar en los últimos tiempos (despuès de casi 25 años entregados sobre todo al Cine Arte Normandie, un modelo de programación en Chile y en toda América Latina) la docencia y la investigación en la historia del cine chileno.

Estuvo en Lima en varias ocasiones. En 1988 participó en la Filmoteca de Lima en un diálogo sobre la obra de Hitchcock a propósito del programa más amplio sobre su filmografía que hasta ese entonces se había presentado en Lima en copias en 35 mm. La última vez fue el año pasado, con ocasión del décimo Festival de Lima en el que asistió como jurado. Tenía el deseo de regresar este año al Festival y a Lima, ciudad por la que sentía mucho afecto.

Extrañaremos a Sergio, cuya disposición para la ayuda y la colaboración no tenían límites. Desde el Cine Arte Normandie y la Cinemateca Chilena, que contribuyó a fundar, apoyó reiteradamente, junto con Alex Doll, tanto a la Filmoteca de Lima como, más tarde, a la Filmoteca de la PUCP. Gracias a ellos hemos podido contar con títulos en 35 mm. que no hubiéramos podido ver sin la colaboración de estos buenos amigos. Nunca hubo condiciones en esos préstamos generosos.

Extrañaremos a Sergio por su capacidad de análisis, por la lucidez de sus reflexiones, por la consecuencia en la defensa de sus posiciones, aún a riesgo de quedarse solo. También, porque en estos tiempos en que una cierta tendencia de la crítica, aquí y allá, apunta por la frivolidad, la figuración o el acomodo, él representó siempre la negación de esas propensiones y lo hizo público, como en una intervención en el Festival de Viña del Mar, creo que en 1996, donde deslindó clara y polémicamente, con el rigor que siempre tuvo, con la superficialidad y la falta de un verdadero compromiso intelectual y ético de algunos críticos jóvenes con el cine chileno y con el cine en general. Esa lección de integridad moral irrenunciable es la que nos deja este buen amigo a quien recordaremos siempre con gratitud y afecto.

Isaac León Frías

miércoles, 14 de noviembre de 2007

La muerte de un amigo: Sergio Salinas Roco

La noche del lunes 12 de noviembre murió Sergio Salinas Roco, amigo chileno, cinéfilo a tiempo completo, crítico de la desaparecida revista Primer Plano, profesor universitario, estudioso del cine chileno, fundador del Cine Arte Normandie, sala clave en el desarrollo de la cultura cinematográfica chilena de las últimas décadas.

Sergio, generoso, fumador empedernido, estuvo muchas veces en Lima. La última vez fue en agosto de 2006, participando en el jurado de la crítica del Festival de Lima.

Nuestras condolencias a la familia y a Alex Doll, su antiguo socio en la aventura cinéfila del Normandie.

Publicamos la información preparada por la familia y el Cine Arte Normandie:

"La familia Salinas Roco y Cine Arte Normandie, lamentamos comunicar el triste fallecimiento de Don Sergio Salinas Roco, destacado crítico de cine y profesor universitario.

Sergio Salinas, de 65 años, falleció de un ataque cardíaco durante la noche de ayer en su domicilio ubicado en la comuna de Ñuñoa.

Reconocido como un amante del cine arte, cursó hasta cuarto año de Derecho en la Universidad de Chile.

En 1969 fue socio fundador del Cine Club Nexo y desde 1971 se convirtió en crítico de cine y miembro del comité de redacción de la revista especializada "Primer Plano".

Entre 1974 y 1976 fue profesor de Historia y Estética del Cine en el Instituto de Arte de la Universidad Católica de Valparaíso. Por esos años, inició su trabajo como crítico de cine en el diario La Tercera, labor que desempeñó hasta 1984.

Desde 1980 a 1983, dictó clases de Historia del cine y Análisis cinematográfico en la Vicerrectoría de Comunicaciones de la Universidad Católica de Chile. Pero fue en 1982 cuando cumplió uno de sus mayores sueños: creó, junto a otros socios, el Cine Arte Normandie, en el que participaría como directivo hasta 2006.

Durante todos esos años y hasta el día de ayer, Sergio Salinas Roco participó en la programación, redacción y edición de textos de Cine Arte Normandie y continuó siendo un importante consejero tanto profesional como personal. Por su vasta trayectoria y conocimientos cinematográficos, que lo llevaron a ser uno de los especialistas en cine más reconocidos del país, Sergio Salinas participó como jurado en innumerables festivales de cine, tanto nacionales como extranjeros. Su última intervención en un certamen de esta naturaleza, fue el Quinto Festival de Cortometrajes de Talca, que se realizó en octubre pasado.

