Vuelvo sobre el tema del proyecto de ley en marcha para insistir en la inconveniencia de vincular el cine peruano con las empresas de distribución y exhibición. Se dirá como argumento que en la práctica hay una ligazón, pues las películas se distribuyen y exhiben en salas. Eso es verdad, pero una ley que establezca prerrogativas y atribuciones a las empresas de distribución y exhibición frente a las películas peruanas sólo puede conducir a tres situaciones: 1) Mantener una suerte de estado vegetativo; 2) Terminar clausurando en la práctica la vida de las películas peruanas en las salas comerciales; 3) Acercar las propuestas de las películas que se hagan en el Perú a los moldes de lo "comercialmente aceptable".
Es muy probable que haya quienes piensen, desde el lado de la distribución-exhibición y desde el lado de los cineastas peruanos, que esa tercera opción es la más deseable. Están en su derecho, por supuesto. Yo no la veo factible, por lo menos a corto plazo y, lo que me parece más serio, creo que significaría la atadura de la producción peruana a los esquemas de una programación hecha a los fines y las necesidades de la globalización, de la transnacionalización. ¿Ese es el cine al que se aspira?
A la vista de lo que se viene haciendo, no lo parece, pero la impresión que se tiene es que a eso apuntaría, en el mejor de los casos, el interés de las empresas norteamericanas. El segundo interés, digamos, pues es claro que a lo que apuntan, en primer lugar, es a deshacerse del impuesto municipal.
Me inclino a pensar que lo que se viene es la continuación de lo que hemos visto este año, es decir, el mantenimiento de una condición semi- vegetativa de las películas peruanas en la cartelera comercial. No voy a decir que eso es consecuencia de un boicot de las salas, porque no es cierto y ya he mencionado en este mismo blog algunas razones que podrían explicar, al menos parcialmente, la renuencia del público local. Sin embargo, y a no ser que se tenga un proyecto muy claro, que no es el caso, de una producción orientada a los fines de ganar un mercado (fines muy difíciles de lograr, por cierto), afianzar el vínculo con las salas a través de los mecanismos de una ley puede ahondar esta suerte de "parálisis comercial" en que se halla la producción en el mercado local.
¿Qué hacer? Sí, continuar haciendo cine, pero no en función ilusoria de un público esquivo y cada vez más regimentado por el rasero del marketing y los grandes espectáculos. Que se vea, por favor, cómo se comporta la distribución y qué películas son las que funcionan comercialmente. El mercado de ahora ya no es el mercado de antes. ¿Cuál ha sido el nivel de calidad de la oferta en el último año? Seguramente el peor en mucho tiempo, no para los distribuidores, claro, que siguen y seguirán abriendo salas, sin necesidad de ninguna ley que los ampare.
Si hay que defender algo es la existencia de un cine que marche solo, sin tutelas ni marcaciones, aunque eso no pague o pague poco. Allí están otras opciones: los festivales, cuyos reconocimientos constituyen la nota aprobatoria (que puede discutirse, por supuesto, pero ya es una cuestión de apreciación) de una producción que se pierde en el vacío de las salas locales. Están también las otras pantallas, incluso las pantallas grandes alternativas, si es que se logran consolidar, tarea aún por hacerse. A considerar, al respecto, que en estos tiempos las películas latinoamericanas, al menos las que ofrecen propuestas de interés para las fundaciones europeas (que también es una limitación, es verdad), se pagan antes de llegar a las salas. No hay otro recurso para la independencia por ahora.
Si hay algo que defender, hoy por hoy, no es la apuesta de un espejismo de industria, sino la validez de propuestas que aporten en términos creativos. Esa es la defensa que el Estado peruano debería asumir y no el fortalecimiento del negocio del cine, que tiene recursos millonarios para hacerlo. ¿Eso excluye la posibilidad de que las películas peruanas puedan rendir económicamente? No necesariamente, pero esa posibilidad no tiene por qué estar marcada por los intereses transnacionales.
Isaac León Frías
Es muy probable que haya quienes piensen, desde el lado de la distribución-exhibición y desde el lado de los cineastas peruanos, que esa tercera opción es la más deseable. Están en su derecho, por supuesto. Yo no la veo factible, por lo menos a corto plazo y, lo que me parece más serio, creo que significaría la atadura de la producción peruana a los esquemas de una programación hecha a los fines y las necesidades de la globalización, de la transnacionalización. ¿Ese es el cine al que se aspira?
