domingo, 15 de julio de 2012

De carne somos: esta semana en la Filmoteca

Este miércoles 18, la Filmoteca de la Universidad Católica proyecta la versión restaurada de "De carne somos", de Sigifredo Salas (1938)

Es la primera película de la empresa Amauta Films que podremos ver recuperada en copia de proyección. En esta película figura el que, tal vez, sea el primer desnudo del cine peruano. Lo realiza la bailarina Judith del Valle mientras realiza su espectáculo "Fantasía en abanicos".  Inmediatamente después, las hermanitas Travesí (Gloria, Angelita y Elvira) cantan "Puyú puyú".


El texto que sigue lo escribí en 1998 luego de ver una versión de la película en moviola.


Ficha técnica

Dirección y guión: Sigifredo Salas, según historia suya.

Producción: Amauta Films, Felipe Varela La Rosa.

Intérpretes: Trini Delor (Diana), José Muñiz (Alberto), Esperanza Ortiz de Pinedo (esposa), Armando Guerrini (Orsini), Rosario viuda de Puro (madre de Alberto), Manuel Trullen (dueño del hotel), Luis Vergiú (juez de paz), Edmundo Moreau (payaso), Josefina "Chepita" Espinoza (niña), Juan Santos, Mary Cid, Carlos Heredia, Elvira de Tapia, Juana Pujol, Ricardo Amestoy, Alfredo Bao, Pepe Alcaine, N. Capdeville, Hermanas Gloria, Angélica y Elvira Travesí, Judith Peter, Alicia Lizárraga, Betty Aranda, Alberto Mecklemburg, bailarina Judith del Valle.

Fotografía: Manuel Trullen.

Ayudante de fotografía: Manuel Cáceres.

Sonido: Francisco Diumenjo.

Edición: Sigifredo Salas.

Asistente de edición: Pablo Varela la Rosa.

Música de fondo y arreglos: Nibaldo Soto Carbajal.

Canciones de Pablo Casas (Anita), Alejo López (vals Lucerito Mío y tango Dolor) y Angelita Travesí (fox Puyu-Puyu)

Decorados: Alejandro Oyanguren.

Asistente del decorador: Justo Velasco.

Maquillaje: Ernesto Zegarra.

Ayudante de laboratorio: José Luis Romero.

Estreno en Lima: cines Capitol, Astral, Grau, República, Rialto, De Vry, Lima, Mazzi, Olimpo, Alhambra, Leuro, Zenith. 24 de marzo de 1938.

El primer largometraje dirigido para Amauta Films por el chileno Sigifredo Salas sigue los lineamientos folletinescos de las cintas que Ricardo Villarán dirigió para esa empresa. Pero a diferencia de la inmediatamente anterior, La falsa huella, verbosa y teatral, De carne somos muestra el interés de Salas por dotar a la acción de una dinámica fílmica mucho más compleja y madura.

Salas, formado en el puesto de técnico de edición y director artístico, lucía un interés mayor en ejercitar el bagaje de posibilidades expresivas del cine. De temperamento cercano al de Francisco Diumenjo, compartía con él la convicción de que el cine debía apelar de modo directo a las preferencias musicales, a las predilecciones sentimentales, al gusto medio de un público formado en el cultivo del folletín y el melodrama de gestos acendrados, por un lado, y de la comedia festiva y celebratoria, la explosión del "color local", por el otro.

Por eso, Salas decidió imprimir a De carne somos una tónica particular. Valorizando los aspectos abiertamente inverosímiles y pasadistas de la trama, Salas aportó a la película un espesor fílmico, aún cuando este proviniera de las convenciones melodramáticas al uso en el cine internacional. Insertó voces mentales en off, expresión de la obsesión amorosa del protagonista; desplazó la cámara en travelings lentos y desoladores destinados a remarcar la degradación del protagonista; multiplicó las disolvencias para remarcar el efecto retórico del recuerdo doloroso y el arrepentimiento por haber perdido un gran bien. Por último, ejercitó el montaje por asociación de imágenes contiguas.

Una iluminación en marcada clave baja -pura concentración atmosférica de sombras en un dormitorio que asemeja el escenario de una representación religiosa- domina la secuencia de la muerte de la madre del hombre enamorado.