Actualmente, Sergio Salinas se desempeñaba como profesor de la asignatura "Cine Clásico" en la Carrera de Cine y Televisión del Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile y participaba en diversos proyectos patrocinados por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.
Su triste fallecimiento, sin duda enluta al cine chileno y a todos los amantes de este arte que marcó la vida de nuestro querido Sergio, quien contribuyó a crear conciencia crítica del cine y formar ciudadanos que no sólo miran una pantalla sino que trascienden la imagen que se les proyecta. Los restos de Sergio Salinas serán velados a partir de las 10.00 am de mañana miércoles, en la Iglesia Jesús Nazareno ubicada en Manuel Montt 797 (con Valenzuela Castillo), comuna de Providencia. Sus funerales se llevarán a cabo el jueves en el Parque del Recuerdo, a una hora por confirmar. Cualquier consulta, comunicarse a los teléfonos 6972979 ó 6722151.

Atentamente,
Familia Salinas Roco Cine Arte Normandie"

Sobre una cierta tendencia de la crítica local


Isaac León Frías nos envía un comentario que responde la pregunta hecha ayer por un lector acerca de un post publicado hace unos meses por Ernesto Zelaya, y comentada por Diego Cabrera, ambos de la revista Godard!, en el blog al que remitimos:

http://necofobia.blogspot.com/search?q=%22La+historia+se+repite%22

1- Comentario del lector
Señor León Frías

"Usted escribió sobre la revista Godard y su relación con las compañías distribuidoras de películas. Hace un tiempo en el blog Necofobia, el señor Ernesto Zelaya de la revista Godard escribió esto que a mi me sorprendió:

" Voy a hacer un paréntesis entre tanta crítica para comentar una situación que ya se viene repitiendo cada año y que cada vez me parece más cómica...

Como siempre, los críticos que se precien de ser importantes publican en el mes de diciembre sus listas de los mejores estrenos del año, dando pie a comentarios, comparaciones y críticas. Yo también lo hago como podrán ver y más que nada termino en desacuerdo con todo el mundo.

Hace algunas semanas, me encontraba leyendo estas listas en el suplemento Luces de El Comercio y me di cuenta que todos los críticos de dicha institución coincidían en una crítica que ya se viene repitiendo a cada rato: la pobre calidad de los estrenos en la cartelera comercial, la falta de películas más "de peso", "artísticas" o como quieran llamarlas, la conclusión general de que el 2006 fue muy pobre para la cartelera y ojalá esta situación mejore para el 2007.

Algo me dice que a fin de año van a estar deseandole lo mismo al 2008. Y esto es algo que no sólo sucede aquí sino en todos los países: los criticos se lamentan de lo malo de su cartelera y proclaman que "tal o tal año ha sido el peor". Y así sucesivamente, se va repitiendo como un círculo vicioso.

No niego que hay varias películas en cartelera que están de más (Ya sean gringadas como Deck the Halls y mientras menos hable del Ratón Pérez o la treintena de animalitos animados que parecen salir a cada rato), pero hay algo que estos ilustres críticos parecen no tomar en cuenta a la hora de quejarse. Desgraciadamente, la cartelera no está hecha para ellos. Las distribuidoras traen películas pensando en el público en general, esa gente que va al cine sólo de vez en cuando y sólo para divertirse, no para criticarle a una película hasta los créditos.

Esto igual es un negocio y las distribuidoras obvio, desean que las películas tengan buenos resultados. Que mejor manera trayendo películas reconocibles y que la gente va a ir a ver... los criticos que buscan filmes más profundos o de mayor peso, son una minoría. Yo digo, simplemente, es lo que hay y si no te gusta, no vayas al cine en vez de quejarte tanto."

Ahí también aparece un comentario del señor Diego Cabrera que es también de Godard que dice a Zelaya esto:

"Muy lucido y honesto de tu parte Ernest. El ego de la mayoría de críticos no les permite ver cosas tan sencillas como las que acabas de exponer. Dale que el Blog está de P.M.".

Qué opina usted?

2- Respuesta de Isaac León Frías

La argumentación de Ernesto Zelaya - no es extraño que haya pasado por la revista Godard! - es similar a la que esgrime Pimentel en el reportaje publicado por José Tsang en la revista Caretas a fines del año pasado y de la que se dio cuenta en este mismo blog hace algunas semanas. ¿Para qué quejarse del estado de la cartelera? Por qué pedir películas que sólo gustan a los críticos? Qué sentido tiene repetir la misma monserga? Acaso los distribuidores no exhiben lo que el público pide?

¿Qué es lo que revela tal argumentación?


