martes, 29 de enero de 2013

Lincoln

                                             


En 1939, John Ford hizo un amoroso y lírico retrato del presidente Lincoln en sus primeros años. La imagen final de “El joven Lincoln” mostraba a Henry Fonda remontando una colina luego de haber defendido y librado, en juicio público, a dos hermanos del patíbulo. El joven abogado partía rumbo a su destino. De pronto, sobreimpresa en los créditos finales, se desataba una tormenta.

En el “Lincoln” de Spielberg, la tormenta de la Historia debe detenerse a cualquier precio. Y Lincoln es el personaje, acaso providencial, que tiene entre sus manos esa tarea. Por eso, la película no es una biografía habitual u ortodoxa del presidente que abolió la esclavitud en los Estados Unidos. Es, más bien, un retrato en interiores, cerrado, acotado y sombrío del hombre y su entorno.

Lincoln, el político, es el personaje principal, pero también importa la maquinaria institucional que presenta la película. Maquinaria de funcionamiento moroso cuya descripción no admite ni intensidades ni crescendo e impone una dramaturgia de clave baja.

Lo más interesante radica justamente en el modo en que Spielberg condensa el gran conflicto en un conjunto de episodios íntimos que se debaten en la penumbra. 

La acción se decanta siguiendo la misma lógica con que Lincoln interpela a sus sorprendidos asistentes una noche cualquiera: una comunicación bélica es contrastada con el teorema de Euclides para volver a ser nada más que una comunicación que acaso decida el curso de la Guerra Civil. La Historia se convierte en un drama de cámara, sustentado en conversaciones reservadas, aproximaciones y negociaciones cercanas. Es una epopeya de gabinete. La épica en la recámara.

Y “Lincoln” es un filme de cámara de un clima casi mortecino que lo invade todo, gracias a la fotografía cuidadosamente desaturada de Janusz Kaminski. Ambientes apagados, tenues, en claroscuro, como la relación personal del presidente con su esposa, marcada por la ausencia de un hijo. Pero también como la descripción de las turbias minucias de la política ordinaria, las maniobras de los lobistas y el perfil de las personalidades fuertes o débiles que se van delineando. Hay algo que recuerda en ese vaivén entre pasillos y gabinetes burocráticos a una película como “Tempestad sobre Washington”, pero sin la amplitud ni la soberana maestría de Preminger.

A Spielberg se le siente seguro dictando su clase magistral de historia y de lo que quiere conseguir con ella, pero algo asfixiado por la caligrafía de esta crónica acuciosa y preocupada por construir a un Lincoln valido para los tiempos de Obama.

Sin duda, la composición de Daniel Day-Lewis es notable. Domina como pocos ese trabajo interior que le permite representar, con perfecta serenidad y relajamiento, un estado del personaje, una cualidad esencial de su ser. Aquí tiene de hombre común, impertinente narrador de chistes, personaje mítico, sujeto de perfil heroico y esfinge que esconde todos los secretos.

Ricardo Bedoya

8 comentarios:

Unknown dijo...

Estimado Ricardo,
me atrevo a discrepar de esta crítica, ya que me pareció una película aburrida, muy larga, y sin conexión, con actuaciones super exgeradas (Sally Field y DDL) y sin gancho emocional. Hatsa parecía ver el canal del Congreso entre tanto debate.

Le dejo mi crítica: http://theinsider24.blogspot.com/2013/01/rumbo-al-oscar-2013-lincoln.html

Saludos.

Richard

Champy dijo...

Coincido plenamente con Richard, me pareció, aburridisima. Y cero y van 3, vengo de leer a Jorge Ayala Blanco, quien tambien asienta la sobreactuación de Daniel Day Lewis, lo cual, ya es su firma, el exceso de gesticulaciones y el elevado tono de su voz, por no decir que grita, JAB dice: vocifera!

Saludos


Anónimo dijo...

Ayala ha visto otra película o no vio ninguna. Justamente lo que no hace Day Lewis es vociferar ni gesticular.

cinemablotik (otro blog de cine) dijo...

La película esta buena, eso no quiere decir que no sea lenta. En géneros, por ejemplo, de acción, la falta de "velocidad" es una crítica, no en este tipo de films.

Gustavo Herrera dijo...