A la vista de lo que se viene haciendo, no lo parece, pero la impresión que se tiene es que a eso apuntaría, en el mejor de los casos, el interés de las empresas norteamericanas. El segundo interés, digamos, pues es claro que a lo que apuntan, en primer lugar, es a deshacerse del impuesto municipal.
Me inclino a pensar que lo que se viene es la continuación de lo que hemos visto este año, es decir, el mantenimiento de una condición semi- vegetativa de las películas peruanas en la cartelera comercial. No voy a decir que eso es consecuencia de un boicot de las salas, porque no es cierto y ya he mencionado en este mismo blog algunas razones que podrían explicar, al menos parcialmente, la renuencia del público local. Sin embargo, y a no ser que se tenga un proyecto muy claro, que no es el caso, de una producción orientada a los fines de ganar un mercado (fines muy difíciles de lograr, por cierto), afianzar el vínculo con las salas a través de los mecanismos de una ley puede ahondar esta suerte de "parálisis comercial" en que se halla la producción en el mercado local.
¿Qué hacer? Sí, continuar haciendo cine, pero no en función ilusoria de un público esquivo y cada vez más regimentado por el rasero del marketing y los grandes espectáculos. Que se vea, por favor, cómo se comporta la distribución y qué películas son las que funcionan comercialmente. El mercado de ahora ya no es el mercado de antes. ¿Cuál ha sido el nivel de calidad de la oferta en el último año? Seguramente el peor en mucho tiempo, no para los distribuidores, claro, que siguen y seguirán abriendo salas, sin necesidad de ninguna ley que los ampare.
Si hay que defender algo es la existencia de un cine que marche solo, sin tutelas ni marcaciones, aunque eso no pague o pague poco. Allí están otras opciones: los festivales, cuyos reconocimientos constituyen la nota aprobatoria (que puede discutirse, por supuesto, pero ya es una cuestión de apreciación) de una producción que se pierde en el vacío de las salas locales. Están también las otras pantallas, incluso las pantallas grandes alternativas, si es que se logran consolidar, tarea aún por hacerse. A considerar, al respecto, que en estos tiempos las películas latinoamericanas, al menos las que ofrecen propuestas de interés para las fundaciones europeas (que también es una limitación, es verdad), se pagan antes de llegar a las salas. No hay otro recurso para la independencia por ahora.
Si hay algo que defender, hoy por hoy, no es la apuesta de un espejismo de industria, sino la validez de propuestas que aporten en términos creativos. Esa es la defensa que el Estado peruano debería asumir y no el fortalecimiento del negocio del cine, que tiene recursos millonarios para hacerlo. ¿Eso excluye la posibilidad de que las películas peruanas puedan rendir económicamente? No necesariamente, pero esa posibilidad no tiene por qué estar marcada por los intereses transnacionales.
Isaac León Frías
2 comentarios:
Las quejas que constantemente he oído en el trascurso de los años sobre el cine nacional es que las personas “no las entienden” o “que sienten que les falta algo”. Esto va Independientemente de los clichés, y consecuentes prejuicios, que nuestro cine ha recibido (como los excesos sin justificación). Me da la impresión que el publico general no puede desconstruir efectivamente el tipo de película que están viendo y esto es un obstáculo básico para afianzar un producto. Y ya no digamos hacer una industria del mismo.
Mal que bien, el mundo está condicionado a los géneros cinematográficos (tradicionales o no) con los que Hollywood ha ido educando el mundo durante casi un siglo. Las mainstream han dictado la manera de ver y decodificar las películas. Nuestra audiencia no es la excepción. No sorprende entonces esta sensación de insatisfacción constante hacia la mayoría de los estrenos nacionales.
Me da la impresión que el cine peruano no ha consolidado aún el ejercicio básico de géneros cinematográficos elaborados con el fin de llegar efectivamente al público. Está demostrado que una película comercial no implica necesariamente pobreza de valores y contenidos. De la misma manera, no implica también exclusivamente ‘copiar y pegar’ ingredientes hollywoodenses. Películas como Nueve Reinas o, por llegando al extremo, El Hijo de la Novia, son claros ejemplos. Películas comerciales: de género completamente reconocible, de considerable éxito, condimentadas con elementos de esta parte del mundo y que no carecen de valores ni de contenido (salvando las distancias entre ambos ejemplos mencionados, claro está).
