jueves, 29 de noviembre de 2007

Para siempre


Martín Castañeda nos envía este ensayo sobre El número 23, la película de Joel Schumacher. El texto tuvo un reconocimiento en un reciente concurso de ensayos convocado por la Universidad de Lima.

El verano pasado se estrenó un intento de thriller psicológico: El número 23, dirigida por Joel Schumacher. En general la crítica estuvo de acuerdo con que esta fue una película débil, llena de recursos que se agotaban rápidamente. Sea una buena película o no, mi intención es develar un punto que queda sin anudar al final del film: Antes del último fade-out vemos como Walter, el personaje principal, no ha escapado del significante 23 que lo persiguió durante todo el film. Este ensayo es un intento de llenar ese vacío con un mito que podría darle otro sentido, o uno más coherente.

La película nos muestra a Walter, un hombre de familia común y corriente que por lo que él llama “destino”, llega a sus manos un libro. Éste al leer el libro encuentra muchas similitudes entre su vida y la vida de Fingerling, el personaje central de este libro, un investigador obsesionado con el numero 23. Frente a estas similitudes Walter emprende una investigación y, tal como Fingerling, se obsesiona con el 23 lo cual desencadena en una historia trágica tanto para uno como para el otro. Walter descubre que es su propia historia la que tiene en sus manos, la cual él escribió hace mucho tiempo para luego olvidar este mismo acto.


Nuestro sujeto (Walter) muestra lo que podríamos definir salvajemente como una obsesión por el saber, hallar la verdad es su objetivo durante todo el film. Al final, parece que lo alcanza, pero de alguna manera lo que podríamos llamar su inconsciente lo traiciona, el significante 23 lo vuelve a tomar. Propongo entonces que la verdad pertenece a lo no dicho en la película, un misterio posible de desentrañar si se siguen ciertas pistas que están ahí, frente a nosotros en la pantalla. La primera y obvia sería pues, el significante recurrente: 23. (La repetición, aquello que no deja de escribirse).

· 23

Siguiendo un tiempo cronológico (de la vida de Walter, no del film) procedo a analizar el capítulo 23 del libro: La historia olvidada de Walter, olvidada en dos sentidos. Primero porque en el libro no hay un capítulo 23 y además porque Walter, sea por causa del golpe recibido o el trauma implícito anterior al acto (fallido) de suicidarse, olvida este capítulo de su vida.

Este capítulo se puede desmenuzar en dos momentos: En un primer momento tenemos el hecho que su padre se suicida por no poder soportar la muerte de la madre. El residuo del acto del padre es un número: 23. En un segundo momento tenemos la relación de Laura y Walter. Walter sabe del engaño de Laura. Ella lo deja por otro. En este momento el número 23 reaparece y habla: “mátala”. Walter va donde Laura, señalando el peligro en el que esta se encuentra. Laura le dice que nunca lo amó, que nadie lo amará y que es igual de patético que su padre. Walter en ese momento la mata y huye.

El crimen cometido desencadena en dos situaciones. Por un lado, la nueva pareja de Laura va a la cárcel, es decir, un otro (inocente) paga por el crimen que nuestro sujeto cometió. Por otro lado, un suicidio del mismo, que aunque fallido, nos ubica nuevamente en el primer momento: el suicidio del padre por la mujer.

Walter ingresa a un hospital psiquiátrico, donde se le diagnostica amnesia severa debido a las lesiones y luego de un tiempo sale. Ese mismo día, a sus 32 años conoce a Agatha la mujer con la que se casa y tienen un hijo.

Tenemos ahora una segunda pista numérica, llamemos a éste, entonces, el capítulo 32.

· 32

Tenemos a Walter, que tras verse reflejado en el libro, inicia una investigación en la cual las pistas lo señalan a él, lo que engancha a Walter es un número. Asimismo, tenemos a Walter que sospecha un engaño de parte de Agatha con Isaac. Se produce una pesadilla en la que Walter mata a Agatha. Siguiendo las pistas del 23 Walter visita la cárcel para encontrarse con un inocente pagando por un crimen que no cometió. Mientras tanto tenemos a Agatha que sigue la pista del doctor (suicida) que la lleva al hospital psiquiátrico. Walter y Agatha se encuentran luego y se produce la revelación: Walter es el que escribió el libro. Lo olvidado, de esta manera retorna.

