martes, 15 de enero de 2008

Una cartelera como esta: Mónica Delgado desde Buenos Aires


Estuve en Buenos Aires y vi tres películas de su cartelera comercial. Dos en 35 mm y una en DVD, lamentable, pero vale la pena la intención de las exhibidoras de hacer que el público porteño pueda conocer la obra de cineastas de otros países. Aquí mis impresiones.


La primera escena de Mi mejor amigo (Mon meilleur ami, 2004) de Patrice Leconte, y quizás también algunos diálogos, me remite a alguna secuencia de Los que me quieren tomarán el tren, donde un grupo de gente se reunía, viniendo desde lejos y después de varios años, tras la muerte de un pariente. Pensar el funeral como el rito póstumo que revela cuan querido o no se fue en vida es la idea que dispara el argumento de esta película de Leconte, pero hasta allí las evocaciones mortuorias, ya que Mi mejor amigo es una fábula deliciosa sobre la búsqueda y pérdida de la amistad (aunque suene genérico o pomposo, pero el relato de Leconte es una suerte de fábula moral y tiende a manejar lugares comunes sobre el tema, y eso para nada la desmerece).

Daniel Auteil es un coleccionista soberbio y egocéntrico que tras una apuesta se ve confrontado a su realidad: no tiene mejores amigos y ante esa apariencia tiene que demostrar a un grupo de conocidos, en un plazo de nueve días, que sí goza de los favores que puede brindar tener un buen amigo. Lo cual resulta catastrófico pues Auteil, quien encarna a François, no cuenta con ninguno, y es allí donde comienza su odisea por conseguir o volver a encontrar a los amigos perdidos. Después de días, y con la tensión de tener los plazos vencidos ante la apuesta, le cae del cielo la ayuda de un chofer de taxi (Danny Boon), que tiene todas las características de ser el mejor amigo ideal, poseedor de las tres "S": sincero, simpático y sonriente. Y durante este aprendizaje mutuo, tenemos varios hilos conductores: un ánfora griega que evoca la amistad de Patroclo y Aquiles, un fragmento de El Principito de Saint Exupery y las menciones al programa
Quién quiere ser millonario.

En la primera escena vemos a Auteil asistir a un funeral en una iglesia donde apenas una decena de personas acompaña a la viuda, entre ellas él. Al comentar el hecho en una cena, los comensales mencionan que era lógico que el funeral estuviera vacío pues al muerto nadie lo quería, y que de hecho así iba a ser el entierro del Auteil difunto, pues no tiene ni un solo amigo que acompañe en el dolor a los deudos. Y es de esta manera que comienza el dilema de nuestro antihéroe, que va a la caza de un amigo, como si se tratara de una pieza de las colecciones de arte que suele comprar.

Leconte plantea, a través de un guión casi redondo gags visuales y diálogos "inteligentes", todo un cuestionamiento sutil a la cultura de la amistad en una sociedad que va perdiendo esta perspectiva de valores. Satiriza desde los gurúes que esbozan teorías espirituales para encontrar al mejor amigo hasta los best sellers de cómo hacer amigos en diez pasos. Mi mejor amigo es una comedia ligera que escapa a lo cursi o a lo melodramático, que podrían tener otras venidas de Hollywood por ejemplo, y que sigue mostrando las estupendas cualidades de Auteil, y de Leconte, que ya había tenido varios bajones.

Pero ahora me atrevo a hacer otro ejercicio: ¿cómo enlazo la cinta de Leconte con el universo lánguido y realista de 4 meses, 3 semanas, 2 días de Cristian Mungiu? La prueba de amistad que resulta fallida en Mi mejor amigo, se da con creces y de manera desangelada y cruda en el filme ganador de la Palma de Oro en Cannes. 4 meses, 3 semanas, 2 días muestra que existe la amistad a prueba de balas. Cámara en mano, planos fijos a lo Ozu o los Dardenne, actores profesionales que parecen no serlo, y tratamiento realista son características que también reconocemos en el cine de Cristi Puiu y en el cine rumano reciente (en Buenos Aires se estrenaron varias rumanas en el año 2007).