Primero, indiferencia negligente frente al estado de cosas reinante. La argumentación podría aplicarse a muchas otras áreas o campos y, dentro de esa lógica, igual se podría decir que es inútil dar educación a los malnutridos. Nunca he leído en quienes sostienen esa posición frente a la cartelera la menor referencia a lo que no sea el mantenimiento de la situación vigente. En otras palabras nos dicen que estamos ante un mercado intocable, ante una realidad de hegemonía que no queda sino acatar. Ergo, el periodismo y la crítica deben limitarse a comentar lo que se estrena.

De esta manera el periodismo y la crítica se hacen absolutamente cómplices del statu quo bajo el manto cultural, y sirven a la industria cinematográfica de una forma parecida a la publicidad directa.

Pero no se trata de simple conformismo y seguidismo cómplice. Hay más: un cierto menosprecio al cine visto en las grandes pantallas. Como son espectadores sin pasado cinematográfico, o de muy escaso pasado, y casi todo lo que han visto ha sido a través de la pantalla chica (VHS, DVD o cable) poco les importa lo que se vea en los cines y el estado de la cartelera. ¿Qué importancia tiene para ellos lo que pueda ofrecerse en el espacio de los multicines y para qué comprarse el pleito con las distribuidoras?


En realidad, se enfundan en su propio y pequeño espacio aunque, claro, el pretexto principal de su actividad periodística sean los estrenos. Pero es simplemento eso: un pretexto que les sirve de plataforma, pues en el fondo lo que se vea y lo que no se vea en la cartelera no es un asunto que les preocupe. Y como, al mismo tiempo, muestran una tendencia a sobrevalorar el promedio de lo poco que se ve en la cartelera, no ven ningún motivo de queja. Si se cortan escenas, se excluyen películas anunciadas o no se estrenan otras, eso los tiene absolutamente sin cuidado.

Por otra parte, hay un claro desprecio al público. La razón se esgrime con claridad: lo que se ve es lo que pide el público y, por lo tanto, es absurdo que un grupo de críticos pida un cine que sólo a ellos interesa. Ese argumento es absolutamente elitista y excluyente. Como si todo estuviera perdido y no valiera la pena el menor esfuerzo. Cuestionan que a partir del supuesto interés de un pequeño grupo o segmento, se proteste por el estado de una cartelera infame. Pero son ellos los que se sitúan en ese lugar privilegiado y muy por encima de ese público por el que no importa hacer nada. En el fondo, el individualismo más cerril y autocomplaciente.

Isaac León Frías

Comunicado de APRECI

Juan José Beteta, presidente de la Asociación de Prensa Cinematográfica nos ha hecho llegar el siguiente comunicado.

APRECI deplora censura a película La mujer de mis pesadillas

La Asociación Peruana de Prensa Cinematográfica (APRECI) deplora las mutilaciones hechas por la distribuidora cinematográfica United International Pictures (UIP) a la película The Heartbreak Kid, de los hermanos Peter y Robert Farrelly, estrenada en nuestro país el jueves 1 de noviembre como La mujer de mis pesadillas.

La colocación de rectángulos negros, a manera de parches, sobre un par de escenas, constituye una flagrante censura a una obra que debería exhibirse sin la menor alteración por parte de sus distribuidores y, además, es una notable falta de respeto al público, que merece apreciarla tal cual.

La mujer de mis pesadillas corresponde a un público mayor de 18 años. Sin embargo, se estrenó como si lo fuera para espectadores mayores de 14. Eso explica la escandalosa mutilación de escenas que UIP consideró impertinentes para un sector de la platea. Es decir, se estafa al público adulto, recortándole un producto que tiene derecho a ver en su integridad, y a la vez al público adolescente, al que se le atrae a ver un contenido incompleto.

La primera escena censurada es muy rápida, aproximadamente en el minuto 62 del metraje. Al interior de un salón donde, según un cartel, se bailan "danzas mexicanas folclóricas”, se aprecia a cierta distancia a un falso burro simulando penetrar a una mexicana, que está vestida. El parche oculta el supuesto falo.

En la segunda escena, en el minuto 84, el encuadre es más cerrado y explícito. En la playa, luego de sufrir el ataque de una medusa en la espalda, el personaje de Ben Stiller está echado boca abajo en la arena, su pareja se baja el pantalón y orina en la zona afectada, dejando ver en plano detalle su vagina, donde tiene un piercing. El parche, inmenso, cubre buena parte del cuerpo de la actriz.

La convicción de que el contenido y el público cinematográficos pueden tratarse como cualquier cosa, bajo criterios estrictamente mercantiles, ha dado como resultado imágenes insólitamente intervenidas, controladas y disminuidas, equivalentes a un libro con páginas en blanco, tachadas o arrancadas, o a una pintura con huecos y borrones ajenos a su autor.

