El mundo de los blogs, a diferencia de la mayoría de publicaciones impresas, se ha convertido hasta cierto punto en el espacio para la confrontación de ideas sobre las distintas maneras de entender el cine.
La discusión sobre lo que se entiende por cine bizarro, desatada hace un tiempo en esta bitácora, también ha servido para comprender los enfoques o perspectivas que se puede tener del cine como tal; lo que incluso se ha extendido a otro blogs, como www.lacinefilianoespatriota.blogspot.com
Lo bueno de ese hecho es que permite seguir exponiendo ideas o conceptos al respecto. En ese blog, Fernando Vílchez, uno de sus editores, ha señalado que es inconsistente descartar el contexto en el análisis de las películas.
Yo no creo que eso sea inconsistente, al menos si tomamos el contexto en efecto, tal cual es (que es justamente lo que he querido expresar en uno de mis textos sobre el cine bizarro). Me explico. Vílchez dice lo siguiente:
“Por ejemplo, uno puede disfrutar a solas, tranquila y apaciblemente, siguiendo los gustos personales, del film Caché, de Haneke. Sin embargo, el análisis encontraría nuevos sentidos, más allá de sus gustos, si el crítico conociera el trasfondo de la relación Francia-Argelia. No digo que disfrute más la película, sino que la riqueza de interpretaciones aumentaría seguramente”.
Obviamente, el trasfondo de la relación Francia-Argelia puede ser entendido como parte del contexto del filme. Pero lo que importa en Caché, no es ese trasfondo, situación o marco en sí mismo, sino CÓMO la cinta de Haneke hace referencia a ese hecho histórico. Una cosa es el contexto como tal y otra cosa muy distinta es la alusión, la designación, el señalamiento a dicho contexto. Esta es parte de la sugerente gama expresiva que debe ser comprendida en dicho filme francés, pero que no toda clase de espectador es lo suficientemente competente para identificar. Por ello, desde cierta perspectiva, podemos afirmar que un contexto en tanto tomado, apropiado, visualizado por un filme, deja de serlo. En términos de la significación cinematográfica, de ser un elemento externo pasa a ser interno. Cuando veo, desde mi posición de crítico, a un actor como Charlton Heston en un documental como Bowling for Columbine, no me interesa, a partir del documental, el Charlton Heston persona, de carne y hueso; sino el Charlton Heston representado en el filme, cómo éste lo mira y lo enfoca, a partir de su propio discurso.
¿Qué es lo que ocurriría si valoráramos el contexto como tal y no el “contexto representado” en un filme? Justamente, lo que propone el Dr. Vértigo, valorar a las películas por el contexto en el que fueron hechas, y a partir de ahí descalificar a Tarantino sólo por ser el chico mimado por los festivales y los medios de comunicación y erigir a Gordon Lewis sólo por haber sido un cineasta de entorno marginal. ¿Y dónde quedaron los filmes? ¿El contexto se tiene que imponer a ellos? ¿Es más importante la condición en que fue hecha una película o la cinta en sí misma? Esos aspectos tienen importancia para el crítico sólo cuando toma adicionalmente un criterio histórico, e identifica la importancia que ha tenido un filme u otro, por ejemplo, en la evolución del séptimo arte o al interior de la obra de un cineasta.
Lo mismo pasa con una película como El arca rusa de Sokurov. Su valor no está en que durante su filmación estuvieron presentes miles de extras y que tuvieron que ensayar durante 7 meses un majestuoso plano secuencia de hora y media. Su calidad tampoco está de antemano en el hecho de tener como referente la riqueza histórica de Rusia. Su relevancia cinematográfica, por el contrario, sí está en los efectos de sentido que genera el filme como tal, a partir del hecho que el plano secuencia nos da una idea de “tiempo unificado” (a contraposición del efecto de montaje, que acentúa la idea del tiempo dividido, escindido, entrecortado), que aglutina el pasado y el presente del Hermitage; o que la alusión a la historia de Rusia se convierta en un acto de amor y nostalgia, plasmado en un tono de sueño profundo y sublime.
Y sobre la categoría de lo “bizarro”. ¡¿Qué es lo que tengo que reiterar?! En parte, lo que he hecho en mi ensayo de la revista Tren de Sombras es tratar de hacer entender al público lector qué es lo que en distintas publicaciones o espacios se entiende por “cine bizarro”. Ya comenté también que dicho término tiene validez en tanto refleja una sensibilidad hacia el cine que, aunque nos parezca descabellado e injusto, aglutina a Ed Wood y a Buñuel, a Lynch y a Esper (pero como también ya lo comenté, hasta dentro de los géneros vamos a encontrar películas extremadamente distintas, porque Ace Ventura y Monthy Python and the Holy Grial pueden seguir siendo definidas como comedias muy a pesar de sus abismales diferencias. Cada una es una comedia a su manera, y podríamos seguir así con otros ejemplos en relación a otros géneros). No cabe duda que pocas veces se han empleado términos cinematográficos tan elásticos como el “bizarro”, tal como lo indiqué en el párrafo final del ensayo en cuestión.