Esta revelación desencadena la repetición del encuentro Walter-Laura antes del asesinato. Walter trata de alejarla del peligro que es él, Agatha lo insta a que Walter la mate, pero ella dice “te amo”. El crimen no se comete, el inocente sale en libertad y Walter como el culpable cumple su condena. Tenemos así el final justo, correcto.

“¿o no?”

El último encuadre nos presenta el reloj y este marca 23 (ó 32). Podría ser éste un último recurso para dejar en suspenso al espectador sobre el misterio del número, pero también nos señala que hay algo que retornó luego de ese “final correcto y justo” y que quedó en el aire, algo de lo que no se dijo.

William Shakespeare es uno de los iniciadores del “meta-teatro”, es decir “el teatro dentro del teatro”. Estos momentos especulares, de representación dentro de la representación, nos llevan a contemplar la vida misma como ficción, como sueño. Cuando él utiliza este recurso es para que el espectador, tanto dentro de la obra como fuera de ésta, reconozca algo de lo suyo, de lo que le concierne dentro de él. En esta película no hay teatro dentro del teatro, ni película dentro de la película, pero si hay una historia (el libro) dentro de una historia (la película). El relato del libro es una especie de eslabón perdido que está ahí cubriendo una brecha, un vacío que contiene una doble verdad. Una cómo no-ficción, la historia que sabemos fue escrita por el mismo Walter. Y otra, propongo yo, cómo “célula mítica” que da cuenta de lo que le ocurre a Walter, solo posible de verse entre líneas. Procedamos entonces con el libro, un punto de no-unión, mezcla del 23 con el 32, tal vez un 23 invertido que a través de un espejo nos muestra un 32.

· 23/32

La historia de Fingerling también se descompone en dos momentos:

Primero, su historia nos cuenta acerca de “la rubia suicida”, una mujer a la que conoce en el momento que ésta se va suicidar. Ella cuenta el porqué de su obsesión con el 23: su padre se suicidó por no soportar la muerte de la madre y lo único que este dejó atrás fue un número: 23. Cuando sale del edificio creyendo que ha hecho un buen trabajo la rubia cae del cielo, se suicida.


En un segundo momento, la relación de Fingerling y Fabrizzia. Fingerling ya está obsesionado con el 23 y tiene pesadillas en las que mata a Fabrizzia. Paso siguiente Fingerling se lo cuenta a su psiquiatra, Phoenix, el cual le dice que se tome unas vacaciones. Fingerling le hace caso y por hacerlo Fabrizzia lo rechaza, ella quiere al investigador. Fabrizzia lo engaña con Phoenix; el 23 lo toma, lo captura y acto siguiente la mata.


Este crimen también desencadena dos situaciones, por un lado Phoenix va a la cárcel, es un inocente que paga por un crimen que no cometió. Por otro lado, Fingerling se para en la ventana listo para suicidarse… pero la historia queda ahí.


· De lo cronológico a lo lógico.

En las tres historias tenemos a un inocente que paga por algo que no hizo. Tanto en el capítulo 23 como en el 23 invertido (al espejo) tenemos una infidelidad, un asesinato y un suicidio. Ahora bien, en el capítulo 32 tenemos una supuesta infidelidad pero que desencadena en una revelación (Walter como el asesino), se da una situación recurrente de asesinato pero el amor (Agatha lo ama y ¡se lo dice!) permite que este horroroso reconocimiento tome otro sentido y finalmente se llegue a lo correcto: se libera al inocente y el criminal va a la cárcel. Walter responde a la eterna pregunta filosófica que lo perseguía: suicidarse no es la respuesta correcta.


Volvamos a las pesadillas: Tanto Walter, en el capítulo 32, como Fingerling al saber del engaño sueñan que matan respectivamente a Agatha y Fabrizzia. En el primer caso, vemos como ante el engaño (supuesto) de Agatha, lo reprimido retorna. Hago un primer intento de elaborar una especie de ecuación que dé cuenta de lo que sucede: “Si la mujer me está engañando, la mato”.


Pero es el segundo caso el que muestra algo diferente, una clave para nosotros. A primera vista la ecuación: “Si la mujer me está engañando, la mato” se cumple en el caso Fingerling, tanto que llega a matar a Fabrizzia. Pero recordemos que este es un sueño de un personaje ficcional, una especie de sueño (llamémoslo (b)) dentro de un sueño (llamémoslo (B)). Es en (B) que tenemos un movimiento de desplazamiento y condensación. La rubia suicida es la misma historia de Walter por un lado y del futuro de Fingerling. Deja de ser un hecho casual el que Fingerling y Fabrizzia compartan la F en sus nombres, dando cuenta que en (b) él está matándose a sí mismo, a raíz de su propio engaño. El desenlace de (B) es pues, la puesta en acto de (b).