Así, la distribuidora United International Pictures agrega una cuota de grosería y torpeza a la cartelera local, la cual ya soporta un parche virtual de grandes proporciones, al exhibirse casi exclusivamente cintas hollywoodenses, pero ahora inaugura una suerte de “correcciones” específicas en el interior de las obras. Se trata de un pésimo precedente que podría convertirse en costumbre si la comunidad cinematográfica y el público aficionado lo dejan pasar por alto.

Esta vez fueron censurados los hermanos Farrelly por escenas sexuales. Mañana puede ser cualquier cineasta –llámese Tarantino, Rodríguez, Kim Ki–Duk, Chan–wook Park, Cronenberg, Von Trier, Ripstein, Martel, Michael Bay, Tony Scott o Michael Moore– y por cualquier motivo. Por ejemplo, ¿se cortará Lust Caution, de Ang Lee, si es que se estrena? ¿Se mutilarán escenas gore de Juego macabro 4 o Planet Terror? En este contexto, cabe preguntarse si el próximo domingo 25 de noviembre se parcharán más películas, presentadas en una categoría ajena para atraer más espectadores, en el marco de la promoción “El Día del Cine”, que se realizará en todo el circuito de exhibición comercial por cuarto año consecutivo.

APRECI insta al Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual (INDECOPI), entidad que, cada vez que destruye material pirata, usa aplanadoras parecidas a la hegemónica distribución del cine norteamericano, y al Consejo Nacional de Cinematografía (CONACINE), ente oficial del cine peruano donde también están representados los distribuidores, exhibidores y el INDECOPI, a que se pronuncien sobre este abuso empresarial contra una obra cinematográfica y el derecho del público a consumir un producto tal como lo concibieron sus realizadores.


Asociación Peruana de Prensa Cinematográfica (APRECI)

martes, 13 de noviembre de 2007

Una mirada a En el dormitorio de Todd Field


El cine, al igual que las demás artes, es un medio repetitivo. En nuestra actualidad cada vez es más familiar esa idea sobre la intertextualidad o el manejo de modelos que un autor se fija conciente o inconcientemente antes de realizar una obra; es esa huella que nos delata sobre nuestros gustos o preferencias alimentando así esa teoría de que uno continua o re-edita lo que ya alguien se había ingeniado.

La temática sobre los conflictos familiares dentro del cine ya es un asunto de la que podemos obtener una abundante filmografía. Este tipo de tema está mediado por el desarrollo de una crisis que se crea dentro de una familia motivada por un hecho desafortunado. En el dormitorio (In the Bedroom), de Todd Field, es uno de los tantos materiales que se suma a esta cuestión. La trama es simple: sobre como una pareja de esposos, ya madura, pasa por una crisis conyugal y emocional a raíz del fallecimiento de su único hijo.

Frank Fowler es un joven pescador que vive enamorado de Natalie Strout, una joven de mayor edad que Frank y que inclusive ha tenido como experiencia una relación matrimonial junto con Richard Strout la cual resultó infructuosa. A pesar que la joven Natalie tiene dos niños producto de su anterior relación, eso no incomoda al casi infante Frank, hasta que un día el agresivo Richard asesina de un disparo a Frank. En esto consiste la primera parte de la película donde los padres se encuentran casi en un segundo plano, para que luego ello se invierta.

Pero empecemos por el contexto y además el inicio. Frank es un muchacho que aparte de vivir el momento (como según él declara) de su relación con Natalie ha decidido una vez más retrasar sus planes estudiantiles, esto debido a que se está expresando en él ese espíritu de relación que va más allá de un acuerdo entre enamorados. Natalie tiene junto con ella dos niños, los cuales Frank acoge y además trata de tomar el puesto del verdadero padre, ello asistiendo a partidos de béisbol de los niños e inclusive organizándoles fiestas de cumpleaños a los niños con el apoyo de los padres del mismo Frank. La presencia de Richard frente a Frank, crea en este el deseo de represión y no frente a su pareja, sino a sí mismo. Ello se le ve en sus gestos de preocupación cada vez que Richard aparece de manera imprevista. Frank sabe muy bien que la actitud de Richard es agresiva, impulsiva y matonesca pero existe en Frank ese compromiso tanto a Natalie como a los niños de cumplir con ese rol que ellos mismo le han confiado; el rol de padre.


