viernes, 6 de julio de 2007


POESÍA O CREMA CHANTILLY: SOBRE UNA CRÍTICA DE EXTERMINIO 2

Una crítica de Exterminio 2, de Juan Carlos Fresnadillo, en Somos No. 1072. En un párrafo dice lo siguiente: “Muchos críticos insisten en que esta secuela es mejor que el filme de Boyle (se refiere a Exterminio, de Danny Boyle). Es un juicio que se puede entender en la medida en que se valore más el juego de cámaras, la acción y el despliegue de recursos técnicos, y menos la articulación dramática o el sentimiento que embarga a la imagen. Porque si lo de Boyle es la poesía, lo de Fresnadillo es un ejercicio que está más cerca de la operación que de la expresión, de la narración que de la sensación, del espectáculo que del drama.”

¡Caramba! Y nosotros que pensábamos que la separación entre forma y fondo estaba arrumada en el desván de los trastos inservibles luego de los embates intelectuales de los últimos cincuenta años, desde Bazin hasta Barthes, desde Comolli hasta Deleuze, desde Daney hasta Aumont, desde Farber hasta Bordwell, de la teoría de la "puesta en escena" a la semiótica, del "placer del texto" a los estudios culturales.

Estamos notificados que “el juego de cámaras” es un excipiente, acaso una escoria, o tal vez sólo un adorno, un asunto cosmético y no un dimensión esencial, el único modo de acceder a lo que expresa una película.

¿Será, quizás, "el juego de cámaras" una coreografía ostentosa, una mueca, un disfuerzo o la señal del virtuosismo del realizador? ¿O tal vez lo contrario: la causa de una inerte sucesión de tiros de imagen impulsados desde un switcher, al modo de la televisión tradicional de estudio?

Siempre creímos que el “juego de cámaras” determina el encuadre, establece las distancias y la dimensión del campo visual, establece una posición resecto al mundo representado, marca los movimientos y las relaciones internas entre los personajes y los objetos, contribuye a los ritmos, es la base de la composición plástica del encuadre, establece un punto de vista, instala una mirada. Es decir, configura el mundo fílmico. Y que el producto de ese “juego de cámaras” es la materia prima del montaje, base de la articulación dramática.

Pero ahora, gracias a Somos, nos enteramos que hay una “poesía” añadida cual crema chantilly y que no es producto de la lujuria o la templanza del “juego de cámaras” y de las relaciones de sentido que organiza. No. Es una poesía inefable que se posa sobre el filme como el Espíritu Santo, o más bien como una generosa dosis de margarina Manty sobre una tajada de panetón. Y a la que debe accederse a ojos cerrados (o con los ojos cerrados), abstraídos del escombro audiovisual, a través de algún inefable mecanismo paranormal, tal vez mediante la percepción extrasensorial.

Si no es producto de ese sobrevalorado -por los críticos materialistas o formalistas, insensibles a la poesía y los valores del espíritu- “juego de cámaras”, ¿la poesía será acaso resultado de las florituras del guión, de los diálogos altisonantes, de los “grandes temas” invocados, de la interpretación interiorizada de los actores o de la trascendencia espiritual de todos ellos, según la muletilla confesional al uso, propia de la tradición rancia de la Oficina Católica Internacional del Cine?

Por si acaso, no es verdad que Juan Carlos Fresnadillo, el narrador operativo y antipoético de Exterminio 2, “por primera vez pasaba al largometraje”, como dice el espiritual crítico prestado de L'Osservatore Romano, que encuentra influencias de los trajinados Bresson y Dreyer hasta en Chris Columbus. Fresnadillo antes hizo Intacto (2001), con Sbaraglia, Poncela y, nada menos, Max Von Sydow. Consultar imdb.com no será muy poético ni trascendente, pero siempre es muy práctico y evita gazapos como ese.

Ricardo Bedoya

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