Sabemos por Walter que su madre murió a los 8 años y por esto su padre se suicida dejando como residuo que puede dar cuenta de este acto el número 23. Fingerling cuenta que a los 8 años tras romper la ley de su padre (no cruzar la cerca) descubre a la viuda muerta. Luego conoce una rubia suicida que cuenta que su padre tras la muerte de su madre se suicida dejando como única explicación el 23.


Entonces, para Walter hay una mujer (madre) muerta, un padre que se suicida y deja un 23. Lo que desencadena en un 23 que persigue a Walter. Conoce a una mujer por la que olvida el 23 y cuando llega la infidelidad el 23 retorna desencadenando el asesinato y el suicidio. Me atrevo a interpretar que frente a la muerte de la mujer, el hombre muere. El niño, frente a este horror inexplicable, toma un significante con el cual se obsesiona para poder seguir adelante: el 23. Llega otra mujer que calma esta obsesión (el 23 lo deja de perseguir), pero cuando ésta lo engaña, el sujeto representa el ritual: muere la mujer, muere el hombre.


En el caso de Fingerling cuando niño tenemos que: hay una viuda mujer muerta. Los doctores aseguran que fue un suicidio; Fingerling sabe que ha habido un asesinato (de parte de un ser monstruoso del cual ni sus seres queridos están a salvo). El sabe: alguien la mató. A través de la historia de la rubia suicida tenemos a una mujer muerta y un padre que se suicida dejando solo el 23 detrás, es decir la historia de Walter. Y este conocer a la rubia desencadena en una obsesión por el significante 23 que persigue a Fingerling. Llega la mujer y una infidelidad que desencadena nuevamente el ritual: muere la mujer, muere el hombre.


El ritual “muere la mujer, muere el hombre”, solo se inicia cuando se rompe la garantía del amor, es decir cuando se introduce el engaño, la infidelidad. Es por eso que cuando Walter inicia el ritual con Agatha, no lo llega a realizar ya que esta pone en palabra lo que en ningún otro caso sucede (lo opuesto en el caso de Laura): “te amo”. No hay necesidad de matar a la mujer, y mucho menos de seguirla en la muerte, donde tal vez el amor sea para siempre.


Walter-Fingerling nunca quiso ser como su padre, contador. El quería ser investigador, pero lo único que hace durante la historia, sea la que sea, es contar: todo lleva al 23. El resto del padre muerto (el significante 23) lo persigue sea en la historia que sea. Walter-Fingerling sabe que la muerta (viuda-mujer-madre) ha sido asesinada, no es cierto que se suicidó, el sabe que los doctores mienten y que la persona que debería pagar por el crimen no lo ha hecho de la manera correcta. La eterna pregunta existencial de Walter-Fingerling es: ¿Suicidarse o no?, como el padre, como el padre que habita en él, que lo persigue, a través del 23. Nos queda la infidelidad, elemento desencadenante del ritual que se repite en Walter-Fingerling; propongo yo: la neurosis que el pequeño Walter elabora para darle sentido a la muerte de sus padres, que siendo aún tan horrorosa, hace necesario un desplazamiento a un solo significante que permita olvidar lo anterior y tener otra cosa con que obsesionarse: 23.

El 23 es lo que menos importa en tal sentido, pudo haber sido cualquier otro significante que cumpla la misma función. Un crimen pasional que queda inconcluso ya que el culpable no lo pagó (según los criterios morales del mismo sujeto). De esta manera el mito que explica a Walter (el mito desde Walter en todo caso) se establece: Walter sabía que su padre asesinó a su madre porque ésta le era infiel y luego se suicida. Frente a la preguntas fundamentales del obsesivo: ¿Estoy vivo o muerto? y ¿Qué es un padre?, propuestas por Jaques Lacan sobre la neurosis obsesiva, Walter responde ambas al realizar el ritual con la fórmula final: Si la mujer no me ama (me es infiel), entonces será en la muerte (muere la mujer, muere el hombre) que podremos amarnos para siempre.

Martín Castañeda

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