Entonces aquí se presenta una primera confusión frente al joven sobre el lema de ser o aceptarse. Él es un joven aún con futuro inestable e indeciso, por eso desde el comienzo de la película hasta el desenlace que tiene el personaje, no se llega a concretar su futuro adulto creado por su propia convicción. Lo que ocurre con Frank es que prácticamente se está viendo obligado a madurar ¡pero ya! Es por eso que de un momento a otro Frank plantea a su padre el vivir tan solo de la pesca, pasatiempo que venía de la familia Fowler echando de lado su oportunidad para estudiar arquitectura (según se puede entender al ver sus diversos planos) y para lo cual posee un buen talento. En una escena, Frank está llamando a un personaje “X” quien le concede una entrevista dando a entender que el joven se ha decidido por no abandonar su futuro estudiantil. Cuando de pronto una llamada cancela esta conversación. Es el hijo de Natalie que cuenta a Frank que han tenido un problema en la casa. Entonces aquí se ve la irrupción. Irrupción que Natalie recae para Frank, y que el mismo Frank decide acoger. Es por eso que decide echar de lado sus asuntos educativos (su yo juvenil) para convertirse una vez más en esa imagen paterna para el niño (su yo maduro). Entonces aquí se podría entender que no existe lo que es una convicción del propio Frank, sino más bien tanto Natalie como sus hijos son los que le empujan a actuar de aquella forma.


El caso de Natalie es lo mismo pero a la inversa. Natalie es aún joven, pero “más madura”, solo entre comillas, ello por su misma edad. Natalie tiene dos hijos y un marido del que está separada, más no divorciada, pero muy a pesar de eso decidió iniciar una relación con Frank. De aquí partimos la psicología de Natalie, como una mujer que no tiene aún condensada su personalidad “como mujer”, como persona que pueda valerse por sí misma, es inmadura, desordenada de ideas y de personalidad. Su comportamiento es casi la de una niña. En una escena de la película Matt Fowler, padre de Frank, de improvisto llega a su casa en busca de su hijo, y se da con la sorpresa que la pareja, obviamente al percatarse de la llegada del patriarca, baja las escaleras desesperada, yendo semidespienados y agitados; era un hecho que estaban muy ocupados dentro de uno de los cuartos. Más tarde, Matt, muy afectuosamente invita a comer a la pareja a la mesa y el comportamiento de Natalie en ella es casi la de un infante. Si hay algo que caracteriza mucho al personaje de Natalie es que posee una mirada muy inquieta, insegura de sí misma, infantil y nerviosa, e inclusive de su misma voz. Su nerviosismo a través de su voz es casi siempre detectable. Podemos entonces con esto decir que Natalie es una persona que tiene un futuro inseguro, especialmente si hay de por medio en su vida dos niños a los que debe de cuidar; es por eso que necesita de Frank o más bien de una imagen conyugal para ella y paternal para sus hijos. Es muy importante el asunto de las edades. Frank podrá tener sus momentos de madurez, pero aún acaba de salir de su mundo juvenil, todavía posee una apariencia infantil y eso es un asunto clave en la película, que tan importante son las actitudes y reacciones de los personajes pues ello influirá en sus destinos más adelante. Esto me lleva a razonar sobre una elaboración exquisita de Field en el desarrollo del guión y el origen del título de su obra.

En un día de pesca, Matt enseña a uno de los hijos de Natalie sobre la pesca de langostas. Se le llama cabeza a la red de nylon que atrapa a la langosta en el agua, y para ello es necesario tan solo dos cabezas. Matt dice: “dos es compañía…tres son multitud”. La presencia de tres cabezas puede hacer perder el brazo de una de las langostas, entonces sería ello una pesca infructuosa. Pero hay algo muy curioso en lo que sigue, y es que luego Matt reprende a su hijo Frank, también presente ahí, por haber tenido el descuido de haber sobrepasado el número de cabezas en el agua (esto lo explico más adelante). Seguido de ello Matt coge una langosta hembra, esta con unas dimensiones grandes para una langosta de tamaño normal, y le comenta al niño sobre las características de ese animal. Le distingue su fuerza anormal frente a otras langostas. Dice que una como de su tamaño podría matar fácilmente a dos machos. Agrega además que esta hembra posee bayas o huevos, los cuales según Matt, las leyes del Estado prohíben su pesca. A manera de predicción, Matt sin querer ha descrito las situaciones y sucesos que luego ocurrirán en la película. Una pareja es de dos, pero no de tres. Si se abusa del número podría ocasionar hechos infructuosos. Es evidente que la langosta gigante es Natalie y que los dos machos a los que se aniquilaría sería Frank, que será asesinado, y Richard, que correrá con la misma suerte, ello motivado por el objeto del deseo que sería Natalie, ello producto de una inseguridad emocional que Natalie va creando tanto en Frank como en Richard. Como ya habíamos explicado Frank llegaría a ser esa imagen conyugal-paternal, mientras que Richard, muy a pesar de formar parte del pasado de Natalie, la joven, debido a su comportamiento inseguro y medroso, deja más que un espacio grande a Richard para que siga este ahuyentando dentro de su nueva comunidad, de su nueva familia.