La cámara en mano se hace invisible, es un ojo testigo que no se cierra nunca, pues los hechos son narrados con austeridad y frialdad, dejando de lado todos los elementos excesivamente melodramáticos o que desborde el tema hacia el sensacionalismo. Este filme de Mungiu es parte de un tríptico que él ha denominado Relatos de la edad de oro, donde busca dar cuenta de lo que significó el comunismo rumano a partir de historias íntimas y en apariencia apolíticas.

El filme es impecable, desde el primer plano fijo donde ya atendemos que el director va a jugar a los fuera de campo, y donde quizás lo que no vemos es lo que nos intriga más. Dos mujeres universitarias, Otilia (Anamaria Marinca) y Gabita (Laura Vasiliu), que viven en mismo cuarto de una residencia estudiantil, hacen preparativos para una salida. Ya luego sabemos que se trata de que una de ellas, Gabita, se someta a un aborto, que en aquella época ya había quedado prohibido, pues años antes era legal.

Si en Un asunto de mujeres de Chabrol o en Vera Drake de Leigh teniamos el retrato de dos mujeres que realizan estas labores en periodos difíciles, en la de Mungiu, estamos del otro lado, siendo testigos del proceso que implica un pseudo médico repudiable (un memorable Sr. Bebe), reservaciones de hotel, préstamos para poder pagar el trabajo ilícito, y el riesgo sanitario del caso. Pero más que el relato de un aborto 4 meses, 3 semanas y 2 días es la experiencia de una joven, Otilia, que arriesga todo por su amiga en aprietos. Anamaria Marinca luce extraordinaria.

Dos momentos a tener en cuenta: la conversación con el Sr. Bebe, y la cena en casa de los padres del novio de Otilia (quizás la secuencia más política, que pinta toda una clase social que al parecer se muestra al margen de las restricciones del totalitarismo).

"Quería hacer una película acerca de unos personajes y una historia, no acerca de un momento en el tiempo. Para mí el periodo solo era el contexto, nunca el tema principal de la película. Intenté respetar y recrear la realidad dentro de nuestras posibilidades, pero tampoco hice hincapié en los estereotipos del último momento del comunismo en Rumanía. Todos los objetos de la época están en la película: el autobús que funcionaba con unos cilindros en forma de bomba; los Lästun, el coche rumano que a menudo era comparado con una plancha; los cubos de basura; las paredes cubiertas de libros", indica Mungiu sobre los escenarios naturales que utilizó, sin necesidad de set, y es un punto a favor, pues Bucarest aparece casi intacta, como si los ochenta siguieran allí.

Mungiu logra un filme sin estridencias ni exageraciones, aunque las emociones que despierta nacen producto de ese minimalismo, con una protagonista inolvidable, y que con La muerte del señor Lazarescu sea de lo mejor que hayamos visto en los últimos años.

Y ahora, ¿cómo enlazo la cinta de Mungiu con el imaginario del devenir humano dibujado en subtes y trenes de Café Lumiere de Hou Hsiao Hsien? Mujeres embarazadas pero que toman la noticia de manera distinta. Yo Hitoto (una cantante pop japonesa de éxito) encarna a Yoko, una joven periodista que está investigando la vida de un músico y por ello visita cafés de las periferias de Tokio buscando datos. Su mejor amigo es Tadanobu Asano, quien hace el papel de un librero, Hajime, que está enamorado de ella en silencio. Yoko está embarazada de su novio taiwanés, pero decide ser madre soltera y contárselo a sus padres, quienes no logran conectar con ella.

Café Lumiere es un homenaje a Yasujiro Ozu, y así como Yoko está a la búsqueda de los lugares que le ayuden a terminar su investigación, Hou Hsiao Hsien está a la caza de las formas de Ozu, con sus planos fijos, poniendo a los personajes de espaldas a las cámara, usando los fuera de campo y sobre todo indagando dentro de la problemática relación entre padres e hijos (explícita referencia a Historias de Tokio). El taiwanés diseña su propio lugar dándole identidad a la idea de cine que quiere conservar, y que Ozu hizo de manera irrepetible.

