viernes, 4 de junio de 2010

PARAÍSO / Asentamiento y exclusión


Paraíso de Héctor Gálvez cuenta la historia de cinco jóvenes habitantes de un asentamiento humano limeño creado por ayacuchanos desplazados por la guerra interna. Paraíso es el nombre del asentamiento y revela la aspiración de sus fundadores (huidos del infierno) de edificar un edén, pero el relato nos confronta con un presente poco halagüeño para los protagonistas, quienes no se sienten acogidos ni se hallan a sí mismos en el lugar adonde arribaron sus padres. La instancia narrativa se adecua al ritmo de los personajes, privilegia sus tiempos muertos, los observa con cierta distancia respetuosa, pero también destaca imágenes y sugiere símbolos.


Las imágenes que predominan son de permanencia y exclusión, y remiten a la disyuntiva de los jóvenes de quedarse o continuar el viaje iniciado una generación antes en busca de un lugar mejor donde echar raíces. Imágenes de permanencia son las del solitario árbol y la montaña con el rostro del Inca. El árbol de(l) Paraíso, no obstante, luce seco, casi moribundo, y nadie se explica cómo aún se mantiene en pie. El Inca vela por el pasado, no por el presente de los protagonistas, se le percibe más represor que protector y -no obstante- poco eficaz, pues el territorio que custodia ha sido saqueado hace tiempo. Árbol e Inca son también representaciones paternas, pero misteriosas, añejas, deterioradas, caducas o distantes. Por su parte, los padres sanguíneos de los personajes son seres ausentes: muertos, desconocidos o simplemente mencionados como instancia última de persuasión o castigo. No es difícil ver, en las representaciones paternas, metáforas de la patria o al menos del Estado. Las madres, en cambio, sí están presentes y remiten a la tierra que se dejó atrás, pero son generadoras de conflictos para todos los protagonistas, que no consideran a la tierra lejana como suya y anhelan un destino propio aunque varios de ellos anden a la deriva en el actual poblado.


La exclusión sufrida por los protagonistas se expresa varias veces en encuadres que muestran espacios vacíos mientras escuchamos las voces de los actores provenientes de fuera del campo visual. La única imagen propia de arraigo en la nueva tierra que tienen los jóvenes es la tumba del amigo muerto en un duelo de pandillas, que sin embargo se encuentra en los márgenes del poblado. Imagen aún precaria de permanencia es la de la casa de uno de los personajes, construida por todos los amigos, pero también en las afueras del lugar. La constante expulsión del espacio que a nivel visual y argumental experimentan los personajes hace que la mentada de madre que en una escena lanzan desde unas alturas parezca dirigirse no solo al asentamiento, sino a la ciudad y al país entero que los excluye.


El filme no impone una resolución al conflicto planteado entre salir a buscar un lugar propio y quedarse a edificarlo terca y precariamente en los márgenes. El futuro colectivo es aún incierto, los destinos individuales variados y no siempre producto de la libre elección; la patria nueva (aspiración de todo migrante) puede construirse como desmoronarse, hallarse como esfumarse en la búsqueda; el árbol puede secarse por completo y morir, tragado por la arena, o enverdecer y florecer; la tumba puede ser origen u olvido… Paraíso permanecerá, sin embargo, como una de las películas peruanas más importantes de estos años que corren.


Emilio Bustamante

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Demasiado tarde Esquives...

Rodrigo dijo...

Muy bien Emilio! Asi se escibe una crítica (favorable o desfavorable), asociando imágenes, descubriendo y sustentado significados.

No como ciertos escribas perdonavidas

Saludos

Marcelo Gómez dijo...

Emilio: Hay que comentar cuando la película esté en cartelera para motivar a la gente. Lo tuyo es una sentencia (correcta) pero tardía. Un abrazo.