Hay otro punto muy importante a detallar que es sobre el asunto del título. Matt en su explicación sobre las cabezas o trampas de nylon, comenta que la langosta el atravesar dichas cabezas, pasa por un recinto llamado “dormitorio”, donde será el espacio que lo mantendrá encerrado. A esto le agrego otra escena de la cinta donde Frank explica mediante una maqueta a Natalie sobre un proyecto del que se ha imaginado. De una casa que tiene como centro una habitación y está rodeada por los dormitorios tanto de los padres como de los hijos. Matt dice que es una idea estupenda, dicha habitación como el centro donde la familia se encuentre. El dormitorio alude a lo que es el entorno familiar que es anhelo constante de todos los personajes, tanto de los Fowler como de los Strout (Natalie y Richard). Todos aquí desean formar su familia, reorganizarla. Necesitan de ese centro o punto vital que mantenga en vida ese calor familiar. En el caso de Natalie, ella necesita de ese centro conyugal-paternal. Richard por su parte necesita ponerse él mismo como centro de la familia, aquella que extravió o más bien que le fue arrebatada por un infante que dañó su orgullo. En la pareja Fowler, tanto antes como después de la muerte de su hijo, Frank siempre fue el centro. La soledad del padre, la arrogancia de la madre; todo dirigido y provocado por su presencia física o sentimental del hijo. Es por eso que antes de la muerte de Frank, ambos padres siempre están pendientes de las acciones de su hijo, quieren ser casi partícipes de su vida. Después de la muerte de Frank, es por eso que ambos dialogan tan solo con sus pensamientos, con su culpabilidad, pues el centro ya ha desaparecido, y si no hay un centro entonces se deconstruye o se derrumba su medio familiar.

La segunda parte de la película es netamente graficada por los padres de Frank. Después de la muerte de Frank el contexto es distinto. La película en un comienzo empezó en un entorno veraniego, con reuniones en el campo, jubilo, niños, el asunto del amor que lleva a lo sexual tanto de los jóvenes como de los padres. Luego de la crisis, el mismo entorno y la misma iluminación son diferentes. El colorido celestial se volvió en un tono tungsteno, azulado ya casi para gris. Hay una ausencia plena de la figura infantil. La misma relación de la pareja que recién ha perdido a su único ser querido, ha colapsado. Lo que un día fue normal se convirtió en rutina; la calma sonora, ya no se escuchan ni lo pajaritos ni el medio ambiente. Los mismos personajes tienen menos diálogos. Los propios movimientos o miradas nos indican su estado de ánimo. En el comienzo de la película se veía una notoriedad sobre la ausencia de comunicación entre padre e hijo. Eran los padres los que asistían a Frank, los que le invitaban a conversar y lo único que conseguían de este era esa rebeldía e indiferencia de la que se llama independencia ya sea en la forma de pensar o en su misma vida intima del joven. Muy a pesar de eso había o existía un diálogo en actividad; muy a pesar de los sinsabores que tenía Frank cuando conversaba con sus padres, existía tanto en Matt como en Ruth esa mirada de satisfacción por la presencia del hijo. Ya con la muerte de Frank, la pareja Fowler queda en un ambiente de rutina, de culpabilidad, de amargura, de confusión, están reprimidos. Ruth es una mujer que dentro de su edad posee una gran vitalidad. El manejo de un coro de jóvenes es su medio de actividad, el cual luego de la crisis tiene que dejar por un tiempo de atenderlos para autoflajelarse ella misma postrada en un sillón donde no deja de fumar. Es la ansiedad de no poder comunicarse frente a su único camino, que es Matt. Por su lado, Matt es quien tiene una apariencia tranquila, como si nada hubiese pasado, pero es esa tranquilidad, su estado de represión o su forma de reprimirse. Matt es casi un símbolo de la soledad al igual que toda la película misma. Es curioso que la familia Fowler se haya dedicado a la pesca, considerada como un trabajo solitario. El mismo pueblo está entre el mar infinito y las zonas boscosas. Matt después de sus labores tenía la costumbre de ir a ver trabajar a su hijo en el puerto. Era su forma de escape dentro de su realidad, la imagen del hijo. Matt a propósito se olvidaba su almuerzo para que concientemente pueda tener la excusa de salir a ver a su hijo después de finalizar media jornada. Matt en sus ratos libres asistía a su hijo o a su misma esposa. Ello lo cambia con la compañía de una podadora o cortando hojas de los árboles. El oficio de jardinero, como otro ente también solitario. Tanto Ruth como Matt se autoreprimían y no el uno al otro. La propia ausencia de comunicación entre los cónyuges no creaba más que odio e inclusive temor el uno frente al otro. Ya luego surgirá una convergencia que sería el desahogo de ambos. Manifestar sus represiones, sus odios, sus temores. Muy a pesar de ello no reina la calma dentro de ellos. Se podría decir que se habían perdonado el uno del otro, pues siempre existió una culpabilidad en cada uno por la muerte de su hijo (ello también a manera de represión), pero a quien no habían perdonado fue al verdadero culpable.

