jueves, 10 de enero de 2008


La lista negra es la mejor película de la cartelera, junto con Soy leyenda (aunque esta sea menos lograda). Aquí va un comentario:



Leo en un blog un comentario sobre La lista negra. La eligen una de las mejores del año porque “hace mucho que la guerra no era tan divertida”.

Debo haber visto otra película.

La guerra, en La lista negra, es un escenario sin fin, una trama infinita, un tiempo permanente, un “instinto básico” que recorre la Historia. Es una pulsión destructiva que lleva a la doblez, a la traición, al crimen, a la simulación, a la trampa, a la emboscada, a la supervivencia entendida como el ejercicio de humillación y envilecimiento.

Y no importa cuál guerra porque tampoco importa qué paz. Mejor dicho, la paz es el inicio de una nueva guerra y la prolongación de lo existente.

En La lista negra, una mujer toma el sol un día de verano y se apresta a coquetear. De pronto, un avión suelta varias bombas que cancelan toda la placidez del momento y lanzan a la muchacha a una travesía de resistencia en la que pierde a sus padres ametrallados, debe aceptar una misión secreta que involucra el uso de su cuerpo y su sexo, pierde al amante que es también el enemigo abominable, y pasa por una ordalía para probar que no es una traidora. Esa es la guerra. Y, luego, la Liberación de los nazis resulta más brutal que la Ocupación y, al cabo de muchos años, el idílico paisaje que rodea al kibbutz que vemos al inicio y al final de la película sólo es el teatro de operaciones de una guerra que no tiene fin.

¡Oh, qué bella guerra, y qué gran diversión¡

El ritmo de la película podrá ser acezante y los giros inacabables, pero esa es la cualidad de la película, de su narración vectorial y tensa, pero no la del mundo representado.

Confundir esos planos es incurrir el error de la crítica catequista que condena como blasfemo un filme porque algún personaje suelta una blasfemia. O como edificante porque alguien lanza un discurso redentor.

La guerra es terrible y cruel para Verhoeven, y esa no es una declaración explícita o un postulado dicho en voz alta, sino una consecuencia de la puesta en escena.

Crueldad que Verhoeven identifica con la sádica estrategia narrativa que consiste en poner en aprietos culminantes a sus personajes, sometiendo a los espectadores a una maquinación perversa que crea expectativas con una resolución para deslizarse hacia otra al último momento.

La lista negra es un juego de mascaras que caen para descubrir nuevas identidades que, a su turno, sólo son simulacros. Eso tiene un costado espectacular, pero que se sustenta en el horror. El juego de cajas chinas del relato, de tramas que se descubren y revierten, convirtiéndose en puestas en escena que terminan deshaciéndose, culmina siempre en un desastre moral y en el crimen, planeado o involuntario.

Las correrías, sorpresas, descubrimientos fortuitos, casualidades, golpes de suerte, intervenciones del destino y excesos sentimentales son partes de una trama visible que revela una urdimbre más profunda: en una Holanda complaciente con el ocupante nazi, hasta los resistentes tienen dos caras y alternan comportamientos de sacrificio con mezquindades, diluyendo el heroísmo en un mar de fondo de sospechas, paranoia, explotación y traiciones.

El “instinto básico” de la vida en esas condiciones es la desconfianza y la simulación: las imágenes de la protagonista judía aprendiendo de memoria el Nuevo Testamento o tiñéndose el vello púbico resumen la idea central del filme, que es un rondó de intrigas políticas y sexuales, donde todo es duplicidad y mentira.

El centro de la acción es el personaje de Ellis de Vries, seudónimo de Rachel Stein, cantante judía que encarna Carice van Houten. Militante en la resistencia luego del asesinato de su familia, ella se infiltra entre los nazis y mantiene una relación con el oficial que interpreta Sebastián Koch. La idea del riesgo que importa la misión secreta de Ellis es el combustible de la acción y afilia la cinta a un género, el thriller de espionaje, pero las cosas no son tan simples.

¿Ellis es vengadora, puta, heroína, resistente, guerrera, personaje mítico, amante de ocasión, símil de Mata-Hari, traidora, reencarnación de Greta Garbo, clon de Jean Harlow, doncella muerta por tifus y resucitada?