Confieso que he tenido que ver tres veces la película porque en las dos primeras me quedé dormido en varios tramos. No cometan el error de verla después del trabajo y en la noche porque es una película oscura, densa y con diálogos llenos de datos que a veces abruman. Pero eso no quiere decir que la película o las actuaciones sean malas. Muy por el contrario, Daniel Day Lewis y Sally Field están insuperables en la composición de sus personajes históricos y complejos y la película tiene méritos incuestionables. En general, la propuesta de Spielberg se basa en presentarnos la grandeza de lo simple, aunque esto parezca una paradoja dado el nivel de los diálogos, y un ejemplo se da al inicio cuando unos soldados norteños parecen estar hablando con un camarada y no con el mismo Lincoln y cuando la cámara cambia de perspectiva, éste aparece como si fuera el mismísimo monumento del Capitolio y los soldados terminan citándole sus famosas frases en un virtual rezo. No se crea, sin embargo, que la película es simplemente una elegía del personaje principal porque el director nos pinta una versión muy matizada de su gestión. Me refiero a la forma cómo se lograron los votos necesarios para aprobar la enmienda antiesclavista que no estuvo exenta de sobornos con conocimiento de Lincoln quien está embarcado, hasta en sueños, en llevar a buen puerto al país, es decir abolir la esclavitud y lograr la paz debiendo mantener el rumbo,soportar tormentas y dificultades para conseguirlo aún si esto significa sacrificar a su propia familia. En ese sentido cabe hacer un paralelo con Oskar Schindler, otro personaje de Spielberg, quien se dedicó a rescatar cientos de judíos de una muerte segura burlando muchas veces la legalidad establecida. Pero al contrario del holocausto, en esta película se hace extrañar el impacto emocional en el espectador que causa el tratamiento de una drama de carácter universal porque, como dice Ricardo Bedoya, Spielberg ha querido hacer un Lincoln en comparación con Obama, como mostrando un camino a transitar en el futuro, un estilo a imitar dejando de lado la parte épica y sórdida del drama.

Anónimo dijo...

yo no se si la composicion de daniel day-lewis es notable, ni siquiera se qué es composicion. tampoco se si pertenece al metodo (y tampoco se muy bien qué es el metodo) pero qué lindo actua!!! q maestro!

tengo q confesar q yo tambien estaba esperando ver la escena en q mataban a Lincoln pero me parecio magistral q no la hicieran.

Anónimo dijo...

A los que les parecio larga y aburrida, se hubieran metido a ver la de Arnold! Esa si es agilita y entretenida, hay mucha accion y balaceras. Vayan a verla el proximo martes sin falta! Tambien hay partes muy graciosas en las que seguramente se van a morir de la risa (aplaudiendo).

Nowhereman dijo...

La visión interna del gobierno de Linconl y sobre todo, de la Guerra Civil norteamericana a través de esta cinta, es una propuesta distinta y por tanto diferente a la que por regla general se nos ha acostumbrado en el cine comercial limeño durante los últimos lustros: escenas de batallas épicas, discursos patrioteros yankees, romances alternos a la narración central. Definitivamente, Spielberg ha decidido otorgarle un rasgo distinto, mucho más maduro y reposado a esta película cuyo "climax" emotivo (característica a la que jamás renunicará el director) es el debate senatorial pro abolición de la esclavitud en los EEUU: Tommy Lee Jones está insuperable en esas secuencias. Finalmente y quizás algo más que desfasado, debo comentar que la noche aquella de la premiación del Oscar, cuando anunciaron a la señora Michelle Obama para entregar el premio a mejor película, sentí una alegría y una satisfacción que duró lo que la ilusión tonta que me produjo ver que por primera vez se invitaba a una Primera Dama norteamericana a entregar un premio Oscar y encima, la Primera Dama negra de la historia de los EEUU...pensé que se le entregaba el premio de mejor película a esta cinta en un claro homenaje al legado histórico principal de Linconl (abolir la esclavitud de los negros) pero no, craso error: se trataba de una lamentable como desastroza intromisión del Pentágono en la premiación ya que con la presencia de dicha dama y la corte de militares que la acompañaban en el enlace televisado y hasta anunciado por el viejo Jack Nicholson, se aplaudía sin recato ni moderación alguna desde Washington, a la cinta que ensalsaba el triunfo de los EEUU sobre un país islámico. Que pena por la película (Argo) que realmente no merecía ese "agasajo" político y una pena por "Linconl" que mereció mejor suerte en la premiación comercial más famosa de la industria del cine.