Si en un momento Richard fue para Natalie una irrupción de tranquilidad, ahora lo era para Ruth y más adelante para Matt. En el caso de Ruth el asesino era asimilado como un recuerdo que la atormentaba. Si bien sabía Ruth que Richard era el asesino de su hijo, ella se reprimía tanto con su único alrededor (Matt) o consigo misma. Para Ruth más bien Richard significaba como el medio que la derrumbaba. Aquella única imagen a la cual se sentía impotente de echarle en cara la culpa. Cuando Natalie se acercó a Ruth para disculparse frente a la muerte de su hijo, la única reacción que la mujer tuvo frente a eso, fue de fijar en la joven como el módulo de la culpa, es por eso que la golpeó. Lo mismo pasa cuando ve a su esposo, e inclusive a ella misma. Cuando ve a Richard su reacción es de agonía. Matt sin embargo siempre tuvo uno culpa dirigida al asesino, y si el sentía una culpa como padre era el de seguir sabiendo que el asesino de su hijo andaba libre. Es por eso que decidió matar a Richard. Era la única forma de que pueda cerrar en él esa cicatriz que se había formado en lo más recóndito de su ser. El compromiso era eliminar al asesino para que así pueda sanar. Y en la película eso se manifiesta cuando Matt entre la confusión y la culpabilidad se corta un dedo y se pone una venda. Ya cuando ha consumado su delito, echado en su cama, decide quitarse la venda. Ya no queda más marca que la del recuerdo. Si queda evidencia ahora de culpabilidad es por la muerte de Richard. Nace en él ahora una intranquilidad tal vez incierta. Puedo sospechar ello pues a Matt se le ha quedado grabado una antigua foto de Richard con Natalie sonrientes, que vio en la casa de su víctima.

Después de haber culminado su delito Matt, ya en su casa, se desnuda y envuelve su ropa como desperdicio. La envuelve como si tuviera la intención de, más tarde, quemarla o botarla. Luego se lava el cuerpo. Aquí el agua, como signo de purificación, el elemento que para los griegos significaba el medio de la purificación del alma que pasa a un estado de olvido. El alma olvidaba todo lo terrenal para quedar en paz. Es así como se quiere sentir Matt después de su delito, pero echado en su cama tiene una mirada inquieta, preocupada, con insomnio, intranquila.

En el dormitorio, como mencionaba al comienzo, aborda un asunto ya tratado. Se me viene a la mente Ordinary People de Robert Redford o La habitación del hijo de Nanni Moretti (aunque esta es contemporánea con En el dormitorio), que por cierto tienen un trama similar a la mencionada, solo que el tratamiento es muy diferente, ojo, muy a pesar que contienen o comparten una misma trama. A esto es a lo que me refería con la intertextualidad. Todd Field bien pudo, tal vez, haberse basado en otras películas anteriores para crear la suya, pero el estilo es el que lo ferencia de esa huella que arrastra. El cuento puede ser el mismo, pero la forma como uno lo cuenta es la que lo hace diferente.

Carlos Esquives E.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Sobre la cartelera comercial y la piratería


Isaac León Frías amplía la posición que expuso en su artículo publicado por El Dominical, de El Comercio. En este post habla de la censura, el estado de la cartelera, la piratería y la función de Indecopi.

Algunos lectores poco informados han señalado que existe una relación entre la poca piratería fílmica en Santiago y Buenos Aires y el buen nivel de la cartelera de estrenos, mientras que en Lima ocurre lo contrario. Eso no es verdad. La piratería en Santiago, y en mayor medida aun en Buenos Aires, está muy extendida y lo puede ver uno en las aceras de las calles donde se ofrecen dvd piratas, como ocurre asimismo en casi todas las capitales de la región. En México, por ejemplo, se vende en mesas colocadas en parques y plazas públicas. En Buenos Aires, la piratería se ofrece por catálogo y se entrega a domicilio. Lo que no hay en Santiago, Buenos Aires o México es venta pirata en kioskos, tiendas o galerías comerciales, al menos no de manera abierta como en Lima, pero la venta y circulación clandestina es, según todos los indicios, enorme. Esa es la principal diferencia, además del download de Internet, bastante más extendido que entre nosotros. Las cifras de piratería audiovisual que se conocen en México y Buenos Aires son realmente asombrosas.

