miércoles, 15 de diciembre de 2010

Red social



David Fincher, el director de “Red social”, filmó hace algunos años una cinta sobre Zodiac, el asesino que aterrorizó Estados Unidos en los años sesenta. Era una crónica de las investigaciones seguidas para descifrar las pistas y huellas dejadas por el criminal. Y antes que “Zodiac” hizo “Se7en, pecados capitales”, donde un escurridizo asesino anunciaba sus ilustrados delitos mediante crípticos signos. En las mejores películas de Fincher vemos duelos de inteligencias, pesquisas para detener ambiciones desequilibradas, juegos de poder, cínicos intercambios de acerados diálogos, lealtades traicionadas, pistas irresueltas, atmósferas deletéreas, ambigüedades morales, mensajes lanzados a redes alternativas.

El personaje de Mark Zuckerberg no es, por supuesto, un criminal pero, por alguna razón, recuerda a Zodiac, así como a los personajes poderosos e infelices de Orson Welles (no sólo a Kane, una referencia obvia), de Joseph L. Mankiewicz, o al célebre desdichado de Scott Fitzgerald. Tal vez porque, como ellos, trata de mediar su soledad, “diferencia” o incapacidad para la comunicación directa con los otros, a través de signos que se cifran y descifran y, en tiempos digitales, de códigos binarios, algoritmos matemáticos, fórmulas lanzadas a la “multitud”.

“Red social” no es el relato aleccionador de una trayectoria de éxito, la biografía exaltante de un triunfador o la ilustración de acentos épicos del modo en que se creó Facebook. La película ni elogia el emprendimiento ni es el manual que informa del caso líder de triunfo empresarial de la primera década del siglo. A Fincher –y a su guionista Aaron Sorkin- le atrae la singularidad de Zuckerberg pero le repugna la posibilidad de representarlo como un ser ejemplar. Y Facebook, la red de los 500 millones de “amigos”, es vista como el espacio donde se negocia la soledad individual a cambio de la ilusión de sentirse miembro de una “comunidad” virtual.

“Red social” es, más bien, un cuento moral de acentos sombríos, como el estilo fotográfico del filme. Cuenta la historia de un grupo de jóvenes dispuestos a vender al diablo sus almas –y hasta sus chicas y sus mejores amigos- a cambio de éxito y dinero. Pero a diferencia de las historias clásicas de tratos con Mefistófeles, aquí no hay lugar para culpas o sanciones. Nadie vislumbra el mal en lo que hace: “negocios son negocios” y hasta la más inescrupulosa maniobra se puede arreglar con una transacción extrajudicial. “Red social” es fábula y retrato generacional sobre la aristocracia del poder en la era digital. De Harvard a Palo Alto, la descripción del recorrido de Zuckerberg es también la de sus entornos y personajes típicos: “nerds” versus aristócratas, “geeks” opuestos a frívolos, todos ellos brillantes y alineados en una “carrera de ratas” que conduce a la mejor cotización en bolsa de sus empresas. Todos imbuidos de una cultura del éxito que naturaliza la trapacería y la deslealtad.

Fincher no filma acciones; filma procesos, trayectorias. Urde una trama de suspenso que imbrica el presente y el pasado del relato, pero es un suspenso débil, que nunca estalla sino que se procesa con lentitud a través de diálogos incesantes. Pocas películas tan dialogadas como “Red social” y tan alejadas en su tratamiento visual del mundo al que refiere. Aquí no domina la luz de los monitores ni se impone el vértigo de la época digital. Los ocres de la fotografía, el ajustado montaje de los gestos, la sobriedad en las actuaciones y el registro moroso de los tiempos son rasgos que marcan el transcurso denso de la película, retrato de un hombre que cambia la manera en que nos comunicamos hoy pero manteniendo inalterable su eclipse emocional.

Ricardo Bedoya

1 comentario:

Paxton Hernandez dijo...

Entre todas las reseñas que he leído sobre The Social Network esta ha sido la que más le ha hecho justicia. Tan brillante crítica como la película misma.

Gracias totales.