Salas llegó a Amauta Films con el ánimo decidido de marcar un paso a la modernidad. Buscó "airear" los rodajes, tan confinados en las cintas de Ricardo Villarán como La falsa huella o en la que realizaría luego, El miedo a la vida. Pero también buscó hacer más fluidas las transiciones entre los inevitables momentos musicales y los dramáticos. Su estilo no conciliaba con el folletín tradicional, de acciones concentradas y multiplicación de personajes dolientes. A Salas le interesaba la acción sumaria, las situaciones burlescas, la multiplicación de momentos musicales.

La película fue protagonizada por un conjunto de actores extranjeros: los españoles Trini Delor, Esperanza Ortiz de Pinedo, Armando Guerrini y el uruguayo José Muñiz.

Trini Delor era una actriz teatral que llegó al Perú con la compañía de Sánchez Alpuente. De carne somos fue su primera aparición en el cine peruano. Fue también el debut de Esperanza Ortiz de Pinedo, hermana del actor Oscar Ortiz de Pinedo, protagonista de algunas películas de Amauta Films, que luego desarrollaría una carrera propia en el cine mexicano. Esperanza Ortiz de Pinedo había participado en el rodaje de algunas películas chilenas y argentinas, como Sur y Norte, cinta estrenada en el Perú con el título Alma Chilena, y La cieguita de la Avenida Alvear, cinta argentina con la actriz Eva Franco.

"Encara esta vez la producción Amauta un tema nuevo completamente entre sus obras. Un drama fuerte, profundo y atrevido. Un drama en el que se agitan gigantescas pasiones; que pone en la balanza por un lado el amor puro de la esposa digna y abnegada, capaz de todos los sacrificios y por otro, la fuerza de la pasión desenfrenada y el deseo tempestuoso. Y chocan esas dos fuerzas adversas en los sentimientos de un hombre sano, íntegro, que por su propia dignidad es víctima propicia.

De carne somos, tal la nueva producción, es indiscutiblemente magnífica y evidencia la superación continua de Amauta. Buena en su adaptación y dirección, superando a sus anteriores en fotografía y sonido, reúne en su reparto un elenco completamente nuevo, pero de gran capacidad interpretativa: Trini Delor, bella y joven, tiene a su cargo el papel principal encarnando el personaje de una vampiresa inescrupulosa, capaz de todos los medios en procura de un fin. Esperanza Ortiz de Pinedo, la conocida dama joven de nuestros escenarios, es la esposa abnegada. José Muñiz, el notable tenor de fructífera temporada en Lima, es el hombre campechano cuya inexperiencia es causa de su ruina. Y con ellos Mary Cid, Antonia Puro, Armando Guerrini y otros. Todos ellos bien, discretos y mesurados en su interpretación. Todo lo cual asegura un nuevo y merecido éxito económico a Amauta Films, la primera productora Nacional." (Florentino Iglesias, Universal del 13 de marzo de 1938).

Otro comentario aparecido en "Universal" del 27 de marzo de 1938, dio cuenta en términos similares de la película, pero en este caso el periodista se mostró atento al valorar los procedimientos formales empleados en la cinta:

"Hay en esta última película nacional un franco progreso sobre las anteriores. Dentro del marco de los incipientes esfuerzos del cinema peruano, se merece los más sinceros aplausos.

Por primera vez se ha querido lanzar en los dominios de la tragedia sicológica y del drama social. Temíamos los resultados, pero han sido superiores a lo que se podía esperar. Esta clase de historias tienen un carácter casi litúrgico en el respeto de la forma que se le da a la trama. Pero se han solucionado los detalles con ingenio.

El tranquilo y feliz hogar, destruido y arruinado por la mujer -artista de circo, para colmo de males- cuyos seductores engaños disfrazan un amor venal, destinado a salvar el negocio del dueño del circo; la abuela que muere; la esposa y la hijita arrojadas a la calle por el propietario sin corazón. Nada de eso es muy original, claro está; ya se ha casi agotado ese tema en innumerables novelillas, piezas de teatro y películas. Pero por una parte su debut en el drama humano, el cine peruano ha hecho bien en escoger un argumento que se puede decir pertenece a la tradición y no arriesgarse en tramas cuya originalidad hubiera sido un peligro más, que se hubiera sumado a las dificultades inherentes a unos esfuerzos nacientes. Dificultades de la iniciación de una industria, frente a un público acostumbrado a ver obras frutos de más de veinte años de experiencias.