A lo que quiero llegar, quiza de una manera no muy elocuente, es que no considero del todo tirado de los pelos la propuesta de estandarizar y globalizar la estructura del cine nacional. Ojo, como opcion electiva, no obligatoria. Estoy completamente de acuerdo con la posición en contra acerca de la regularización y control total de la producción nacional y limitarla a solo un tipo de cine. El Peru tiene el derecho a trazarse y caminar sus propios senderos de expresión artística. De la misma manera, tengo también mis reservas hacia los “asesores” designados (distribuidores) para esta labor. No creo que ellos tengan el conocimiento necesario para asegurar un éxito. De hecho, existe una variable del mercado que presiento que no se ha estudiado, o por lo menos de la manera adecuada: el publico. No estoy enterado de ningún tipo de estudio de audiencias post estreno. Y esto se extiende también a las producciones nacionales en TV. Me da la impresión que las películas y programas exitosos se dan a la suerte y que a la hora de preproducir un segundo producto, simplemente se cruzan los dedos.
Probablemente los generos sea la respuesta , ya comprobada de alguna manera, mas segura de asegurar una asistencia consistente, de afianzamiento y fidelizacion de audiencias. Derrepente la ley en este aspecto debería ser la asesorada. Pero como menciono, no me parece una locura del todo.
Las quejas que constantemente he oído en el trascurso de los años sobre el cine nacional es que las personas “no las entienden” o “que sienten que les falta algo”. Esto va Independientemente de los clichés, y consecuentes prejuicios, que nuestro cine ha recibido (como los excesos sin justificación). Me da la impresión que el publico general no puede desconstruir efectivamente el tipo de película que están viendo y esto es un obstáculo básico para afianzar un producto. Y ya no digamos hacer una industria del mismo.
Mal que bien, el mundo está condicionado a los géneros cinematográficos (tradicionales o no) con los que Hollywood ha ido educando el mundo durante casi un siglo. Las mainstream han dictado la manera de ver y decodificar las películas. Nuestra audiencia no es la excepción. No sorprende entonces esta sensación de insatisfacción constante hacia la mayoría de los estrenos nacionales.
Me da la impresión que el cine peruano no ha consolidado aún el ejercicio básico de géneros cinematográficos elaborados con el fin de llegar efectivamente al público. Está demostrado que una película comercial no implica necesariamente pobreza de valores y contenidos. De la misma manera, no implica también exclusivamente ‘copiar y pegar’ ingredientes hollywoodenses. Películas como Nueve Reinas o, por llegando al extremo, El Hijo de la Novia, son claros ejemplos. Películas comerciales: de género completamente reconocible, de considerable éxito, condimentadas con elementos de esta parte del mundo y que no carecen de valores ni de contenido (salvando las distancias entre ambos ejemplos mencionados, claro está).
A lo que quiero llegar, quiza de una manera no muy elocuente, es que no considero del todo tirado de los pelos la propuesta de estandarizar y globalizar la estructura del cine nacional. Ojo, como opcion electiva, no obligatoria. Estoy completamente de acuerdo con la posición en contra acerca de la regularización y control total de la producción nacional y limitarla a solo un tipo de cine. El Peru tiene el derecho a trazarse y caminar sus propios senderos de expresión artística. De la misma manera, tengo también mis reservas hacia los “asesores” designados (distribuidores) para esta labor. No creo que ellos tengan el conocimiento necesario para asegurar un éxito. De hecho, existe una variable del mercado que presiento que no se ha estudiado, o por lo menos de la manera adecuada: el publico. No estoy enterado de ningún tipo de estudio de audiencias post estreno. Y esto se extiende también a las producciones nacionales en TV. Me da la impresión que las películas y programas exitosos se dan a la suerte y que a la hora de preproducir un segundo producto, simplemente se cruzan los dedos.
Probablemente los generos sea la respuesta , ya comprobada de alguna manera, mas segura de asegurar una asistencia consistente, de afianzamiento y fidelizacion de audiencias. Derrepente la ley en este aspecto debería ser la asesorada. Pero como menciono, no me parece una locura del todo.
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