viernes, 3 de agosto de 2012

Festival de cine de Lima: Abrir puertas y ventanas, de Milagros Mumenthaler

Todo en “Abrir puertas y ventanas” hace alusión a su título. Es decir, juega a la sutil dialéctica de lo cerrado y lo abierto, lo clausurado y lo que se renueva, lo estanco y lo que se despereza y vuelve a moverse. A lo que parece fijo pero se abre, repentinamente, al cambio imprevisto, a una ausencia que no se espera y que altera todos los planes, a una sospecha insidiosa, a las discrepancias soterradas que salen a flote en la relación consolidada de tres hermanas que viven en la casa de la abuela recién muerta.


La película se construye laboriosamente como un “huis clos” que jamás es crispado, ni agresivo. La casa de la abuela, siendo un ambiente luminoso, encierra a las protagonistas, les impone rutinas y un sentimiento de duelo. Los objetos, desde la cama vibradora hasta el corsé, adquieren la calidad de rastros de un pasado que, poco a poco, y no sin conflictos, se va a adaptar al imaginario de las muchachas que imponen sus reglas de vida y su deseo. Y lo hacen en silencio, con una lasitud y una sensualidad que se imprime como la atmósfera dominante de la película.

Los espacios de la casa cumplen un papel semejante al del mobiliario: primero son recorridos y habitados por las muchachas y luego se convierten en sitios de confrontación de las diferencias personales. El transcurso narrativo de la película corresponde al de la transformación de un espacio físico. La escenografía se torna distinta y todo sucede entre dos melodías y dos estados de ánimo.

Las personalidades de las hermanas las distinguen. Marina es hacendosa y preocupada por la disciplina y la cohesión del grupo. Es también obsesiva y posesiva. Sofía es rebelde, se enfrenta al pasado, duda de la filiación legítima de Marina y guarda una faceta oscura. Violeta, la menor, es la más sensual y sentimental. Quiere ser compositora. Esas diferencias se atenúan pero a la vez se evidencian en sus rostros y sus gestos en la formidable escena que las muestra escuchando un disco. Episodio que va encontrar un eco notable en la secuencia final.

Dos elementos recorren la película. Uno: el erotismo natural de los gestos y poses relajadas de Violeta, pero también de las otras dos hermanas que van descubriendo su cuerpo al contacto de las viejas prendas y los ambientes de la casa de la abuela. El otro: la referencia a los temas de la orfandad, la ilegitimidad, la filiación incierta, los padres de los que no se habla, recurrentes en el cine argentino desde mediados de los años ochenta.

Ricardo Bedoya


1 comentario:

Anónimo dijo...

Un bluff con bellas actrices y una excelente dirección artística. Una película un poco afectada, con canciones indie. Allá quienes se dejen engatusar.