El fin de la historia se adivina fácilmente: gastando su fortuna en satisfacer los caprichos de la interesada mujer, el marido infiel va decayendo hasta convertirse en un harapo humano. De su lado, la esposa y la pobre niña están obligadas a hacerse lavanderas para subsistir. Desilusionado, cansado, el hombre cae arrepentido en brazos de la esposa indulgente. Ya puede verse, que como lo anuncia el réclame es una historia profundamente humana.

La interpretación es buena. Tanto Trini Delor como Esperanza Ortiz se merecen aplausos. José Muñiz y Guerrini estan muy bien. Los demás intérpretes, los cómicos en particular, son buenos.

Pero lo que más ha progresado es la técnica, las mejoras son enormes. La fotografía siempre es buena, el único defecto está en el alumbrado, la luz de los sunlights parece ser o demasiado intensa o mal distribuida, porque las caras a menudo se ven completamente blancas, sin distinguirse a veces los rasgos fisonómicos de los artistas; el sonido esta vez está perfecto, excepto algunos ratos de mudismo en los cambios de rollo.

Pero lo que nos ha producido mayor satisfacción es el esfuerzo del director Sigifredo Salas para hacer cinema: los símbolos, las transiciones ya sean fotográficas o del diálogo cuando termina una frase que pronuncia la mujer fatal. Cuando José Muñiz, arruga de una mano acongojada su librea de mozo de circo, y se ve a la esposa a la ropa que lava.

Hay doble impresión y aún un procedimiento que no recordamos haber visto sino en una película de Rene Clair, El millón, en la que se oye la voz de la conciencia, aquí se oyen las voces que hablan a la memoria del infiel esposo.

Hay un agradable esfuerzo hacia la fotografía artística en la gran escena del amor al borde del riachuelo." (Universal, 27 de marzo de 1938, texto anónimo).

A su turno, el diario "La noche", en su edición del 25 marzo 1938, p. 2, ofreció una opinión matizada de De carne somos:

"(...) Sin ninguna mala intención y con el sano interés de ver surgir a la cinematografía nacional, en nuestra labor crítica nos parece que ya es momento de extenderse un poco sobre las películas que se estrenan. De carne somos es el quinto film en una continuidad promisora. Esto mismo determina emitir juicios sinceros frente a ella.

Recogiendo el comentario público, puede decirse que ha quedado sintetizado en una sola frase: es la mejor. Mirada en su integridad esto es completamente cierto. Empero la labor crítica no puede, desgraciadamente, quedarse en el juicio global sin llegar, o tratar de hacerlo, a las partes. Es por eso que estamos obligados a particularizar el argumento, la dirección, la interpretación y las perspectivas.

No es nada nuevo ni moderno el argumento de De carne somos. La trapecista que conquista a un hombre de pueblo, le obliga a abandonar a su familia, le exprime el bolsillo hasta extraerle hasta el último céntimo y luego, ya hecho un guiñapo, le abandona. El hombre va rodando hasta encontrar en la mayor miseria a su mujer e hija y enterarse de que su madre ha muerto. De ahí para adelante.... la vida florecerá en una existencia modesta. Una tragi-comedia superada en la cinematografía mundial. El diálogo sin valor literario, llega en algunos momentos a ser muy pesado.

Sobre este tema ha actuado Sigifredo Salas demostrando su capacidad de dirección. Sigue una línea lógica y no se notan saltos incontrolados en el desarrollo. Ha conseguido ambientarla bien y obtiene aciertos como la escena del automóvil.

Un grupo de artistas nuevos para la cinematografía actúa en este film. Las principales figuras denotan interpretación teatral. Trini Delor luce una bellísima figura y se comporta bien frente a la cámara. Esperancita Ortiz de Pinedo, teniendo figura cinematográfica, hay momentos en que excede el ademán teatral y se nota en representación. Pepe Muñiz muy duro para el papel de galán, demuestra que puede tener porvenir en la encarnación de tipos ad-hoc a su figura y gesto. Moreaux (sic, se refiere a Edmundo Moreau) en cómico consigue que el público se ría. Mary Cid y Juan Santos, sin sacarle partido al papel que les ha tocado. Armando Guerrini bien de empresario. En el Cabaret, Betty Aranda y el Trío Travesí lucen bien y saben lo que hacen.

De carne somos nos brinda la oportunidad de decir algo sobre las perspectivas del cine peruano. Un grupo de nuevos intérpretes demuestran que hay material humano para la industria (...)

Ricardo Bedoya

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