José Carlos Cabrejo
La discusión sobre lo que se entiende por cine bizarro, desatada hace un tiempo en esta bitácora, también ha servido para comprender los enfoques o perspectivas que se puede tener del cine como tal; lo que incluso se ha extendido a otro blogs, como www.lacinefilianoespatriota.blogspot.com
Lo bueno de ese hecho es que permite seguir exponiendo ideas o conceptos al respecto. En ese blog, Fernando Vílchez, uno de sus editores, ha señalado que es inconsistente descartar el contexto en el análisis de las películas.
Yo no creo que eso sea inconsistente, al menos si tomamos el contexto en efecto, tal cual es (que es justamente lo que he querido expresar en uno de mis textos sobre el cine bizarro). Me explico. Vílchez dice lo siguiente:
“Por ejemplo, uno puede disfrutar a solas, tranquila y apaciblemente, siguiendo los gustos personales, del film Caché, de Haneke. Sin embargo, el análisis encontraría nuevos sentidos, más allá de sus gustos, si el crítico conociera el trasfondo de la relación Francia-Argelia. No digo que disfrute más la película, sino que la riqueza de interpretaciones aumentaría seguramente”.
Obviamente, el trasfondo de la relación Francia-Argelia puede ser entendido como parte del contexto del filme. Pero lo que importa en Caché, no es ese trasfondo, situación o marco en sí mismo, sino CÓMO la cinta de Haneke hace referencia a ese hecho histórico. Una cosa es el contexto como tal y otra cosa muy distinta es la alusión, la designación, el señalamiento a dicho contexto. Esta es parte de la sugerente gama expresiva que debe ser comprendida en dicho filme francés, pero que no toda clase de espectador es lo suficientemente competente para identificar. Por ello, desde cierta perspectiva, podemos afirmar que un contexto en tanto tomado, apropiado, visualizado por un filme, deja de serlo. En términos de la significación cinematográfica, de ser un elemento externo pasa a ser interno. Cuando veo, desde mi posición de crítico, a un actor como Charlton Heston en un documental como Bowling for Columbine, no me interesa, a partir del documental, el Charlton Heston persona, de carne y hueso; sino el Charlton Heston representado en el filme, cómo éste lo mira y lo enfoca, a partir de su propio discurso.
¿Qué es lo que ocurriría si valoráramos el contexto como tal y no el “contexto representado” en un filme? Justamente, lo que propone el Dr. Vértigo, valorar a las películas por el contexto en el que fueron hechas, y a partir de ahí descalificar a Tarantino sólo por ser el chico mimado por los festivales y los medios de comunicación y erigir a Gordon Lewis sólo por haber sido un cineasta de entorno marginal. ¿Y dónde quedaron los filmes? ¿El contexto se tiene que imponer a ellos? ¿Es más importante la condición en que fue hecha una película o la cinta en sí misma? Esos aspectos tienen importancia para el crítico sólo cuando toma adicionalmente un criterio histórico, e identifica la importancia que ha tenido un filme u otro, por ejemplo, en la evolución del séptimo arte o al interior de la obra de un cineasta.
Lo mismo pasa con una película como El arca rusa de Sokurov. Su valor no está en que durante su filmación estuvieron presentes miles de extras y que tuvieron que ensayar durante 7 meses un majestuoso plano secuencia de hora y media. Su calidad tampoco está de antemano en el hecho de tener como referente la riqueza histórica de Rusia. Su relevancia cinematográfica, por el contrario, sí está en los efectos de sentido que genera el filme como tal, a partir del hecho que el plano secuencia nos da una idea de “tiempo unificado” (a contraposición del efecto de montaje, que acentúa la idea del tiempo dividido, escindido, entrecortado), que aglutina el pasado y el presente del Hermitage; o que la alusión a la historia de Rusia se convierta en un acto de amor y nostalgia, plasmado en un tono de sueño profundo y sublime.
Y sobre la categoría de lo “bizarro”. ¡¿Qué es lo que tengo que reiterar?! En parte, lo que he hecho en mi ensayo de la revista Tren de Sombras es tratar de hacer entender al público lector qué es lo que en distintas publicaciones o espacios se entiende por “cine bizarro”. Ya comenté también que dicho término tiene validez en tanto refleja una sensibilidad hacia el cine que, aunque nos parezca descabellado e injusto, aglutina a Ed Wood y a Buñuel, a Lynch y a Esper (pero como también ya lo comenté, hasta dentro de los géneros vamos a encontrar películas extremadamente distintas, porque Ace Ventura y Monthy Python and the Holy Grial pueden seguir siendo definidas como comedias muy a pesar de sus abismales diferencias. Cada una es una comedia a su manera, y podríamos seguir así con otros ejemplos en relación a otros géneros). No cabe duda que pocas veces se han empleado términos cinematográficos tan elásticos como el “bizarro”, tal como lo indiqué en el párrafo final del ensayo en cuestión.
José Carlos Cabrejo
1 comentario:
bueno, es tu opinion
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