Acaso por el día de la madre o acaso porque es un asunto universal que da lugar a angustias y fantasmas íntimos, Mónica Delgado escribe sobre la maternidad.
Una anécdota sobre la maternidad de Mónica. En la época de su gestación, un grupo de cinéfilos nos reuníamos todas las semanas para conversar de cine y sacar una revista. La única mujer asistente era Mónica. Las reuniones se prolongaban hasta la madrugada y se conversaba y discutía, a veces a gritos, de todo. Ninguno percibió que Mónica iba cambiando, y ella se mantenía discreta y silenciosa. Una noche, recién a sus siete meses de embarazo, alguien dijo: “Mónica, has engordado un poco, ¿no?” La respuesta fue obvia. Luego de las felicitaciones del caso, siguieron los gritos de desacuerdo por la valoración de alguna película. Las reuniones de algunos cinéfilos son como una versión autista, y acaso monstruosa, del “club de Tobi”.
La magia de la gestación, que es igual al dedo pulgar del feto succionado entre los labios, con los guiños ocasionales en medio del líquido amniótico o las acrobacias que esquivan enredos con el cordón umbilical, es mostrado como milagro de la vida por los documentales en 3D de la National Geographic. Lo que no se ve, esa aún incógnita por saber exactamente qué sucede durante esos nueve meses, es lo que provoca admiración, regocijo, impaciencia. Pero qué sucede cuando la curiosidad por hurgar en la naturaleza del embarazo toma ribetes oscuros, complejos, en lo evidente, en la figura misma de la gestante.
Conversando con un amigo recordé una de mis peores temporadas como cinéfila: aquella en la cual padeciendo los típicos síntomas del embarazo frecuentaba igual las salas de cine como para no perder la costumbre. Cada película quedó para siempre con la marca de las náuseas, el reflujo, el dolor entre las costillas de mis primeros meses de gestación. No puedo volver a ver Chocolate de Lasse Hallstrom ni Antes que anochezca de Julian Schnabel, Malena de Giusepe Tornatore, y mucho menos Prueba de vida de Taylord Hackford. Bueno, tampoco tanto qué perder. Si decenas de películas evocaban embarazos felices, esos de mujeres con lacitos entre los cabellos y mecedora para pasar la tarde acariciando la panza (como alguna que recuerdo con Marisa Tomei o con Julianne Moore), yo estaba más cerca de los traumas de Mía Farrow en El Bebé de Rosemary, aunque mi primogénito no tuviera ningún nexo con los Castavet ni mi médico se apellidara Saperstein.
La Mía Farrow de Polanski sufre su embarazo, el deterioro de su cuerpo y su abrupta palidez la muestran enfermiza, endeble, casi en pérdida de su femineidad y poder: cabello corto, apariencia anémica, comiendo a la fuerza carne cruda o brebajes intragables. Ya no es la misma. No muestra mucha diferencia con la mujer que tiene que lidiar con el cáncer y el deseo de ser madre en La fuerza del corazón de Solveig Anspach, donde Karin Viard, es uno de los momentos más sombríos sobre la futura maternidad que recuerde, se rapa la cabeza, se pone un vestido negro y con un inmenso vientre sale a flirtear a una discoteca, mostrando un luto congruente: gestando su propio tánatos.
Una anécdota sobre la maternidad de Mónica. En la época de su gestación, un grupo de cinéfilos nos reuníamos todas las semanas para conversar de cine y sacar una revista. La única mujer asistente era Mónica. Las reuniones se prolongaban hasta la madrugada y se conversaba y discutía, a veces a gritos, de todo. Ninguno percibió que Mónica iba cambiando, y ella se mantenía discreta y silenciosa. Una noche, recién a sus siete meses de embarazo, alguien dijo: “Mónica, has engordado un poco, ¿no?” La respuesta fue obvia. Luego de las felicitaciones del caso, siguieron los gritos de desacuerdo por la valoración de alguna película. Las reuniones de algunos cinéfilos son como una versión autista, y acaso monstruosa, del “club de Tobi”.
La magia de la gestación, que es igual al dedo pulgar del feto succionado entre los labios, con los guiños ocasionales en medio del líquido amniótico o las acrobacias que esquivan enredos con el cordón umbilical, es mostrado como milagro de la vida por los documentales en 3D de la National Geographic. Lo que no se ve, esa aún incógnita por saber exactamente qué sucede durante esos nueve meses, es lo que provoca admiración, regocijo, impaciencia. Pero qué sucede cuando la curiosidad por hurgar en la naturaleza del embarazo toma ribetes oscuros, complejos, en lo evidente, en la figura misma de la gestante.
