El Centro Cultural de la PUCP está exhibiendo dos películas que no se deben perder, la iraní “Una separación”, de Asghar Farhadi, y la francesa “Tournée”, de Mathieu Amalric.
“Una separación” se sustenta en actuaciones admirables y en un guión que logra construir un juego de apariencias intrincado pero que se expone con perfecta claridad. Farhadi inicia la película con afanes descriptivos. Una pareja de esposos discute y no logra ponerse de acuerdo. Ella quiere partir al extranjero con la familia, pero él se resiste al viaje porque debe cuidar a su padre que padece Alzheimer. Esta diferencia es, en verdad, una brecha que marca la película, marcando su filiación al drama familiar. Pero no solo eso. La discrepancia conyugal es la “falla” que va a desencadenar una cascada de desplazamientos dramáticos invisibles, pero cuyas consecuencias descubriremos de a pocos.
Y es que la diferencia de la pareja está siendo registrada por el ojo de un juez invisible que se identifica con la mirada de todos nosotros, los espectadores. Una observación incorpórea, ubicua, de la que somos conscientes desde que se inicia la película.
Un ojo que no prejuzga, ni sanciona, ni moraliza, pero que se convierte en una suerte de guía e hilo conductor por los vericuetos de la acción. A través de su campo de observación, de naturaleza casi documental, conocemos las “justas” razones de cada uno de los personajes para actuar como lo hacen, pero también asistimos a una crónica de la vida cotidiana en el Irán actual, con sus diferencias sociales y culturales marcadas, y a una historia sustentada en el juego de la mentira y de la verdad como un laberinto de las apariencias.
Por ratos, todo en la película parece cotidiano, ordinario y hasta banal. Son escenas de la vida doméstica en un hogar de la clase media en el Teherán de hoy. Pero un hogar en el que estalla una crisis. La cámara registra las trayectorias de los personajes con una cámara en mano muy precisa, nada ostentosa. A veces, el seguimiento de las acciones se interrumpe, la mirada se torna púdica, se escamotean algunos hechos y las elipsis se imponen; en otros momentos, los sucesos se muestran con la velocidad de lo intempestivo.
La estrategia de la película se basa en un principio: algunos hechos deben quedar en la sombra y la duda se siembra sobre su naturaleza y alcances. La incertidumbre es el resultado de la supresión de un eslabón narrativo que obliga a preguntarnos una y otra vez por el sentido de las acciones de los personajes. Todos ellos están en tela de juicio. Sobre todo Nader, el marido, y la mujer que es contratada para cuidar al anciano. ¿Mienten? ¿Son víctimas de las circunstancias? ¿Están siendo manipulados? ¿Dicen toda la verdad? ¿La sofocante presencia de la religión influye en las acusaciones de la mujer? ¿Son víctimas de sus impresiones o de sus férreas convicciones?
Pero ese cuestionamiento a los personajes alcanza también a nuestra posición como espectadores ¿Vimos efectivamente aquello que se afirma que ocurrió ante nuestros ojos?
Es decir, la película nos interpela. Lo más interesante de “Una separación” ocurre cuando las acciones nos conducen a un limbo, a una tierra de nadie, a una zona en la que no podemos darle la razón ni identificarnos con ninguno de los personajes porque sentimos que todos ocultan algo. Entramos en un estado de confusión, de incomprensión de los hechos o de desconfianza en las propias percepciones. Sí, tal vez sea una argucia del guión, pero está muy bien encarnada y puesta en escena gracias al dominio de las elipsis.
“Tournée” es, en cambio, una película de derivas. Descentrada, desordenada, en tránsito, casi tan errática como el recorrido que siguen Joachim Zand (encarnado por el propio Amalric), el empresario de burlesque que la protagoniza, y su felliniano grupo de bailarinas. Nunca vemos el espectáculo encuadrado de frente, y en todo su desarrollo. Lo entrevemos, nos acercamos a él desde los márgenes, acaso un tanto cegados por los reflectores o por el polvo de estrellas, y desde el punto de vista siempre angustiado de Joachim, ese emocionante perdedor.
Seguimos al grupo de new burlesque entre bambalinas cuando ensayan sus coreografías más grotescas que eróticas, mezclando lo kitsch y lo trash, como queda bien definido en cada uno de los movimientos de Dirty Martiny y las otras bailarinas. Pero también por camerinos, hoteles, salas de espera, estaciones de tren. Lugares de paso que van marcando la trayectoria hacia la derrota absoluta de Joachim, acosado por obligaciones, incumplimientos de contratos, facturas del pasado, requerimientos de sus artistas. Es incapaz de reconquistar su propio país y de gobernarse a sí mismo. En su actitud y sus gestos, en su crispada intimidad, en sus decisiones súbitas, en su mirada oblicua, en el modo en que contempla la actividad de los otros, en su vocación de perdedor, Amalric evoca a dos personajes de Ben Gazzara: el de “Asesinato de un apostador chino”, y el de “Saint Jack”.
Amalric es un actor extraordinario y pasa de la melancolía al desencanto, y luego a la decepción, al hartazgo y la furia. Dos secuencias dan cuenta del cambio progresivo del temperamento del personaje y del talante del actor: su encuentro seductor y triste a la vez con la cajera nocturna y, luego, el diálogo exasperado con la segunda cajera, la del supermercado, que insiste en mostrarle el pecho y lucirse como estrella de burlesque. Esos encuentros describen los cambios de humor que sufre la película: relajada en su primera parte; amarga y hasta desesperada en el segmento final.
Ricardo Bedoya
3 comentarios:
Perdon por cambiar de tema, pero esto es brillante:
http://mubi.com/notebook/posts/smearing-the-senses-tony-scott-action-painter
Leer sus críticas es recibir una lección de apreciación cinematográfica y le agradezco por ello. Diré que "Una separación" me ha parecido una película de fuerte cuestionamiento social que se sostiene gracias a las excelentes actuaciones y al inteligente manejo de la narración que la hace contundente y sutil al mismo tiempo. Pero también hay que reconocer que ha sido sobrevalorada por los gringos de la Academia por el trasfondo político al que conduce inevitablemente.
Tourneé es una película de perdedores que se unen en torno al líder perdedor,el "rey sapo" que le dicen. Pero mientras la trouppé del espectáculo anhela afecto y reconocimiento, el Jefe busca su revancha utilizando para ello una estrategia casi militar para tomar París que es su gran objetivo. La historia siempre camina por los bordes y solo cae en un bache en las escenas antes del final cuando se fuerza un choque y fuga entre Joachim y Mimi. El resto es gratificante desfachatez.
Publicar un comentario