Es todo eso y más, dependiendo del momento y de su interés para serlo. Ella tiene tantas caras como filiaciones genéricas tiene la película: la aventura se desliza hacia el romance oscuro, de amor conflictivo y dispar, y sigue hasta el filo mismo del melodrama, con la separación forzosa de los amantes.

Al mismo tiempo, La lista negra se presenta como un retrato panorámico de la corrupción de una sociedad en guerra que pone en igual pie de credibilidad a políticos, abogados, súbditos de la reina, oficiales de Gestapo, policía colaboradora, prohombres de la resistencia, sádicos mercenarios. Todos comparten una esencial desconfianza hacia la integridad del otro.



Para los resistentes holandeses, los judíos no merecen un gesto heroico; para los judíos, los holandeses sólo luchan por su interés. Los resistentes, además, más allá de sus intenciones y buenos deseos, terminan ocasionando crímenes que ellos mismos desaprueban. Todos están contaminados por la lógica violenta del sistema y por una tradición de antisemitismo que no es patrimonio de los nazis.

La duplicidad moral es el único gesto común y contraseña para la supervivencia. En el tratamiento del filme esa duplicidad se convierte en giro inesperado del destino, en vuelta de la trama, en pirueta del relato. La lista negra está en la antípoda de la visión solemne, encomiástica o trágica de las cintas sobre el invariable arrojo de la “resistencia”, a la manera de ¿Arde París? La mirada de Verhoeven es cínica, crítica, provocadora.

Pero también nostálgica y cinéfila. La memoria del mejor Hitchcock aparece una y otra vez. No solo el de Tuyo es mi corazón (Notorious) esa negra historia de amor sobre un nazi enamorado de una traidora-patriota-agente secreta, sino el de las historias de inocentes a los que creen culpables, y el de la relatividad moral en épocas de crisis políticas, como en Topaz. Un buen momento hitchcockiano: el escape de Ellis del consultorio del “médico-salvador de la patria”. Otro detalle tomado de Hitch: el pelo negro de Ellis se convierte en rubio justo antes de enfrentar la angustia del suspenso.

Ricardo Bedoya

8 comentarios:

Anónimo dijo...

"leo en un blog..."
señor bedoya, como suele hacer, no menciona las cosas por su nombre. el blog se llama La cinefilia no es patriota. el texto es de gabriel meseth (colaborador de la revista godard! para mas señas).

aqui el enlace:

http://lacinefilianoespatriota.blogspot.com/2008/01/el-ao-que-no-fui-al-cine-por-gabriel.html

Carlos Reyes dijo...

Zwartboek, 80
I Am Legend, 65

Me sorprendio I Am Legend, una gran actuacion de Will Smith, y es sorprendentemente intima.

Excelente blog.

Anónimo dijo...

Respuesta a Fermary

Gracias por la cita y el link, pero lamento decirle que está desinformado. Como no digo las cosas por su nombre, no le voy a decir quién no pertenece ya a qué. Averíguelo usted y verá como su presunción se derrumba.

LuchinG dijo...

No me parece que la actuación de Smith haya sido muy buena. Creo que es incapaz de ponerse a llorar, por eso no pudo hacerlo después de ahorcar al perro, que era una escena para que se luzca como actor. Tal vez con un par de cachetadas...

Sr. Magnus dijo...

Un gran logro de Verhoeven es que tanto giro y vuelta inesperada/sorpresiva no hace que la película caiga en el ridículo ni en la desazón, todo parece formar parte de un engranaje muy bien construido y al final la forma como acontecen me hacen acordar a la última parte de "Naranja Mecánica".

Por otro lado, el hecho mismo de que la película no haya sido promocionada por grandes estudios (tengo entendido que fue una colaboración de muchas empresas diversas) hace que sea posible mostrar todo lo que el director quiso mostrar, digamos como escenas totalmente bellas como la de la muchacha tiñéndose el vello púbico. (No hubiera soportado este guión con un tratamiento a lo Ron Howard, por ejemplo.)

Anónimo dijo...

Gabriel Meseth es o no es colaborador de Godard?

Anónimo dijo...

Meseth no aparece en los ultimos numeros de Godard! Habría que preguntarle las razones por las que ya no escribe en esa revista.

Anónimo dijo...

Excelente reseña!!