Conversando con un amigo recordé una de mis peores temporadas como cinéfila: aquella en la cual padeciendo los típicos síntomas del embarazo frecuentaba igual las salas de cine como para no perder la costumbre. Cada película quedó para siempre con la marca de las náuseas, el reflujo, el dolor entre las costillas de mis primeros meses de gestación. No puedo volver a ver Chocolate de Lasse Hallstrom ni Antes que anochezca de Julian Schnabel, Malena de Giusepe Tornatore, y mucho menos Prueba de vida de Taylord Hackford. Bueno, tampoco tanto qué perder. Si decenas de películas evocaban embarazos felices, esos de mujeres con lacitos entre los cabellos y mecedora para pasar la tarde acariciando la panza (como alguna que recuerdo con Marisa Tomei o con Julianne Moore), yo estaba más cerca de los traumas de Mía Farrow en El Bebé de Rosemary, aunque mi primogénito no tuviera ningún nexo con los Castavet ni mi médico se apellidara Saperstein.
La Mía Farrow de Polanski sufre su embarazo, el deterioro de su cuerpo y su abrupta palidez la muestran enfermiza, endeble, casi en pérdida de su femineidad y poder: cabello corto, apariencia anémica, comiendo a la fuerza carne cruda o brebajes intragables. Ya no es la misma. No muestra mucha diferencia con la mujer que tiene que lidiar con el cáncer y el deseo de ser madre en La fuerza del corazón de Solveig Anspach, donde Karin Viard, es uno de los momentos más sombríos sobre la futura maternidad que recuerde, se rapa la cabeza, se pone un vestido negro y con un inmenso vientre sale a flirtear a una discoteca, mostrando un luto congruente: gestando su propio tánatos.
Así, formando vida más enfermedad está Penélope Cruz en Todo sobre mi madre, donde el dilema existencial (aunque hasta ahora todos estos casos dignos de telefilme) tiene la marca del SIDA, la irresponsabilidad y la bizarría. No hay nada más ausente que la figura del padre, que también tiene ya de madre (la cinta de Almodóvar trata de eso, de la ambivalencia de dicha categoría: variaciones del concepto hasta lo anodino y desmitificador).
Pero también conocemos otro tipo de embarazos muy deseados, como los que añoraba aquella mujer que para no envejecer nunca comía "wantanes" con relleno vital. En Dumplings de Fruit Chan, gestar no es otra cosa que un acto que enajena, desensibiliza pero que embellece pero en otros medios y fines. Las futuras madres nunca llegan a serlo y lo interrumpido va a parar a manos de una cocinera de 70 años pero que parece de 25. Secretos crujientes de la fuente de la juventud en el paladar. La comadrona de Chan no tiene nada que ver con las intenciones liberadoras de Vera Drake o con el recurseo de Isabelle Huppert en Un asunto de mujeres.
Pero también conocemos otro tipo de embarazos muy deseados, como los que añoraba aquella mujer que para no envejecer nunca comía "wantanes" con relleno vital. En Dumplings de Fruit Chan, gestar no es otra cosa que un acto que enajena, desensibiliza pero que embellece pero en otros medios y fines. Las futuras madres nunca llegan a serlo y lo interrumpido va a parar a manos de una cocinera de 70 años pero que parece de 25. Secretos crujientes de la fuente de la juventud en el paladar. La comadrona de Chan no tiene nada que ver con las intenciones liberadoras de Vera Drake o con el recurseo de Isabelle Huppert en Un asunto de mujeres.
Otra cosa le pasa a Shu Qi en El ojo 2 de los hermanos Pang, que se desespera ante la idea de que un fantasma esté persiguiéndola con la intención de quitarle el alma de su bebé al nacer. En realidad, los embarazos en el cine asiático son recurrentes como metáfora de limbo entre la vida y la muerte (Ju on 2, por ejemplo).
En Extraño de Santiago Loza, la contraparte del protagonista (Julio Chávez) es una embarazada (Valeria Bertuccelli) en quien se hace efectiva la esperanza como ciclo vital, a pesar de los tiempos muertos, la dejadez y la melancolía. El parto y su llanto contra la angustia, rompiendo la soledad de una vez por todas, dando nuevas oportunidades.