El filme describe estados de ánimo, colocando la cámara en estos planos fijos pero para capturar ademanes, gestos sutiles, y materializar a través de los movimientos de los trenes, del Tokio de paraderos y calles estrechas, las intenciones de sus protagonistas. Café Lumiere es la historia también de un encuentro, de dos personas, que como los trenes que van y vienen por vías diferentes, no saben cuando va a ser el paradero final. Y es a ese paradero final al que asistimos, después de los cuentos sobre goblins, de los sueños que se vuelven recuerdos y de la búsqueda de la identidad en medio del devenir.

Mónica Delgado

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesante. Ese es el tipo de cine que a los Godard! les importa poco o nada si viene o no al Perú porque, todo hace indicar, creen que los espectadores peruanos son brutos, subnormales o algo por el estilo.

Y si hay unos pocos que los ven, qué importa, que se conformen con las limitaciones de una proyección en DVD en casa o cine club.

Si no lean esta cita de su último número, prestado por un gentil amigo (página 20):

"Hay que ser ingenuo para reclamar Flandres de Bruno Dumont, Inocencia Salvaje de Pihhipe Garrel u Honor de Caballería de Albert Serra, propuestas de vanguardia que sí arribaron a países latinoamericanos con una cultura cinematográfica más amplia".

El cine es para verlo en el cine! Lo demás son solo paliativos. Ese es el problema cuando una revista quiere ser la "amiga de todos": no pelearse con nadie y dejar las cosas como están, como si estuvieran tan bien.

¿Acaso el estreno de "Mulholland Dr." no fue una muestra de que el cine "distinto" pudiera tener cabida en la cartelera comercial peruana? A pesar que se estrenó en una solo sala, generando además reacciones encontradas, por mucho tiempo tuvo llenos totales.

Anónimo dijo...

Las revistas peruanas de cine, en su mayoría, son pura ambición personal de la yá anunciada y justa profecía de Warhol. BUTACA se la pegan de Cahiers, compré el último nº que proclamaba bajo el gran título de Producción, y nada de eso, solo historias, nada de específico de como realmente producir una peli aquí, contactos, concursos, pag webs, etc. GODARD!, chess, el mismo nomre lo dice todo, TREN DE SOMBRAS, otra arrimada de La Católica, encima publican "ensayos" de chibolos creidasos y uqe sólo ponen como referencias a libros editados por la misma universidad, y seguro de algún profesor cariñoso, Han leído el "ensayo" que compara a The New World de Tereence Malick y Apocalipto de Mel Gibson? Hasta se diría que esta tipa es media racista, en fin, may pa todos.

Anónimo dijo...

La mayoría amante de este estilo de películas ya la vió durante el Festival de Cine. Mostrarla nuevamente es falta de creatividad y ocioso....Las salas no se llenaran... Todos pediríamos a esas identidades que pueden hacerlo y que son sin fines de lucro (disque) que nos renueven la cartelera como hacen nuestros vecinos. Ellos pueden nosotros no..siempre lo mismo
Atrevánse.

Anónimo dijo...

pon bedoya firme o chacho firme, porque uds. señores se esconden y no firman sus posts?? obvio que nadie comenta o lee su blog excepto por el chisme

Anónimo dijo...

Este es un buen y equlibrado articulo de cine. Definitivamente la cartelera argentina nos lleva años luz, y sus criticos, distancias siderales...
Si pueden lean este articulo

http://www.elamante.com/index.php?option=com_content&task=view&id=1397&Itemid=1

Anónimo dijo...

Para el anónimo de las 13:32.

Yo escribí el artículo que menciona en TdS, y en él no comparo las películas que describo. Es un signo de ignorancia y mediocridad alarmante señalar que Todorov sea un profesor de la PUCP o que sea publicado por la misma universidad.
Precisamente mi ensayo trata de revelar los paradigmas que priman en el cine que hablan sobre los americanos, y si hay visiones hegemónicas (donde el indio es dibujado como inferior, salvaje, etc.) es porque de trato de identificarlas. Si el lector no puede separar esos niveles discursivos no es mi problema.
No tenga miedo en poner el nombre de la persona que escribió ese artículo. Le pido que explique en qué consiste el racismo del artículo.

Mónica Delgado