Por otra parte, el nivel de la cartelera en Buenos Aires y Santiago ha sido históricamente muy superior al de Lima, mucho antes de que existiera, no sólo el dvd, también el casete del Betamax o del VHS. Ese desnivel no ha variado con el tiempo. No es verdad, entonces, que la piratería haya afectado la calidad de los estrenos en Lima. Es cierto, y eso parece desconocerlo el Sr. Martin Moscoso, de INDECOPI, que hubo épocas (décadas, incluso) en que podíamos ver en Lima una variedad de títulos hoy inexistente. En los años 50, 60 y 70 la oferta estaba mucho más diversificada y la multiplicidad de salas de estreno y barrio la favorecían.

Los multicines no habían impuesto aún el rasero implacable de los últimos tiempos y los estrenos más taquilleros (digamos Los 10 mandamientos, Ben Hur, West Side Story, La novicia rebelde o La aventura del Poseidón) se exhibían por varios meses en una sola sala sin la "operación copamiento" que hoy día ejercen los blockbusters. Aún así, en esos tiempos, si un aficionado quería estar más "al día" en el conocimiento del cine mundial, y tenía los medios para hacerlo, viajaba a Santiago o, especialmente, Buenos Aires, para lograr tal cometido.

Si la piratería se ha extendido, y no sólo aquí sino internacionalmente, se debe a una serie de factores que provienen en gran parte del propio mercado cinematogràfico. En el caso concreto del Perú, no hay duda de que el empobrecimiento de la oferta en salas públicas, más la casi inexistente oferta de dvds en tiendas (la cadena Blockbuster, por ejemplo, jamás intentó llegar a ese mercado residual que hoy se abastece en los bien servidos espacios de algunas galerías) ha contribuído y contribuye a la difusión de un material que parece maná caido del cielo frente a la bochornosa realidad de la cartelera comercial. Por eso es que
la campaña antipiratería que impulsa INDECOPI, aliado a las grandes empresas transnacionales, resulta absolutamente inútil. Esos mensajes bobalicones, del tipo 20 pirata, además de torturar a quienes vamos al cine con frecuencia, son más bien una invitación a dejar de ir al cine para no tener que soportarlos. De eso se libran quienes no van al cine y se dedican a ver videos en sus casas.

La piratería fílmica es, en buena medida, un sub-producto del mercado y sus operaciones. Es una respuesta ilegal a un mercado transnacional controlado por unas pocas empresas, discriminador, abusivo, excluyente de propuestas distintas o tolerante frente a lo que no suponga riesgo a su posición de dominio (por ejemplo, el hecho de que algunas películas peruanas puedan estar distribuidas por esas empresas). Y es una prolongación ilegal, asimismo, de esas operaciones de marketing gigantesco que movilizan las grandes empresas y que encuentra un fácil caldo de cultivo en países pobres como el nuestro, donde los precios de los escasos dvd legales son inaccesibles para la mayoría. Al punto de que va en aumento la"justificación" cultural de la piratería, incluso en medios académicos y periodísticos.

No deja de llamar la atención de que INDECOPI establezca una alianza de hecho con quienes son los principales responsables del estado de cosas que experimentamos en materia fílmica y se convierta en una suerte de paraguas legal de todas sus operaciones, con una flagrante incomprensión del sentido auténtico del "autor" cinematográfico que expone Martin Moscoso, casi un vocero no de INDECOPI, sino de las empresas transnacionales. Lo que se tendría que esperar de INDECOPI es la absoluta independencia frente a las empresas comerciales y la conducta de Martin Moscoso ha estado asociada permanentemente a presentaciones o exposiciones públicas al lado de los gerentes de las distribuidoras en la campaña antipiratería.

¿Se puede esperar en estas condiciones que prospere un posible reclamo ante INDECOPI de los cortes y parches que se han puesto a La mujer de mis pesadillas? Resaponderán que los distribuidores están en todo su derecho. Igualmente, INDECOPI está amparando con esta campaña la invocación que, de hecho, realizan las empresas de que sólo se vea el cine que ellas ofrecen, como si ese fuera el único que se hace el mundo. Es decir, la campaña antipiratería está contribuyendo a ofrecer una visión parcial, sesgada y, desde luego, totalmente favorecedora de los intereses transnacionales en materia fílmica e INDECOPI funciona allí casi como furgón de cola, pero el que da la cara, mucho más que los representantes de la industria, es Martin Moscoso.

Todo lo anterior no significa que avale o defienda una organización ilegal paralela ni que considere que individuos o grupos que lucran con la piratería fílmica constituyan algo positivo o deseable. No lo creo, en absoluto, pero en el estado actual de las cosas, esa guerra antipiratería es una guerra perdida aquí y en todas partes y mientras se mantenga el dominio de unas pocas empresas y no existan otros canales, como por ejemplo la "bajada" legal y barata de películas por Internet, las cosas no ofrecen ningún viso de cambio. Mientras tanto, seguiremos siendo torturados los espectadores que pagamos nuestra entrada...

Isaac León Frías