Mónica Delgado
10 comentarios:
que monse. parece jenifer llanos en somos. no hay algo mas interesante?
digo, a los críticos se les puede criticar, cierto?:
el texto es malo, no atrapa, casi en realidad no hay mas que una larga lista de films y alusiones a films.
so bad.
F, cualquier nota de la Llanos hecha en su columna de Somos, en comparación, es más interesante y divertida que tu soporífero blog. Deberías habilitar los comments en tu blog para que chekees lo ke piensan los demás de ti y de las cosas ke escribes y colocas.
El texto sobre la maternidad es corto pero interesante. Su perspectiva, abiertamente femenina e íntima, es atractiva. Mucho más si se ha visto por lo menos una buena parte de las pelas del texto. Sobre gustos y colores no han escrito los autores.
pero no te molestes.
los monologos de Llanos -hasta donde la leía, o sea hasta hace muchos meses, son una muy mala adaptacion de sex in the city lorcha.
'Perspectiva abiertamente femenina e intima'
eso es soporifero.
p.s. sí se puede dejar comentarios en mi blog,lo que pasa es que la gente no sabe leer.
La verdad es que no entendemos el diálogo entre F y Karla magna. ¿De qué blog hablan?
eh? creo que 'karla magna' dice que no puede dejar comentarios en mi blog para decir cuan aburrido escribo... lo cual no viene al caso.
io hablaba del texto de monica.
Take it easy, mi inconsecuente y misógino F. Así es la vida. Como no se pueden dejar comentarios en tu clarísimo y ordenadísimo blog ( http://fiestadefruta.blogspot.com ), lo puedo hacer en éste o en cualquier otro blog. Si criticas un texto, pues también puedes ser criticado. Una penita que se tenga que hacer en un blog que no sea el tuyo. Le huyes a eso. Esa es tu falta de coherencia.Pero dont worry, no volveré a perder tiempo opinando sobre eso que creas.
Tu misoginia es descarada. La "perspectiva abiertamente femenina e íntima" te parece soporífera per se, de antemano (así lo indicas en tu comment). Muestras un dogmatismo fuera de serie en la blogosfera.
la verdad, no me habia puesto a pensar en los embarazos cinematograficos hasta que lei este articulo, pero no me sorprende la variedad, pues no parece haber embarazo bonito ni feo en si mismo en la vida real. Sera que no somos pura biologia ni es siempre la maternidad una condicion deseada o celebrada por muchas mujeres ni el advenimiento de un hijo es siempre una buena noticia en todas las familias o el comienzo de una era feliz. La gestacion de mujeres "con lacitos entre los cabellos y mecedora para pasar la tarde acariciando la panza", como dice este articulo, es solo parte de la variedad, tan real como las nauseas de Mia Farrow o los fantasmas avidos de reencarnacion de los hermanos Pang... y que pueden no ser otros mas que los suegros avidos por marcar a fuego al nuevo nieto con el espiritu de la familia. Ser madre "es considerar que es mucho más noble sonar narices y lavar pañales, que terminar los estudios, triunfar en una carrera o mantenerse delgada" escribio hace poco con ironia Isabel Allende. Cuando se busca otorgar nobleza a todas estas cosas es que las mujeres empiezan a tener problemas. Sera por eso que algunos embarazos anticipan las angustias que acompañaran a la futura madre -mucho mas que al padre ciertamente- por los proximos 20 años. Buena Monica.
Facundo
Detesto interrumpir una discusión pero les pediría a F y Karla Magna centrarse en lo que le importa a todos y no convertir los comentarios en un diálogo privado. Los he posteado hasta aquí, pero no más.
Saludos a los dos.
interrumpa lo que quiera, despues de todo, el señor bedoya no publica mi comentario solo porque dije que detras de cada pelicula de festival (latinoamericano , peruano o de donde sea) hay muchos intereses creados,o sea dinero de por medio.. el, como hombre de cine debe saber eso... no es asi ricardo? que paso te sentiste aludido? no era contra ti.
Cuando una persona hace insinuaciones de ese tipo, es decir que corre dinero para que un festival seleccione tal o cuál película, hay que tener la entereza de firmar con nombre, apellido y DNI. No basta una sigla.
He posteado el comentario infeliz y hasta paranoico de F -que podría ser X, Y, o Z- sólo porque me permite decir que tengo muchas discrepancias con el Festival de Lima, pero sé que los que están detrás de él y lo organizan son personas decentes e intachables. Los conozco personalmente y puedo decirlo.
Ellos firman con su nombre, dan la cara y responden y discuten cuando es necesario.
No admitiré más comentarios de este tipo en el blog.
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